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putita la prima 19

Despues de unos dias no paraba de pensar en cómo se le abría el culo bajo mi lengua al putito de mi primo, en cómo temblaba cuando le masajeaba la próstata, en cómo su pija gorda me llenó toda la concha hasta hacerme acabar como una perra. Me había quedado con ganas de más, de llevarlo aún más lejos, de romperle el orto de una manera que no olvidara nunca jamas en su vida. Así que cuando me llamó el viernes, con la voz nerviosa pero cargada de morbo, pidiéndome que le “hiciera lo mismo otra vez”, mi concha se mojó al instante. “Tranquilo, primito, venite esta noche. Pero esta vez, yo pongo las reglas”, le dije, con ese tono que sé que lo vuelve loco.
Preparé todo en mi departamento. Me puse un conjunto negro de encaje, una tanga que se me perdía entre las nalgas y un corpiño que apenas contenía mis tetas, con los pezones duros asomando por la tela. En la mesita, al lado del sillón, dejé el frasco de lubricante y mi nuevo juguete: un strapon negro, brillante, con un dildo de unos 18 centímetros, grueso, con venas marcadas como si fuera una pija de verdad. Lo había comprado pensando en él, en cómo se lo iba a clavar mientras lo miraba jadear. La idea me tenía empapada antes de que siquiera llegara.
Cuando sonó el timbre, abrí la puerta con una sonrisa de puta y una cerveza en la mano. Mi primito entró, con esa mezcla de timidez y calentura en la mirada. Sus jeans ajustados ya dejaban ver el bulto de su pija, dura, ansiosa. “Caro, sos una hija de puta, ¿qué me vas a hacer?”, dijo, tratando de sonar relajado, pero su voz temblaba. Me reí, lo hice pasar y lo senté en el sillón. “Desnudate, putito. Hoy vas a gozar como nunca”, le dije, mientras me acercaba y le pasaba las uñas por el pecho, arrancándole la remera. Su torso estaba tenso, los músculos marcados, y cuando le bajé los pantalones, su pija saltó libre, gorda, con la cabeza hinchada y brillante, con una gota de lechita transparente colgando como un hilo de cristal.
Lo hice ponerse boca arriba en el sillón, con las piernas abiertas, las bolas depiladas colgando entre sus muslos y el culo rosado asomando apenas. Me puse el strapon, ajusté las correas alrededor de mis caderas, y la pija de plastico negro sobresalía, imponente, brillando bajo la luz del living. “¿Qué mierda es eso, hija de puta?”, preguntó, con los ojos abiertos como platos, pero su pija se puso aún más dura, traicionándolo. “Shhh, primito, vos querías más, ¿no? Ahora te vas a comer esta verga como hombre”, le dije, mientras me untaba los dedos con lubricante y empezaba a masajearle la pija, despacio, apretando desde la base hasta la punta, haciendo que esa primera leche chorreara sobre mi mano. Su glande estaba rojo, hinchado, y las venas de su pija palpitaban con cada roce.
Me puse de rodillas entre sus piernas, le abrí los muslos y empecé a lamerle las bolas, chupando la piel tirante, saboreando el gusto salado y cálido. Él gemía, con las manos apretando el sillón, y yo no podía parar de tocarme la concha, la tanga empapada, el clítoris hinchado bajo mis dedos. Unté el dildo con lubricante, frío y resbaladizo, y lo acerqué a su culo. “Relajate, primito, que te va a encantar”, susurré, mientras empujaba la punta del strapon contra su culo apretado. Él se tensó al principio, pero con mi mano masturbándolo, apretando su pija gorda y haciéndolo gemir, su culo se fue abriendo. La cabeza del dildo entró despacio, estirándolo, y él soltó un gruñido profundo, “¡La concha de tu madre, Caro, qué mierda hacés puta degenerada!”.
Seguí masturbándolo, mi mano resbalando por su pija, ahora chorreando un liquido viscoso, mientras empujaba el strapon más adentro, centímetro a centímetro. Su culo estaba apretado, caliente, y el dildo lo abría con cada embestida lenta. Encontré su próstata rápido, y cuando la punta del dildo la rozó, él se estremecio y soltó un “¡Hija de puta, me vas a romper el orto, puta de mierda”. Me reí, moviendo las caderas, clavándoselo más profundo, mientras mi mano seguía trabajando su pija, ahora brillante y goteando como una canilla rota. Sus huevos se contraían, la piel tirante, y cada bombeo lo hacía temblar, los gemidos cada vez más fuertes, más desesperados. Yo me sentia cada vez mas puta cojiendo como conjen los tipos. cada vez mas violenta y degenerada, enterrandole mi pija de plastico hasta el fondo.
Estábamos en el mejor momento, él al borde de acabar, su pija hinchada, mis dedos empapados de mi concha y el strapon entrando y saliendo de su culo, cuando la puerta del departamento se abrió de golpe. Era Helena, que había llegado sin avisar. “¡La puta madre, Caro, me huberas avisado, qué enferma sos!”, dijo, pero sus ojos brillaban de morbo. Antes de que pudiéramos reaccionar, se sacó la remera, dejando sus tetas enormes al aire, los pezones duros como piedras. Se acercó, se arrodilló al lado del sillón y empezó a toquetearle las bolas a mi primito, apretándolas con suavidad, mientras yo seguía penetrándolo sin parar, el dildo deslizándose con un ritmo constante, el lubricante haciendo un ruido húmedo y obsceno.
Helena no perdió tiempo. Se metió una mano en la bombacha y empezó a tocarse, mientras con la otra mano le masajeaba las bolas, tirando de la piel, haciendo que mi primito gritara, “¡Me van a matar, putas!”. Yo no paré, seguí dandole bomba al puto de mi primo, el strapon abriendo su culo, mientras Helena se inclinó y empezó a chuparle la verga, su lengua lamiendo la cabeza, tragándose lo que ya parecia leche de un orgasmo que ya venia, Sus tetas se movían con cada movimiento, y yo me tocaba la concha con más fuerza, el clítoris palpitando, la tanga hecha un desastre de lo mojada que estaba.
“Caro, Helena, la concha de sus putasmadres, no doy más, me va a explotar la verga”, jadeó mi primito, su cuerpo temblando, la pija a punto de explotar. Helena chupaba más rápido, su boca caliente envolviendo la cabeza, mientras yo clavaba el strapon con más fuerza, apuntando a su próstata. Él gritó, un alarido que retumbó en la habitación, y su pija estalló, chorros de leche espesa saliendo disparados, llenándole la boca a Helena, que tragaba mientras se tocaba la concha. Yo acabé al mismo tiempo, mi concha contrayéndose, los jugos corriendo por mis muslos, mientras seguía penetrándolo, el strapon resbalando en su culo ahora relajado y abierto. Helena tardo unos segundos mas, pero tambien acabó masturbandose y mostrando como su concha se habia empapado.
Nos desplomamos en el sillón, los tres agitados, transpirados, el aire oliendo a sexo, lubricante y cerveza que se habia volcado en el piso. Helena se limpió la boca, riéndose. “Sos una hija de mil putas, Caro, pero esto fue una locura”. Mi primito habia quedado mudo, todavía jadeando, me miró y dijo, “La próxima te rompo el orto yo, enferma”. Le pasé otra cerveza y sonreí. “Cuando quieras, primito. Pero me parece que la proxima, es Helena.

2 comentarios - putita la prima 19

nukissy4707
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Cacho6922
Q buena escena, q buena situación