Perdí mi virginidad muy tarde. Tenía 34 años cuando ocurrió. Y eso es porque yo era muy tímido. También porque mi padre era muy estricto. No teníamos Internet y la televisión la tenía con control parental. En el colegio las chicas me rechazaban y en la U más de lo mismo. Jamás había visto a una mujer desnuda.
Un día que estaba leyendo mi madre entró y se quedó mirándome.
-hoy es tu cumple- dijo. Mi madre era alta delgada y lindo cuerpo. Pelo negro largo hasta los omóplatos, ojos café verdosos y una linda sonrisa. Ese día estaba hermosa. Pero yo la veía como mi mamá. No tenía ningun otro pensamiento.
- Mira hijo... Se que tu padre ha sido muy estricto contigo, pero todo tiene un límite creo yo.
Yo la miraba vestida con ese traje rojo y esas piernas que asomaban largas y suaves. No se si sería por mi cumple o no, pero era primera vez que la estaba viendo con otros ojos. Ella siguió
-Creo que ha llegado la hora que sepas varias cosas. Se que no tienes chica porque nunca nos has presentado a una. Y me preguntaba si tú eres...
No terminó. Pero sabía para donde iba.
-Si me gusta las chicas - le dije - pero... Nose. No tengo el don tal vez.
-¿Nunca has estado con una? - preguntó.
-No, mamá.
Me quedó mirando. Se le veía preocupada
-Tu padre debió hablarte del tema- dijo
-De que
-Del sexo. No te ha dicho nada ¿Cierto?
Me sonroje. Fue respuesta suficiente.
-¿Tienes 34 años y no sabes nada de nada del tema?
Negué aún sonrojado y nervioso. Se puso las manos en sus pechos y los apretó moviendolos de arriba abajo.
-¿Y sabes que son estas?
-Mamaaaaa- le reproche.
-Es que tienes que saber. No puede ser que no sepas nada ¿Sabes que tienes ahí abajo?- me apunto la entrepierna.
-No.- respondi.
Mi mamá me miró sin poder creerlo.
-Todo esto es culpa de tu padre. Todo.
Se acercó. Si vestido rojo brillaba en distintas direcciones. Y sin pensarlo dos veces se lo bajo hasta la cintura.
Quedé de una pieza. Jamás había visto algo así. Me sentí extraño, pero a la vez fascinado. Eran las tetas de mi madre: medianas, pero gordas, pezones medios de color marrón. No sabía si estaba bien mirarle las tetas a mi mamá. Pero allí estaban frente a mi.
-Estos son los senos, hijo. Todas las mujeres los tiene. Algunas más grandes otras más pequeñas. Bueno, pues, así son las mías.
No podía retirar los ojos de sus tetas. Eran perfectas, como esculpidas por los mismos dioses. Se volvió a acomodar el vestido.
-Hoy lo aprenderás todo. Es hoy o nunca-me dijo.
Y sus palabras repercutieron en mis oídos; es hoy o nunca.
Continuará...
Si quieren la continuación vayan opinando. Gracias.
Un día que estaba leyendo mi madre entró y se quedó mirándome.
-hoy es tu cumple- dijo. Mi madre era alta delgada y lindo cuerpo. Pelo negro largo hasta los omóplatos, ojos café verdosos y una linda sonrisa. Ese día estaba hermosa. Pero yo la veía como mi mamá. No tenía ningun otro pensamiento.
- Mira hijo... Se que tu padre ha sido muy estricto contigo, pero todo tiene un límite creo yo.
Yo la miraba vestida con ese traje rojo y esas piernas que asomaban largas y suaves. No se si sería por mi cumple o no, pero era primera vez que la estaba viendo con otros ojos. Ella siguió
-Creo que ha llegado la hora que sepas varias cosas. Se que no tienes chica porque nunca nos has presentado a una. Y me preguntaba si tú eres...
No terminó. Pero sabía para donde iba.
-Si me gusta las chicas - le dije - pero... Nose. No tengo el don tal vez.
-¿Nunca has estado con una? - preguntó.
-No, mamá.
Me quedó mirando. Se le veía preocupada
-Tu padre debió hablarte del tema- dijo
-De que
-Del sexo. No te ha dicho nada ¿Cierto?
Me sonroje. Fue respuesta suficiente.
-¿Tienes 34 años y no sabes nada de nada del tema?
Negué aún sonrojado y nervioso. Se puso las manos en sus pechos y los apretó moviendolos de arriba abajo.
-¿Y sabes que son estas?
-Mamaaaaa- le reproche.
-Es que tienes que saber. No puede ser que no sepas nada ¿Sabes que tienes ahí abajo?- me apunto la entrepierna.
-No.- respondi.
Mi mamá me miró sin poder creerlo.
-Todo esto es culpa de tu padre. Todo.
Se acercó. Si vestido rojo brillaba en distintas direcciones. Y sin pensarlo dos veces se lo bajo hasta la cintura.
Quedé de una pieza. Jamás había visto algo así. Me sentí extraño, pero a la vez fascinado. Eran las tetas de mi madre: medianas, pero gordas, pezones medios de color marrón. No sabía si estaba bien mirarle las tetas a mi mamá. Pero allí estaban frente a mi.
-Estos son los senos, hijo. Todas las mujeres los tiene. Algunas más grandes otras más pequeñas. Bueno, pues, así son las mías.
No podía retirar los ojos de sus tetas. Eran perfectas, como esculpidas por los mismos dioses. Se volvió a acomodar el vestido.
-Hoy lo aprenderás todo. Es hoy o nunca-me dijo.
Y sus palabras repercutieron en mis oídos; es hoy o nunca.
Continuará...
Si quieren la continuación vayan opinando. Gracias.
3 comentarios - Relato madre e hijo