Llegué a la casa de Lucas pasadas las diez. Le había dicho a mi novio que salía con las chicas, pero en realidad me había arreglado para otra cosa. Llevaba solo una tanga negra, un short de jean que me quedaba bien apretado y una remerita suelta, sin sostén. Sentía cómo me rozaban los pezones en la tela mientras caminaba. Estaba tan mojada de solo pensar en lo que íbamos a hacer que me costaba no tocarme. No era para estudiar, no esta vez. Esta vez iba a entregarme, a que me dé como le gusta. Como me gusta.
Apenas abrí la puerta, Lucas me recibió con una sonrisa cómplice. Tenía la habitación con las luces rojas de nuevo, esa onda que me enloquece. Nos sentamos un rato en el sillón, charlamos un poco, y en menos de cinco minutos ya me había tirado encima suyo. Empezamos a besarnos lento, profundo, con ganas. Me tenía agarrada de la cintura, bajándome el short con una mano, mientras con la otra me agarraba la nuca. Yo ya no era yo, o tal vez sí... esta nueva yo, esta que ya no se conforma con lo de antes.
Fuimos a la habitación. Me tiró en la cama y me sacó la remera. No dije nada, lo miré y le sonreí. Me arrodillé entre sus piernas, juguetona, tocándolo por arriba del pantalón. Él me miraba con esos ojos que saben exactamente qué van a hacerme. Empecé a bajarle el pantalón despacio. No podía esperar más. Me encanta jugar con su pene, ver cómo se endurece cuando apenas lo toco. Me puse a chuparlo lento, disfrutando, mirándolo a los ojos, sabiendo que me estaba tragando todo. Me hacía sentir deseada, sucia y viva.
Después me subí arriba de él, moviéndome lento, marcando el ritmo. Me decía cosas al oído que me calentaban más: “Así te quería, putita infiel... mirá cómo te hacés coger por otro”. Yo lo miraba sin decir nada, pero por dentro me ardía todo. Me encantaba. Él me agarró fuerte de la cintura y me dio vuelta. Me puso en cuatro y me empezó a dar como un animal. Yo gemía fuerte, sabiendo que nadie me escuchaba. Me manoseaba el culo, me tocaba por todos lados. En un momento me tocó el ano y me preguntó si me gustaba. No supe qué responder, pero no lo frené. También me preguntó si alguna vez me habían sacado fotos cogiendo. “¿Te gustaría, putita?” me dijo. Le dije que pocas veces, pero que con él haría todo. Le pedí que no se ponga el preservativo. “Quiero sentirte todo, así como sos”, le dije jadeando.
“Qué puta que sos”, me decía, mientras me pegaba algunas palmadas. Y yo solo gritaba que sí, que no pare, que me dé fuerte. Me encantaba cómo me llenaba, cómo me hablaba, cómo me trataba. Nunca me había sentido así. Yo movía la cadera para que entre más, más profundo. Estábamos en una locura. El cuarto entero olía a sexo.
Después de un rato largo, acabamos casi al mismo tiempo. Yo tirada en la cama, con las piernas temblando. Él se acostó al lado mío y me abrazó. “Me encanta cómo sos conmigo”, me dijo al oído. Yo solo atiné a decir: “Sos un HDP... pero me encanta”. Nos reímos los dos, como si nada.
Me quedé un rato ahí, descansando, sintiéndome atendida, viva. No podía creer que me gustara tanto hacer esto. Sabía que estaba mal, que no era lo correcto, pero no podía parar. Ser infiel me calentaba, y más con él. Lo que Lucas me hacía sentir no lo sentía con nadie. Y lo peor... o lo mejor... es que quería repetirlo.
Y así, luego de un rato repetimos y volví a casa por la madrugada.


Te animas a hacerme tributos?
Apenas abrí la puerta, Lucas me recibió con una sonrisa cómplice. Tenía la habitación con las luces rojas de nuevo, esa onda que me enloquece. Nos sentamos un rato en el sillón, charlamos un poco, y en menos de cinco minutos ya me había tirado encima suyo. Empezamos a besarnos lento, profundo, con ganas. Me tenía agarrada de la cintura, bajándome el short con una mano, mientras con la otra me agarraba la nuca. Yo ya no era yo, o tal vez sí... esta nueva yo, esta que ya no se conforma con lo de antes.
Fuimos a la habitación. Me tiró en la cama y me sacó la remera. No dije nada, lo miré y le sonreí. Me arrodillé entre sus piernas, juguetona, tocándolo por arriba del pantalón. Él me miraba con esos ojos que saben exactamente qué van a hacerme. Empecé a bajarle el pantalón despacio. No podía esperar más. Me encanta jugar con su pene, ver cómo se endurece cuando apenas lo toco. Me puse a chuparlo lento, disfrutando, mirándolo a los ojos, sabiendo que me estaba tragando todo. Me hacía sentir deseada, sucia y viva.
Después me subí arriba de él, moviéndome lento, marcando el ritmo. Me decía cosas al oído que me calentaban más: “Así te quería, putita infiel... mirá cómo te hacés coger por otro”. Yo lo miraba sin decir nada, pero por dentro me ardía todo. Me encantaba. Él me agarró fuerte de la cintura y me dio vuelta. Me puso en cuatro y me empezó a dar como un animal. Yo gemía fuerte, sabiendo que nadie me escuchaba. Me manoseaba el culo, me tocaba por todos lados. En un momento me tocó el ano y me preguntó si me gustaba. No supe qué responder, pero no lo frené. También me preguntó si alguna vez me habían sacado fotos cogiendo. “¿Te gustaría, putita?” me dijo. Le dije que pocas veces, pero que con él haría todo. Le pedí que no se ponga el preservativo. “Quiero sentirte todo, así como sos”, le dije jadeando.
“Qué puta que sos”, me decía, mientras me pegaba algunas palmadas. Y yo solo gritaba que sí, que no pare, que me dé fuerte. Me encantaba cómo me llenaba, cómo me hablaba, cómo me trataba. Nunca me había sentido así. Yo movía la cadera para que entre más, más profundo. Estábamos en una locura. El cuarto entero olía a sexo.
Después de un rato largo, acabamos casi al mismo tiempo. Yo tirada en la cama, con las piernas temblando. Él se acostó al lado mío y me abrazó. “Me encanta cómo sos conmigo”, me dijo al oído. Yo solo atiné a decir: “Sos un HDP... pero me encanta”. Nos reímos los dos, como si nada.
Me quedé un rato ahí, descansando, sintiéndome atendida, viva. No podía creer que me gustara tanto hacer esto. Sabía que estaba mal, que no era lo correcto, pero no podía parar. Ser infiel me calentaba, y más con él. Lo que Lucas me hacía sentir no lo sentía con nadie. Y lo peor... o lo mejor... es que quería repetirlo.
Y así, luego de un rato repetimos y volví a casa por la madrugada.


Te animas a hacerme tributos?
4 comentarios - Parte 7: me encanta