Con el correr del tiempo, Noelia se nos había vuelto un interrogante enorme para Enrique y para mí. No la podíamos explicar, ni entender por que hacía lo que hacía.
Los dos pensábamos, viéndolo desde ahora, desde nuestras perspectivas de hombre… de tipo “ay, mira que larga que la tengo” y todo eso, creíamos que Noelia estaría todo el tiempo prendida a la verga de Enrique. Que, ya que lo tenía tan fácil, que lo único que tenía que hacer era pedirlo, lo iba a aprovechar. Estaría más seguido con él. Le diría de escaparse a verlo o le diría que fuera a casa cuando yo no estaba. Algo así.
Pero lo estábamos viendo desde nuestra perspectiva de hombres. En lugar de ponernos en el lugar de ella, estábamos imaginándonos que hubiese pasado si en ésta misma situación, la de nosotros teniendo 17 años, hubiésemos tenido a nuestra disposición a una madura que nos gustaba, nos tiraba onda y nos dejaba cogérnosla casi cuando quisiéramos. Por supuesto que hubiésemos estado enterrados en esa concha permanentemente. Quizás parando un poco para tomar agua o algo así.
Sin embargo Noelia no. No actuaba así para nada. Nos dejaba a los dos rascandonos las cabezas tratando de encontrar el por qué. Si, chateaba de vez en cuando con Enrique pero no pasaba de saludos la mayoría del tiempo. Preguntándose cómo estaban. Charlitas y nada más. Pero haciendo unos cálculos nos dimos cuenta que Noelia le tiraba onda o le decía que sí a algún avance premeditado de Enrique muy pero muy de vez en cuando. Más o menos cada diez días, dos semanas o a veces hasta más.
No entendíamos por que una pendeja como Noelia, con lo que le gustaba el sexo y con lo que lo disfrutaba según me decía Enrique y yo podía ver en los videos por mi mismo, no aprovechaba mas seguido la situación que tenía. Enrique opinaba que ella lo buscaba o le decía que sí a sus avances solamente cuando ya estaba pasada de calentura y necesitaba una cogida. Nada más. El resto del tiempo no lo necesitaba. Buena teoría, pero en la práctica no sé si se daba tanto así porque varias de las veces que ella aceptaba o quería encontrarse con Enrique, solamente se limitaba a chuparle la verga. Complacerlo a él, ya sea en el cuartito del sótano o a veces subía al departamento de él. Esas veces ella no sugería seguir con una cogida y cuando Enrique era el que lo sugería ella le decía que no. Que no tenía tiempo o no tenía ganas, que solo había ido para lo que ya había hecho.
Ocurría bastante seguido. En el cuartito del sótano o arriba en el departamento de Enrique, no importaba.


Pero otras veces si quería que Enrique se la garchara. Según él, esos días ya había juntado mucha calentura y necesitaba que esa verga gruesa de macho maduro la hiciera acabar. Prueba de ello era la fuerza y la dulzura que se le oía en la voz, durante los orgasmos enormes que el gordo le sacaba. En otras palabras, en ningún momento era que le disgustaba tener sexo con Enrique. Cuando lo hacía lo disfrutaba sobremanera. La incógnita era por qué no ocurría todo el tiempo.
Cuando pasaba, para mí era la gloria misma. Enrique con el tiempo se había llevado un colchón al cuartito del sótano por si hacía falta. A veces lo usaban, otras no, y a mi me encantaba ver como mi hija era cogida ahí en el cuartito, entre gomas de auto, maderas, herramientas y latas de pintura. No me pregunten por qué. Enrique siempre usaba preservativo y el sexo que tenían era siempre vaginal.

Hasta que un día Enrique me dijo que Noelia le había pedido entre sonrisitas que lo quería sentir sin forro y en su culo. El gordo me dijo que si hubiese tenido tiempo, es decir si Noelia no lo hubiese sorprendido con su pedido ahí sobre la marcha, me hubiese mensajeado a mi para pedir autorización. Pero dadas las condiciones, decidió hacerlo sin mi visto bueno. Que esperaba que no me molestara.
Que buen tipo. Cómo me iba a molestar? Ver los topetazos largos y placenteros de Enrique mientras se vaciaba los huevos en el culito hermoso de Noelia? Escuchar como mi nena gemía de éxtasis al sentir toda esa leche caliente llenarla ahí? Como dije, para mí era la gloria misma.

Noelia pasaba de ser una gatita hermosa y buscona, dispuesta a hacer todo con ese macho, en un abrir y cerrar de ojos a no darle mucha bola por semanas luego de que él la satisfacía. La teoría de Enrique era esa. La mía era distinta. Distinta en el sentido que yo no tenía ni teoría ni explicación alguna. En casa Noelia se comportaba perfectamente normal. Como siempre. Nada había cambiado y se cuidaba muy pero muy bien de no dejar nada librado al azar cuando se retiraba a buscar su placer con Enrique si yo estaba ahí. Si yo estaba en el trabajo no se hacía tanto problema, pero cuando yo regresaba también estaba normal.
Claro que no era un tema del cual yo podía preguntarle. Hasta donde ella sabía, a mi entender mi hijita ni siquiera tenía novio y todavía era virgen. Pero como dije, pasaba el tiempo, por ahí Enrique tenía razón que juntaba mucha calentura hasta que no daba más y se juntaba con él. Y cada vez se animaba a más. La vez que le pidió que le diera por el culo fue una revelación para mí. Y ni hablar de la que se mandó un tiempo después, que también me sorprendió. Gratamente.
A mitad de la semana me había dicho que había arreglado para ir a bailar con sus amigas el sábado a la noche. Yo siempre la dejaba ir, no tenía problema. Sabía que sus amigas eran buenas y nunca se metían en quilombos ni iban a lugares raros. Salían a bailar y a pasarla bien, nada más. Por supuesto que le dije que sí, pensando que había sido un pedido normal como los de siempre.
Pero al rato me mensajeó Enrique y me mostró el chat que estaba teniendo con Noelia. Ella le estaba pidiendo salir con él ese sábado, que quería que la llevara a un telo, que nunca había ido y quería conocer. Y hacer cositas con él. Yo me reí por dentro. Mirá la guachita de mi nena. La pícara engañando a papá así. Le dije a Enrique que si, que yo no tenía problema si él quería. Yo sabía que él la iba a cuidar y la iban a pasar bien, pero que esperaba el video.
No me mandó uno, me mandó varios. Todos hermosos. Que bien que se veía que la pasaron los dos. Esos videos pasaron a engrosar mi ya larga colección que fui armando, secretamente pasados a un pendrive que tenía bien escondido entre mis cosas. Las noches que por ahí Noelia salía con sus amigas, las veces que salía en serio quiero decir, me armaba hermosas sesiones de pajas solo en casa con esos videos que cada vez eran más y mejores.

El otro gran éxito de ese tiempo, por decirlo así y llamarlo de alguna manera, ocurrió mucho después. Meses después. Noelia seguía con su comportamiento de querer pija muy, muy fuerte y luego desentenderse por semanas. Eso nunca había cambiado. Una noche después de cenar yo estaba mirando la TV y ella vino a pedirme si le podía sacar un turno con una ginecóloga por nuestra obra social. Me extrañé y me preocupé un poco. Le pregunté si estaba todo bien y nos pusimos a charlar.
“Si, pa…”, me dijo tranquilizandome, “No pasa nada, no tengo nada, en serio. Nada más quiero que me revise. Mamá me dijo que lo hiciera una vez por año”
“Okey”, le contesté relajándome un poco, “Dale, mañana llamo y te lo saco.”
“Gracias”
“Noe, seguro que es eso sólo? Ya sé que no soy tu mamá, pero me podés contar si pasa algo”, le dije en un tono suave.
“Si, seguro.. Bah… bueh…”, la vi que miró a un costado, un poco dubitativa.
“Que pasa mi amor?”
“Nada que… uf… no quiero que te pongas mal, ni me retes ni nada de eso…”, me dijo mirándome tímidamente.
A mi se me prendieron las alarmas. Me iba a confesar lo de Enrique? Así nomás? “No, mi amor, si te está pasando algo serio, cómo te voy a retar? Decime ya…”, le contesté y apagué la tele para prestarle atención.
La vi tomar un poco de aire y me dijo, “Nada, que también le quiero decir que me recete anticonceptivos. Viste, para tomar…”
Yo fruncí las cejas, “Anticonceptivos, Noe? Pará un cachito…”
Ella me atajó enseguida, “Pa, escuchame, no estoy con un chico, okey? No estoy haciendo nada… es nada más por si alguna vez estoy, viste? Por las dudas.”
Yo puse mi mejor cara de padre que no podía creer lo que la hija le estaba diciendo. De padre que recién se desayunaba que a su hijita por ahí le empezaba a gustar el sexo. Si ella supiera…
“Bueno, me estás diciendo básicamente que querés estar…”
“Bueh, no te lo quise decir así. No pasa por ahí. Es para estar tranqui, nada más. Dale, porfa, no te enojes…”, me suplicó.
“No me enojo”, le contesté, “Pero aparte escuchame una cosa, si ponele que estás con alguien no le vas a decir que se ponga preservativo?”
“Uf, si, más bien…”
“Y entonces para qué querés la pastilla?”, le pregunté.
“Por las dudas. Mirá si no se lo pone bien, o se rompe…”, me dijo.
“De quién hablás?”, le sonreí un poco.
Ella se rió fuerte, “De nadie! Ves… no se te puede decir nada!”
La rodeé con mis brazos riéndome y ella me abrazó la cintura mientras le daba besitos en la cabeza, “Te estoy jodiendo. Me tengo que acostumbrar a que mi nena ya está grande… teneme paciencia…”
Ella me miró desde abajo un poquito, también sonriendo en nuestro abrazo, “Paciencia…”
“Y si, mi amor. Vos pensá que para mí recién la semana pasada te estaba comprando las carpetas para tu primer año de secundaria…”, le dije.
Noelia se rió finito, “Que exagerado…”
“Y ahora mi nena me dice que quiere tomar anticonceptivos…”, suspiré, “Adonde se va el tiempo?”
“No sé…”, la escuché decir y se me acurrucó en el abrazo.
“Yo siempre pensé que si ibas a estar con un chico iba a ser cuando ya fueras un poco más grande, no ahora…”
“Eh… a qué edad?”, me preguntó.
“Eh… no sé. Un poquito más grande. Tipo a los treinta, treinta y cinco, eso está bien…”, le dije con una mueca.
Se cagó de la risa y se zafó un poco del abrazo, “Ay papá por Dios!”.
Yo la miré un momento con una sonrisa, admirando su carita hermosa y le acaricié el pelo, “En serio, Noe… ya sé que estás grande y cada vez… no sé, me corresponde menos el decirte que tenés que hacer. Pero igual, tené cuidado, si?”
Me sonrió, “Obvio, pa. No soy boluda.”
“No, nunca dije que lo fueras. Pero te lo tengo que decir como padre.”
Noelia tardó bastante en ver a la ginecóloga por la fecha que le dieron para el turno, pero finalmente fue. Al volver me dijo que estaba todo en orden, que no le había encontrado nada, lo cual me alivió bastante saber. Me quiso pasar la receta que le había escrito la doctora y le dije que no, que fuera y se los comprara ella. Le di plata y lo hizo.
Como a la semana yo estaba en el trabajo y recibí un mensaje a la tarde de Enrique. Noelia estaba sola en casa y yo ya me la veía venir. Por supuesto era para avisarme que ella le había pedido bajar un rato al cuartito. A hacerse cositas. Que tenía muchas ganas de verlo. Le di el okey a Enrique como siempre. Y como ya solíamos hacer, para entretenernos un poco, él me lo preguntaba de la forma que lo hacía.
“Después te paso el video.Vas a querer verte hacerle algo a la nena hoy?”
“Hoy quiero sin forro”
“Bueno, perfecto. Pero pará, y si no quiere en la cola? Que hacés? Suspendés?”
“No. Le doy en la conchita igual.”
“Eh… sin forro?”
“Quiero llenarle la concha de mi leche.”
Enrique nada más me puso un pulgar arriba. Esa noche, una vez que Noelia ya se había ido a acostar y me quedé en la soledad de mi habitación, me puse a disfrutar el video que el gordo me había mandado. Pero en el video, para mí, no estaba él. Estaba yo. Y los pijazos fuertes y profundos en esa conchita divina eran los míos. Y ni siquiera me acordaba ni quería pensar que eran los anticonceptivos, porque toda la cantidad de leche que en mi orgasmo salvaje estaba dejando bien profundo dentro de esa vagina estaba preñando dulcemente a mi hijita amada.
Los dos pensábamos, viéndolo desde ahora, desde nuestras perspectivas de hombre… de tipo “ay, mira que larga que la tengo” y todo eso, creíamos que Noelia estaría todo el tiempo prendida a la verga de Enrique. Que, ya que lo tenía tan fácil, que lo único que tenía que hacer era pedirlo, lo iba a aprovechar. Estaría más seguido con él. Le diría de escaparse a verlo o le diría que fuera a casa cuando yo no estaba. Algo así.
Pero lo estábamos viendo desde nuestra perspectiva de hombres. En lugar de ponernos en el lugar de ella, estábamos imaginándonos que hubiese pasado si en ésta misma situación, la de nosotros teniendo 17 años, hubiésemos tenido a nuestra disposición a una madura que nos gustaba, nos tiraba onda y nos dejaba cogérnosla casi cuando quisiéramos. Por supuesto que hubiésemos estado enterrados en esa concha permanentemente. Quizás parando un poco para tomar agua o algo así.
Sin embargo Noelia no. No actuaba así para nada. Nos dejaba a los dos rascandonos las cabezas tratando de encontrar el por qué. Si, chateaba de vez en cuando con Enrique pero no pasaba de saludos la mayoría del tiempo. Preguntándose cómo estaban. Charlitas y nada más. Pero haciendo unos cálculos nos dimos cuenta que Noelia le tiraba onda o le decía que sí a algún avance premeditado de Enrique muy pero muy de vez en cuando. Más o menos cada diez días, dos semanas o a veces hasta más.
No entendíamos por que una pendeja como Noelia, con lo que le gustaba el sexo y con lo que lo disfrutaba según me decía Enrique y yo podía ver en los videos por mi mismo, no aprovechaba mas seguido la situación que tenía. Enrique opinaba que ella lo buscaba o le decía que sí a sus avances solamente cuando ya estaba pasada de calentura y necesitaba una cogida. Nada más. El resto del tiempo no lo necesitaba. Buena teoría, pero en la práctica no sé si se daba tanto así porque varias de las veces que ella aceptaba o quería encontrarse con Enrique, solamente se limitaba a chuparle la verga. Complacerlo a él, ya sea en el cuartito del sótano o a veces subía al departamento de él. Esas veces ella no sugería seguir con una cogida y cuando Enrique era el que lo sugería ella le decía que no. Que no tenía tiempo o no tenía ganas, que solo había ido para lo que ya había hecho.
Ocurría bastante seguido. En el cuartito del sótano o arriba en el departamento de Enrique, no importaba.


Pero otras veces si quería que Enrique se la garchara. Según él, esos días ya había juntado mucha calentura y necesitaba que esa verga gruesa de macho maduro la hiciera acabar. Prueba de ello era la fuerza y la dulzura que se le oía en la voz, durante los orgasmos enormes que el gordo le sacaba. En otras palabras, en ningún momento era que le disgustaba tener sexo con Enrique. Cuando lo hacía lo disfrutaba sobremanera. La incógnita era por qué no ocurría todo el tiempo.
Cuando pasaba, para mí era la gloria misma. Enrique con el tiempo se había llevado un colchón al cuartito del sótano por si hacía falta. A veces lo usaban, otras no, y a mi me encantaba ver como mi hija era cogida ahí en el cuartito, entre gomas de auto, maderas, herramientas y latas de pintura. No me pregunten por qué. Enrique siempre usaba preservativo y el sexo que tenían era siempre vaginal.

Hasta que un día Enrique me dijo que Noelia le había pedido entre sonrisitas que lo quería sentir sin forro y en su culo. El gordo me dijo que si hubiese tenido tiempo, es decir si Noelia no lo hubiese sorprendido con su pedido ahí sobre la marcha, me hubiese mensajeado a mi para pedir autorización. Pero dadas las condiciones, decidió hacerlo sin mi visto bueno. Que esperaba que no me molestara.
Que buen tipo. Cómo me iba a molestar? Ver los topetazos largos y placenteros de Enrique mientras se vaciaba los huevos en el culito hermoso de Noelia? Escuchar como mi nena gemía de éxtasis al sentir toda esa leche caliente llenarla ahí? Como dije, para mí era la gloria misma.

Noelia pasaba de ser una gatita hermosa y buscona, dispuesta a hacer todo con ese macho, en un abrir y cerrar de ojos a no darle mucha bola por semanas luego de que él la satisfacía. La teoría de Enrique era esa. La mía era distinta. Distinta en el sentido que yo no tenía ni teoría ni explicación alguna. En casa Noelia se comportaba perfectamente normal. Como siempre. Nada había cambiado y se cuidaba muy pero muy bien de no dejar nada librado al azar cuando se retiraba a buscar su placer con Enrique si yo estaba ahí. Si yo estaba en el trabajo no se hacía tanto problema, pero cuando yo regresaba también estaba normal.
Claro que no era un tema del cual yo podía preguntarle. Hasta donde ella sabía, a mi entender mi hijita ni siquiera tenía novio y todavía era virgen. Pero como dije, pasaba el tiempo, por ahí Enrique tenía razón que juntaba mucha calentura hasta que no daba más y se juntaba con él. Y cada vez se animaba a más. La vez que le pidió que le diera por el culo fue una revelación para mí. Y ni hablar de la que se mandó un tiempo después, que también me sorprendió. Gratamente.
A mitad de la semana me había dicho que había arreglado para ir a bailar con sus amigas el sábado a la noche. Yo siempre la dejaba ir, no tenía problema. Sabía que sus amigas eran buenas y nunca se metían en quilombos ni iban a lugares raros. Salían a bailar y a pasarla bien, nada más. Por supuesto que le dije que sí, pensando que había sido un pedido normal como los de siempre.
Pero al rato me mensajeó Enrique y me mostró el chat que estaba teniendo con Noelia. Ella le estaba pidiendo salir con él ese sábado, que quería que la llevara a un telo, que nunca había ido y quería conocer. Y hacer cositas con él. Yo me reí por dentro. Mirá la guachita de mi nena. La pícara engañando a papá así. Le dije a Enrique que si, que yo no tenía problema si él quería. Yo sabía que él la iba a cuidar y la iban a pasar bien, pero que esperaba el video.
No me mandó uno, me mandó varios. Todos hermosos. Que bien que se veía que la pasaron los dos. Esos videos pasaron a engrosar mi ya larga colección que fui armando, secretamente pasados a un pendrive que tenía bien escondido entre mis cosas. Las noches que por ahí Noelia salía con sus amigas, las veces que salía en serio quiero decir, me armaba hermosas sesiones de pajas solo en casa con esos videos que cada vez eran más y mejores.

El otro gran éxito de ese tiempo, por decirlo así y llamarlo de alguna manera, ocurrió mucho después. Meses después. Noelia seguía con su comportamiento de querer pija muy, muy fuerte y luego desentenderse por semanas. Eso nunca había cambiado. Una noche después de cenar yo estaba mirando la TV y ella vino a pedirme si le podía sacar un turno con una ginecóloga por nuestra obra social. Me extrañé y me preocupé un poco. Le pregunté si estaba todo bien y nos pusimos a charlar.
“Si, pa…”, me dijo tranquilizandome, “No pasa nada, no tengo nada, en serio. Nada más quiero que me revise. Mamá me dijo que lo hiciera una vez por año”
“Okey”, le contesté relajándome un poco, “Dale, mañana llamo y te lo saco.”
“Gracias”
“Noe, seguro que es eso sólo? Ya sé que no soy tu mamá, pero me podés contar si pasa algo”, le dije en un tono suave.
“Si, seguro.. Bah… bueh…”, la vi que miró a un costado, un poco dubitativa.
“Que pasa mi amor?”
“Nada que… uf… no quiero que te pongas mal, ni me retes ni nada de eso…”, me dijo mirándome tímidamente.
A mi se me prendieron las alarmas. Me iba a confesar lo de Enrique? Así nomás? “No, mi amor, si te está pasando algo serio, cómo te voy a retar? Decime ya…”, le contesté y apagué la tele para prestarle atención.
La vi tomar un poco de aire y me dijo, “Nada, que también le quiero decir que me recete anticonceptivos. Viste, para tomar…”
Yo fruncí las cejas, “Anticonceptivos, Noe? Pará un cachito…”
Ella me atajó enseguida, “Pa, escuchame, no estoy con un chico, okey? No estoy haciendo nada… es nada más por si alguna vez estoy, viste? Por las dudas.”
Yo puse mi mejor cara de padre que no podía creer lo que la hija le estaba diciendo. De padre que recién se desayunaba que a su hijita por ahí le empezaba a gustar el sexo. Si ella supiera…
“Bueno, me estás diciendo básicamente que querés estar…”
“Bueh, no te lo quise decir así. No pasa por ahí. Es para estar tranqui, nada más. Dale, porfa, no te enojes…”, me suplicó.
“No me enojo”, le contesté, “Pero aparte escuchame una cosa, si ponele que estás con alguien no le vas a decir que se ponga preservativo?”
“Uf, si, más bien…”
“Y entonces para qué querés la pastilla?”, le pregunté.
“Por las dudas. Mirá si no se lo pone bien, o se rompe…”, me dijo.
“De quién hablás?”, le sonreí un poco.
Ella se rió fuerte, “De nadie! Ves… no se te puede decir nada!”
La rodeé con mis brazos riéndome y ella me abrazó la cintura mientras le daba besitos en la cabeza, “Te estoy jodiendo. Me tengo que acostumbrar a que mi nena ya está grande… teneme paciencia…”
Ella me miró desde abajo un poquito, también sonriendo en nuestro abrazo, “Paciencia…”
“Y si, mi amor. Vos pensá que para mí recién la semana pasada te estaba comprando las carpetas para tu primer año de secundaria…”, le dije.
Noelia se rió finito, “Que exagerado…”
“Y ahora mi nena me dice que quiere tomar anticonceptivos…”, suspiré, “Adonde se va el tiempo?”
“No sé…”, la escuché decir y se me acurrucó en el abrazo.
“Yo siempre pensé que si ibas a estar con un chico iba a ser cuando ya fueras un poco más grande, no ahora…”
“Eh… a qué edad?”, me preguntó.
“Eh… no sé. Un poquito más grande. Tipo a los treinta, treinta y cinco, eso está bien…”, le dije con una mueca.
Se cagó de la risa y se zafó un poco del abrazo, “Ay papá por Dios!”.
Yo la miré un momento con una sonrisa, admirando su carita hermosa y le acaricié el pelo, “En serio, Noe… ya sé que estás grande y cada vez… no sé, me corresponde menos el decirte que tenés que hacer. Pero igual, tené cuidado, si?”
Me sonrió, “Obvio, pa. No soy boluda.”
“No, nunca dije que lo fueras. Pero te lo tengo que decir como padre.”
Noelia tardó bastante en ver a la ginecóloga por la fecha que le dieron para el turno, pero finalmente fue. Al volver me dijo que estaba todo en orden, que no le había encontrado nada, lo cual me alivió bastante saber. Me quiso pasar la receta que le había escrito la doctora y le dije que no, que fuera y se los comprara ella. Le di plata y lo hizo.
Como a la semana yo estaba en el trabajo y recibí un mensaje a la tarde de Enrique. Noelia estaba sola en casa y yo ya me la veía venir. Por supuesto era para avisarme que ella le había pedido bajar un rato al cuartito. A hacerse cositas. Que tenía muchas ganas de verlo. Le di el okey a Enrique como siempre. Y como ya solíamos hacer, para entretenernos un poco, él me lo preguntaba de la forma que lo hacía.
“Después te paso el video.Vas a querer verte hacerle algo a la nena hoy?”
“Hoy quiero sin forro”
“Bueno, perfecto. Pero pará, y si no quiere en la cola? Que hacés? Suspendés?”
“No. Le doy en la conchita igual.”
“Eh… sin forro?”
“Quiero llenarle la concha de mi leche.”
Enrique nada más me puso un pulgar arriba. Esa noche, una vez que Noelia ya se había ido a acostar y me quedé en la soledad de mi habitación, me puse a disfrutar el video que el gordo me había mandado. Pero en el video, para mí, no estaba él. Estaba yo. Y los pijazos fuertes y profundos en esa conchita divina eran los míos. Y ni siquiera me acordaba ni quería pensar que eran los anticonceptivos, porque toda la cantidad de leche que en mi orgasmo salvaje estaba dejando bien profundo dentro de esa vagina estaba preñando dulcemente a mi hijita amada.

3 comentarios - Padre y Hombre - Parte 6
💦💦💦