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Putita forzada😈🍑🔥🔥

Putita forzada😈🍑🔥🔥


La noche estaba fría mientras las sábanas de mí cama protegían mí cuerpo. Con los codos apoyados y la cadera de perfil friccionada y en conexión con el colchón. Mis pompis se elevaban y luego descendían al ritmo de la música... hasta que terminó.

Atónito me quedé al escuchar que algo metálico había caído en la otra habitación. Caminé lentamente, con pasos sigilosos en la penumbra de la luz tenue de mí cocina, mí cuerpo temblaba, como si el frío hubiese descendido de forma agresiva en menos de un segundo. Pero nada más se escuchaba. 

De pronto una sombra se abalanzó sobre mí. Era un hombre, con pasamontaña, robusto, alto y muy pesado. Ese mismo peso me entregaba hacia él, era su forma de decirme "sos mio ahora", su físico decía lo que sus labios no.
puta


No le hizo falta decorarme con cuerdas ni amarres. Veía en sus pupilas mí rostro, como si estuviera apreciando a un ángel infernal, alguien que calentaba sus entrepiernas, mis ojos veían el fuego calcinando sus telas, estaba hipnotizado con mí cuerpo. 

Mis piernas se abrieron. Su daga me hacía sentir esclavo de su deseo, como si un simple filo entregara en sus brazos venosos y musculosos. Era áspero y frío, subía y bajaba hasta mí vientre sin cortar, pero activando mí adrenalina en un cerrar y abrir de ojos por todo mí cuerpo.

Darle calor con mí aliento en su piel, cada vez más cerca, cada vez más profundo, lo exaltaba y su pecho sonaba como un tambor, sus piernas dando vida a sus caderas que eran como turbinas, sus ojos apretados y su boca soltando gritos, y no de dolor.

Sus dientes amordazaban mí boca sin dejarme si quiera soltar un suspiro, gemido que escapaba por mis ojos de muñequita que buscaba escapar del fuego de que me consumiera entero. Tanto apretaba que mí zona baja se fundió con la suya, así como lo hacía con el colchón.

De mí boca solo salían cosas grotescas, con buen sabor, amplias y de gran tamaño. Nunca solté una mentira, si hay que abrirla, que sea para cosas importantes.

Nuestros cuerpos ya ardían en fiebre. Invadidos por un virus sensual, que se alimenta de mí y que ningún linfocito mío busca combatir. Mí cuerpo quería temblar, sentir escalofríos intensos, con mente nublada como poseído.

 El sudor nos regulaba el calor, él introdujo la bacteria y también inyectó la cura. Aquella que emergía de mí interior, manantial de placer y masculinidad que sentía mientras el intruso ajustaba su pantalón y se marchaba. 

Quedé en el suelo en ritual de agradecimiento. Siempre temí lo que podría pasar por la puerta pero esa noche pasó lo mejor de mí vida.

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