(Disculpen, estaba algo ausente por las cosas de la vida. Vuelvo a los relatos y como siempre, espero que les guste)
Cuando terminé el colegio en Lima, no tenía muy bien planeado que haría después. Nunca me puse a pensar realmente cuál era el camino a seguir, ¿estudiar o trabajar?
Mientras pensaba los días pasaban, Mi madre me recomendó con una de las vecinas y trabajé vendiendo desayunos por Miraflores con ella. Salíamos temprano, muy temprano en realidad para llegar antes que la competencia. Nos parábamos fuera de las obras en construcción y esperábamos pacientemente a los primeros compradores, en su mayoría señores que laboraban de albañiles.
La doña me contaba que estaba algo bajo su negocio, que las personas preferían comprar a la competencia antes que a ella. Quizás y preparaban más rico o estaba más barato.
Pero con mi llegada todo eso cambió, los señores desviaban su camino y hasta seguían de largo de las otras doñas para acercarse a nosotras dos y colaborarnos.
¿Es nueva tu ayudante? Sí, es mi sobrinita que recién salió del cole. Qué bien, qué bien: deme una maca grande y dos panes con palta. Cinco, casero. Pagó con 10 y su vuelto una moneda de 5. Gracias, linda. Gracias a ti.
Tienes jale muchacha, los señores son algo así molestosos y hasta picaflores, pero lo importante es que compren. Sí, señora entiendo.
¿De comer qué tiene? Pollo broaster, Lomito saltado y Ensalada rusa. Mmmm, dame una rusa— mirando mis senos—. Dale una Rusa, niña. Sí doña.
Por algún motivo la Ensalada rusa se acabó rápido, y los panes al final.
Los días pasaban y me acostumbraba en cierta forma al trato y a la rutina de ojitos y piropos de los señores. Nuestras ventas se disparaban y las otras doñas nos miraban con un desprecio que quemaba. Mi vecina, en forma de agradecimiento me subió el sueldo, y yo, gracias gracias.
Fue cuando llegó otra chica masomenos de mi edad que las ventas bajaron, era un poco mayor eso sí, venía con licra y un top ajustado. Yo me preguntaba cómo es que no se moría con tanto frío que hacía en los inviernos de Lima. Se agachaba de forma descarada mostrándole su trasero a los compradores mientras buscaba los panes, les seguía el juego a los señores, les decía: papi, amor, bebé, guapo. ¿Qué vas a llevar hoy? Se dejaba tocar los brazos y les sonreía de forma muy coqueta. Eso era lo que más llamaba la atención.
Entendí ahí que no importaba si la comida estaba buena o no, eso pasaba a un plano secundario y que lo importante era el "trato" al cliente.
Con cierta envidia, y por orden de mi vecina intenté hacer lo mismo que la otra chica aunque un poco torpe al inicio, fui mejorando ese "trato" con los comensales.
Llevaba minifaldas, mallas que me llegaban a los muslos y los apretaba, y escotes que mostraban todas mis aptitudes. Imitando la postura de la otra chica me inclinaba y los señores veían un poco de mis nalgas y mis bragas. Si tu madre se entera me mata, niña. No pasa nada vecina, todo estará bien.
El rumor corrió rápido por Miraflores, personas de otras obras desviaban su camino habitual solo para verme con la excusa de comprar. Inclusive ya no sólo era gente obrera, pitucos blancones y bien vestidos se acercaban también a comprar nuestro desayuno.
Tanta era la multitud que se aglomeraba por minutos que los fiscalizadores ya nos habían echado un ojo. Circulen, circulen que en Miraflores no está permitido la venta ambulatoria. Y teníamos que movernos, huir de ese lugar.
Un día, por despistadas llegaron muchos de ellos y decomisaron nuestros desayunos. Entre forcejeos la señora quiso salvar la enorme cantidad de comida que aún teníamos.
Ay, niña creo que es todo por hoy. Tendré que ir con ellos y ver cómo hago para que nos den nuestras cositas. Anda a tu casa nomás, igual te pagaré tu día, me has hecho ganar bien estas semanas.
Enormes edificios sin fin por la neblina, carreteras sin baches, la vía expresa ordenada, parques hermosos y limpios, frío abrazador y vientos voraces. No me había dado cuenta en el tiempo que trabajaba ahí lo bello que era Miraflores en comparación a otros distritos más precarios.
Buscando por el mapa de mi celular veía una forma de regresar a casa, una combi talvez, ¿pero dónde tomarlo? El esposo de la doña solía dejarnos y recogernos terminando nuestra jornada, así que no tenía esa preocupación por la movilidad.
Paso Tejada, señoritas y caballeros van trotando con audífonos, siguiendo su rutina diaria de cardio. Tenían un buen porte, una buena figura. Se despertaba cierta envidia al ver que ellos no tenían esa preocupación por el dinero, solo procuraban hacer ejercicios, verse bien, estudiar y ser felices, tenían la vida arreglada llena de lujos.
Paso 28 de Julio, un auto conocido se estaciona muy cerca de mí y baja su ventana: Caserita, caserita véndame unos desayunos. Me acerqué y le expliqué lo sucedido. Era un cliente habitual, un pituco que rondaba masomenos los 30 años, y que la señora le aumentaba siempre los precios cuando nos compraba. Tiene dinero para comprarnos todo y botarlo a la basura si quisiera— decía— tan sólo mira su Audi.
—¿Y qué haces por aquí caminando sola?—decía el tipo mientras se frotaba las manos—.
—Pues pregunté a una señora hace un rato y me dijo que en Benavides pasan las combis que me pueden llevar a evitamiento.
—Entiendo, pues sí. En Benavides pasan y te dejan en el puente. Pero ven, sube que yo te llevo. Sin compromiso.
Me abrió la puerta y sentí el cambio de temperatura instantáneamente, mi cuerpo se alivió al dejar atrás el frío que escarapelaba mi piel. Contando mis monedas, vi que en mi cartera no se encontraba la llave de casa. Mi madre trabajaba y mi padrastro también, ¿cómo entraría? trepar el techo y abrir los eternit sería difícil, no contaba con una escalera; pedir entrar por los orificios que conectaban la casa del vecino con la mía llenaría de heridas en mis piernas y brazos desnudos. Esperar y nada más quedaba, qué fastidio.
¿Qué edad tienes? En 3 meses cumpliría 17, ¿y usted? 32, estoy viejo. Pues no parece la verdad, se ve muy conservado. El gimnasio ayuda mucho, he llevado una vida saludable por demasiado tiempo. Me imagino que sí, pero ya no tan saludable pues nos compra los desayunos y encima panes con hamburguesa. Tienes razón, pero es que a veces a uno le da ciertos antojos, el cuerpo es débil.
Cuando aún estaba en 5to de secundaria, mis amigas y yo fuimos a hacer voluntariados por mi distrito. Nos enviaron a la playa a recoger basura que se dejaba, era un arduo trabajo, pues la cantidad de desperdicios era inmensa. Mi amiga Tatiana era una chica extrovertida, siempre se rodeaba de amigos más que amigas, tenía facilidad en eso. Mis compañeros le compraban su comida cuando no traía lonchera, le compraban gaseosas y dulces sin ella si quiera pedirlo. Simplemente decía con un tono triste: «Qué calor qué hace hoy, me muero de sed» Y siempre aparecía uno con las monedas listas. Y cuando terminamos de recoger la basura de la playa, no teníamos como regresarnos más que caminar. Ella paró un auto y con un tono coqueto se puso a hablar con el chofer, y nos subimos. Ella estaba adelante y coqueteaba con el señor, se reía y se le acercaba mucho como queriendo seducirlo, pues hasta le sobaba los muslos muy cerca a su entrepierna, como buscando algo. Al bajar le dio su número telefónico y ni siquiera nos cobró por el viaje. Aprendí entonces que las mujeres tenían una cierta facilidad cuando quieren conseguir algo.
¿Oye y masomenos en cuánto llegamos al puente? Pues como en 15 minutos ¿por qué? Es que me muero de hambre y no he desayunado, quiero llegar rápido a casa. Ay, mira si fuese un poquito más tarde te invitaría, conozco un lugar buenazo, pero como es muy temprano aún no abre. Sólo sería en mi depa si es que te animas. ¿Queda muy lejos? Muy cerca en realidad, acabamos de pasar hacer dos minutos.
Al igual que con el profesor de Oratoria, tomé esa experiencia como si fuese un deja bu. Entramos a su departamento, desayunamos, se me insinuaba, me tocaba y yo me dejaba. Lo curioso es que no intentó tener sexo conmigo, se limitaba a besar mis pies y subía lentamente deteniéndose antes de llegar a mi entrepierna. Me pidió que le hiciera cosas extrañas, cosas que obviamente no acepté. Hasta que empezó a ofrecerme dinero: «Te daré 50, 100, pero hazlo por favor.» Bajó su pantalón y se echó en el suelo boca arriba. Tenía un pene blanco y diminuto, erguido graciosamente, sus testículos opacaban seriamente su miembro. Era extraño pisarle el pene y decirle que no valía como hombre, pero a él le excitaba. Y yo feliz por el dinero que me estaba dando.
Al día siguiente volví a vender con mi vecina, no hubo problemas pues oí que ella había "arreglado" con el fiscalizador y así no nos molestaría, con la condición de movernos y acabar rápido. Su esposo recogió las cosas y esperaban que me subiera. Doña, iré a comprar libros, hay una librería por allá cerca. Vayan nomás. No preguntó nada y arrancó el auto.
Había quedado con Omar para vernos otra vez, me iba a recoger después de que mi vecina se vaya. Subí al auto y nos saludamos con un beso en los cachetes. Nos hicimos las típicas preguntas que vienen después del saludo, y por fin me dijo lo que tramaba. Me había comprado prendas muy sexis, una minifalda de cuadros blancos y rojos, una tanga que mostraba todas las nalgas, una camisa corta que mostraba mi abdomen: El estilo de una colegiala.
Me contó su fantasioso plan y yo entretenida por escuchar, siempre y cuando haya dinero de por medio, cosa que le sobraba: Aparcaríamos en los sótanos del parque de Miraflores, esperaríamos a que un hombre pase por donde estaría el auto y yo saldría para hacer una actuación. Se caería mi celular bajo el auto de al lado y me arrollaría para intentar recogerlo. Omar se quedaría viendo tras las lunas polarizadas la escena.
Oye y qué tal si me hace algo el señor. No creo, porque por aquí suelen pasar vigilantes y se darían cuenta. Y si llegara a pasar, pues te dejas llevar y ya. Te pagaré muy bien, pero por favor cúmpleme esa fantasía ¿sí?
Mi vida era algo aburrida después del colegio, Miraflores era un lugar que no conocía y nadie me conocía. ¿por qué no hacer tantas cosas como esas?
A la lejanía se veía a un hombre algo ancho de cuerpo por los músculos, metro setenta y tantos de altura, y quizás de unos 40 años. Se oyó el pitido al cerrar su auto y se dirigía hacia la salida.
Me bajé del auto rápidamente, me arrodillé y deslicé mi celular bajo el auto hasta el punto de que mis brazos no llegaran. Mi trasero descubierto por la minifalda pasó desapercibida por el señor que avanzaba lentamente, hasta que un quejido de esfuerzo llamó su atención hacia mí.
¿Señorita necesita ayuda? Volteé como si no esperara su llegada y le dije lo que pasó. Se agachó y lo recogió por mí. Tomé mi celular y le agradecí con un abrazo coqueto. Sentí sus gruesas manos de maduro apretar mi cintura desnuda.
¿Qué hacía aquí sola? Pues estaba saliendo a trabajar y tropecé, mi celular se quedó ahí por eso. ¿De trabajar? Yo la veo muy joven ¿qué edad tiene? Yo tengo 21 (mentí) Ohhh entiendo, y pues ¿en qué trabajaba una señorita tan linda como usted? (Mirándome de pies a cabeza con una sonrisa lasciva) Pues ya sabe no se haga, ¿viéndome en qué diría que trabajo? ¿Ah sí? Y me haría un trabajo entonces a mí también. ¿Como qué? a qué se refiere. Giraba la cabeza de izquierda a derecha para ver si había alguien cerca y se bajó el pantalón: Esta clase de trabajo.
Se notaba un gordo bulto bajo sus boxer de rayas mostazas y cremas. Depende de si tiene para pagarme. El dinero no es problema, sólo di una cifra.
Me volteó y me apoyó sobre el auto, por las ventanas pude ver el rostro de Omar que estaba atento a la escena.
Sentí como el señor besaba mi trasero calurosamente, movió mi tanga hacia un lado y puso su cara entre mis nalgas respirando hondamente. Se reincorporó y me lamía y mordía la oreja mientras me apretaba las nalgas como queriendo abrirlas.
Me giró nuevamente e hizo que me arrodillara frente a él. Su boxer se estiraba por la presión de la erección. Sácalo, me dijo. Sus líquidos salieron disparados hacia mi rostro, tenía el pene grueso y palpitaba, parecía que no tenía sexo en meses.
Se lo chupaba y mi boca se llenaba, en frenéticos movimientos su mano empujaba mi cabeza y lograba atorarme. Me decía cosas obscenas mientras se lo hacía.
Se sentó en el piso y yo seguí con mi ardua labor. Esta vez mi trasero descubierto estaba a su diestra. Metió sus dedos gordos en mi vagina y llevó el líquido hacia mi ano. Lamía mis labios inferiores y sus dedos dilataban mi trasero. Volvió tras de mí agarrando mis caderas hacia él, su grueso pene hincaba mi ano que se abría poco a poco. Cuando logró entrar sentía las ganas de orinarme y él no se detuvo ante mis peticiones de parar. Rato después lo sacó y lo echó todo en mi boca, era espesa y de sabor agrio.
Ese día había hecho dinero equivalente a quizás 3 meses de trabajo vendiendo desayuno.
Omar y yo seguíamos en contacto, ya no con tanta frecuencia, pero cada que volvíamos tenía una loca idea más. En su mayoría de veces era excitante el peligro, pero lo valía más por el dinero rápido y fácil.
(Si desean que siga contando relatos me avisan :3 trataré de estar más pendiente. Gracias por leer)
Cuando terminé el colegio en Lima, no tenía muy bien planeado que haría después. Nunca me puse a pensar realmente cuál era el camino a seguir, ¿estudiar o trabajar?
Mientras pensaba los días pasaban, Mi madre me recomendó con una de las vecinas y trabajé vendiendo desayunos por Miraflores con ella. Salíamos temprano, muy temprano en realidad para llegar antes que la competencia. Nos parábamos fuera de las obras en construcción y esperábamos pacientemente a los primeros compradores, en su mayoría señores que laboraban de albañiles.
La doña me contaba que estaba algo bajo su negocio, que las personas preferían comprar a la competencia antes que a ella. Quizás y preparaban más rico o estaba más barato.
Pero con mi llegada todo eso cambió, los señores desviaban su camino y hasta seguían de largo de las otras doñas para acercarse a nosotras dos y colaborarnos.
¿Es nueva tu ayudante? Sí, es mi sobrinita que recién salió del cole. Qué bien, qué bien: deme una maca grande y dos panes con palta. Cinco, casero. Pagó con 10 y su vuelto una moneda de 5. Gracias, linda. Gracias a ti.
Tienes jale muchacha, los señores son algo así molestosos y hasta picaflores, pero lo importante es que compren. Sí, señora entiendo.
¿De comer qué tiene? Pollo broaster, Lomito saltado y Ensalada rusa. Mmmm, dame una rusa— mirando mis senos—. Dale una Rusa, niña. Sí doña.
Por algún motivo la Ensalada rusa se acabó rápido, y los panes al final.
Los días pasaban y me acostumbraba en cierta forma al trato y a la rutina de ojitos y piropos de los señores. Nuestras ventas se disparaban y las otras doñas nos miraban con un desprecio que quemaba. Mi vecina, en forma de agradecimiento me subió el sueldo, y yo, gracias gracias.
Fue cuando llegó otra chica masomenos de mi edad que las ventas bajaron, era un poco mayor eso sí, venía con licra y un top ajustado. Yo me preguntaba cómo es que no se moría con tanto frío que hacía en los inviernos de Lima. Se agachaba de forma descarada mostrándole su trasero a los compradores mientras buscaba los panes, les seguía el juego a los señores, les decía: papi, amor, bebé, guapo. ¿Qué vas a llevar hoy? Se dejaba tocar los brazos y les sonreía de forma muy coqueta. Eso era lo que más llamaba la atención.
Entendí ahí que no importaba si la comida estaba buena o no, eso pasaba a un plano secundario y que lo importante era el "trato" al cliente.
Con cierta envidia, y por orden de mi vecina intenté hacer lo mismo que la otra chica aunque un poco torpe al inicio, fui mejorando ese "trato" con los comensales.
Llevaba minifaldas, mallas que me llegaban a los muslos y los apretaba, y escotes que mostraban todas mis aptitudes. Imitando la postura de la otra chica me inclinaba y los señores veían un poco de mis nalgas y mis bragas. Si tu madre se entera me mata, niña. No pasa nada vecina, todo estará bien.
El rumor corrió rápido por Miraflores, personas de otras obras desviaban su camino habitual solo para verme con la excusa de comprar. Inclusive ya no sólo era gente obrera, pitucos blancones y bien vestidos se acercaban también a comprar nuestro desayuno.
Tanta era la multitud que se aglomeraba por minutos que los fiscalizadores ya nos habían echado un ojo. Circulen, circulen que en Miraflores no está permitido la venta ambulatoria. Y teníamos que movernos, huir de ese lugar.
Un día, por despistadas llegaron muchos de ellos y decomisaron nuestros desayunos. Entre forcejeos la señora quiso salvar la enorme cantidad de comida que aún teníamos.
Ay, niña creo que es todo por hoy. Tendré que ir con ellos y ver cómo hago para que nos den nuestras cositas. Anda a tu casa nomás, igual te pagaré tu día, me has hecho ganar bien estas semanas.
Enormes edificios sin fin por la neblina, carreteras sin baches, la vía expresa ordenada, parques hermosos y limpios, frío abrazador y vientos voraces. No me había dado cuenta en el tiempo que trabajaba ahí lo bello que era Miraflores en comparación a otros distritos más precarios.
Buscando por el mapa de mi celular veía una forma de regresar a casa, una combi talvez, ¿pero dónde tomarlo? El esposo de la doña solía dejarnos y recogernos terminando nuestra jornada, así que no tenía esa preocupación por la movilidad.
Paso Tejada, señoritas y caballeros van trotando con audífonos, siguiendo su rutina diaria de cardio. Tenían un buen porte, una buena figura. Se despertaba cierta envidia al ver que ellos no tenían esa preocupación por el dinero, solo procuraban hacer ejercicios, verse bien, estudiar y ser felices, tenían la vida arreglada llena de lujos.
Paso 28 de Julio, un auto conocido se estaciona muy cerca de mí y baja su ventana: Caserita, caserita véndame unos desayunos. Me acerqué y le expliqué lo sucedido. Era un cliente habitual, un pituco que rondaba masomenos los 30 años, y que la señora le aumentaba siempre los precios cuando nos compraba. Tiene dinero para comprarnos todo y botarlo a la basura si quisiera— decía— tan sólo mira su Audi.
—¿Y qué haces por aquí caminando sola?—decía el tipo mientras se frotaba las manos—.
—Pues pregunté a una señora hace un rato y me dijo que en Benavides pasan las combis que me pueden llevar a evitamiento.
—Entiendo, pues sí. En Benavides pasan y te dejan en el puente. Pero ven, sube que yo te llevo. Sin compromiso.
Me abrió la puerta y sentí el cambio de temperatura instantáneamente, mi cuerpo se alivió al dejar atrás el frío que escarapelaba mi piel. Contando mis monedas, vi que en mi cartera no se encontraba la llave de casa. Mi madre trabajaba y mi padrastro también, ¿cómo entraría? trepar el techo y abrir los eternit sería difícil, no contaba con una escalera; pedir entrar por los orificios que conectaban la casa del vecino con la mía llenaría de heridas en mis piernas y brazos desnudos. Esperar y nada más quedaba, qué fastidio.
¿Qué edad tienes? En 3 meses cumpliría 17, ¿y usted? 32, estoy viejo. Pues no parece la verdad, se ve muy conservado. El gimnasio ayuda mucho, he llevado una vida saludable por demasiado tiempo. Me imagino que sí, pero ya no tan saludable pues nos compra los desayunos y encima panes con hamburguesa. Tienes razón, pero es que a veces a uno le da ciertos antojos, el cuerpo es débil.
Cuando aún estaba en 5to de secundaria, mis amigas y yo fuimos a hacer voluntariados por mi distrito. Nos enviaron a la playa a recoger basura que se dejaba, era un arduo trabajo, pues la cantidad de desperdicios era inmensa. Mi amiga Tatiana era una chica extrovertida, siempre se rodeaba de amigos más que amigas, tenía facilidad en eso. Mis compañeros le compraban su comida cuando no traía lonchera, le compraban gaseosas y dulces sin ella si quiera pedirlo. Simplemente decía con un tono triste: «Qué calor qué hace hoy, me muero de sed» Y siempre aparecía uno con las monedas listas. Y cuando terminamos de recoger la basura de la playa, no teníamos como regresarnos más que caminar. Ella paró un auto y con un tono coqueto se puso a hablar con el chofer, y nos subimos. Ella estaba adelante y coqueteaba con el señor, se reía y se le acercaba mucho como queriendo seducirlo, pues hasta le sobaba los muslos muy cerca a su entrepierna, como buscando algo. Al bajar le dio su número telefónico y ni siquiera nos cobró por el viaje. Aprendí entonces que las mujeres tenían una cierta facilidad cuando quieren conseguir algo.
¿Oye y masomenos en cuánto llegamos al puente? Pues como en 15 minutos ¿por qué? Es que me muero de hambre y no he desayunado, quiero llegar rápido a casa. Ay, mira si fuese un poquito más tarde te invitaría, conozco un lugar buenazo, pero como es muy temprano aún no abre. Sólo sería en mi depa si es que te animas. ¿Queda muy lejos? Muy cerca en realidad, acabamos de pasar hacer dos minutos.
Al igual que con el profesor de Oratoria, tomé esa experiencia como si fuese un deja bu. Entramos a su departamento, desayunamos, se me insinuaba, me tocaba y yo me dejaba. Lo curioso es que no intentó tener sexo conmigo, se limitaba a besar mis pies y subía lentamente deteniéndose antes de llegar a mi entrepierna. Me pidió que le hiciera cosas extrañas, cosas que obviamente no acepté. Hasta que empezó a ofrecerme dinero: «Te daré 50, 100, pero hazlo por favor.» Bajó su pantalón y se echó en el suelo boca arriba. Tenía un pene blanco y diminuto, erguido graciosamente, sus testículos opacaban seriamente su miembro. Era extraño pisarle el pene y decirle que no valía como hombre, pero a él le excitaba. Y yo feliz por el dinero que me estaba dando.
Al día siguiente volví a vender con mi vecina, no hubo problemas pues oí que ella había "arreglado" con el fiscalizador y así no nos molestaría, con la condición de movernos y acabar rápido. Su esposo recogió las cosas y esperaban que me subiera. Doña, iré a comprar libros, hay una librería por allá cerca. Vayan nomás. No preguntó nada y arrancó el auto.
Había quedado con Omar para vernos otra vez, me iba a recoger después de que mi vecina se vaya. Subí al auto y nos saludamos con un beso en los cachetes. Nos hicimos las típicas preguntas que vienen después del saludo, y por fin me dijo lo que tramaba. Me había comprado prendas muy sexis, una minifalda de cuadros blancos y rojos, una tanga que mostraba todas las nalgas, una camisa corta que mostraba mi abdomen: El estilo de una colegiala.
Me contó su fantasioso plan y yo entretenida por escuchar, siempre y cuando haya dinero de por medio, cosa que le sobraba: Aparcaríamos en los sótanos del parque de Miraflores, esperaríamos a que un hombre pase por donde estaría el auto y yo saldría para hacer una actuación. Se caería mi celular bajo el auto de al lado y me arrollaría para intentar recogerlo. Omar se quedaría viendo tras las lunas polarizadas la escena.
Oye y qué tal si me hace algo el señor. No creo, porque por aquí suelen pasar vigilantes y se darían cuenta. Y si llegara a pasar, pues te dejas llevar y ya. Te pagaré muy bien, pero por favor cúmpleme esa fantasía ¿sí?
Mi vida era algo aburrida después del colegio, Miraflores era un lugar que no conocía y nadie me conocía. ¿por qué no hacer tantas cosas como esas?
A la lejanía se veía a un hombre algo ancho de cuerpo por los músculos, metro setenta y tantos de altura, y quizás de unos 40 años. Se oyó el pitido al cerrar su auto y se dirigía hacia la salida.
Me bajé del auto rápidamente, me arrodillé y deslicé mi celular bajo el auto hasta el punto de que mis brazos no llegaran. Mi trasero descubierto por la minifalda pasó desapercibida por el señor que avanzaba lentamente, hasta que un quejido de esfuerzo llamó su atención hacia mí.
¿Señorita necesita ayuda? Volteé como si no esperara su llegada y le dije lo que pasó. Se agachó y lo recogió por mí. Tomé mi celular y le agradecí con un abrazo coqueto. Sentí sus gruesas manos de maduro apretar mi cintura desnuda.
¿Qué hacía aquí sola? Pues estaba saliendo a trabajar y tropecé, mi celular se quedó ahí por eso. ¿De trabajar? Yo la veo muy joven ¿qué edad tiene? Yo tengo 21 (mentí) Ohhh entiendo, y pues ¿en qué trabajaba una señorita tan linda como usted? (Mirándome de pies a cabeza con una sonrisa lasciva) Pues ya sabe no se haga, ¿viéndome en qué diría que trabajo? ¿Ah sí? Y me haría un trabajo entonces a mí también. ¿Como qué? a qué se refiere. Giraba la cabeza de izquierda a derecha para ver si había alguien cerca y se bajó el pantalón: Esta clase de trabajo.
Se notaba un gordo bulto bajo sus boxer de rayas mostazas y cremas. Depende de si tiene para pagarme. El dinero no es problema, sólo di una cifra.
Me volteó y me apoyó sobre el auto, por las ventanas pude ver el rostro de Omar que estaba atento a la escena.
Sentí como el señor besaba mi trasero calurosamente, movió mi tanga hacia un lado y puso su cara entre mis nalgas respirando hondamente. Se reincorporó y me lamía y mordía la oreja mientras me apretaba las nalgas como queriendo abrirlas.
Me giró nuevamente e hizo que me arrodillara frente a él. Su boxer se estiraba por la presión de la erección. Sácalo, me dijo. Sus líquidos salieron disparados hacia mi rostro, tenía el pene grueso y palpitaba, parecía que no tenía sexo en meses.
Se lo chupaba y mi boca se llenaba, en frenéticos movimientos su mano empujaba mi cabeza y lograba atorarme. Me decía cosas obscenas mientras se lo hacía.
Se sentó en el piso y yo seguí con mi ardua labor. Esta vez mi trasero descubierto estaba a su diestra. Metió sus dedos gordos en mi vagina y llevó el líquido hacia mi ano. Lamía mis labios inferiores y sus dedos dilataban mi trasero. Volvió tras de mí agarrando mis caderas hacia él, su grueso pene hincaba mi ano que se abría poco a poco. Cuando logró entrar sentía las ganas de orinarme y él no se detuvo ante mis peticiones de parar. Rato después lo sacó y lo echó todo en mi boca, era espesa y de sabor agrio.
Ese día había hecho dinero equivalente a quizás 3 meses de trabajo vendiendo desayuno.
Omar y yo seguíamos en contacto, ya no con tanta frecuencia, pero cada que volvíamos tenía una loca idea más. En su mayoría de veces era excitante el peligro, pero lo valía más por el dinero rápido y fácil.
(Si desean que siga contando relatos me avisan :3 trataré de estar más pendiente. Gracias por leer)
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