Tardó mucho. Fue un proceso muy, muy lento. Como la gota proverbial que cae sobre la piedra maciza. Nunca deja de caer. Pueden pasar siglos, pero tarde o temprano, la gota termina ganando y agujerea a la piedra. No hay ningún secreto. Es como funciona el universo y el mundo - la mayoría de las cosas sólo necesitan tiempo y esfuerzo.
Lentamente. Es más, con una lentitud desesperante, diría yo. Dolorosamente lento fue que poco a poco fui armando el rompecabezas que era Noelia. Entendiendo, por fin, en qué tipo de mujer se estaba convirtiendo, si no es que se había convertido ya, por debajo de todas sus capas de pintura de hijita dulce.
Su relación con Ariel no duró mucho. Habrán estado cuatro meses juntos nada más. En un momento dejaron de estarlo. Cuando le pregunté a Noelia me dijo que nada más se habían peleado, que ella no estaba mal. Que no me preocupara. Nunca había dejado de verlo a Enrique, mientras estaba con su noviecito. Quizás alargaba un poco la frecuencia con la que se encontraba con el portero, pero nunca había cesado el contacto.
Al poco tiempo de haber dejado a Ariel me dijo que conoció a otro una noche que se fue a bailar con las amigas. Pero ese duró aún menos. Poco más de un mes. No era algo llamativo. Las relaciones a esa edad a veces van y vienen, pero si marcaba un patrón que noté mentalmente.
Al mismo tiempo que ocurrió todo ésto, empecé a cambiar bastante mi forma de hablarle a Noelia. Yo le había dicho hacía tiempo que ya se había convertido en una joven mujer, así que me dije que era hora de dejar de hablarle como a una nena todo el tiempo. Sin dejar de quererla como a mi hija, por supuesto, pero ya basta de tantos algodones. Empecé a ser más directo con ella. Sin cuidar tanto mis palabras. A ver cómo se amoldaba ella. La verdad que lo hizo bien. No tardó mucho en captar que la cosa había cambiado, que ya no la trataba ni le hablaba como a una pendeja, y ella me empezó a tratar más de igual a igual. Nuestras charlas durante la cena, cuando no hablábamos de las boludeces del día a día, lo que había que hacer al otro día o sus cosas de último año del secundario… cuando nos poníamos a hablar de temas más serios se terminaban dando muy buenas charlas, que seguíamos después de comer con un par de cafecitos.
Noelia era muy inteligente. Y mucho más viva de lo que le gustaba aparentar.
Entre todas las cosas de las que hablábamos, por supuesto empezamos a hablar de sexo mas seguido. Al principio le costó mucho. La veía que se reía avergonzada de estar hablando esas cosas con su padre. Yo me reía también, pero le recordaba que ya estaba grande. Y que conmigo podía hablar de cualquier cosa, incluídos esos temas. Costó, pero se fué soltando.
Una noche estábamos cenando y charlando como siempre, cuando el tema de la conversación giró hacia mí. En realidad, cuando Noelia lo llevó a mí porque se había cansado de que sus novios pasados sean tema de conversación.
“Y vos? Cuándo vas a conocer a alguien de una vez?”, me dijo y se llevó unos fideos a la boca, masticando delicadamente con una sonrisita.
“Yo? Me estás jodiendo, Noe?”, le contesté.
Me negó con la cabeza, tragó y siguió, “No, en serio. Hace cuánto que no estás con nadie? Desde que te separaste de mamá.”
“Si, mas o menos”, le repliqué, “Y? Cual es el problema? Me ves mal?”
“No. Pero no te parece que ya es hora?”
“No, no me parece”, le sonreí.
“Ay, dale… por qué no?”, me preguntó.
“Porque no, Noe.”, le dije jugando con mi vaso de agua y mirándola, “Laburo, te cuido a vos, llevo la casa… primero que cuándo querés que conozca a alguien? Y segundo que no tengo tiempo para llevar una relación. A mi edad…”
“Uh… bueh… empezaron los violines, empezó el concierto…”, se rió.
Yo me sonreí también, “No seas mala. Es verdad.”
“No, no es verdad.”, me miró, “Sos re joven todavía. Por qué no podés estar con alguien?”
“Bueno, gracias señorita, pero no”, le sonreí.
“Ufff… “, dijo y siguió comiendo en silencio. Pero pronto siguió e insistió, “No tenes ganas? De estar en pareja, digo.”
Yo me encogí de hombros, “Uff… soy hombre, Noe. Las ganas siempre las tengo”, ella se rió del otro lado de la mesa, “Pero de ahí a conocer a alguien, estar en pareja, todo eso… no sé.”
“Es que no querés ni probar?”, me preguntó.
“Probar cómo? Cómo querés que haga? O estoy acá o estoy en la empresa”, le dije, “Que querés que vaya a golpear puertas en el edificio a ver si sale alguna vecina buena?”
Noelia se rió alegremente, “No, bolas…”
“Y entonces?”
“Que se yo, pa…”, me dijo, “Podrías salir por ahí? Con tus amigos. A ver a quien conoces. O ponete Tinder…”
“Dejate de joder, Noe.”, le dije y me limpié la boca, terminando de comer.
“Bueh… es que me da pena que estés solo y triste”, me dijo.
“Triste? Vos me ves triste?”, le pregunté.
Me miró y me dijo, “No, pero no te veo lo feliz que podrías estar…”
Fue todo lento. Todo muy lento. Pero la gota caía.
Fueron meses así. Y en esos meses con Noelia nos acercamos mucho más. Nos hicimos más amigos. Nos entendíamos mejor y yo la empecé a entender a ella. Despacio. De vez en cuando, en alguna charla, en lo que decía y a veces en lo que elegía no decir… cada cosa era una pequeña pieza que yo usaba para ir completando el rompecabezas.
La oscuridad que rodeaba a mi entendimiento de Noelia estaba hecha de preguntas. Las mismas preguntas de siempre. Y lentamente yo iba alumbrando un poquito más. Cada vez más. Por qué una nena como ella se había metido con un tipo como Enrique? Tirándole onda, buscándolo y dejándose buscar? Por qué le gustaba tanto el sexo con un tipo así? También, por que a veces parecía ignorarlo por semanas, para sólo luego buscarlo casi desesperada de vuelta?
Por qué según me decía Enrique nunca hacía nada de escándalo cuando Enrique la grababa con el celular? Sólo asegurándose de que no se le viera la cara. Por qué quiso escaparse a un telo aquella vez con él, ella siendo menor? Y ni hablar de lo de Paraná. Escaparse así cuatro días, construyendo una gran mentira para hacer algo tan peligroso? Siempre cubriendo sus acciones con alguna mentira, pequeña o grande.
Y lo de sus novios? Por qué lo seguía viendo a Enrique mientras tenía a sus novios? Con ellos también tenía sexo, quizás hasta mas veces que con Enrique, pero siempre volvía de trampa con el gordo. Siempre corneando a sus pobres novios desde el día uno de cada relación, aparentemente. Por qué actuaba como actuaba, hacía lo que hacía?
Durante meses me costó resolver el enigma, pero lentamente lo fui aclarando. Hasta que llegó un momento en que, casi como una pequeña revelación, los datos dispersos en mi cabeza se alinearon y dí con lo que me parecía podía ser la solución. O al menos, la explicación.
No era nada mas el sexo. Noelia disfrutaba mucho, pero mucho el sexo. Lo sabía no sólo por lo que me contaba Enrique, sino también porque yo lo veía en los videos. Lo notaba. Lo sentía. Lo sentía al oírla orgasmear en los videos. Acababa en serio, lo disfrutaba con un éxtasis que no se lo había visto a mujeres más grandes durante mi vida.
Eso le satisfacía el cuerpo, seguro. Pero lo que le satisfacía el alma y la mente era otra cosa. Era la trampa. El peligro. Lo prohibido. La adrenalina de estar haciendo lo prohibido.
La verga de Enrique y la de sus novios, sí, podían hacerla estallar entre las piernas. Pero lo que la hacía estallar en la cabeza era otra cosa. Era la idea de cogerse a un tipo de cincuenta años cuando ella tenía sólo diecisiete. Era tirarme una excusa boluda para ver si pasaba y escaparse a chupar pija en un sótano. Era el dejarse llenar de leche por el gordo, quizás haciéndose olvidar ella misma en su cabeza en ese momento que tomaba anticonceptivos, y jugar en su cabecita que la estaban embarazando.
Era el mentirme y escaparse con ese maduro a un telo una noche entera, exponerse a que los pararan porque era menor. Ni hablar de lo de Paraná… cuatro días enteros de puro riesgo en todo momento, lejos de casa. Y lo de sus novios? Estaba seguro que la idea de cornearlos con Enrique era para ella lo prohibido por partida doble.
No podía ser otra cosa. A Noelia la atraía lo prohibido, lo vedado. Y eso no eran más que buenas noticias para mí.
Lo pensé mucho, lo juro. Pensé largo y tendido en todo ésto. Y esperé. Esperé a sentirme con los huevos de hacerlo, esperando por ahí el momento adecuado. Hasta que una noche como cualquier otra, no lo dudé más y decidí apretar el acelerador. Y que fuera lo que Dios quisiera que fuera.
Habíamos terminado de cenar esa noche y nos pusimos a hablar de los hombres. Ni siquiera había sacado el tema yo, lo había hecho ella. Ya teníamos la suficiente confianza como para hablar de cosas pesadas, sin avergonzarnos mucho. Nos habíamos hecho de alguna manera amigos además de padre e hija. Ella quería saber cosas y yo le explicaba. O al menos, le dije, le intentaba explicar. El hecho de que yo fuera hombre no me hacía una autoridad en el tema. Sólo podía hablar de mí y de otros que conocía, poco más.
Charlamos un rato largo en la mesa y después me fuí al sofá a bajar la comida. Ella hizo dos tacitas de café para los dos y seguimos la charla ahí.
“Y a vos que fue que te atrajo de mamá?”, me preguntó con una sonrisa después de tomarse un sorbito.
Yo me sonreí sin mirarla, acordándome, “Uh… tantas cosas.”
“Como qué?”
“Me mató la sonrisa que tenía. Vos sonreís igual que ella. Ustedes sonríen en serio… eso a los tipos los desarma”, le dije y se rió, verificando mi punto, “Y era simpática. Bah, es simpática. Me enamoró de entrada. Y tenía un cuerpazo… después cuando te tuvo a vos un poco se le fué, pero apenas. Le cambió, pero le cambió para bien. Siempre fue hermosa tu mamá.”
Noelia me sonreía, “Cómo se conocieron?”
La miré, “Nena, ya te lo conté veinte veces…”
Me puso un sonrisita boluda, “Pero me encanta la historia…”
Yo suspiré, “Fue…a través de Carlos. El laburaba con ella en la agencia. Un día me dice, che loco me hice amigo de ésta brazuca que no sabés lo que es… es una bomba”, escuché a Noelia reírse bajito, “Tenemos que salir, boludo, dale, te la presento…”
“Y?”
“Y nada”, me tomé un sorbo de mi café, “Yo mucho no le creía, viste como es Carlos, es un bolacero. Pero dije, bueh, qué se yo. Salgo, me entretengo, la paso bien un rato….”
La miré a Noelia y me estaba sonriendo, sus ojitos perdidos en la historia que ya sabía tan bien, “Y se ve que la pasaste bien!”
“Si… cuando llegue al bar ese y la vi… ufff…”, me reí, “No sabía qué carajo decirle. Estaba ahí con Carlos ya, la saludé y no se que mierda le dije…”
“Mamá me dijo que estabas re nervioso, re cute…”, se rió.
“Si… no sé, decía cada boludez como para hablar. Como para decir algo.”
“Como qué?”
La miré socarronamente, “Creo que le dije, uh… y… ehh… que onda Brasil?. Una forrada así”
Nos cagamos de risa los dos.
“Pero terminó todo bien…”, dijo ella.
“Muy bien. Que te parece…”, le sonreí y le acaricié el pelo, sacándole una sonrisita.
“Es una pena que no se pudo seguir”, me dijo.
Yo asentí, “Si, puede ser. Pero así son las cosas a veces. No es culpa de nadie, mi amor.”
“Si, ya sé… no lo dije por eso.”, me contestó.
La miré fijamente, “Sabés que no tengo nada, pero ni una cosa mala que decir de tu mamá. Sabés que la adoro, aún hoy…”
Ella me sonrió dulcemente y me puso una mano en el brazo, “Si, ya sé, pá. Y ella lo sabe también. Me dijo más o menos lo mismo que vos.”
“Que te dijo?”
“Que eras un hombre increíble, que te quería mucho y que eras un pelotudo…”, me dijo con una mueca que me hizo cagar de la risa.
“Y si, tiene razón en todo.”, me sonreí.
Se tomó un último sorbo de su café, dejando la tacita en la mesa ratona y se apoyó en el respaldo del sillón sobre su costado, mirándome, “Por qué se separaron, pa? No fue nada sexual, no?”
Yo la miré extrañado, “... sexual? Cómo?”
“Los viejos de Andy cuando se separaron ella me dijo que fue porque la madre ya no estaba satisfecha con él. Sexualmente, digo”, me dijo, “Y que el padre más o menos tampoco. Algo asi.”
“No, nada que ver, Noe.”, le dije, “A ver, si, puede pasar, como dice Andy, pero con tu mamá no, nada que ver. En esa área todo bien.”
“Ah, bueno, okey”, nada más me dijo.
“Para. Por?”, le pregunté.
“No, nada…”
Le fruncí un poco las cejas, “Dale, boludita… que.”
Ella se rió, “Nada, una cosa que dijo mamá una vez… no importa….”
“Que dijo?”
Noelia resopló, “Nada, una vez que ustedes se pelearon. Ya casi cuando se estaban por separar. Después estaba hablando por teléfono con la tía Marcia de allá y la escuché. Estaba medio puteándote… y dijo que la tenías chiquita…”
Yo la miré un segundo y me entré a reír, “Jaja! Nah… mira vos.”
“Si, cualquiera”, se rió.
“Estaba enojada tu mamá. No le des bola a eso. La gente cuando se enoja dice cualquier cosa.”, le dije y me tomé un sorbito de mi café.
“Si, obvio”
Tragué y la miré a Noelia, fijo a esos ojazos hermosos, “Para que quede claro, no. No la tengo chiquita”, me reí, “Es normal. Tamaño normal. Todo bien.”
Ella se entró a destornillar de risa, “Ay pa! Mirá lo que me decís!”
“Te digo nomás. Para que quede claro”, me reí con ella.
Noelia seguía muerta de risa, “Aparte yo que sé que es normal o que es chico…”
Yo la miré e incliné la cabeza a un costado, “Dale, gila. A otro con ese cuentito. Me vas a decir que no sabés? Ya a tu edad?”
“Y no… yo que sé, pa”, me dijo mirándome un poco raro, “Si aparte estuve con dos chicos nada más.”
“Bueh… querés ver qué es normal?”, le dije, como si nada.
A Noelia de repente se le pusieron los ojos como dos platos. Por un segundo no sabía qué contestar, procesando en su cabecita exactamente qué carajo había acabado de escuchar.
“Eh? Q-que…?”, sólo atinó a decir, mirándome fijo.
Yo me encogí de hombros, con naturalidad, “Te muestro, que problema hay. Si ya estás grande… pasame tu teléfono…”
Noelia no entendía nada, “Mi celu?”
“Si, bolas… querés ver porno?”, le pregunté, “Poné y te digo que es normal y que no”.
“Porno?”, me preguntó dubitativa.
Yo nada mas le fruncí un poco las cejas, “Dale, mi amor. Te pensás que no sé que ves porno de vez en cuando? Está todo bien. No me jode. Para mi es normal. Que, te da vergüenza?”
Dudando un poco me pasó su teléfono, desbloqueándolo. Yo lo tomé y ella tentativamente se me pegó un poco, mirando también que hacía yo. Por ahí rogando que no me fuera a su whatsapp. Pero no pensaba hacer eso para nada. Abrí el navegador en su celular.
“Que sitio querés? Cual te gusta?”, le pregunté.
“... yo que se, pa… no conoz…”
La interrumpí, “Ufff… dale, nena, que no conozco?. Ya te dije que no me jode. Es más, me extrañaría que a tu edad no vieras”, le dije. Busqué en google y me puse a pasar la lista despacito.
“No se… ese… a ver…”, me dijo y tocó ella con su dedo en la pantalla.
Como dos amiguitos cómplices nos quedamos ahí en el sillón, entre pegados y abrazados, sosteniendo el celular por turnos y mirando porno. Una vez que a Noelia se le pasó un poco el shock y la vergüenza, hasta se abrió un poquito y me contestaba que géneros y que cosas le gustaban y cuáles no. La pasamos muy bien, entre muchas risitas y algunos extensos silencios mientras mirábamos, yo le iba mostrando que eran penes mas o menos normales y cuales eran verdaderas anacondas, lo cual era más que obvio. Pronto la explicación de que era normal y que no cesó, y nada más nos quedamos viendo por un largo, largo rato. Entre risitas cómplices.
Si ella se había calentado no sé. Yo sospechaba que sí, pero no lo mostraba. Yo tenía ya una tensión en la verga que me estaba asesinando. Por suerte tenía puesto el jean y la tela era gruesa, no se notaba nada.
Al final, entre risas me dijo que ya estaba bien. Que pusiera la tele para ver otra cosa. Se me quedó ahí pegada a mi costado, con mi brazo alrededor de ella y yo supe en ese momento que ella también había quedado bastante caliente. No me pregunten cómo. Era en la forma que se sentía bajo mi brazo y en cómo se quedaba bastante callada a veces, como procesando la situación y lo que le pasaría adentro. Nos quedamos así viendo algo en Netflix por otro largo rato.
Y ahí fue cuando se descarriló todo.
Entre la cena, nuestra larga charla, nuestra larga sesión de ver porno en su celu y lo que nos habíamos colgado viendo la tele ya se había hecho tardísimo. Era viernes, por suerte. Al otro día nadie tenía que hacer nada, pero ya se habían hecho casi las dos de la mañana. Yo estaba mirando la tele con los ojos que un poco se me cerraban, abrazando todavía a Noelia que ya prácticamente tenía la cabeza recostada sobre mi estómago. Cuando le dije algo por lo bajo de cortar e irnos a dormir, no contestó.
Traté de mirarle la cara como pude desde mi posición, noté su respiración suave y vi que se había quedado dormida. Planchada cómodamente sobre mí. La miré, acostada como estaba con su cuerpo de costado en el sillón y su cabecita en mi estómago. Pensé en dejarla ahí a dormir, no quería despertarla. De alguna manera pensé en levantarme y salir de esa posición sin molestarla.
Pero la vi. La miré. Estaba vestida con una remera vieja que usaba de entrecasa y uno de sus shortcitos. No le marcaba la cola ni nada de eso, era un shortcito cómodo y holgado de tela fina que le gustaba. Pero era cortito y dejaba que sus piernas desnudas y sus pies descalzos se vieran bien. Que hermosa estaba así.
Sentí un tirón duro en la pija que medio me despabiló. Yo no era el único que estaba en mi cabeza. Mi perversión también estaba mirando a través de mis ojos su propio Netflix. Tragué saliva en ese momento, sin saber que hacer, dudando, pensando, tratando de apagar el incendio que me había arrancado adentro.
Era en ese momento o nunca más, pensé.
Bajé un poco el volumen de la TV, pero apenas. Quería escuchar mejor si Noelia emitía algún sonido, pero tampoco quería mutear el sonido completamente y quizás despertarla por eso. Lentamente, muy despacio y siempre atento a si ella se alertaba o se movía en su sueño, saqué mi mano de su espalda donde la tenía abrazada y la apoyé sobre su cola, por encima de la tela del short.
Lo sentí suave y firme bajo mi mano y mi pija me dió otro tirón increíble. Miraba mi mano que empezaba a acariciarle el culo, lento, suave, sintiendo esa hermosa curva y lo firme que lo tenía. Moví mi mano despacio para sentirle el otro glúteo hermoso, jugando ahí un ratito también. Sintiendo y dándome placer, si, pero sin estrujarla fuerte para que no despertara por eso. Deslicé mi mano despacio de vuelta y mis dedos sintieron la hermosa raya que marcaba su cola. Me desesperé por querer presionar ahí y sentir cómo mis dedos desaparecían en ese valle hermoso que tenía. Tragué saliva fuerte, el corazón me bombeaba en el pecho. Al final lo hice despacio, presionando suave hasta que le sentí su agujerito debajo de la tela. Tan dulce, tan atractivo y estrecho.
Saqué lentamente la mano y volví a jugar con uno de sus glúteos, tratando de mirarle la cara a ver si hacía algo o daba alguna señal. No había nada, estaba profundamente dormida hasta donde yo podía ver, gracias a su sueño profundo de siempre. Mi verga estaba que estallaba debajo de mi jean. Quería mas. Quería tanto mas.
Tomé coraje y finalmente deslicé mi mano por debajo de la tela del short, sintiendo el calor hermoso y la suavidad de la piel de su cola. El pantaloncito no era para nada ajustado y mi mano entró perfectamente. Lo sentí, piel contra piel. Lo estrujé suavemente en mi palma, una y otra vez, imaginándome cómo quería besarlo, lamerlo, morderlo.
No me pude contener. No me quería contener más. Acariciándole la cola así lleve unos tímidos dedos a su raya, sintiéndolos como rozaban entre sus dos cachetes, sintiendo el calorcito de su valle ahí. Con una lenta puntita sentí su ano suavemente, acariciándolo así lo mas suave que podía, tratando de encontrar un balance entre lo mucho que deseaba sentirlo y lo poco que quería perturbarla en su sueño. Pero lo sentí contra la yema de mi dedo, sintiendo su forma y su suave calor, la forma en que me llamaba.
Pero yo quería mi premio. Ya estaba jugado. Todavía tenía un poco de largo en el brazo y podría llegar. Apenas inclinándome un poco para hacérmelo más fácil, moví un poco más mi mano, apenas un par de centímetros, hasta que la punta de mis dedos encontraron la dulce conchita de mi hija, aprisionada un poco entre sus piernas cerradas. Me volví loco al sentir esa suavidad. Se me nubló la vista, lo juro, y pensé que iba a acabar sólo así sin tocarme. Mi pija…
Mi pija estaba en llamas. Como nunca. Era una roca bajo mi pantalón que ya me estaba dando puntadas de dolor al no tener más lugar para extenderse. Era una locura, pero lo tenía que hacer. Sin dejar de sentirle a Noelia su flor tan hermosa con la punta de los dedos, con mi mano libre y sin hacer ruido me bajé el cierre del pantalón. Lenta y muy trabajosamente pude extraer mi verga al aire. Apenas, a pocos centímetros de la cabecita dormida de mi nena. Estaba seguro que podría olerla, si estuviera despierta. Y chupármela dulcemente, si ella lo quisiera. Vi a mi misil erguido, duro como un verdadero caño iluminado solamente por la luz de la TV y lo rodeé con mi mano.
Comencé a darme placer despacio, en total silencio, lento y profundo para no sacudir mi cuerpo sin necesidad y despertarla. El dedo que tenía sintiendo la conchita de Noelia no lo pudo evitar más y presionó un poco, buscando su agujerito. Sin poder ver y solo por dulce tacto, separándole sus suaves labios. Lo encontró fácil y ahí se quedó. Sintiendo. Jugando. Penetrándola apenas, solamente apenas. Lo suficiente para sentir el calor que llevaba adentro y cubrir la punta de mi dedo con su humedad divina.
Necesitaba acabar. Necesitaba acabar ya mismo, en ese momento. La miré a Noelia, ella seguía dormida, ya ni le sentía la respiración de tan perdido que estaba en mi propio placer. En la tensión al mismo tiempo tan horrible y tan gloriosa que llevaba en la verga. Necesitaba más, tan sólo un poquito más… Cerré los ojos, sintiendo mi mano bombeando mi verga y mi otra mano sintiendo a mi hija entre sus piernas.
Los abrí de nuevo, desesperado y la miré de nuevo a Noelia. Seguía ahí, con su cabecita en mi estómago. Cerca… tan, pero tan cerca. Ya estaba jugado. Ya estaba recontra re mil re jugado. No quería ni verlo. No quería ni que el mundo lo viera. Sacándome la mano de la verga agarré el remoto y apagué la tele, quedándome en la oscuridad total del living. Agarré de nuevo mi pija, ya casi la sentía chorrear sola. Que Dios me perdonara o que me condenara, ya ni me importaba nada. Guiándola lentamente, llevé la punta de mi verga despacio hasta los labios de Noelia, o al menos donde yo calculaba que debería estar, en la oscuridad. No planeaba acabarle en la boca ni nada de eso. Ni siquiera metérsela en la boca. Sólo quería sentir el roce. Sólo sentir el roce de esos labios divinos en la cabeza hinchada de mi pija una vez. Una única vez.
En lugar de eso, lo que sentí fue primero a Noelia lanzar un gemidito cortito y suave, en la oscuridad, y tan solo medio segundo después la sentí moverse, acomodarse, inclinarse y a la cabeza hinchada de mi verga desaparecer en lo que sin ninguna duda era el calor de su boca hermosa bien abierta.
Lentamente. Es más, con una lentitud desesperante, diría yo. Dolorosamente lento fue que poco a poco fui armando el rompecabezas que era Noelia. Entendiendo, por fin, en qué tipo de mujer se estaba convirtiendo, si no es que se había convertido ya, por debajo de todas sus capas de pintura de hijita dulce.
Su relación con Ariel no duró mucho. Habrán estado cuatro meses juntos nada más. En un momento dejaron de estarlo. Cuando le pregunté a Noelia me dijo que nada más se habían peleado, que ella no estaba mal. Que no me preocupara. Nunca había dejado de verlo a Enrique, mientras estaba con su noviecito. Quizás alargaba un poco la frecuencia con la que se encontraba con el portero, pero nunca había cesado el contacto.
Al poco tiempo de haber dejado a Ariel me dijo que conoció a otro una noche que se fue a bailar con las amigas. Pero ese duró aún menos. Poco más de un mes. No era algo llamativo. Las relaciones a esa edad a veces van y vienen, pero si marcaba un patrón que noté mentalmente.
Al mismo tiempo que ocurrió todo ésto, empecé a cambiar bastante mi forma de hablarle a Noelia. Yo le había dicho hacía tiempo que ya se había convertido en una joven mujer, así que me dije que era hora de dejar de hablarle como a una nena todo el tiempo. Sin dejar de quererla como a mi hija, por supuesto, pero ya basta de tantos algodones. Empecé a ser más directo con ella. Sin cuidar tanto mis palabras. A ver cómo se amoldaba ella. La verdad que lo hizo bien. No tardó mucho en captar que la cosa había cambiado, que ya no la trataba ni le hablaba como a una pendeja, y ella me empezó a tratar más de igual a igual. Nuestras charlas durante la cena, cuando no hablábamos de las boludeces del día a día, lo que había que hacer al otro día o sus cosas de último año del secundario… cuando nos poníamos a hablar de temas más serios se terminaban dando muy buenas charlas, que seguíamos después de comer con un par de cafecitos.
Noelia era muy inteligente. Y mucho más viva de lo que le gustaba aparentar.
Entre todas las cosas de las que hablábamos, por supuesto empezamos a hablar de sexo mas seguido. Al principio le costó mucho. La veía que se reía avergonzada de estar hablando esas cosas con su padre. Yo me reía también, pero le recordaba que ya estaba grande. Y que conmigo podía hablar de cualquier cosa, incluídos esos temas. Costó, pero se fué soltando.
Una noche estábamos cenando y charlando como siempre, cuando el tema de la conversación giró hacia mí. En realidad, cuando Noelia lo llevó a mí porque se había cansado de que sus novios pasados sean tema de conversación.
“Y vos? Cuándo vas a conocer a alguien de una vez?”, me dijo y se llevó unos fideos a la boca, masticando delicadamente con una sonrisita.
“Yo? Me estás jodiendo, Noe?”, le contesté.
Me negó con la cabeza, tragó y siguió, “No, en serio. Hace cuánto que no estás con nadie? Desde que te separaste de mamá.”
“Si, mas o menos”, le repliqué, “Y? Cual es el problema? Me ves mal?”
“No. Pero no te parece que ya es hora?”
“No, no me parece”, le sonreí.
“Ay, dale… por qué no?”, me preguntó.
“Porque no, Noe.”, le dije jugando con mi vaso de agua y mirándola, “Laburo, te cuido a vos, llevo la casa… primero que cuándo querés que conozca a alguien? Y segundo que no tengo tiempo para llevar una relación. A mi edad…”
“Uh… bueh… empezaron los violines, empezó el concierto…”, se rió.
Yo me sonreí también, “No seas mala. Es verdad.”
“No, no es verdad.”, me miró, “Sos re joven todavía. Por qué no podés estar con alguien?”
“Bueno, gracias señorita, pero no”, le sonreí.
“Ufff… “, dijo y siguió comiendo en silencio. Pero pronto siguió e insistió, “No tenes ganas? De estar en pareja, digo.”
Yo me encogí de hombros, “Uff… soy hombre, Noe. Las ganas siempre las tengo”, ella se rió del otro lado de la mesa, “Pero de ahí a conocer a alguien, estar en pareja, todo eso… no sé.”
“Es que no querés ni probar?”, me preguntó.
“Probar cómo? Cómo querés que haga? O estoy acá o estoy en la empresa”, le dije, “Que querés que vaya a golpear puertas en el edificio a ver si sale alguna vecina buena?”
Noelia se rió alegremente, “No, bolas…”
“Y entonces?”
“Que se yo, pa…”, me dijo, “Podrías salir por ahí? Con tus amigos. A ver a quien conoces. O ponete Tinder…”
“Dejate de joder, Noe.”, le dije y me limpié la boca, terminando de comer.
“Bueh… es que me da pena que estés solo y triste”, me dijo.
“Triste? Vos me ves triste?”, le pregunté.
Me miró y me dijo, “No, pero no te veo lo feliz que podrías estar…”
Fue todo lento. Todo muy lento. Pero la gota caía.
Fueron meses así. Y en esos meses con Noelia nos acercamos mucho más. Nos hicimos más amigos. Nos entendíamos mejor y yo la empecé a entender a ella. Despacio. De vez en cuando, en alguna charla, en lo que decía y a veces en lo que elegía no decir… cada cosa era una pequeña pieza que yo usaba para ir completando el rompecabezas.
La oscuridad que rodeaba a mi entendimiento de Noelia estaba hecha de preguntas. Las mismas preguntas de siempre. Y lentamente yo iba alumbrando un poquito más. Cada vez más. Por qué una nena como ella se había metido con un tipo como Enrique? Tirándole onda, buscándolo y dejándose buscar? Por qué le gustaba tanto el sexo con un tipo así? También, por que a veces parecía ignorarlo por semanas, para sólo luego buscarlo casi desesperada de vuelta?
Por qué según me decía Enrique nunca hacía nada de escándalo cuando Enrique la grababa con el celular? Sólo asegurándose de que no se le viera la cara. Por qué quiso escaparse a un telo aquella vez con él, ella siendo menor? Y ni hablar de lo de Paraná. Escaparse así cuatro días, construyendo una gran mentira para hacer algo tan peligroso? Siempre cubriendo sus acciones con alguna mentira, pequeña o grande.
Y lo de sus novios? Por qué lo seguía viendo a Enrique mientras tenía a sus novios? Con ellos también tenía sexo, quizás hasta mas veces que con Enrique, pero siempre volvía de trampa con el gordo. Siempre corneando a sus pobres novios desde el día uno de cada relación, aparentemente. Por qué actuaba como actuaba, hacía lo que hacía?
Durante meses me costó resolver el enigma, pero lentamente lo fui aclarando. Hasta que llegó un momento en que, casi como una pequeña revelación, los datos dispersos en mi cabeza se alinearon y dí con lo que me parecía podía ser la solución. O al menos, la explicación.
No era nada mas el sexo. Noelia disfrutaba mucho, pero mucho el sexo. Lo sabía no sólo por lo que me contaba Enrique, sino también porque yo lo veía en los videos. Lo notaba. Lo sentía. Lo sentía al oírla orgasmear en los videos. Acababa en serio, lo disfrutaba con un éxtasis que no se lo había visto a mujeres más grandes durante mi vida.
Eso le satisfacía el cuerpo, seguro. Pero lo que le satisfacía el alma y la mente era otra cosa. Era la trampa. El peligro. Lo prohibido. La adrenalina de estar haciendo lo prohibido.
La verga de Enrique y la de sus novios, sí, podían hacerla estallar entre las piernas. Pero lo que la hacía estallar en la cabeza era otra cosa. Era la idea de cogerse a un tipo de cincuenta años cuando ella tenía sólo diecisiete. Era tirarme una excusa boluda para ver si pasaba y escaparse a chupar pija en un sótano. Era el dejarse llenar de leche por el gordo, quizás haciéndose olvidar ella misma en su cabeza en ese momento que tomaba anticonceptivos, y jugar en su cabecita que la estaban embarazando.
Era el mentirme y escaparse con ese maduro a un telo una noche entera, exponerse a que los pararan porque era menor. Ni hablar de lo de Paraná… cuatro días enteros de puro riesgo en todo momento, lejos de casa. Y lo de sus novios? Estaba seguro que la idea de cornearlos con Enrique era para ella lo prohibido por partida doble.
No podía ser otra cosa. A Noelia la atraía lo prohibido, lo vedado. Y eso no eran más que buenas noticias para mí.
Lo pensé mucho, lo juro. Pensé largo y tendido en todo ésto. Y esperé. Esperé a sentirme con los huevos de hacerlo, esperando por ahí el momento adecuado. Hasta que una noche como cualquier otra, no lo dudé más y decidí apretar el acelerador. Y que fuera lo que Dios quisiera que fuera.
Habíamos terminado de cenar esa noche y nos pusimos a hablar de los hombres. Ni siquiera había sacado el tema yo, lo había hecho ella. Ya teníamos la suficiente confianza como para hablar de cosas pesadas, sin avergonzarnos mucho. Nos habíamos hecho de alguna manera amigos además de padre e hija. Ella quería saber cosas y yo le explicaba. O al menos, le dije, le intentaba explicar. El hecho de que yo fuera hombre no me hacía una autoridad en el tema. Sólo podía hablar de mí y de otros que conocía, poco más.
Charlamos un rato largo en la mesa y después me fuí al sofá a bajar la comida. Ella hizo dos tacitas de café para los dos y seguimos la charla ahí.
“Y a vos que fue que te atrajo de mamá?”, me preguntó con una sonrisa después de tomarse un sorbito.
Yo me sonreí sin mirarla, acordándome, “Uh… tantas cosas.”
“Como qué?”
“Me mató la sonrisa que tenía. Vos sonreís igual que ella. Ustedes sonríen en serio… eso a los tipos los desarma”, le dije y se rió, verificando mi punto, “Y era simpática. Bah, es simpática. Me enamoró de entrada. Y tenía un cuerpazo… después cuando te tuvo a vos un poco se le fué, pero apenas. Le cambió, pero le cambió para bien. Siempre fue hermosa tu mamá.”
Noelia me sonreía, “Cómo se conocieron?”
La miré, “Nena, ya te lo conté veinte veces…”
Me puso un sonrisita boluda, “Pero me encanta la historia…”
Yo suspiré, “Fue…a través de Carlos. El laburaba con ella en la agencia. Un día me dice, che loco me hice amigo de ésta brazuca que no sabés lo que es… es una bomba”, escuché a Noelia reírse bajito, “Tenemos que salir, boludo, dale, te la presento…”
“Y?”
“Y nada”, me tomé un sorbo de mi café, “Yo mucho no le creía, viste como es Carlos, es un bolacero. Pero dije, bueh, qué se yo. Salgo, me entretengo, la paso bien un rato….”
La miré a Noelia y me estaba sonriendo, sus ojitos perdidos en la historia que ya sabía tan bien, “Y se ve que la pasaste bien!”
“Si… cuando llegue al bar ese y la vi… ufff…”, me reí, “No sabía qué carajo decirle. Estaba ahí con Carlos ya, la saludé y no se que mierda le dije…”
“Mamá me dijo que estabas re nervioso, re cute…”, se rió.
“Si… no sé, decía cada boludez como para hablar. Como para decir algo.”
“Como qué?”
La miré socarronamente, “Creo que le dije, uh… y… ehh… que onda Brasil?. Una forrada así”
Nos cagamos de risa los dos.
“Pero terminó todo bien…”, dijo ella.
“Muy bien. Que te parece…”, le sonreí y le acaricié el pelo, sacándole una sonrisita.
“Es una pena que no se pudo seguir”, me dijo.
Yo asentí, “Si, puede ser. Pero así son las cosas a veces. No es culpa de nadie, mi amor.”
“Si, ya sé… no lo dije por eso.”, me contestó.
La miré fijamente, “Sabés que no tengo nada, pero ni una cosa mala que decir de tu mamá. Sabés que la adoro, aún hoy…”
Ella me sonrió dulcemente y me puso una mano en el brazo, “Si, ya sé, pá. Y ella lo sabe también. Me dijo más o menos lo mismo que vos.”
“Que te dijo?”
“Que eras un hombre increíble, que te quería mucho y que eras un pelotudo…”, me dijo con una mueca que me hizo cagar de la risa.
“Y si, tiene razón en todo.”, me sonreí.
Se tomó un último sorbo de su café, dejando la tacita en la mesa ratona y se apoyó en el respaldo del sillón sobre su costado, mirándome, “Por qué se separaron, pa? No fue nada sexual, no?”
Yo la miré extrañado, “... sexual? Cómo?”
“Los viejos de Andy cuando se separaron ella me dijo que fue porque la madre ya no estaba satisfecha con él. Sexualmente, digo”, me dijo, “Y que el padre más o menos tampoco. Algo asi.”
“No, nada que ver, Noe.”, le dije, “A ver, si, puede pasar, como dice Andy, pero con tu mamá no, nada que ver. En esa área todo bien.”
“Ah, bueno, okey”, nada más me dijo.
“Para. Por?”, le pregunté.
“No, nada…”
Le fruncí un poco las cejas, “Dale, boludita… que.”
Ella se rió, “Nada, una cosa que dijo mamá una vez… no importa….”
“Que dijo?”
Noelia resopló, “Nada, una vez que ustedes se pelearon. Ya casi cuando se estaban por separar. Después estaba hablando por teléfono con la tía Marcia de allá y la escuché. Estaba medio puteándote… y dijo que la tenías chiquita…”
Yo la miré un segundo y me entré a reír, “Jaja! Nah… mira vos.”
“Si, cualquiera”, se rió.
“Estaba enojada tu mamá. No le des bola a eso. La gente cuando se enoja dice cualquier cosa.”, le dije y me tomé un sorbito de mi café.
“Si, obvio”
Tragué y la miré a Noelia, fijo a esos ojazos hermosos, “Para que quede claro, no. No la tengo chiquita”, me reí, “Es normal. Tamaño normal. Todo bien.”
Ella se entró a destornillar de risa, “Ay pa! Mirá lo que me decís!”
“Te digo nomás. Para que quede claro”, me reí con ella.
Noelia seguía muerta de risa, “Aparte yo que sé que es normal o que es chico…”
Yo la miré e incliné la cabeza a un costado, “Dale, gila. A otro con ese cuentito. Me vas a decir que no sabés? Ya a tu edad?”
“Y no… yo que sé, pa”, me dijo mirándome un poco raro, “Si aparte estuve con dos chicos nada más.”
“Bueh… querés ver qué es normal?”, le dije, como si nada.
A Noelia de repente se le pusieron los ojos como dos platos. Por un segundo no sabía qué contestar, procesando en su cabecita exactamente qué carajo había acabado de escuchar.
“Eh? Q-que…?”, sólo atinó a decir, mirándome fijo.
Yo me encogí de hombros, con naturalidad, “Te muestro, que problema hay. Si ya estás grande… pasame tu teléfono…”
Noelia no entendía nada, “Mi celu?”
“Si, bolas… querés ver porno?”, le pregunté, “Poné y te digo que es normal y que no”.
“Porno?”, me preguntó dubitativa.
Yo nada mas le fruncí un poco las cejas, “Dale, mi amor. Te pensás que no sé que ves porno de vez en cuando? Está todo bien. No me jode. Para mi es normal. Que, te da vergüenza?”
Dudando un poco me pasó su teléfono, desbloqueándolo. Yo lo tomé y ella tentativamente se me pegó un poco, mirando también que hacía yo. Por ahí rogando que no me fuera a su whatsapp. Pero no pensaba hacer eso para nada. Abrí el navegador en su celular.
“Que sitio querés? Cual te gusta?”, le pregunté.
“... yo que se, pa… no conoz…”
La interrumpí, “Ufff… dale, nena, que no conozco?. Ya te dije que no me jode. Es más, me extrañaría que a tu edad no vieras”, le dije. Busqué en google y me puse a pasar la lista despacito.
“No se… ese… a ver…”, me dijo y tocó ella con su dedo en la pantalla.
Como dos amiguitos cómplices nos quedamos ahí en el sillón, entre pegados y abrazados, sosteniendo el celular por turnos y mirando porno. Una vez que a Noelia se le pasó un poco el shock y la vergüenza, hasta se abrió un poquito y me contestaba que géneros y que cosas le gustaban y cuáles no. La pasamos muy bien, entre muchas risitas y algunos extensos silencios mientras mirábamos, yo le iba mostrando que eran penes mas o menos normales y cuales eran verdaderas anacondas, lo cual era más que obvio. Pronto la explicación de que era normal y que no cesó, y nada más nos quedamos viendo por un largo, largo rato. Entre risitas cómplices.
Si ella se había calentado no sé. Yo sospechaba que sí, pero no lo mostraba. Yo tenía ya una tensión en la verga que me estaba asesinando. Por suerte tenía puesto el jean y la tela era gruesa, no se notaba nada.
Al final, entre risas me dijo que ya estaba bien. Que pusiera la tele para ver otra cosa. Se me quedó ahí pegada a mi costado, con mi brazo alrededor de ella y yo supe en ese momento que ella también había quedado bastante caliente. No me pregunten cómo. Era en la forma que se sentía bajo mi brazo y en cómo se quedaba bastante callada a veces, como procesando la situación y lo que le pasaría adentro. Nos quedamos así viendo algo en Netflix por otro largo rato.
Y ahí fue cuando se descarriló todo.
Entre la cena, nuestra larga charla, nuestra larga sesión de ver porno en su celu y lo que nos habíamos colgado viendo la tele ya se había hecho tardísimo. Era viernes, por suerte. Al otro día nadie tenía que hacer nada, pero ya se habían hecho casi las dos de la mañana. Yo estaba mirando la tele con los ojos que un poco se me cerraban, abrazando todavía a Noelia que ya prácticamente tenía la cabeza recostada sobre mi estómago. Cuando le dije algo por lo bajo de cortar e irnos a dormir, no contestó.
Traté de mirarle la cara como pude desde mi posición, noté su respiración suave y vi que se había quedado dormida. Planchada cómodamente sobre mí. La miré, acostada como estaba con su cuerpo de costado en el sillón y su cabecita en mi estómago. Pensé en dejarla ahí a dormir, no quería despertarla. De alguna manera pensé en levantarme y salir de esa posición sin molestarla.
Pero la vi. La miré. Estaba vestida con una remera vieja que usaba de entrecasa y uno de sus shortcitos. No le marcaba la cola ni nada de eso, era un shortcito cómodo y holgado de tela fina que le gustaba. Pero era cortito y dejaba que sus piernas desnudas y sus pies descalzos se vieran bien. Que hermosa estaba así.
Sentí un tirón duro en la pija que medio me despabiló. Yo no era el único que estaba en mi cabeza. Mi perversión también estaba mirando a través de mis ojos su propio Netflix. Tragué saliva en ese momento, sin saber que hacer, dudando, pensando, tratando de apagar el incendio que me había arrancado adentro.
Era en ese momento o nunca más, pensé.
Bajé un poco el volumen de la TV, pero apenas. Quería escuchar mejor si Noelia emitía algún sonido, pero tampoco quería mutear el sonido completamente y quizás despertarla por eso. Lentamente, muy despacio y siempre atento a si ella se alertaba o se movía en su sueño, saqué mi mano de su espalda donde la tenía abrazada y la apoyé sobre su cola, por encima de la tela del short.
Lo sentí suave y firme bajo mi mano y mi pija me dió otro tirón increíble. Miraba mi mano que empezaba a acariciarle el culo, lento, suave, sintiendo esa hermosa curva y lo firme que lo tenía. Moví mi mano despacio para sentirle el otro glúteo hermoso, jugando ahí un ratito también. Sintiendo y dándome placer, si, pero sin estrujarla fuerte para que no despertara por eso. Deslicé mi mano despacio de vuelta y mis dedos sintieron la hermosa raya que marcaba su cola. Me desesperé por querer presionar ahí y sentir cómo mis dedos desaparecían en ese valle hermoso que tenía. Tragué saliva fuerte, el corazón me bombeaba en el pecho. Al final lo hice despacio, presionando suave hasta que le sentí su agujerito debajo de la tela. Tan dulce, tan atractivo y estrecho.
Saqué lentamente la mano y volví a jugar con uno de sus glúteos, tratando de mirarle la cara a ver si hacía algo o daba alguna señal. No había nada, estaba profundamente dormida hasta donde yo podía ver, gracias a su sueño profundo de siempre. Mi verga estaba que estallaba debajo de mi jean. Quería mas. Quería tanto mas.
Tomé coraje y finalmente deslicé mi mano por debajo de la tela del short, sintiendo el calor hermoso y la suavidad de la piel de su cola. El pantaloncito no era para nada ajustado y mi mano entró perfectamente. Lo sentí, piel contra piel. Lo estrujé suavemente en mi palma, una y otra vez, imaginándome cómo quería besarlo, lamerlo, morderlo.
No me pude contener. No me quería contener más. Acariciándole la cola así lleve unos tímidos dedos a su raya, sintiéndolos como rozaban entre sus dos cachetes, sintiendo el calorcito de su valle ahí. Con una lenta puntita sentí su ano suavemente, acariciándolo así lo mas suave que podía, tratando de encontrar un balance entre lo mucho que deseaba sentirlo y lo poco que quería perturbarla en su sueño. Pero lo sentí contra la yema de mi dedo, sintiendo su forma y su suave calor, la forma en que me llamaba.
Pero yo quería mi premio. Ya estaba jugado. Todavía tenía un poco de largo en el brazo y podría llegar. Apenas inclinándome un poco para hacérmelo más fácil, moví un poco más mi mano, apenas un par de centímetros, hasta que la punta de mis dedos encontraron la dulce conchita de mi hija, aprisionada un poco entre sus piernas cerradas. Me volví loco al sentir esa suavidad. Se me nubló la vista, lo juro, y pensé que iba a acabar sólo así sin tocarme. Mi pija…
Mi pija estaba en llamas. Como nunca. Era una roca bajo mi pantalón que ya me estaba dando puntadas de dolor al no tener más lugar para extenderse. Era una locura, pero lo tenía que hacer. Sin dejar de sentirle a Noelia su flor tan hermosa con la punta de los dedos, con mi mano libre y sin hacer ruido me bajé el cierre del pantalón. Lenta y muy trabajosamente pude extraer mi verga al aire. Apenas, a pocos centímetros de la cabecita dormida de mi nena. Estaba seguro que podría olerla, si estuviera despierta. Y chupármela dulcemente, si ella lo quisiera. Vi a mi misil erguido, duro como un verdadero caño iluminado solamente por la luz de la TV y lo rodeé con mi mano.
Comencé a darme placer despacio, en total silencio, lento y profundo para no sacudir mi cuerpo sin necesidad y despertarla. El dedo que tenía sintiendo la conchita de Noelia no lo pudo evitar más y presionó un poco, buscando su agujerito. Sin poder ver y solo por dulce tacto, separándole sus suaves labios. Lo encontró fácil y ahí se quedó. Sintiendo. Jugando. Penetrándola apenas, solamente apenas. Lo suficiente para sentir el calor que llevaba adentro y cubrir la punta de mi dedo con su humedad divina.
Necesitaba acabar. Necesitaba acabar ya mismo, en ese momento. La miré a Noelia, ella seguía dormida, ya ni le sentía la respiración de tan perdido que estaba en mi propio placer. En la tensión al mismo tiempo tan horrible y tan gloriosa que llevaba en la verga. Necesitaba más, tan sólo un poquito más… Cerré los ojos, sintiendo mi mano bombeando mi verga y mi otra mano sintiendo a mi hija entre sus piernas.
Los abrí de nuevo, desesperado y la miré de nuevo a Noelia. Seguía ahí, con su cabecita en mi estómago. Cerca… tan, pero tan cerca. Ya estaba jugado. Ya estaba recontra re mil re jugado. No quería ni verlo. No quería ni que el mundo lo viera. Sacándome la mano de la verga agarré el remoto y apagué la tele, quedándome en la oscuridad total del living. Agarré de nuevo mi pija, ya casi la sentía chorrear sola. Que Dios me perdonara o que me condenara, ya ni me importaba nada. Guiándola lentamente, llevé la punta de mi verga despacio hasta los labios de Noelia, o al menos donde yo calculaba que debería estar, en la oscuridad. No planeaba acabarle en la boca ni nada de eso. Ni siquiera metérsela en la boca. Sólo quería sentir el roce. Sólo sentir el roce de esos labios divinos en la cabeza hinchada de mi pija una vez. Una única vez.
En lugar de eso, lo que sentí fue primero a Noelia lanzar un gemidito cortito y suave, en la oscuridad, y tan solo medio segundo después la sentí moverse, acomodarse, inclinarse y a la cabeza hinchada de mi verga desaparecer en lo que sin ninguna duda era el calor de su boca hermosa bien abierta.
2 comentarios - Padre y Hombre - Parte 8
El como se desarrolla la relación de confianza es excelente.
Cómo la moralidad pasa a segundo plano cuando el deseo invade es magnífico.