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Mi mejor amiga y sus fotos en concha 🤪

Este es un relato que escribí a partir de las experiencias que me contó Martín, de 25 años. Si quieren me pueden mandar sus historias y yo las escribo.


- I -

Desde siempre fui un pajero empedernido. A mis 23 años, no había día en que no me tocase varias veces, ya fuera mirando porno, leyendo relatos eróticos o incluso viendo hentai. Pero nada se comparaba con la excitación que sentía cuando algo personal, algo cercano, entraba en juego. Y eso fue exactamente lo que pasó cuando mi mejor amiga, Yamila, decidió hacerse un cafecito.

Yami era una morocha espectacular: culona, tetas pequeñas pero firmes y paradas, y una actitud perra que hacía que cualquier tipo se quedara mirándola embobado. Desde chiquitos éramos amigos, pero nunca hubo nada más allá de eso. Ella tenía esa mezcla de inocencia y picardía que me volvía loco, aunque jamás me animé a decirle algo porque sabía que podía arruinar nuestra amistad.

Una tarde, estábamos en su casa viendo una película. Ella llevaba un short ajustado y una remera corta que dejaba ver su ombligo. Mientras hablábamos, cruzó las piernas de manera casual, pero lo suficientemente lenta como para que notara cómo su piel morena brillaba bajo la luz. "Martín, ¿te gusta esto?", me preguntó, señalando su outfit. "Es solo algo que me puse hoy." Su tono era inocente, pero sus ojos brillaban con picardía. Intenté responder algo ingenioso, pero solo atiné a balbucear. Más tarde, cuando me despedí, me dijo: "Sabés, me encantan los amigos que saben mantener un secreto."

 Su comentario me dejó confundido, pero también más caliente que nunca. Sin embargo, cuando intenté acercarme a ella al día siguiente, me puso en la friendzone sin piedad. "Martín, sos un amor, pero somos amigos. No arruinemos eso, ¿sí?" Su rechazo solo alimentó aún más mi obsesión.

Estando en su casa aprovechaba cuando iba al baño a mear. Ahí estaba el cesto de ropa sucia, y nunca pude resistirme. Solía revolverlo hasta encontrar sus tangas usadas y las olía profundamente, sintiendo el aroma dulce y almizclado que desprendían. Una vez, encontré una tanga negra que tenía un poco de flujo pegado en la tela. Sin pensarlo dos veces, la metí en mi boca y la chupé lentamente, imaginando que era su concha mojada. Esa experiencia me dejó tan caliente que tuve que masturbarme ahí mismo, escondido en el baño.

Una noche, salimos juntos a bailar y la vi en acción. Mientras movía su cuerpo al ritmo de la música, un pibe se le acercó por detrás y comenzó a tocarle el ojete mientras ella sonreía y seguía bailando como si nada. La escena me dejó duro al instante. Me imaginaba siendo yo quien metía los dedos en su culo, sintiendo cómo su piel morena se derretía bajo mis manos.

 Después de unas copas, empezó a contarme algunas de sus aventuras. "Una vez me cogí a un DJ en el baño de una fiesta", me dijo, inclinándose hacia mí como si estuviera compartiendo un secreto. "El tipo me agarró contra la pared y me la metió hasta que grité." Su voz era baja y provocativa, y sus ojos brillaban mientras hablaba.

 Luego, después de otro trago, continuó: "Otra vez, un desconocido me metió mano en el auto después de un after, y me gustó tanto que lo dejé que me tocara toda." Me miró fijo, como si quisiera ver mi reacción, y agregó: "Me encanta que me hablen sucio mientras me tocan, me pone caliente." Cada palabra que salía de su boca me ponía más caliente, y empecé a darme cuenta de que Yami era una verdadera putita, pero seguía siendo inalcanzable para mí…

- II -

Cuando Yamila publicó en sus Stories de Instagram que había abierto un cafecito, casi me da un infarto. No podía creer que alguien como ella, tan cerca mío, estuviera compartiendo fotos y videos íntimos a cambio de unos mangos. Era una oportunidad única, pero también un problema: ¿cómo iba a comprar su contenido sin que se diera cuenta? Usar Mercado Pago significaba dejar rastros, y si ella veía mi nombre en la lista de compradores, sería demasiado incómodo.

Pasé días obsesionado con la idea. Cada vez que abría Instagram y veía sus Stories promocionando el cafecito, mi mente se llenaba de imágenes de cómo serían esas fotos.

Me imaginaba desnudándola lentamente, besando esas tetitas pequeñas pero firmes, chupando sus pezones hasta que se pusieran duros como piedras.

Me visualizaba metiéndole mano en ese culo que tanto me gustaba, sintiendo cómo su piel morena se derretía bajo mis dedos. Imaginaba cómo sería sentir su concha mojada contra mi cuerpo, cómo sería cogerla con fuerza mientras ella gemía mi nombre sin control.

 La fantasía me consumía, y cuanto más pensaba en ello, más desesperado estaba por ver esas fotos. Mis dedos ya estaban húmedos solo de pensar en ella, y me toqué frenéticamente mientras navegaba por sus Stories.

- III -

Finalmente, decidí pedirle ayuda a mi primo Diego, que tenía 32 años y era un verdadero maestro en estas cosas. Le conté todo, medio avergonzado, pero él no hizo más que reírse y ofrecerse a ayudarme. "No te hagas drama, uso mi cuenta. Como tengo otro apellido, ella ni va a saber quién soy", me dijo con una sonrisa cómplice.

Un par de días después, Diego me llamó y me pasó un pack de fotos y un video por WhatsApp. Abrí el chat con manos temblorosas y empecé a revisar el contenido.

La primera foto mostraba a Yamila en lencería negra: un corpiño ajustado y transparente que apenas contenía sus tetas pequeñas pero firmes. Sus pezones, rosados y erectos, se marcaban claramente a través del tejido, como si suplicaran atención.

En la segunda foto, llevaba solo el corpiño y medias largas de red, posando frente al espejo con su culo redondo y firme apuntando hacia la cámara. Se había agachado ligeramente, dejando ver claramente su conchita depilada, brillante como si estuviera mojada.

En la tercera foto, estaba completamente desnuda, acostada boca arriba, con sus piernas abiertas y su concha expuesta al lente. Su piel morena brillaba bajo la luz, y su actitud perra era indescriptible. Podía ver cómo su conchita brillaba, invitándome a meter los dedos dentro.

Pero lo que realmente me dejó sin aliento fue el video.

En él, Yamila aparecía saltando sobre una poronga negra gigante y venosa. Estaba completamente desnuda, con sus tetas pequeñas moviéndose al ritmo de sus saltos, y su expresión de placer era indescriptible. Se detenía de vez en cuando para acariciarse el clítoris, gimiendo suavemente mientras miraba a la cámara con una mezcla de inocencia y picardía.

En un momento, se inclinó hacia adelante, mostrando su cola perfecta y su concha mojada, mientras se masturbaba con dos dedos. Cuando se levantó, la poronga negra salió de su concha con un sonido viscoso, dejando escapar un flujo espeso y brillante que resbalaba por sus muslos.

Sin poder contenerme, cerré la puerta de mi habitación con seguro y me tiré en la cama. Con el celular en una mano y la otra ya dentro de mis pantalones, comencé a tocarme frenéticamente. Me concentré en cada detalle de las fotos y el video, imaginando que era yo quien estaba cogiéndola. Visualicé cómo sería meterle mano en ese culo que tanto me gustaba, sintiendo cómo su piel morena se derretía bajo mis dedos.

Imaginé cómo sería besar sus tetas pequeñas pero firmes, chupando sus pezones hasta que se pusieran duros como piedras. Me imaginé penetrándola con fuerza, sintiendo cómo su concha mojada se abría para mí, mientras ella gemía mi nombre sin control. Mi respiración se volvió pesada, mis dedos se movieron con urgencia, y finalmente, con un gemido ahogado, me acabé todo pensando en su cuerpo perfecto.

- IV -

Después de ver las fotos y el video que Diego me había pasado, él quedó completamente caliente. Pero no se iba a conformar con una paja; quería más. Sabía que Yamila era una mina que valía la pena cogerse, y decidió que no iba a dejar pasar la oportunidad. Así que, sin perder tiempo, le escribió por Instagram para intentar calentarla y lograr que aceptara encontrarse con él. El chamuyo empezó así:

Diego: "Vi tus fotos del cafecito y no pude evitar escribirte 😏 Sos una mina increíble. Esas fotos... te ves divina."
Yamila: "Gracias 😘 ¿Quién sos? No te conozco."
Diego: "Soy un admirador tuyo 🙈 Me encantaron tus fotos. Parecés una mina q sabe lo q quiere."
Yamila: "Mmm... tal vez lo sepa, tal vez no 🤔 Depende de quien pregunte."
Diego: "Pregunto yo. Un tipo q no puede dejar de pensar en vos 💪"
Yamila: "Uy, q intenso 😜 ¿Y q harías si nos conocieramos?"
Diego: "Te mostraria lo q es pasar una noche inolvidable 🔥"
Yamila: "Hmm... tal vez acepte 😉 Pero tendrias q convencerme."
Diego: "¿Q tal si empezamos con algo simple? Tomemos algo, charlemos 🍹 Si no te caigo bien, te vas y listo."
Yamila: "Dale, pero si sos un forro, te aviso q soy una putita peligrosa 😈"
Diego: "Eso espero 😏 Una mina como vos merece algo mas q un tipo aburrido."

Después de un par de mensajes coquetos, Diego logró convencerla de encontrarse en un bar cerca de casa. Según Diego, la cita fue intensa desde el principio. Después de tres Fernet, Yamila estaba más suelta y caliente que nunca. Diego aprovechó el momento para sugerir ir a un lugar más privado. "Conozco un telo cerca", le dijo, y para su sorpresa, ella aceptó sin dudarlo.

Una vez en la habitación, Yamila se transformó. Dejó de ser la chica dulce y tímida que yo conocía y se convirtió en una verdadera perra. Diego la besó apasionadamente, y ella respondió con la misma intensidad. Pronto, ambos estaban desnudos, explorándose mutuamente.

Diego me describió cómo la cogió primero en la cama, embistiéndola con fuerza mientras ella gemía sin control.

 "Dale más fuerte, grandote", le dijo Yamila, retorciéndose debajo de él.

Diego le dio nalgadas hasta dejarle las cachetadas rojas, y ella gritaba de placer.

 "Quiero que me la chupes", le ordenó él, y ella obedeció sin dudarlo. Agarró su verga con ambas manos y comenzó a mamarla con ganas, chupando desde la base hasta la punta. "Mmm... qué grosa la tenés", murmuró mientras seguía trabajando con su boca. Diego no pudo resistirlo más y se vino en su cara, dejándola completamente cubierta de leche.

"Mmm... qué rica está tu lechita", dijo Yamila mientras se limpiaba la cara con una mano y se la metía en la boca, probando el semen de Diego. Esto lo puso duro de nuevo al instante.

"Ahora quiero que me la metas en el culo", le dijo ella, con una sonrisa traviesa. Diego no necesitó más invitación. Primero, comenzó a dilatar su ojete lentamente. "Relajate, zorrita", le dijo mientras le metía un dedo.

"Dale, metela de una que no aguanto más las ganas", le pidió Yamila, impaciente. Finalmente, cuando sintió que estaba lista, la puso a cuatro patas y comenzó a penetrarla por el culo.

"Ahhh... qué gruesa se siente, me estas estirando el orto forro", gimió ella mientras él la embestía con fuerza. "Te gusta así, eh?", le preguntó Diego. "Sí... dale más fuerte, no seas cagón", respondió ella, moviendo su cola al ritmo de sus embestidas.

Diego no tardó en venirse nuevamente, pero esta vez sacó su verga justo antes de terminar y le dejó toda la leche en el culo, marcando su piel morena con chorros blancos.


- V -

Cuando Diego terminó de contarme todo lo que había pasado con Yami, sentí una mezcla de celos y excitación que me quemaba por dentro. Ya no importaba que fuéramos amigos desde chicos, ni que se arruinara la amistad, porque lo único que me interesaba era medirle el aceite de la concha con mi verga dura.

Esa noche, mientras me masturbaba pensando en ella, juré que no descansaría hasta que su boca balbuceara mi nombre entre gemidos mientras me chupaba la pija, hasta que su concha estuviera empapada por mí, hasta que su culo se dilate invitándome a romperla al medio.

No había vuelta atrás. Yami sería mía, costara lo que costara.
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3 comentarios - Mi mejor amiga y sus fotos en concha 🤪

Mmextra +1
Te descubrí hace un rato y no puedo dejar de leerte
NicoBebote +2
idem los mejores relatos de P!
NicoBebote +2
uff quien no le ha comprado un cafecito a una amiga... jejjejej