You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Mi centro de placer

“Mi centro de placer”
por Flaca Pibita


Hay momentos que una no olvida. No importa cuántos vengan después, cuántas veces repita la escena en mi cabeza o vea el video que Gustavo grabó. Esa noche quedó grabada en mi cuerpo como una marca… una de esas que no se borran.


Fue mi idea. Tenía ganas. Sentía ese fuego adentro desde temprano. Le dije a Gustavo que quería estar con varios, sentirme el centro, no solo de atención, sino de deseo. Que me usen, que me disfruten, pero que sea él el que lo mire todo, lo registre, lo celebre. Porque cuando él me ve con otros, cuando me filma, cuando se calienta viendo cómo me llenan… yo me enciendo más todavía.


Esa noche llegaron tres amigos. Todos diferentes, todos ya conocían lo que nos gusta. Uno de ellos, incluso, ya había estado conmigo. Sabía cómo tocarme, cómo abrirme la boca con sus dedos, cómo susurrarme cosas que me hacen arquear la espalda. Gustavo los saludó, sirvió algo para tomar, y mientras hablaban, yo me metí al cuarto. Me desnudé lentamente, me puse una bata de tul negra, sin nada abajo, y me senté sobre la cama con las piernas bien abiertas.


—Estoy lista —dije desde el marco de la puerta.


Y ahí empezó todo.


Primero fueron manos. Por todos lados. Me acariciaban la espalda, el cuello, los muslos. Me besaban la piel, me mordían las tetas, me abrían el culito con los dedos. Yo gemía bajito, mirándolo a Gustavo que ya tenía la cámara encendida. Sabía que él lo estaba registrando todo.


Después me sentaron sobre uno de ellos, con su pija dura lista para recibirme. Bajé lento, sintiendo cómo me llenaba, y al mismo tiempo sentí las manos de Gustavo en mi cintura, acomodándome, preparándome para lo que venía. Porque yo ya sabía que él quería cogerme por detrás, mientras yo montaba a otro.


Esa es la imagen que quedó en la foto. Yo arriba, con la verga de uno adentro de mí, y Gustavo detrás, entrando en mi culo, llenándome por completo. Doble. Real. Intenso. Alrededor, los otros dos hombres miraban, se tocaban, esperaban su turno. Yo los sentía cerca, me rozaban con sus pijas duras mientras me la cogían por todos lados.


Lo mejor es que me sentía feliz. Expuesta, sí. Pero poderosa. Entregada. Conectada con ese deseo que me atraviesa cuando me tratan como a una puta que merece ser adorada.


Y ahí fue cuando lo miré a la cámara. Con la cara mojada, el cuerpo sudado, las piernas temblando… y una sonrisa descarada.


“Sí, soy yo. Y estoy hecha para esto.”

ahora es mi turno me susurro!!

Lo que vino después fue aún más salvaje. Cuando sentí cómo Gustavo me penetraba por detrás mientras yo estaba sobre el otro, la sensación de estar tan llena, tan deseada, me hizo perder el control. Sus manos, que antes me habían sujetado con delicadeza, ahora me apresaban con fuerza, como si estuviera dispuesto a marcarme como suya. Yo no podía dejar de gemir, y sabía que él estaba grabando cada segundo, disfrutando tanto como yo de ver cómo me dejaba llevar por el momento.

Los chicos alrededor se movían, esperaban su turno, y yo disfrutaba de verlos, de sentir su mirada fija en mí. Cada uno de ellos se acercaba, sus cuerpos desnudos brillando por el sudor, sus ojos recorriéndome. Pero yo no quería a ninguno más que a Gustavo. Él sabía cómo moverme, cómo tocarme, cómo mantenerme en ese punto de no retorno donde ya no podía pensar en nada más que en la intensidad de lo que estaba viviendo.

Uno de los chicos, viéndome tan entregada, se acercó y comenzó a acariciarme los senos, luego bajó por mi vientre, hasta llegar a mi clítoris. Yo gemí fuerte cuando me tocó allí, presionando con fuerza. Necesitaba más, pero sabía que Gustavo estaba observando y él no quería que fuera tan fácil. Quería ver cómo me derrumbaba bajo el placer, cómo se apoderaba de mí de todas las formas posibles.

Me giré lentamente, aún sobre el chico que estaba bajo mí, y vi a Gustavo que me miraba con una sonrisa perversa. Lo sabía: él no tenía miedo, sabía que no había nada que no pudiera disfrutar viéndome ser usada, disfrutando de cada centímetro de mi cuerpo siendo tocado, penetrado, explorado.

En ese momento, dejé de preocuparme por los demás. Estaba centrada solo en él, solo en Gustavo, que me observaba desde la cámara, sabiendo exactamente qué quería ver. Me acaricié el pecho, los pezones duros bajo mi toque, y giré mi rostro hacia los chicos esperando, pidiéndoles más con una mirada. Quería que se acercaran, pero sabía que Gustavo decidiría cuándo.

Y llegó el momento. Me sacaron del chico que estaba sobre mí, y me giraron hacia otro. Ahora estaba en las manos de otro, y Gustavo no se quedó atrás. Lo sentí en mi culo de nuevo, esa presión firme y profunda, mientras el chico que me cogía de frente comenzaba a moverse con ritmo. La mezcla de ambos, dentro y fuera de mí, fue lo que me hizo casi perder la cabeza.

El cuarto se llenó de gritos, de gemidos, de susurros de placer. Cada uno, cada cuerpo, me tocaba, me besaba, se entregaba. Me sentía como si fuera la única en el mundo, el centro de todo ese deseo. ¿Cómo no podía estar tan excitada con tanto a mi alrededor? Sentía cómo todo mi ser se incendiaba, cómo cada centímetro de mi cuerpo era utilizado como un objeto de placer, algo que me hacía sentir más viva que nunca.

Y entonces, en ese instante de éxtasis total, cuando Gustavo entró de nuevo en mí, penetrándome más profundo, su respiración caliente en mi oído y sus manos firmemente en mis caderas, supe que iba a explotar. Los chicos seguían, los sentía todos, pero yo solo podía concentrarme en Gustavo, en su cuerpo, en la manera en que se movía, en cómo me poseía, en cómo todo lo que hacía me estaba llevando al límite.

Con un último movimiento, sentí cómo todo mi cuerpo se tensaba, cómo la presión dentro de mí alcanzaba el punto máximo y me hacía estallar. Gemí fuerte, tan fuerte que incluso los chicos se detuvieron por un segundo, como si quisieran asegurar que realmente estaba llegando al clímax. Cuando finalmente se desbordó, lo sentí tan profundo que me quedé sin aliento. Pero eso no era todo. Mientras aún me temblaban las piernas, Gustavo me giró hacia él y, con una sonrisa, me besó profundamente.


Después de ese orgasmo tan fuerte, mi cuerpo seguía vibrando. Me sentía agotada, pero al mismo tiempo, tan llena de energía y deseo, como si nada pudiera detenerme. Gustavo me miraba con esos ojos llenos de lujuria, y sabía que no iba a parar. No me iba a dejar descansar; yo era su musa, su obsesión, su juguete, y lo disfrutaba con cada fibra de mi ser.

Me levantó suavemente del chico que me había tenido antes y me giró para que quedara de espaldas a él. Mi cuerpo estaba mojado por el sudor, mi piel brillando en la luz tenue del cuarto. Pude ver a los otros chicos que estaban expectantes, esperando su turno, y me sentí aún más excitada al saber que ellos también deseaban lo mismo: sentirme, tocarme, penetrarme. Pero era Gustavo el que realmente tenía el control. Yo le pertenecía a él, y todos sabían que eso era lo más excitante de todo.

Gustavo me puso de rodillas frente a él y, sin mediar palabra, metió su verga en mi boca. La sentí profunda, caliente, dura, y no pude evitar gemir mientras la chupaba, moviéndome lentamente, saboreando cada pulgada de él. Me miraba fijamente, su respiración acelerada, mientras se dejaba llevar por el placer de verme tan sumisa, tan dispuesta a darle todo lo que quería. No pude evitar sentirme orgullosa, sabiendo que estaba causando esa reacción en él.

“Más profundo, flaca”, me susurró mientras tomaba mi cabeza con una mano, guiándome. Y yo, por supuesto, obedecí. Empecé a mojarme de nuevo, el simple hecho de tenerlo tan cerca, de ser tan suya, de sentir su control sobre mí, me excitaba aún más.

Mientras tanto, los chicos alrededor se acercaban. Se turnaban, cada uno tomándome a su manera. Algunos desde atrás, otros desde el frente. Cada vez que uno me penetraba, sentía cómo el placer se multiplicaba, cómo me inundaba ese deseo de ser tocada y explorada por completo.

Lo que me volvía loca de Gustavo, además de su cuerpo, era la forma en que sabía cómo mirarme. Sabía cuando estaba a punto de llegar al límite, cuando estaba por explotar, y justo en ese momento me detendría, me haría esperar, dejándome al borde, solo para luego lanzarme de nuevo al éxtasis.

Uno de los chicos, el que había estado esperando pacientemente, se acercó por detrás mientras yo estaba aún de rodillas, y sin previo aviso, se metió en mi culo. La sensación de ser penetrada por detrás mientras mi boca estaba ocupada con Gustavo me hizo gemir aún más fuerte. No podía dejar de moverme, de entregarme por completo. Estaba en un estado de locura, de necesidad insaciable.

Gustavo, viendo lo que sucedía, sonrió y, de nuevo, me giró para colocarse detrás de mí. Ahora estaba entre dos chicos, mi cuerpo siendo tocado, besado, penetrado, y yo no podía más que dejarme llevar. No importaba cuántos estuvieran alrededor, cuántos me desearan, yo solo quería sentirme completamente poseída por Gustavo, mientras él me observaba, me grababa, disfrutando de cada segundo. Su mirada nunca me dejaba, y eso me encendía más.

El ritmo se aceleró. Cada uno de los chicos parecía conocer mi cuerpo tan bien como Gustavo. Se turnaban, entraban, salían, y yo me entregaba a cada uno de ellos, sin pensar en nada más que en el placer inmediato. Me sentía como una diosa en medio de una orgía, rodeada de hombres deseándome, pero siempre bajo el control de Gustavo.

En medio de tanto sexo, de tanto placer, volví a llegar al clímax. Fue como una ola que me arrastró, un torrente de sensaciones que me hizo gritar su nombre. Cuando mi cuerpo finalmente se relajó, respirando entrecortadamente, supe que lo había dado todo. Y Gustavo, con su cámara en mano, lo había capturado, cada segundo, cada movimiento, cada suspiro.



Mi centro de placer

relato

putita

4 comentarios - Mi centro de placer

nukissy1485
🍓Aquí puedes desnudar a cualquier chica y verla desnuda) Por favor, puntúala ➤ https://da.gd/erotys
Yo_ctes
Hermoso saber y ver cómo disfrutás 😍😈🔥🔥🔥
mdqpablo +1
Ufff que belleza , dan ganas de estar ahi también