Una vez que terminé, me senté al borde de la cama y mientras me recuperaba me empecé a vestir. Karina seguía de viaje, pero ya bastante más relajada. Se la había puesto en la pera pero lindo, tenía una carita que lo estaba disfrutando. La dejé tranquila ahí en el catre, en bolas, que disfrute su viaje y me fui para la cocina.
Al pasar por el cuartito de al lado no escuché mucho de qué estaba pasando ahí con Manija y el pibe. Y la verdad tenía cero ganas de abrir la puerta y ver. Sea lo que sea, que pasara ahí adentro. Seguí para la cocina a ver que estaban haciendo Rayito y Vilma. Tenía un poco de miedo de encontrarme con algo feo, pero nada que ver.
La gorda se había sentado junto a Vilmita y estaban las dos dibujando. Tenían el mate y la pava ahí en la mesa y habían abierto una bolsa de bizcochitos. Vilma me saludó y siguió dibujando junto con Rayito. Miré alrededor de la cocina y nadie había tocado nada. La verdad que la gorda se había portado bien, por lo que pude ver, y no me revolvió nada buscando merca. La dosis que le había mandado antes y la cogida del Manija la habrían calmado bastante.
Me cebé un mate y me puse a charlar ahí con ellas, preguntando que habían hecho. Vilma me dijo que nada, tomaron mate, dibujaron y charlaron. Rayito me dijo que era un amor la nena, como siempre. Yo le agradecí que la hubiera cuidado ese ratito. Le pregunté si le había sacado algo al pibe de la billetera y me dijo que si. Algo de plata suelta que tenía y varias tarjetas, se las iba a quedar. Le dije que ok, que estaba bien, pero que las usara rápido antes que el pibe pudiera bloquearlas. Le dí unos pesos también, como le había prometido, y la verdad que me sentía tan bien después de haberme garchado a la pendeja que la gorda me dió un poco de ternura de lo bien que se había portado con la nena. Rebusqué un paquetito chiquito de mi merca y se lo regalé, como para que tire tres o cuatro días si quería. Me lo agradeció con una sonrisa y le dije que se fuera, que yo ya estaba con la nena.
La gorda le dió un beso en la cabeza a Vilma y se fué contenta. Por suerte la madre de Vilma, mi ex, la vino a buscar rápido. Tan solo unos minutos después que la gorda se fue. Dándole un abrazo y un besote a mi hija se la dejé a la madre en la puerta de mi casa, sin hacerla pasar ni nada. No quería que viera o escuchara nada de lo que había adentro. Charlamos dos boludeces por unos minutos y las vi irse, caminando por el pasillo de la villa. Eso no me preocupaba, era muy difícil que les pasara algo. Todo el mundo las conocía, sabían quien era y hasta los negros mas jodidos del asentamiento entendían que eran intocables. Si les pasaba algo se les iba a pudrir muy feo conmigo.
Entre nosotros nos cuidamos. Con los de afuera… eh, no tanto.
Cuando volví a entrar después de trabar la puerta, estaba todo en silencio. Me senté tranquilo a hacerme otro mate. Al ratito lo vi al Manija salir del cuartito. Seguía en cuero, no le importaba mostrar su busarda peluda todo el tiempo, pero por lo menos estaba con los pantalones puestos. Vino todo sudado hasta la heladera y se sirvió un vaso largo de gaseosa que se lo bajó rápido, terminándolo con una exhalación de placer.
“Todo bien?”, le pregunté.
“Si, amigo, todo bien. Y vo’?”
“También, todo bien”, le sonreí. Nos sonreímos los dos.
El Manija se tomó un poco mas de gaseosa y me dijo, “Queres hace’ el cambiazo, negro?”
“Eh? Que?”
“Si, digo, vo’ queres ir con el pibe?”, me preguntó mirándome.
Yo me reí, “Nah, sabés que no me va eso. Como quedó?”
“Y… me parece que repreguntándose un montón de cosa’, viteh…”, se cagó de risa bajito.
Yo tampoco lo pude evitar y me reí con él. Si el chetito boludo terminaba haciéndose puto por la verga del Manija me iba a cagar de risa por años.
“Bueh… eh… paso con la pendeja ‘tonce? Ta’ bien?”, me preguntó.
Yo lo miré medio asombrado, “Hijo de puta, terminaste de coger recién… ya de nuevo?”
El oso se rió, “Y víteh como e’... aparte ta’ re buena. Una’ gana’ de culearmela…”
Yo le asentí, pero cuando lo vi rumbear para el cuartito donde había dejado a Karina lo frené. Busqué en un cajón de la cocina y le di un par de preservativos que tenía.
“Te ponés dos forros, Mani.”
“Eh, che, que gorra, dale…”, me protestó.
Yo lo reté un poco. Era gracioso seguro verme retar al tipo éste que me llevaba una cabeza, “No me jodas, amigo. No quiero que le contagies nada.”, le dije seriamente.
El se rió, “Uh, que, te enamoraste? Me cago de risa…”
“No, nada que ver. Pero por ahí después le doy de nuevo yo.”, le dije la verdad.
El Manija se rió de nuevo pero me tomó los preservativos de la mano, “Bueh… bueh, porque so’ vo’ nada mas, amigo…”
Lo vi rumbear para el cuarto con una sonrisa en la cara, como relamiéndose de anticipación de la pendeja bomba que se iba a coger. Cerró la puerta y de nuevo quedó todo en silencio. Yo volví a mi mate, relajándome un poco y mirando todo lo que Vilma había dibujado. Había hecho muchas hojas, todas con crayones, y me las puse a ver bien a ver cual me gustaba mas, como para pegar con un imán en la heladera. Sorprenderla así la próxima vez que la mamá me la dejaba. Verla sonreír a mi hijita era lo más grande para mí.
No pasó mucho tiempo que la empecé a escuchar a Karina gemir y protestar. Ya Vilmita se había ido, por mi ahora que gritara todo lo que quisiera. Del pibe en el otro cuartito, ni noticias. También estaba atento a eso, por si se le ocurría salir. A ver en qué estado salía y con qué intenciones. A ver si era tan guapo sin el fierro.
Uh… el fierro, pensé. Me lo había dejado en la mesita de luz cuando me cogí a la pendeja. Debatí un rato pensando si me mandaba al cuarto a agarrarlo o esperaba que Manija terminara. Pero qué sabía cuánto iba a tardar? Seguro él también quería disfrutar largo a la chetita. Pensé también que a él no le molestaría si yo entraba, agarraba eso y salía. Y la verdad que me sentiría mejor si tenía el fierro encima para cuando saliera el pendejo del otro cuarto. Esperé un ratito hasta que me decidí y fuí para el cuarto.
Cuando abrí la puerta los vi. No sé para qué me preocupé, estaban en otra. Karina seguía de viaje, gimiendo, gozando y gritando. Estaba de costado y lo tenía al Manija atrás, cucharéandola, aferrándola fuerte con una manaza en el cuello mientras que con la otra le tenía una pierna levantada. Le estaba llenando el culito de verga, duro y profundo. Por suerte vi que se había puesto aunque sea uno de los dos forros. No me hizo mucha gracia quedarme colgado viendo al Manija en bolas, y menos que menos su verga, pero tenía que cerciorarme que tenía el forro puesto. La verdad que era medio impresionante ver como esa verga le estaba ensanchando el ojete a la pendeja, y éste hijo de puta aprovechándose que la minita estaba en otro lado, le estaba dando pero para el campeonato. Hasta los huevos con cada empujón, partiéndole bien el hoyo mientras los dos gemían de placer.
Nada más caminé alrededor de la cama donde estaban, agarré el revólver y me fui, cerrando la puerta de nuevo. No sé si el Manija se dió cuenta que había entrado, o si se dió cuenta y no le importó. Lo único que hizo fue seguir disfrutando como le llenaba bien el culo con ese matafuegos a Karina.
Escuché que se la cogió un buen rato hasta que por fin lo oí gemir largo y tendido. Al rato salió del cuartito, sudado y satisfecho, por otro vaso de gaseosa. Se sentó en la mesa conmigo y nos quedamos charlando y mateando, hablando de cómo nos habíamos cogido a éstos dos y cagándonos de risa. La habíamos pasado bien. Le dije que se pusiera la remera de nuevo porque ya no aguantaba más verle la panza y lo hizo con una sonrisita. Se nos fue el tiempo así.
Como a las dos horas vi a la pendeja emerger del cuartito. En bolas, con su ropa en la mano. Nos miró a los dos en silencio. Ya se le había pasado el efecto del cóctel, pero estaba seguro que se sentía para la mierda. Sin decir nada se metió en el baño sin pedir permiso, seguro se quería lavar o limpiar. Al rato salió vestida y vino para donde estábamos. Lo único que nos dijo, casi sin mirarnos, con la voz medio hecha mierda y la mirada perdida, era que se iba.
El Manija me miró a ver que le decía yo. Yo no le dije ni que se quedara ni que se fuera. La miré, así hecha mierda como estaba, toda despeinada y caminando con la dificultad de haber sido recontra cogida y drogada. Nada mas le dije que se llevara al puto del novio. Ella asintió en silencio, esperando que le dijera que no los quería ver más. Pero yo no le dije nada, solo la miré tomando mi mate. Nunca le dije que no volviera. Quería dejársela picando en la cabeza. Que cuando más o menos volviera en sí y bien adentro le picara el bichito de la adicción que seguro ya tenía, que se acordara que yo nunca le había dicho que no volviera. Así la quería a esa hija de mil putas. Dependiente y humillada. Que volviera sola si quería.
Se fue en silencio al cuartito donde estaba el pibe y al rato salieron los dos, ayudándose a caminar el uno al otro. Casi me cago de risa. El pibe tenía la vista perdida, ni hablaba y caminaba con el dificultoso paso evidente de alguien a quien le habían roto bien el orto. Ya se estaba haciendo tarde así que le dije al Manija que los acompañara al borde de la villa. Que se asegurara que se fueran bien, que nadie los jodiera. Sin decirles más a esos dos forritos, destrabé todas las cerraduras y los dejé irse, tomando mi mate en la puerta y viendo como se arrastraban. Los vecinos no dirían nada. Ya estaban acostumbrados a ver gente hecha mierda salir de mi casa. Pero nadie decía nada porque yo no sólo no jodía a nadie sino que era buen tipo con mis vecinos. Nunca un quilombo con ellos y los ayudaba cuando podía.
El tiempo pasó y yo seguí con mi vida normal. Haciendo lo que podía para salir adelante, lo de siempre. Pero una tarde, como al mes de eso, grata fue mi sorpresa cuando así de la nada una tarde Karina se apareció en mi puerta.
Le abrí la puerta y me reí solo. No la dejé pasar, me la quedé viendo ahí. Tal cual lo había esperado, se la veía bastante hecha mierda. Seguía igual de linda, igual de pendeja bomba, pero esa actitud de bravucona que había tenido la primera vez ya se le había ido. Ahora estaba con todos los tics y los nervios de los adictos que yo conocía tan bien. Me dijo directamente si la dejaba pasar, que quería que le diera de nuevo, que no aguantaba más. Le pregunté si tenía guita y me dijo que no, mirándome a los ojos sin decirme lo obvio.
Como Vilmita no estaba en casa esa tarde, la hice pasar. Charlamos un rato, de todo lo que había pasado aquella vez. Me pidió disculpas una y otra vez, que por supuesto se las acepté. Le pregunté qué onda su novio, cómo estaba y me dijo que ya no lo veía más. Le di algo de tomar y charlando llegamos al acuerdo - primero cogíamos, después la pinchaba. Se le iluminaron los ojitos de repente y me sonrió. Yo no sabía si ya estaba adicta a la droga que le había mandado aquella vez, o a la pija villera que también le mandé. De cualquier manera la pasamos muy bien los dos esa tarde. Los dos nos dimos lo que queríamos y yo, debo admitirlo, estaba encantado con poder moverme de nuevo a esa pendeja hermosa. Mas ahora que la tenía prácticamente comiéndome de la mano.
Al terminar la tarde y una vez que se le pasó el lindo viaje que le mandé, después de haber cogido largo y tendido, una vez que entramos mas en confianza me lo confesó. Droga o pija villera? No. No era así. Ella ya se moría por las dos. Me dió un poco de ternura y le dije que se quedara esa noche, que Vilmita no iba a venir hasta el otro día. Además era medio tarde ya, mejor que se quedara ahí. Comíamos algo en casa, si quería. Claro que aceptó.
Le di verga de nuevo y terminamos por fin durmiéndonos bastante tarde. Al otro día a la mañana se fue, bien hecha mierda. Que era lo que quería y lo que su cuerpo le había estado pidiendo a gritos. Por suerte era sábado y no tenía que ir a su laburo. La pendeja había quedado como para vaciarse el estómago en el inodoro y después dormir por dos días, ni hablar de laburar.
Yo ya sabía como venía ésto. Ya tenía experiencia de haberlo visto mil veces con mis otros clientes. Por supuesto que volvió después de eso. Pero volvió como a las dos semanas. Y después como a los diez días. Y, claro, después a la semana. Hasta que se volvió algo bastante habitual tenerla en casa para que yo la hiciera mierda, en todo sentido, un par de veces por semana. Esto funciona así. Es una mierda, lo sé, pero es por eso que yo no uso nada de lo que vendo. Claro que también había un tema económico de por medio. Yo no podía seguir regalándole merca a Karina, me la cogiera o no. Tarde o temprano me iba a joder los números y se iba a hacer peor cuanto mas seguido ella viniera. Así que a veces me tenía que poner firme y decirle que me tenía que pagar. Con guita, no con sexo.
Se ponía mal. Se alteraba feo cuando yo me ponía inflexible con eso. Me puteaba. Armaba un escándalo, todo eso. Pero a mi no me afectaba. De vez en cuando le tenía que cobrar guita y punto. Se iba refunfuñando y puteando, pero era fija que al otro día volvía con guita. Y todo regresaba a la normalidad, hasta que decidía cobrarle de nuevo. No voy a negar que a veces me jodía tener que hacerlo, porque la pendeja me encantaba y adoraba cogermela. Pero los negocios son los negocios.
Adoraba garcharmela lindo, duro y parejo. Llenarle bien esa conchita de chetita de verga y de leche, oírla gritar, gemir y gozar, pidiéndome mas y mas. O a veces, nada mas para variar después de haberle dejado un lindo lechazo en la concha o el culo, por ahí el segundo polvo dejárselo en esa carita linda que tenía. Esa cara de chetita mala onda era hermosa cuando mi leche caliente la pintarrajeaba toda, y a ella le gustaba también.


Karina no tenía problema en hacer cualquier cosa. Hasta las cosas más asquerosas que se me ocurrían decirle que hiciera. Para joder y para ver nada mas hasta donde llegaba la adicta, empecé a ponerme creativo y decirle que hiciera mas y mas cosas. Si le quería acabar en cualquier lado, le gustaba. Si le decía que me chupara los dedos de los pies y me los dejara bien limpitos, lo hacía. Si después de cogermela tenía ganas de mear, la arrodillaba y le meaba toda la cara, ella sonreía y abría la boca. Y si después de cagar quería que me limpiara ella, lo hacía gustosa. Todo para que después la pinchara y se olvidara por un rato del mundo.

Que putita hermosa que era. Una hija de puta. Mala mina, si, seguro… pero que putita adicta hermosa me había conseguido.
Por supuesto que al pasar el tiempo, inevitablemente, se me ocurrió la idea de alquilarla. Los últimos meses Karina venía tan seguido y se pasaba tantas tardes… o más… en casa que invariablemente algún otro cliente mío caía a casa para comprar, lo hacía pasar y la veían. Paseándose medio en bolas por la casa, mirando la tele como si viviera ahí, con toda la confianza. Los vagos veían a la chetita esa hermosa y se ponían locos, no tenía que ser un genio para darme cuenta del hambre con que los negros la miraban.
Una tarde directamente se lo dije, que quería que empezara a atender a otros vagos y yo les cobraba. Protestó, por supuesto. Todavía quedaba una parte de ella que se pensaba que seguía siendo una pendeja decente y no una putita drogadicta y arrastrada. Pero se lo dejé bien clarito. A ella ya la habían echado de su laburo hacía rato y con lo poco que le daban los padres o rascaba de algún lado no me alcanzaba para cubrir los costos de la merca que ella se mandaba. Y encima seguía siendo una mina de mierda a veces. Un par de veces la agarré queriendo robarme plata o merca. La agarré de los pelos y le dí una culeada fea, para que aprenda, y la mande casi a patadas en el culo a la casa. Al otro día volvía toda compungida pidiendo perdón, que yo siempre se lo daba.
Pero la verdad era la que yo le dije. Que me estaba causando un agujero en los números y que si quería seguir manteniendo el vicio, que era ésto o me tenía que empezar a dar guita de otra manera. No se le ocurrió otra y a mí tampoco. Así que cuando venía algún cliente de confianza, que yo ya me olía que se la quería mover por cómo la miraba, directamente le decía que por tanta guita que se la llevara al cuartito.
Todos los negros agarraban viaje. Cuando les ofrecía moverse a ese caramelito, les quemaba la guita y me la daban.
Con eso por suerte pude enderezar mucho mis finanzas y tapar el agujero que ésta putita me estaba causando. Al principio protestó, se ve que mucho no le gustó, pero se le pasaba enseguida después de pegarse un lindo viaje. Después con el tiempo ya dejó de protestar y entendió que era lo que tenía que hacer. La muy boluda una tarde me preguntó, con una miradita triste, si yo ya no la quería. Pobrecita, se pensaba que en algún momento estuve enamorado de ella. La senté con calma en el sillón y charlamos, dejando las cosas bien en claro y cuál era el rol de cada uno. Un poco lagrimeando lo entendió y no tuvimos más problemas.
Ya era mi puta, mi propiedad, y la iba a usar para hacer guita. Punto. No estábamos peleados ni nada de eso. De hecho cuando venía a casa la pasabamos bien. Normal. Seguíamos cogiendo y ella se seguía pinchando, pero yo ya me empezaba a poner preservativo por las dudas. Tampoco era que tenía una fila de tipos en la puerta de casa esperando para culearsela, nada que ver, pero una vez que entre mis clientes se corrió la bola que yo ofrecía ésto también… una o dos veces a la semana Karina se dejaba culear por alguno en el cuartito, si Vilmita no estaba en casa, mientras yo contaba la guita tranquilo en la cocina con mi mate.
Un par de veces hasta la alquilé para un cumpleaños o alguna reunión que alguno de los vagos de la villa quería hacer. A Karina ya nada le importaba. Iba obediente y yo recaudaba de lo lindo con eso porque les cobraba a cada uno. La que se rompía el culo, literalmente, era ella. Igual, tengo que ser honesto, tan mal no la pasaba. Conociendo lo reventada que era ésta hija de puta, estaba seguro que algo lo disfrutaba. Y digo algo por no decir bastante. Nunca la vi muy traumada por el tema que se la movieran varios de los negros a la vez. De hecho un par de veces cuando volvía a mi casa para ducharse después de haber entretenido a la tropa, la veía entrar al baño con leche hasta debajo de las uñas, prácticamente, y al ratito salía ya toda limpita a comer algo, de buen humor como si acá no había pasado nada.
Que putita divina. Y la verdad que me hizo ganar muy buena guita, gracias a que los vagos de la villa se volvían totalmente pelotudos por cogerse una chetita así. Y no los culpo, porque a mi me pasó lo mismo cuando la conocí.


Sin embargo, todo lo bueno en algún momento tiene que terminar.
Una mañana se dió que yo tuve que llevar a Vilmita a Capital para unos chequeos médicos. Nada muy grave, pero la pobrecita siempre tuvo un poco de anemia desde siempre y eso con la mamá le estábamos muy encima siempre para monitorearlo. Ese día me tocó llevarla a mi. Lo hacía gustoso. Por supuesto que iba a estar ahí para hacerme cargo de lo que mi hijita necesitara. Lo llamé al Manija y le dije que fuera a casa y que bancara ahí hasta que yo volviera. No me gustaba salir y dejar la casa sola, con toda la guita y la merca que tenía guardada ahí. Siempre el Manija venía y de buena onda se quedaba y cuidaba el rancho. Si alguno quería entrar a afanar y se encontraba con el Manija, bueno. Lo compadezco. Nunca pasaba nada, pero yo era cuidadoso con eso.
Los exámenes de Vilma se estaban estirando mucho, de un consultorio a otro y se nos hizo un poco tarde ya. Paramos al mediodía para comer algo en un restaurancito con la nena, haciendo tiempo para su próxima consulta, cuando me llegó un mensaje del Manija. En realidad, una foto y un mensaje.

“Jajajaj che monchi mira quien me bino a ser companiaaaaaa jajajaj”
Yo me puse serio, mirando la pantalla y asegurándome que Vilmita no viera nada en mi celu. La boluda de Karina seguro cayó a casa, como siempre, y el más boludo del Manija la dejó entrar, pese a que yo le había dado órdenes expresas de no dejar entrar a nadie, ni a Dios.
Y por supuesto que el boludo se tentó y se la entró a coger. Y por supuesto que lo estaba haciendo sin forro.
Me hizo un clic silencioso en la cabeza. Ya está, pensé. Ya fué. Ni con veinte forros le voy a volver a tocar un pelo a Karina. Ya sabía bien que se había pescado lo que mierda sea que el Manija le habría dejado con su lechazo, bien adentro de la concha. Ya no había vuelta atrás. La verdad que me puse mal, ahí en silencio mientras comía el almuerzo. Me enojé un poco.
No con el Manija, pobre. Nada que ver. Él es un amigo de toda la vida, desde que eramos chicos. Y encima, pobre mi amigo, se que muchos años por ahí no le quedan. Pero si con la puta viciosa de Karina. Mil veces ya le había dicho de las mierdas que el Manija llevaba encima, pero se ve que no le entró en la cabeza. Bueno, ahora seguro le entró en la concha.
Yo sé bien todo lo que está dando vueltas siempre en la villa, porque se sabe. Se sabe enseguida. Si, cuando la empecé a alquilar a la putita ésta a los otros yo me la seguía moviendo a veces, pero siempre con forro. Era un riesgo calculado. No me hacía la recontra gracia, pero a veces la calentura me podía más y me la seguía cogiendo. Era un riesgo que yo aceptaba. Pero después de pasar así por la verga del Manija, a pelo y sin forro… ahí ya no se podía hablar de riesgo. Ahí ya era un hecho. Una verdad ineludible. Y si se daba el milagro, el puto milagro que por ahí se alineaban los planetas y Karina no se pescaba nada luego de ese lechazo… estaba más que seguro que no iba a ser el único que el Manija le iba a dejar. Solo en mi casa con ese caramelito? Por horas? No, yo lo conocía muy bien. Sabía que ese era el primer polvo de varios.
Me dió un poco de pena la pendeja, pero que se joda, pensé. Tampoco yo soy el padre, ni el marido, ni el novio ni nada. No estaba acá para cuidarla.
Al volver a casa después de dejar a Vilmita con la mamá, los encontré a los dos lo más panchos mirando la tele juntitos en el sillón y comiéndose unas galletitas. Me hice el boludo y me comporté normal, como si nada. Karina me pidió que le diera aguja. La llevé al cuarto y sin decir mucho le di su dosis, dejándola ahí acostada en la cama para que disfrutara tranquila.
Pensé en sentarme con el Manija y decirle algo, pero… que le iba a decir? Que hizo mal él? Nada más no ponerse forro? Si yo sabía que era un boludazo y siempre lo fue. Por algo tiene todo lo que tiene. No tenía ganas de discutir ni de retar a mi amigo. Ya fué. Estaba seguro que el tiempo y la vida, eventualmente, me iban a cruzar a alguna otra putita como ésta por mi camino. Y la verdad que ya no me daba tanta calentura el cogerla. Desde que la empecé a alquilar, eso me la bajó mucho y más que algún polvo o una tirada de goma de vez en cuando para sacarme las ganas, ya ni por asomo era lo que supo ser. Ni yo sentía la misma calentura ya.
Seguiría entonces haciendo lo mismo de siempre, laburando y vendiendo, cuidando a mi hija y dándole todo lo que pudiera. Ya todo ésto con Karina se había acabado. Se acabó con esa foto que el Manija me mandó, y le agradezco a Dios que se le ocurrió mandármela. Mirá si no lo hacía y yo ni enterado. No lo quería ni pensar.
En cuanto a Karina, pasaron unos meses mas asi normales, como siempre, pero yo ya no le tocaba ni un pelo. Al principio se quejaba que no le daba bola sexualmente, pero yo no le decía por qué. Y tampoco me parecía que más allá de la queja la pendeja se hiciera mucho problema por tener o no tener mi verga. Gracias a su nueva actividad tenía toda la verga villera que quisiera, cuanto más, mejor para mí, y eso creo que la tenía bastante satisfecha. Me tenía a mi para llenarla de mierda y a todos los otros vagos para llenarla de leche. Le servía. Y la verdad que a mi también.
Con el tiempo, al año siguiente, un día vino por su dosis. Como siempre, como cualquier otra vez. Charlamos, tomamos mate, la pinché y al rato cuando ya volvió a estar de nuevo consciente, me saludó y se volvió a la casa. Y no volvió más. De un día para el otro dejó de venir para siempre.
Era un final anunciado para mi, pero tampoco me hice mucho problema. Sabía que en algún momento, por algún motivo u otro, ésto iba a terminar pasando. Qué habrá sido de ella no lo sé, pero a juzgar por lo hecha mierda que estaba esa última vez que la vi, me lo imagino.
Yo seguí con mi vida normal, de todos los días. No iba a gastar una lágrima en una putita como esa. No lo valía. Y estaba seguro que con alguna otra de éstas en algún momento me cruzaría de nuevo.
Al pasar por el cuartito de al lado no escuché mucho de qué estaba pasando ahí con Manija y el pibe. Y la verdad tenía cero ganas de abrir la puerta y ver. Sea lo que sea, que pasara ahí adentro. Seguí para la cocina a ver que estaban haciendo Rayito y Vilma. Tenía un poco de miedo de encontrarme con algo feo, pero nada que ver.
La gorda se había sentado junto a Vilmita y estaban las dos dibujando. Tenían el mate y la pava ahí en la mesa y habían abierto una bolsa de bizcochitos. Vilma me saludó y siguió dibujando junto con Rayito. Miré alrededor de la cocina y nadie había tocado nada. La verdad que la gorda se había portado bien, por lo que pude ver, y no me revolvió nada buscando merca. La dosis que le había mandado antes y la cogida del Manija la habrían calmado bastante.
Me cebé un mate y me puse a charlar ahí con ellas, preguntando que habían hecho. Vilma me dijo que nada, tomaron mate, dibujaron y charlaron. Rayito me dijo que era un amor la nena, como siempre. Yo le agradecí que la hubiera cuidado ese ratito. Le pregunté si le había sacado algo al pibe de la billetera y me dijo que si. Algo de plata suelta que tenía y varias tarjetas, se las iba a quedar. Le dije que ok, que estaba bien, pero que las usara rápido antes que el pibe pudiera bloquearlas. Le dí unos pesos también, como le había prometido, y la verdad que me sentía tan bien después de haberme garchado a la pendeja que la gorda me dió un poco de ternura de lo bien que se había portado con la nena. Rebusqué un paquetito chiquito de mi merca y se lo regalé, como para que tire tres o cuatro días si quería. Me lo agradeció con una sonrisa y le dije que se fuera, que yo ya estaba con la nena.
La gorda le dió un beso en la cabeza a Vilma y se fué contenta. Por suerte la madre de Vilma, mi ex, la vino a buscar rápido. Tan solo unos minutos después que la gorda se fue. Dándole un abrazo y un besote a mi hija se la dejé a la madre en la puerta de mi casa, sin hacerla pasar ni nada. No quería que viera o escuchara nada de lo que había adentro. Charlamos dos boludeces por unos minutos y las vi irse, caminando por el pasillo de la villa. Eso no me preocupaba, era muy difícil que les pasara algo. Todo el mundo las conocía, sabían quien era y hasta los negros mas jodidos del asentamiento entendían que eran intocables. Si les pasaba algo se les iba a pudrir muy feo conmigo.
Entre nosotros nos cuidamos. Con los de afuera… eh, no tanto.
Cuando volví a entrar después de trabar la puerta, estaba todo en silencio. Me senté tranquilo a hacerme otro mate. Al ratito lo vi al Manija salir del cuartito. Seguía en cuero, no le importaba mostrar su busarda peluda todo el tiempo, pero por lo menos estaba con los pantalones puestos. Vino todo sudado hasta la heladera y se sirvió un vaso largo de gaseosa que se lo bajó rápido, terminándolo con una exhalación de placer.
“Todo bien?”, le pregunté.
“Si, amigo, todo bien. Y vo’?”
“También, todo bien”, le sonreí. Nos sonreímos los dos.
El Manija se tomó un poco mas de gaseosa y me dijo, “Queres hace’ el cambiazo, negro?”
“Eh? Que?”
“Si, digo, vo’ queres ir con el pibe?”, me preguntó mirándome.
Yo me reí, “Nah, sabés que no me va eso. Como quedó?”
“Y… me parece que repreguntándose un montón de cosa’, viteh…”, se cagó de risa bajito.
Yo tampoco lo pude evitar y me reí con él. Si el chetito boludo terminaba haciéndose puto por la verga del Manija me iba a cagar de risa por años.
“Bueh… eh… paso con la pendeja ‘tonce? Ta’ bien?”, me preguntó.
Yo lo miré medio asombrado, “Hijo de puta, terminaste de coger recién… ya de nuevo?”
El oso se rió, “Y víteh como e’... aparte ta’ re buena. Una’ gana’ de culearmela…”
Yo le asentí, pero cuando lo vi rumbear para el cuartito donde había dejado a Karina lo frené. Busqué en un cajón de la cocina y le di un par de preservativos que tenía.
“Te ponés dos forros, Mani.”
“Eh, che, que gorra, dale…”, me protestó.
Yo lo reté un poco. Era gracioso seguro verme retar al tipo éste que me llevaba una cabeza, “No me jodas, amigo. No quiero que le contagies nada.”, le dije seriamente.
El se rió, “Uh, que, te enamoraste? Me cago de risa…”
“No, nada que ver. Pero por ahí después le doy de nuevo yo.”, le dije la verdad.
El Manija se rió de nuevo pero me tomó los preservativos de la mano, “Bueh… bueh, porque so’ vo’ nada mas, amigo…”
Lo vi rumbear para el cuarto con una sonrisa en la cara, como relamiéndose de anticipación de la pendeja bomba que se iba a coger. Cerró la puerta y de nuevo quedó todo en silencio. Yo volví a mi mate, relajándome un poco y mirando todo lo que Vilma había dibujado. Había hecho muchas hojas, todas con crayones, y me las puse a ver bien a ver cual me gustaba mas, como para pegar con un imán en la heladera. Sorprenderla así la próxima vez que la mamá me la dejaba. Verla sonreír a mi hijita era lo más grande para mí.
No pasó mucho tiempo que la empecé a escuchar a Karina gemir y protestar. Ya Vilmita se había ido, por mi ahora que gritara todo lo que quisiera. Del pibe en el otro cuartito, ni noticias. También estaba atento a eso, por si se le ocurría salir. A ver en qué estado salía y con qué intenciones. A ver si era tan guapo sin el fierro.
Uh… el fierro, pensé. Me lo había dejado en la mesita de luz cuando me cogí a la pendeja. Debatí un rato pensando si me mandaba al cuarto a agarrarlo o esperaba que Manija terminara. Pero qué sabía cuánto iba a tardar? Seguro él también quería disfrutar largo a la chetita. Pensé también que a él no le molestaría si yo entraba, agarraba eso y salía. Y la verdad que me sentiría mejor si tenía el fierro encima para cuando saliera el pendejo del otro cuarto. Esperé un ratito hasta que me decidí y fuí para el cuarto.
Cuando abrí la puerta los vi. No sé para qué me preocupé, estaban en otra. Karina seguía de viaje, gimiendo, gozando y gritando. Estaba de costado y lo tenía al Manija atrás, cucharéandola, aferrándola fuerte con una manaza en el cuello mientras que con la otra le tenía una pierna levantada. Le estaba llenando el culito de verga, duro y profundo. Por suerte vi que se había puesto aunque sea uno de los dos forros. No me hizo mucha gracia quedarme colgado viendo al Manija en bolas, y menos que menos su verga, pero tenía que cerciorarme que tenía el forro puesto. La verdad que era medio impresionante ver como esa verga le estaba ensanchando el ojete a la pendeja, y éste hijo de puta aprovechándose que la minita estaba en otro lado, le estaba dando pero para el campeonato. Hasta los huevos con cada empujón, partiéndole bien el hoyo mientras los dos gemían de placer.
Nada más caminé alrededor de la cama donde estaban, agarré el revólver y me fui, cerrando la puerta de nuevo. No sé si el Manija se dió cuenta que había entrado, o si se dió cuenta y no le importó. Lo único que hizo fue seguir disfrutando como le llenaba bien el culo con ese matafuegos a Karina.
Escuché que se la cogió un buen rato hasta que por fin lo oí gemir largo y tendido. Al rato salió del cuartito, sudado y satisfecho, por otro vaso de gaseosa. Se sentó en la mesa conmigo y nos quedamos charlando y mateando, hablando de cómo nos habíamos cogido a éstos dos y cagándonos de risa. La habíamos pasado bien. Le dije que se pusiera la remera de nuevo porque ya no aguantaba más verle la panza y lo hizo con una sonrisita. Se nos fue el tiempo así.
Como a las dos horas vi a la pendeja emerger del cuartito. En bolas, con su ropa en la mano. Nos miró a los dos en silencio. Ya se le había pasado el efecto del cóctel, pero estaba seguro que se sentía para la mierda. Sin decir nada se metió en el baño sin pedir permiso, seguro se quería lavar o limpiar. Al rato salió vestida y vino para donde estábamos. Lo único que nos dijo, casi sin mirarnos, con la voz medio hecha mierda y la mirada perdida, era que se iba.
El Manija me miró a ver que le decía yo. Yo no le dije ni que se quedara ni que se fuera. La miré, así hecha mierda como estaba, toda despeinada y caminando con la dificultad de haber sido recontra cogida y drogada. Nada mas le dije que se llevara al puto del novio. Ella asintió en silencio, esperando que le dijera que no los quería ver más. Pero yo no le dije nada, solo la miré tomando mi mate. Nunca le dije que no volviera. Quería dejársela picando en la cabeza. Que cuando más o menos volviera en sí y bien adentro le picara el bichito de la adicción que seguro ya tenía, que se acordara que yo nunca le había dicho que no volviera. Así la quería a esa hija de mil putas. Dependiente y humillada. Que volviera sola si quería.
Se fue en silencio al cuartito donde estaba el pibe y al rato salieron los dos, ayudándose a caminar el uno al otro. Casi me cago de risa. El pibe tenía la vista perdida, ni hablaba y caminaba con el dificultoso paso evidente de alguien a quien le habían roto bien el orto. Ya se estaba haciendo tarde así que le dije al Manija que los acompañara al borde de la villa. Que se asegurara que se fueran bien, que nadie los jodiera. Sin decirles más a esos dos forritos, destrabé todas las cerraduras y los dejé irse, tomando mi mate en la puerta y viendo como se arrastraban. Los vecinos no dirían nada. Ya estaban acostumbrados a ver gente hecha mierda salir de mi casa. Pero nadie decía nada porque yo no sólo no jodía a nadie sino que era buen tipo con mis vecinos. Nunca un quilombo con ellos y los ayudaba cuando podía.
El tiempo pasó y yo seguí con mi vida normal. Haciendo lo que podía para salir adelante, lo de siempre. Pero una tarde, como al mes de eso, grata fue mi sorpresa cuando así de la nada una tarde Karina se apareció en mi puerta.
Le abrí la puerta y me reí solo. No la dejé pasar, me la quedé viendo ahí. Tal cual lo había esperado, se la veía bastante hecha mierda. Seguía igual de linda, igual de pendeja bomba, pero esa actitud de bravucona que había tenido la primera vez ya se le había ido. Ahora estaba con todos los tics y los nervios de los adictos que yo conocía tan bien. Me dijo directamente si la dejaba pasar, que quería que le diera de nuevo, que no aguantaba más. Le pregunté si tenía guita y me dijo que no, mirándome a los ojos sin decirme lo obvio.
Como Vilmita no estaba en casa esa tarde, la hice pasar. Charlamos un rato, de todo lo que había pasado aquella vez. Me pidió disculpas una y otra vez, que por supuesto se las acepté. Le pregunté qué onda su novio, cómo estaba y me dijo que ya no lo veía más. Le di algo de tomar y charlando llegamos al acuerdo - primero cogíamos, después la pinchaba. Se le iluminaron los ojitos de repente y me sonrió. Yo no sabía si ya estaba adicta a la droga que le había mandado aquella vez, o a la pija villera que también le mandé. De cualquier manera la pasamos muy bien los dos esa tarde. Los dos nos dimos lo que queríamos y yo, debo admitirlo, estaba encantado con poder moverme de nuevo a esa pendeja hermosa. Mas ahora que la tenía prácticamente comiéndome de la mano.
Al terminar la tarde y una vez que se le pasó el lindo viaje que le mandé, después de haber cogido largo y tendido, una vez que entramos mas en confianza me lo confesó. Droga o pija villera? No. No era así. Ella ya se moría por las dos. Me dió un poco de ternura y le dije que se quedara esa noche, que Vilmita no iba a venir hasta el otro día. Además era medio tarde ya, mejor que se quedara ahí. Comíamos algo en casa, si quería. Claro que aceptó.
Le di verga de nuevo y terminamos por fin durmiéndonos bastante tarde. Al otro día a la mañana se fue, bien hecha mierda. Que era lo que quería y lo que su cuerpo le había estado pidiendo a gritos. Por suerte era sábado y no tenía que ir a su laburo. La pendeja había quedado como para vaciarse el estómago en el inodoro y después dormir por dos días, ni hablar de laburar.
Yo ya sabía como venía ésto. Ya tenía experiencia de haberlo visto mil veces con mis otros clientes. Por supuesto que volvió después de eso. Pero volvió como a las dos semanas. Y después como a los diez días. Y, claro, después a la semana. Hasta que se volvió algo bastante habitual tenerla en casa para que yo la hiciera mierda, en todo sentido, un par de veces por semana. Esto funciona así. Es una mierda, lo sé, pero es por eso que yo no uso nada de lo que vendo. Claro que también había un tema económico de por medio. Yo no podía seguir regalándole merca a Karina, me la cogiera o no. Tarde o temprano me iba a joder los números y se iba a hacer peor cuanto mas seguido ella viniera. Así que a veces me tenía que poner firme y decirle que me tenía que pagar. Con guita, no con sexo.
Se ponía mal. Se alteraba feo cuando yo me ponía inflexible con eso. Me puteaba. Armaba un escándalo, todo eso. Pero a mi no me afectaba. De vez en cuando le tenía que cobrar guita y punto. Se iba refunfuñando y puteando, pero era fija que al otro día volvía con guita. Y todo regresaba a la normalidad, hasta que decidía cobrarle de nuevo. No voy a negar que a veces me jodía tener que hacerlo, porque la pendeja me encantaba y adoraba cogermela. Pero los negocios son los negocios.
Adoraba garcharmela lindo, duro y parejo. Llenarle bien esa conchita de chetita de verga y de leche, oírla gritar, gemir y gozar, pidiéndome mas y mas. O a veces, nada mas para variar después de haberle dejado un lindo lechazo en la concha o el culo, por ahí el segundo polvo dejárselo en esa carita linda que tenía. Esa cara de chetita mala onda era hermosa cuando mi leche caliente la pintarrajeaba toda, y a ella le gustaba también.


Karina no tenía problema en hacer cualquier cosa. Hasta las cosas más asquerosas que se me ocurrían decirle que hiciera. Para joder y para ver nada mas hasta donde llegaba la adicta, empecé a ponerme creativo y decirle que hiciera mas y mas cosas. Si le quería acabar en cualquier lado, le gustaba. Si le decía que me chupara los dedos de los pies y me los dejara bien limpitos, lo hacía. Si después de cogermela tenía ganas de mear, la arrodillaba y le meaba toda la cara, ella sonreía y abría la boca. Y si después de cagar quería que me limpiara ella, lo hacía gustosa. Todo para que después la pinchara y se olvidara por un rato del mundo.

Que putita hermosa que era. Una hija de puta. Mala mina, si, seguro… pero que putita adicta hermosa me había conseguido.
Por supuesto que al pasar el tiempo, inevitablemente, se me ocurrió la idea de alquilarla. Los últimos meses Karina venía tan seguido y se pasaba tantas tardes… o más… en casa que invariablemente algún otro cliente mío caía a casa para comprar, lo hacía pasar y la veían. Paseándose medio en bolas por la casa, mirando la tele como si viviera ahí, con toda la confianza. Los vagos veían a la chetita esa hermosa y se ponían locos, no tenía que ser un genio para darme cuenta del hambre con que los negros la miraban.
Una tarde directamente se lo dije, que quería que empezara a atender a otros vagos y yo les cobraba. Protestó, por supuesto. Todavía quedaba una parte de ella que se pensaba que seguía siendo una pendeja decente y no una putita drogadicta y arrastrada. Pero se lo dejé bien clarito. A ella ya la habían echado de su laburo hacía rato y con lo poco que le daban los padres o rascaba de algún lado no me alcanzaba para cubrir los costos de la merca que ella se mandaba. Y encima seguía siendo una mina de mierda a veces. Un par de veces la agarré queriendo robarme plata o merca. La agarré de los pelos y le dí una culeada fea, para que aprenda, y la mande casi a patadas en el culo a la casa. Al otro día volvía toda compungida pidiendo perdón, que yo siempre se lo daba.
Pero la verdad era la que yo le dije. Que me estaba causando un agujero en los números y que si quería seguir manteniendo el vicio, que era ésto o me tenía que empezar a dar guita de otra manera. No se le ocurrió otra y a mí tampoco. Así que cuando venía algún cliente de confianza, que yo ya me olía que se la quería mover por cómo la miraba, directamente le decía que por tanta guita que se la llevara al cuartito.
Todos los negros agarraban viaje. Cuando les ofrecía moverse a ese caramelito, les quemaba la guita y me la daban.
Con eso por suerte pude enderezar mucho mis finanzas y tapar el agujero que ésta putita me estaba causando. Al principio protestó, se ve que mucho no le gustó, pero se le pasaba enseguida después de pegarse un lindo viaje. Después con el tiempo ya dejó de protestar y entendió que era lo que tenía que hacer. La muy boluda una tarde me preguntó, con una miradita triste, si yo ya no la quería. Pobrecita, se pensaba que en algún momento estuve enamorado de ella. La senté con calma en el sillón y charlamos, dejando las cosas bien en claro y cuál era el rol de cada uno. Un poco lagrimeando lo entendió y no tuvimos más problemas.
Ya era mi puta, mi propiedad, y la iba a usar para hacer guita. Punto. No estábamos peleados ni nada de eso. De hecho cuando venía a casa la pasabamos bien. Normal. Seguíamos cogiendo y ella se seguía pinchando, pero yo ya me empezaba a poner preservativo por las dudas. Tampoco era que tenía una fila de tipos en la puerta de casa esperando para culearsela, nada que ver, pero una vez que entre mis clientes se corrió la bola que yo ofrecía ésto también… una o dos veces a la semana Karina se dejaba culear por alguno en el cuartito, si Vilmita no estaba en casa, mientras yo contaba la guita tranquilo en la cocina con mi mate.
Un par de veces hasta la alquilé para un cumpleaños o alguna reunión que alguno de los vagos de la villa quería hacer. A Karina ya nada le importaba. Iba obediente y yo recaudaba de lo lindo con eso porque les cobraba a cada uno. La que se rompía el culo, literalmente, era ella. Igual, tengo que ser honesto, tan mal no la pasaba. Conociendo lo reventada que era ésta hija de puta, estaba seguro que algo lo disfrutaba. Y digo algo por no decir bastante. Nunca la vi muy traumada por el tema que se la movieran varios de los negros a la vez. De hecho un par de veces cuando volvía a mi casa para ducharse después de haber entretenido a la tropa, la veía entrar al baño con leche hasta debajo de las uñas, prácticamente, y al ratito salía ya toda limpita a comer algo, de buen humor como si acá no había pasado nada.
Que putita divina. Y la verdad que me hizo ganar muy buena guita, gracias a que los vagos de la villa se volvían totalmente pelotudos por cogerse una chetita así. Y no los culpo, porque a mi me pasó lo mismo cuando la conocí.


Sin embargo, todo lo bueno en algún momento tiene que terminar.
Una mañana se dió que yo tuve que llevar a Vilmita a Capital para unos chequeos médicos. Nada muy grave, pero la pobrecita siempre tuvo un poco de anemia desde siempre y eso con la mamá le estábamos muy encima siempre para monitorearlo. Ese día me tocó llevarla a mi. Lo hacía gustoso. Por supuesto que iba a estar ahí para hacerme cargo de lo que mi hijita necesitara. Lo llamé al Manija y le dije que fuera a casa y que bancara ahí hasta que yo volviera. No me gustaba salir y dejar la casa sola, con toda la guita y la merca que tenía guardada ahí. Siempre el Manija venía y de buena onda se quedaba y cuidaba el rancho. Si alguno quería entrar a afanar y se encontraba con el Manija, bueno. Lo compadezco. Nunca pasaba nada, pero yo era cuidadoso con eso.
Los exámenes de Vilma se estaban estirando mucho, de un consultorio a otro y se nos hizo un poco tarde ya. Paramos al mediodía para comer algo en un restaurancito con la nena, haciendo tiempo para su próxima consulta, cuando me llegó un mensaje del Manija. En realidad, una foto y un mensaje.

“Jajajaj che monchi mira quien me bino a ser companiaaaaaa jajajaj”
Yo me puse serio, mirando la pantalla y asegurándome que Vilmita no viera nada en mi celu. La boluda de Karina seguro cayó a casa, como siempre, y el más boludo del Manija la dejó entrar, pese a que yo le había dado órdenes expresas de no dejar entrar a nadie, ni a Dios.
Y por supuesto que el boludo se tentó y se la entró a coger. Y por supuesto que lo estaba haciendo sin forro.
Me hizo un clic silencioso en la cabeza. Ya está, pensé. Ya fué. Ni con veinte forros le voy a volver a tocar un pelo a Karina. Ya sabía bien que se había pescado lo que mierda sea que el Manija le habría dejado con su lechazo, bien adentro de la concha. Ya no había vuelta atrás. La verdad que me puse mal, ahí en silencio mientras comía el almuerzo. Me enojé un poco.
No con el Manija, pobre. Nada que ver. Él es un amigo de toda la vida, desde que eramos chicos. Y encima, pobre mi amigo, se que muchos años por ahí no le quedan. Pero si con la puta viciosa de Karina. Mil veces ya le había dicho de las mierdas que el Manija llevaba encima, pero se ve que no le entró en la cabeza. Bueno, ahora seguro le entró en la concha.
Yo sé bien todo lo que está dando vueltas siempre en la villa, porque se sabe. Se sabe enseguida. Si, cuando la empecé a alquilar a la putita ésta a los otros yo me la seguía moviendo a veces, pero siempre con forro. Era un riesgo calculado. No me hacía la recontra gracia, pero a veces la calentura me podía más y me la seguía cogiendo. Era un riesgo que yo aceptaba. Pero después de pasar así por la verga del Manija, a pelo y sin forro… ahí ya no se podía hablar de riesgo. Ahí ya era un hecho. Una verdad ineludible. Y si se daba el milagro, el puto milagro que por ahí se alineaban los planetas y Karina no se pescaba nada luego de ese lechazo… estaba más que seguro que no iba a ser el único que el Manija le iba a dejar. Solo en mi casa con ese caramelito? Por horas? No, yo lo conocía muy bien. Sabía que ese era el primer polvo de varios.
Me dió un poco de pena la pendeja, pero que se joda, pensé. Tampoco yo soy el padre, ni el marido, ni el novio ni nada. No estaba acá para cuidarla.
Al volver a casa después de dejar a Vilmita con la mamá, los encontré a los dos lo más panchos mirando la tele juntitos en el sillón y comiéndose unas galletitas. Me hice el boludo y me comporté normal, como si nada. Karina me pidió que le diera aguja. La llevé al cuarto y sin decir mucho le di su dosis, dejándola ahí acostada en la cama para que disfrutara tranquila.
Pensé en sentarme con el Manija y decirle algo, pero… que le iba a decir? Que hizo mal él? Nada más no ponerse forro? Si yo sabía que era un boludazo y siempre lo fue. Por algo tiene todo lo que tiene. No tenía ganas de discutir ni de retar a mi amigo. Ya fué. Estaba seguro que el tiempo y la vida, eventualmente, me iban a cruzar a alguna otra putita como ésta por mi camino. Y la verdad que ya no me daba tanta calentura el cogerla. Desde que la empecé a alquilar, eso me la bajó mucho y más que algún polvo o una tirada de goma de vez en cuando para sacarme las ganas, ya ni por asomo era lo que supo ser. Ni yo sentía la misma calentura ya.
Seguiría entonces haciendo lo mismo de siempre, laburando y vendiendo, cuidando a mi hija y dándole todo lo que pudiera. Ya todo ésto con Karina se había acabado. Se acabó con esa foto que el Manija me mandó, y le agradezco a Dios que se le ocurrió mandármela. Mirá si no lo hacía y yo ni enterado. No lo quería ni pensar.
En cuanto a Karina, pasaron unos meses mas asi normales, como siempre, pero yo ya no le tocaba ni un pelo. Al principio se quejaba que no le daba bola sexualmente, pero yo no le decía por qué. Y tampoco me parecía que más allá de la queja la pendeja se hiciera mucho problema por tener o no tener mi verga. Gracias a su nueva actividad tenía toda la verga villera que quisiera, cuanto más, mejor para mí, y eso creo que la tenía bastante satisfecha. Me tenía a mi para llenarla de mierda y a todos los otros vagos para llenarla de leche. Le servía. Y la verdad que a mi también.
Con el tiempo, al año siguiente, un día vino por su dosis. Como siempre, como cualquier otra vez. Charlamos, tomamos mate, la pinché y al rato cuando ya volvió a estar de nuevo consciente, me saludó y se volvió a la casa. Y no volvió más. De un día para el otro dejó de venir para siempre.
Era un final anunciado para mi, pero tampoco me hice mucho problema. Sabía que en algún momento, por algún motivo u otro, ésto iba a terminar pasando. Qué habrá sido de ella no lo sé, pero a juzgar por lo hecha mierda que estaba esa última vez que la vi, me lo imagino.
Yo seguí con mi vida normal, de todos los días. No iba a gastar una lágrima en una putita como esa. No lo valía. Y estaba seguro que con alguna otra de éstas en algún momento me cruzaría de nuevo.
2 comentarios - Nunca aventajes a un villero - Parte 3 (fin)
Excelente!!! Y vamos por más