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ibiza caliente parte 1

Eran nuestras primeras vacaciones sin niños y decidimos volver a Ibiza. Ya habíamos estado en un par de ocasiones tiempo atrás
Habíamos quedado con unos amigos, Alberto y Belén que llegarían unos días más tarde, por lo que alquilamos un apartamento para los cuatro cerca de la playa.
Pasamos los primeros cuatro días disfrutando en solitario del mar, del sol y de la naturaleza en todo su esplendor.  Dimos largos paseos por el puerto antiguo, cenamos en románticos restaurantes y por supuesto, fuimos a bailar a Pacha. Una receta perfecta para elaborar unas intensas sesiones de sexo, desde el más tranquilo y sensual, al más loco y desenfrenado.
Por las mañanas, después de un buen desayuno en la terraza, solíamos ir a pasear y hacer compras por el casco viejo de la ciudad, y después, sobre la una del mediodía íbamos a Es Cavallet, una playa pequeña y tranquila.
Siempre me ha parecido de lo más excitante exhibir mis encantos en la playa, y al no ir acompañados no desperdicié la oportunidad de hacer toples y ponerme un tanguita súper sexy. El hecho de estar casi desnuda en la playa, a la vista de todos los hombres, hacía que mi temperatura se disparase. No hay nada como salir del agua y sentir que observan de reojo mis pezones de punta, o jugar al tenis playa y que se queden hipnotizados por el modo en que se bambolean mis grandes pechos.
 Estaban siendo unas vacaciones maravillosas, con esa magia especial que tiene la isla de Ibiza, con todos los detalles que embotan tus sentidos desde el momento en que pones pie en ella.
 Al quinto día fuimos hasta San Antonio, pues llegaba el ferri donde venían nuestros amigos Alberto y Belén. La sorpresa fue cuando vimos aparecer a Alberto en su moto, venía sólo. Nos contó que a Belén le habían anulado las vacaciones a última hora y que no llegaría hasta el sábado.
La verdad es que no me hizo ninguna gracia, pues supuse que estando los dos amigos juntos se pondrían en plan “colegas” y yo me aburriríao  Estaba tan enojada que decidí comprarme dos vestidos, el que tenía pensado y otro mucho más sexy para poner celoso a mi maridito. Era de tirantes, bastante corto, tenía unas grandes flores color fucsia en un costado, y era de marca. Además, como los tirantes se podían anudar al gusto, si los tensabas suficiente casi se me veía el culo.
Cuando regresé, ya iban por la tercera cerveza y ninguno de ellos mostró el más mínimo interés por el contenido de mi bolsa.
Después decidimos ir un rato a la playa. En expectativa de la llegada de mi amiga, yo había guardado mi bikini tanga en un cajón. Sin embargo, a última hora cambié de idea y me puse ese modelito.
 Ya en la playa nos tumbamos sobre nuestras toallas, yo inicialmente boca abajo
Al cabo de un buen rato me decidí a darme la vuelta. La expresión de Alberto al verme las tetas fue tan elocuente que tuve que esforzarme para evitar reírme de él. Permanecí boca arriba aun siendo consciente de que el marido de Belén se iba a excitar .
Después de un buen rato ya no aguantaba más aquel calor, así que les dije que me iba a dar un baño. Los dos se apuntaron y nos metimos en el Mediterráneo hasta la cintura. El gracioso de mi marido empezó a salpicarnos agua y cuando le respondí con la misma moneda se lanzó nadando a por mí, seguramente con intención de hacerme una ahogadilla. Yo fui más rápida y logré refugiarme detrás de Alberto. Aun así, Alfon intentó agarrarme. Sin embargo, yo me movía a un lado y al otro detrás de Alberto, quien en todo momento permaneció neutral, y muy a gusto con el roce de mis tetas en su espalda. Aunque aquello formaba parte de juego la verdad es que yo me restregaba más de lo necesario. Lo que ninguno esperábamos fue lo que ocurrió después. Mi marido acabó agarrándome y empezó a forcejear conmigo para meterme bajo el agua, entonces yo me agarré al bañador de Alberto y al tirar de éste su pija saltó fuera a la vista de todos.
La visión del miembro de Alberto hizo que me quedase perpleja

. Yo me subía en sus hombros y trataba de aguantar el mayor tiempo posible en el aire. Finalmente, ellos decidieron ir nadando hasta la boya se seguridad y yo opté por salir a tomar el sol un poco más antes de que fuese la hora de comer.
No tardé en empezar a ponerme caliente, pero no por el tórrido sol de verano si no porque no pude evitar pensar en el buen tamaño de la pija  del amigo de mi marido. “¡UUUF!”. La verdad es que mi amiga Belén había tenido suerte.
Cuando regresaron mi marido propuso ir a come. Nos pedimos unos refrescantes mojitos que una jovencísima camarera nos preparó de forma insuperable.
Aunque se estaba genial bajo el toldo del chiringuito, llegó el momento de regresar a la arena. De primeras me costó mantener el equilibrio. Entre la sangría y el mojito, tanto alcohol se me había subido a la cabeza.
Me tumbé al sol medio amodorrada. Como era lógico, a esas horas estaba cayendo un sol de justicia y al poco sentí que me estaba abrasando. Sin embargo, cuando fui a pedirle a mi marido que me pusiera crema en la espalda vi que ya se había dormido. Le eché a Alfon mi pareo para que no se quemara y entonces volteé la cabeza para ver si Alberto también se había dormido, pero no, estaba mirándome.
― ¿Me echas crema? ―le pedí.
Alberto tomó el bote de protector y se puso de rodillas junto a mí. Comenzó a aplicar la crema por mis hombros, aunque la verdad es que lo hacía tan despacio y con tanta suavidad que más parecía que me estuviese acariciando. Alberto fue moviendo su mano en círculos por mi espalda, bajando poco a poco.
― ¿Te pongo en el culo? ―preguntó.
― Eeeh… Sí, claro. Si no te importa…
Alberto vertió protector solar en sus manos y lo restregó sobre mis nalgas desnudas. Si mi espalda la había masajeado con delicadeza, en mi culo probé en cambio la fuerza de sus grandes manos. Alberto estrujó mi hermoso trasero con rudeza, aunque a decir verdad me encantó. Me dejó el culo relajadísimo.  Después bajó a mis pies y comenzó a subir. Me sentía en la gloria, me encanta que me masajeen los pies. Alberto continuó friccionando con ímpetu los músculos de la parte de atrás de mis piernas y muslos como un auténtico experto.
― ¡UMMM! ―gemí extasiada.
Cuando Alberto llegó de nuevo a mi trasero pensé decirle que se cortase un poco, lo juro. Sin embargo me sentía tan, tan bien que me estuve calladita mientras él se despachaba a gusto.
Hasta ese momento no me importó que Alfonso estuviese allí delante, Alberto solamente me estaba restregando protector solar. Sin embargo, en seguida fue evidente que su amigo me estaba metiendo mano mientras mi marido dormía a nuestro lado y, empecé a excitarme.
― ¡UMMM! ―sollocé removiéndome sobre la toalla.
En esas estaba cuando noté que Alberto tocó la tela del tanga que cubría los palpitantes labios de mi sexo. Como en seguida subió hacia arriba no le di importancia, permanecí inmóvil como si nada hubiese pasado.
  Después pasó a mis tobillos otra vez y comenzó a repetir la maniobra con más energía, recorriendo mis pantorrillas, luego los muslos y por último los cachetes de mi culo. Luego fue estrujando toda mi espalda hasta llegar a las cervicales.

Comprendí que lo de antes no había sido un descuido, Alberto me había tocado el bañador para comprobar si estaba mojada. No me podía creer lo que estabamos haciendo. Lo más bochornoso fue que, involuntariamente, separé un poco las piernas. Mi cuerpo deseaba averiguar hasta dónde éramos capaces de llegar.
Evidentemente, él interpretó mi atrevimiento como una aprobación implícita y siguió tocándome sin cortarse ni un pelo. Después, hizo a un lado la empapada tela de mi bikini y empezó a mojar sus dedos entre los s labios de mi sexo.
― ¡Aaagh!
Traté de silenciar mi placer cuando Alberto rozó mi clítoris, pero no pude. Tuve que morderme la mano para no volver a gemir. Estaba totalmente encendida, mi sexo debía parecer un manantial, y lo peor es que Alberto iba cada vez a más. Metió con cuidado dos dedos en mi concha  

Entonces volteé mi cabeza. No pude aguantarme, metí con disimulo una mano por la pernera de sus bermudas y le agarré la pija.  la tenía durísima,
Alberto me hizo perder el control. Empecé a moverme buscando sus dedos y, de repente, sentí mi vientre ponerse duro y mi culo empezó a sacudirse por el placer que recorría ya todo mi ser. Tuve un orgasmo alucinante.
Después, permanecí quieta, suspendida en mi nube de alcohol y placer.
Alberto se tumbó a mi lado y me preguntó “¿Qué tal?”
― Aaaaaah ―un casi inaudible lamento fue todo lo que conseguí pronunciar.
Alberto me dio un beso en la mejilla y se fue al agua…. continuara , asi no s ehace tan largo 
       
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