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Mi hermanita me cuenta su primera visita al ginecólogo 1ª

Mi hermanita me cuenta su primera visita al ginecólogo 1ª
Esta es una historia real, le llevo tres años a mi hermana y quiero cuestionar la actitud de ciertos profesionales médicos.
Esto pasó hace ya algunos años, en ese tiempo no era común, por lo menos en algunas clases sociales el de que una mujer fuera a ver a un ginecólogo, salvo, que estuviera embarazada, o que tuviera algún problema en las zonas íntimas. Este último, fue el caso de mi hermana.
Ella, tenía un ardor en la vulva, se la pasaba restregándose. Debido a ello mi madre, que había reparado en ello, y que a su vez mi hermanita se lo había manifestado, acudieron al hospital de la ciudad.
Sin embargo, yo desconocía todo el acontecimiento, hasta la noche que mi hermana me lo contó. Eso, más tarde, trajo aparejado una serie de eventos que seguramente más adelante relataré, todo v a tener que ver con la repercusión que tenga esta historia.
Siguiendo con los hechos, esa noche en el cuarto que compartimos los dos, yo con mi hermana, ambos desvelados, comenzamos a conversar de cosas en general, hasta que llegamos a un punto de la charla donde comenzaron las confesiones. Creo que yo fui el que dio el primer paso. Le conté la dificultad, que había tenido tiempo atrás con mi glande y el prepucio.
No podía, retraer la piel que recubre el glande, estaba como pegada, y al comentárselo a mi padre, este me llevó a un médico. La visita con el profesional, terminó con el diagnóstico o mejor dicho, con la indicación, que me tomara el trabajo de "jalar" todos los días mi piel hacia atrás y lograra sacar la cabeza del pene, caso contrario debería ser intervenido con cirujía, quirúrjicamente cortarían la piel que revestía la cabeza.
Con esa noticia, a partir de ella, comencé con una práctica médica que derivó en transformarme en un pajero, un adicto a la masturbación y un enfermo del sexo.
Mi hermana al escuchar mi declaración, estalló en carcajadas, que no fueron tomadas de manera simpática por mi, más aún me enojé con ella.
Para recomponer el diálogo, y confirmar que no se reía de forma burlona, sino por asociación, por sentirse identificada con lo que me pasó, creo que eso se llama "empatía" se animó, o se vio en la obligación de relatarme su experiencia personal, parecida, similar, aunque más heavy.
Ella, producto de sus ardores, como ya había mencionado, fue a un ginecólogo con nuestra madre.
Tuvieron que esperar mucho tiempo, en los hospitales públicos hay que ir temprano, dan números para conseguir turno y luego esperar a ser llamados para la atención.
En síntesis, se habían pasado entre una cosa y otra, toda la mañana, motivo por el cual, luego de la inspección de rutina, el diagnóstico y la receta para la práctica médica, que solicitaba un tratamiento prolongado, con unas pomadas y cremas antibióticas y unas tomas vía oral de una cápsulas también antibióticas, mi madre optó por acompañarla hasta el hospital diariamente, dejarla en él, y más tarde pasarla a buscar, luego de realizar los mandados, que cualquier ama de casa debe realizar para atender a su familia.
Eso implicó, dejar a mi hermana sola, con el médico.
Mi hermana hizo un respiro, un silencio, como dudando continuar con la historia. Sin embargo, luego de reflexionar consigo misma, continuó.
Resulta, dijo ella, que la primera vez, lo que hizo el facultativo fue, ponerme con sus dedos la pomada en mi vagina, bah, en toda la zona erógena.
Comenzó, con los labios de la vulva, continuó con el clítoris, para terminar ingresando en la vagina y frotar con los dedos anular y mayor, por dentro todos los recovecos.
Ya eso me conmocionó, pero el roce, los masajes, me calentaban, y el "tordo" se daba cuenta, primero, porque se me paraban los pezones, se transformaban en dos timbres. Segundo, porque comenzaba a temblar, a contorsionarme (decía mi hermana) yo para ese momento, ya estaba al palo, tuve que acomodarme, para que ella no reparara en mi erección.
Su relato me estaba haciendo llegar al clímax, estaba próximo al orgasmo, sin tocarme, sólo escuchando su voz.
Continuó, mi hermana contando, sus sensaciones, cuando tuve mi primer gemido (dijo) mi hermana y yo convulsioné en una eyaculación silenciosa en mis calzoncillos.
Tuve que sostenerle la mano al doctor, explicó mi hermana, detenerlo, porque algo en mi cuerpo parecía querer salir, explotar hacia afuera, no sabía bien que era, pero se sentía sensacional, aunque no se porque me reprimía, era como que sentía que no debía, que estaba mal.
De todos modos, el me dejaba, se tomaba un respiro, esperaba, mientras se secaba las gotas de transpiración que se le formaban en la frente, para luego continuar con más ahínco.
Yo, volví a experimentar otra erección escuchando a mi hermana, continuó ella, "y nuevamente, al poco tiempo debía detenerlo otra vez" dijo mi hermana.
Intervine, y el médico, ¿No te decía nada? Pregunté, con la voz entre cortada, balbuceando ante mi próximo polvo.
El chabón, sonreía de manera maliciosa, y si me preguntó ¿Qué te pasa?
Y vos que le respondiste? Pregunté
Le dije, que me dolía ¿Qué le iba a decir? Me preguntó ella a mi
No, si, claro! Dije Y, después? Ansioso repregunté
Eso sucedió un par de veces más, pero lo curioso (dijo mi hermana) que al igual que vos, yo nunca había reparado en mi cachucha para nada, menos como un objeto de placer propio, individual, íntimo, personal.
A partir de ello, todas las noches me comencé a tocar, con o sin crema....
Dudó otra vez en continuar.... ¿Si, y? Inquirí desesperado para que continúe su relato
Bueno, pero no quiero que te rías, ni que me juzgues, sino, no continúo (sentenció ella)
Por favor, pensé, como me voy a reír, si está enfermándome la cabeza, lo estoy re disfrutando llevo dos acabadas y venía la tercera. ¡No, quedate tranquila! Aseguré.
Bueno, yo también tenía curiosidad de que era eso que me enloquecía, y que parecía querer estallar cuando le detenía la mano, los dedos del médico.
Una noche, cuando vos dormías profundamente, escuchaba tus ronquidos (me dijo) me toqué, me froté y no frené cuando me llegaron esas sensaciones, esas convulsiones, y de pronto, me doblé con un estertor, que hizo que todo mi cuerpo se llenara de escalofríos y calambres pero sensuales y estallé, exploté, me salió un líquido de la vulva, pero no era orín, era otra cosa, que disfruté y que al secarse se endureció, como un adhesivo.
Cuando dijo adhesivo yo terminaba una tercera vez, con espasmos.
Hey, me escuchás me preguntó varias veces, pero yo no podía hablar, mordía la almohada para que mis jadeos no se escucharan con la luz apagada.
Te dormiste! Bueno, que suerte, a mi todavía no me agarró el sueño! Dijo ella
Allí respondí, no, estoy adormilado, pero te escucho, respondí
No, si tenés sueño, mañana sigo contándote, dijo ella.
No, dale, seguí, qué más pasó? Algo no me estás contando, te conozco! Arriesgué, como un pálpito, un presagio
Hummmm, bueno, no estoy segura de contarte esto, prometeme que no vas a hacer quilombo y que no le vas a decir nada a nadie, menos a mamá y papá Exclamó ella.
Dudé, pero la curiosidad mató al gato, ok (respondí)
El último día del tratamiento, el médico, me la chupó (dijo ella) y yo perdí el conocimiento mientras me desgraciaba por enésima vez....

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