Buenas! Después de un par de años de ausencia les traigo nuevamente los relatos! Por amplia mayoría se impusieron los que me pedían "La Camionerita". Aunque aquello que pidieron "Conociendo a mis vecinos en pandemia también van a tener su relato, necesito más tiempo y que me ayuden!
Les dejo los links de los anteriores:
Capitulo 1: http://www.poringa.net/posts/relatos/5397960/La-camionerita.html
Capitulo 2: http://www.poringa.net/posts/relatos/5404883/La-camionerita-II.html
Capitulo 3: http://www.poringa.net/posts/relatos/5412675/Camionerita-III.html
Ahora si, a lo que vinimos!
El sol de la tarde empezaba a caer cuando Gonza estacionó el camión en un gran parador de la ruta. A esa hora, el lugar ya tenía vida propia: olor a comida, risas de fondo y un par de televisores viejos con algún partido de fútbol. Era una noche bastante calurosa por lo que la cerveza corría bastante. Era lugar obligado de detención de los camioneros antes o después de ir a cargar o descargar al puerto. En general siempre había bastante gente, también turistas pero sobre todo camioneros.
En una mesa contra la pared, tres hombres ya ocupaban lugar y vaso. Marcelo —el más grande, de unos cuarenta y pico, mirada pícara y sonrisa de canchero de ruta— levantó la mano al verlos. A su lado, Martín, el más joven, de unos veintipico, tímido, con una gorra baja y mirando de reojo; y Nico, de físico más tosco, con una musculosa ajustada y el tono de voz siempre un poco alto.
Cuando Gonza se acercó, tiró la presentación sin vueltas:
—Ella es mi amiguita Milena... trátenla bien, es gauchita.
Los tres tipos se rieron, entre saludos y codazos. Milena apenas sonrió, obediente, y saludó con un “hola” suave mientras le daba un beso a cada uno y se sentaba al lado de Gonza y de Martín.
Milena no podía pasar desapercibida. Pollerita de jean corta rosada, que apenas cubría lo justo cuando se sentaba, y una remera negra de una banda de rock, atada con un nudito a la altura del ombligo. No llevaba corpiño y eso era más que evidente: cada tanto se le marcaban los pezones por el roce con la tela. Y cuando se inclinaba hacia adelante, un poco más se podía ver.
La charla se puso picante rápido, como era costumbre entre camioneros después de varios días en la ruta y más teniendo en cuenta como corría la cerveza esa noche. Marcelo fue el primero en largar una:
—Che Gonza, ¿trajiste postre? —dijo mirándola descaradamente.
Gonza le susurro algo al oído y Milena rápidamente respondió:
—El postre soy yo — con una sonrisa tímida, siguiendo el juego como buena chica obediente, lo que desato un "Uffff" entre los participantes de la cena.
La pizza llegó, las birras siguieron pasando. El ambiente se fue calentando. Milena comía poco y nada, cruzaba las piernas, se reía de los chistes y miraba a cada uno con esos ojos de nena traviesa que sabe lo que provoca.
Marcelo, con el atrevimiento de siempre, le ofreció un pancho que había pedido aparte.
—Tomá Mili, a ver si lo sabés comer bien... no es necesario que te arrodilles jaaa—dijo, mientras le pasaba el pancho pero sin pan, solo la salchicha, con mirada cómplice a sus colegas.
—¿Y le puedo poner mayonesa? —preguntó ella, agarrando un sobrecito.
—Obvio —le contestó Nico—. Llenalo bien.
Milena lo miró a Gonza, que simplemente asintió con la cabeza sonriendo. Ella apretó el sobre de mayonesa sobre la salchicha, dejando un hilo blanco y grueso que goteó apenas en el plato. La agarró con una mano y la lamió con la punta de la lengua, despacito, mientras todos la miraban en silencio. Después fue metiendo de a poco, limpiando con cada chupada un poco más de mayonesa, hasta que se la metió hasta la garganta, sin dejar de mantener el contacto visual con todos.
Esa escena calentó la mesa aún mas y relajó el ambiente. La noche siguió con charlas de camiones y ruta, de mujeres y amigos. En un momento Gonza le dice al oído que lo toque a Martín de a poco. Enseguida Milena acerco la mano a la pierna de su vecino de mesa, el cual dio un pequeño salto al contacto, lo que le confirmo a Gonza que su putita era más obediente que nunca. Mientras seguían charlando, la mano de ella fue más allá. Lo rozó por arriba del pantalón un rato y se quedó helada.
Era enorme.
La expresión en su cara lo dijo todo. Martín se puso rojo como un tomate. Gonza lo notó y sonrió.
—Ah, ya se conocieron bien parece...
Milena, sin decir nada, no podía dejar de pensar en el tamaño de esa pija y en que tendría pensado Gonza para esa noche. Después, con una lentitud provocadora, deslizó una mano por debajo de la pollera. No llevaba nada debajo, solo su tanga roja diminuta. Con una habilidad práctica, se la sacó sin que nadie lo notara… o eso creyó. La arrugó con los dedos y se la pasó a Marcelo por debajo de la mesa.
—Para que tengas un recuerdo —susurró.
Marcelo la agarró, la olfateó como si fuera un perfume fino y la guardó en el bolsillo con una sonrisa que le cruzaba toda la cara.
Después de comer, y con el ambiente ya caldeado, Gonza tiró la idea como al pasar:
—Che, ¿y si seguimos la charla en otro lado? Capaz un lugar más tranquilo
—¿Te referís al "postrecito", Gonza? —soltó Marcelo sin vueltas—. Si es eso, el camión mío está vacío. La caja está libre, hay unos palets con bolsas de harina, se puede ir ahí.
—Vos siempre con soluciones prácticas, capo —contestó Nico entre risas.
Milena lo miró a Gonza, algo entre nerviosa y excitada. No había sido avisada, pero claramente algo sospechaba desde que se bajó del camión. Gonza la tomó de la cintura, le dio un beso en el cuello y le susurró:
—Vamos a jugar un rato, amor... Portate bien.
Marcelo llevó el camión hasta una zona más tranquila del parador, lejos de los otros vehículos mientras los otros compraban algunas latas de cerveza para llevar.
Marcelo estacionó y abrió la caja trasera. Estaba limpia, oscura y había algunos palets con bolsas de harina apiladas en el fondo. El lugar olía a madera de los palets, pero tenía cierta intimidad inesperada. Era completamente cerrado, por lo que adentro hacía mucho calor.
Milena subió primera, con ayuda de las manos de lo Nico que aprovecho para tocar todo lo que pudo. La pollera apenas le cubría el culo mientras trepaba. Adentro, se sentó sobre una bolsa de harina y cruzó las piernas esperando que ingresen sus ocasionales amigos. El resto fue entrando detrás.
Gonza subió último y cerró la puerta tras ellos.
—Ahora sí... juguemos.
Espero que les haya gustado! Lo tuve que cortar ahí porque no me dejaba subirlo más largo, ya tengo escrita la segunda parte de esto, así que en breve la subo.
Ya saben, coméntenme por acá o por privado que les pareció y lo charlamos!
Les dejo los links de los anteriores:
Capitulo 1: http://www.poringa.net/posts/relatos/5397960/La-camionerita.html
Capitulo 2: http://www.poringa.net/posts/relatos/5404883/La-camionerita-II.html
Capitulo 3: http://www.poringa.net/posts/relatos/5412675/Camionerita-III.html
Ahora si, a lo que vinimos!
El sol de la tarde empezaba a caer cuando Gonza estacionó el camión en un gran parador de la ruta. A esa hora, el lugar ya tenía vida propia: olor a comida, risas de fondo y un par de televisores viejos con algún partido de fútbol. Era una noche bastante calurosa por lo que la cerveza corría bastante. Era lugar obligado de detención de los camioneros antes o después de ir a cargar o descargar al puerto. En general siempre había bastante gente, también turistas pero sobre todo camioneros.
En una mesa contra la pared, tres hombres ya ocupaban lugar y vaso. Marcelo —el más grande, de unos cuarenta y pico, mirada pícara y sonrisa de canchero de ruta— levantó la mano al verlos. A su lado, Martín, el más joven, de unos veintipico, tímido, con una gorra baja y mirando de reojo; y Nico, de físico más tosco, con una musculosa ajustada y el tono de voz siempre un poco alto.
Cuando Gonza se acercó, tiró la presentación sin vueltas:
—Ella es mi amiguita Milena... trátenla bien, es gauchita.
Los tres tipos se rieron, entre saludos y codazos. Milena apenas sonrió, obediente, y saludó con un “hola” suave mientras le daba un beso a cada uno y se sentaba al lado de Gonza y de Martín.
Milena no podía pasar desapercibida. Pollerita de jean corta rosada, que apenas cubría lo justo cuando se sentaba, y una remera negra de una banda de rock, atada con un nudito a la altura del ombligo. No llevaba corpiño y eso era más que evidente: cada tanto se le marcaban los pezones por el roce con la tela. Y cuando se inclinaba hacia adelante, un poco más se podía ver.
La charla se puso picante rápido, como era costumbre entre camioneros después de varios días en la ruta y más teniendo en cuenta como corría la cerveza esa noche. Marcelo fue el primero en largar una:
—Che Gonza, ¿trajiste postre? —dijo mirándola descaradamente.
Gonza le susurro algo al oído y Milena rápidamente respondió:
—El postre soy yo — con una sonrisa tímida, siguiendo el juego como buena chica obediente, lo que desato un "Uffff" entre los participantes de la cena.
La pizza llegó, las birras siguieron pasando. El ambiente se fue calentando. Milena comía poco y nada, cruzaba las piernas, se reía de los chistes y miraba a cada uno con esos ojos de nena traviesa que sabe lo que provoca.
Marcelo, con el atrevimiento de siempre, le ofreció un pancho que había pedido aparte.
—Tomá Mili, a ver si lo sabés comer bien... no es necesario que te arrodilles jaaa—dijo, mientras le pasaba el pancho pero sin pan, solo la salchicha, con mirada cómplice a sus colegas.
—¿Y le puedo poner mayonesa? —preguntó ella, agarrando un sobrecito.
—Obvio —le contestó Nico—. Llenalo bien.
Milena lo miró a Gonza, que simplemente asintió con la cabeza sonriendo. Ella apretó el sobre de mayonesa sobre la salchicha, dejando un hilo blanco y grueso que goteó apenas en el plato. La agarró con una mano y la lamió con la punta de la lengua, despacito, mientras todos la miraban en silencio. Después fue metiendo de a poco, limpiando con cada chupada un poco más de mayonesa, hasta que se la metió hasta la garganta, sin dejar de mantener el contacto visual con todos.
Esa escena calentó la mesa aún mas y relajó el ambiente. La noche siguió con charlas de camiones y ruta, de mujeres y amigos. En un momento Gonza le dice al oído que lo toque a Martín de a poco. Enseguida Milena acerco la mano a la pierna de su vecino de mesa, el cual dio un pequeño salto al contacto, lo que le confirmo a Gonza que su putita era más obediente que nunca. Mientras seguían charlando, la mano de ella fue más allá. Lo rozó por arriba del pantalón un rato y se quedó helada.
Era enorme.
La expresión en su cara lo dijo todo. Martín se puso rojo como un tomate. Gonza lo notó y sonrió.
—Ah, ya se conocieron bien parece...
Milena, sin decir nada, no podía dejar de pensar en el tamaño de esa pija y en que tendría pensado Gonza para esa noche. Después, con una lentitud provocadora, deslizó una mano por debajo de la pollera. No llevaba nada debajo, solo su tanga roja diminuta. Con una habilidad práctica, se la sacó sin que nadie lo notara… o eso creyó. La arrugó con los dedos y se la pasó a Marcelo por debajo de la mesa.
—Para que tengas un recuerdo —susurró.
Marcelo la agarró, la olfateó como si fuera un perfume fino y la guardó en el bolsillo con una sonrisa que le cruzaba toda la cara.
Después de comer, y con el ambiente ya caldeado, Gonza tiró la idea como al pasar:
—Che, ¿y si seguimos la charla en otro lado? Capaz un lugar más tranquilo
—¿Te referís al "postrecito", Gonza? —soltó Marcelo sin vueltas—. Si es eso, el camión mío está vacío. La caja está libre, hay unos palets con bolsas de harina, se puede ir ahí.
—Vos siempre con soluciones prácticas, capo —contestó Nico entre risas.
Milena lo miró a Gonza, algo entre nerviosa y excitada. No había sido avisada, pero claramente algo sospechaba desde que se bajó del camión. Gonza la tomó de la cintura, le dio un beso en el cuello y le susurró:
—Vamos a jugar un rato, amor... Portate bien.
Marcelo llevó el camión hasta una zona más tranquila del parador, lejos de los otros vehículos mientras los otros compraban algunas latas de cerveza para llevar.
Marcelo estacionó y abrió la caja trasera. Estaba limpia, oscura y había algunos palets con bolsas de harina apiladas en el fondo. El lugar olía a madera de los palets, pero tenía cierta intimidad inesperada. Era completamente cerrado, por lo que adentro hacía mucho calor.
Milena subió primera, con ayuda de las manos de lo Nico que aprovecho para tocar todo lo que pudo. La pollera apenas le cubría el culo mientras trepaba. Adentro, se sentó sobre una bolsa de harina y cruzó las piernas esperando que ingresen sus ocasionales amigos. El resto fue entrando detrás.
Gonza subió último y cerró la puerta tras ellos.
—Ahora sí... juguemos.
Espero que les haya gustado! Lo tuve que cortar ahí porque no me dejaba subirlo más largo, ya tengo escrita la segunda parte de esto, así que en breve la subo.
Ya saben, coméntenme por acá o por privado que les pareció y lo charlamos!
2 comentarios - La Camionerita IV