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Welcome Back Paisano

La carretera desierta serpenteababajo la luna llena del 24 de diciembre. Benjamín, con las ventanas de suSilverado bajadas y el aire frío del norte azotándole la cara, ajustó elretrovisor para mirar otra vez la fotografía pegada altablero: Fátima, en traje de baño rojo, recostada sobre las rocasde la playa del pueblo. La imagen, impresa en papel glossy, ya estabadesgastada por sus dedos.


Damn… Ya no es una niña—masculló en spanglish, acelerando.


Había cruzado la frontera solopara esto. No por la familia, no por el pinche pavo navideño. Era sucumpleaños número 18. Y él llevaba años imaginando cómo sería tocar esapiel morena que el sol había dorado, apretar esas caderas quese movían sin esfuerzo al caminar, sentir esos labios quesiempre sonreían tímidos.
She’s gonna be all mine…—respiró hondo, ajustándose el vaquero.
San Isidro era un lugar donde eltiempo parecía estancado: casas de adobe, pescadores borrachos al mediodía ychismes que volaban más rápido que las gaviotas. Fátima, la hijamenor de los Mendoza, era la joya del lugar. Morena de ojos negros como elazabache, con un cuerpo que había florecido demasiado pronto—pechos firmes,cintura de avispa y unas nalgas que hacían crujir las sillas de plástico cuandose sentaba.
Esa noche, mientras ayudaba a sumadre a decorar la mesa para la cena de Nochebuena, suspiró. Solofaltaban tres horas para cumplir 18 años, y su futuro era tan estrecho comoel callejón trasero de su casa:
Casarse con uno de los patanes del pueblo (como su hermana mayor, embarazada a los 19). Escapar a la ciudad… pero sin un peso en la bolsa. El sonido de un motor rugiendo lasacó de sus pensamientos.
—¡Tío Benjamín!— gritó Fátima,corriendo descalza por el patio de tierra.
Él bajó de la troca con pasolento, botas polvorientas y una camisa de cuadros que apenas ocultaba susbrazos tatuados. Y entonces ella se lanzó a sus brazos.
Benjamín contuvo el aire. Cadacurva de Fátima se aplastó contra él: los pechos pequeños pero firmes, elvientre suave, el muslo que se enredó entre sus piernas por el impulso. Sumente estalló en spanglish:
Fuck… She’s even hotter inperson. Quiero sentirla, quiero morderla, quiero—
—¡Qué bueno que viniste!— dijoella, inocente, separándose… pero no lo suficiente como para que él no notaracómo el escote de su vestido floreado dejaba ver la sombra de sus pezones.
No manches… Is she teasingme?— pensó, mordiendo el interior de su mejilla.
En la mesa, entre tamales yponche, los ojos de Benjamín no se despegaban de ella. Cada vez queFátima se inclinaba para servir más comida, su escote se abría. Cada vez quereía, sus pechos temblaban levemente bajo la tela.
—¿Y qué planes tienes ahora queterminarás la prepa?— preguntó él, fingiendo interés mientras su pierna rozabala de ella bajo la mesa.
Fátima bajó la mirada.
—Aquí no hay universidades… Y noquiero casarme como mi hermana—.
Benjamín sonrió, lamiéndose loslabios.
I could show you so manythings, baby…
El reloj marcaba las 11:30pm. Solo faltaba media hora para que Fátima fuera legalmente adulta… yél ya tenía planes para su regalo de cumpleaños.
La música de la fiesta se ahogabaentre risas y el repicar de las copas. El padre de Fátima, ya borracho, cantabadesafinado junto a los tíos, mientras su madre reía con las vecinas, distraída.Benjamín, sentado en la mesa con una cerveza en la mano, deslizó su miradahacia Fátima, que jugueteaba con el borde de su vestido, aburrida.
Wanna come with me?— lesusurró al oído, su voz áspera mezclando inglés y acento ranchero.
Ella parpadeó, sorprendida.
—¿Qué… qué dijiste?—
Él sonrió, mostrando esos dientesblancos que contrastaban con su piel curtida por el sol.
—Que si querías venirconmigo, baby. A dar una vuelta.
Fátima miró a sus padres,demasiado ocupados para notar nada, y luego a la imponente Silveradoestacionada afuera. Nunca había estado dentro de una camioneta tan grande,tan americana.
—Sí… —asintió, emocionada comouna niña con un juguete nuevo.
Benjamín no esperó. La tomó de lamano (demasiado firme para ser casual) y la guió hacia la puerta. Nadie los viosalir.
El motor rugió mientras lacamioneta se alejaba del pueblo, llevándolos hacia un risco solitario junto almar. Las olas rompían con furia, iluminadas solo por la luna. Fátima, con lasmejillas sonrosadas por el viento, miraba fascinada el paisaje.
—Nunca había venido tan lejos denoche— dijo, inocente.
Benjamín apagó el motor y sereclinó en su asiento, observándola con ojos de depredador.
You ain’t seen nothing yet,mami— murmuró.
Ella rio nerviosa.
—Otra vez con el inglés… Noentiendo.
Él se inclinó hacia ella, losuficiente para que su aliento, caliente y con rastro de whisky, le rozara laoreja.
—Te digo… que esto no es nadacomparado con lo que hay allá.
—¿Allá?
—En el Norte, baby.En my land—. Su mano, callosa y grande, se posó sobre su muslo.—Allá las calles son de oro. Las mujeres usan ropa fina, carros del año… ynadie vive atrapado en un pueblo muerto.
Fátima tragó saliva. Su pielardía bajo ese tacto que no era del todo familiar.
—Pero… yo no tengo visa— murmuró.
Benjamín soltó una risa baja.
There’s a way… —Supulgar comenzó a trazar círculos en su piel, lento. —Mira… ya son las doce. Yano eres una niña. Ya no necesitas pedirle permiso a nadie.
Ella miró el reloj deltablero: 00:01. 25 de diciembre. Su cumpleaños.
—Si me das un hijo… —continuó él,acercándose más—, si te casas conmigo… te llevo. Te legalizo. Te doy una vidade reina en los United.
Fátima sintió un escalofrío. Noera solo el frío de la noche.
—Pero… somos familia— protestódébilmente.
So what? —gruñó, sumano subiendo más, rozando la costura de sus shorts. —Allá nadie tiene quesaberlo. Y aquí… ¿quién va a detenernos?
Ella contuvo el aliento. Éltenía razón.
Su padre estaba borracho. Sumadre, distraída. El pueblo entero dormía. Y ella… ya era mayor de edad.
Benjamín no esperó una respuesta.Con un movimiento brusco, la jaló hacia él, aplastando sus labios contra los deella. Fátima gimió, sorprendida, pero no lo rechazó. Su boca sabía a peligro, atabaco y a promesas.
You’re mine now— respirócontra su piel, mientras su mano finalmente se deslizaba bajo su ropa.
Y Fátima, entre el miedo y unaexcitación que no entendía del todo, decidió rendirse.
El asiento de la Silverado crujiócuando Benjamín la tumbó sobre él, sus manos rudos ya desabrochando conimpaciencia los botones del vestido floreado de Fátima.
Let me see what’s mine—gruñó en su oído, mientras la tela cedía, revelando sus pechos pequeños perofirmes, los pezones oscuros y erectos por el frío de la noche.
Ella jadeó, tratando de cubrirse,pero él le atrapó las muñecas con una mano y las inmovilizó sobre el asiento.
—No… no hemos… esto está mal—balbuceó, pero su cuerpo ya respondía, la piel erizada, el vientre ardiendo.
Wrong? —Benjamín serio, bajando la boca a su cuello, mordiendo la piel como si fuera frutamadura—. Mira nada más cómo me estás pidiendo más, princesa… Tustetitas duras no mienten.
Fátima gimió cuando sus dedosásperos las pellizcaron, el dolor mezclándose con un placer que la avergonzaba.Él no esperó. Con el otro mano, le abrió las piernas de un tirón, los shorts demezclilla rozándose contra su sexo virgen.
Fuck… tan apretadita—escupió, humedeciéndose los dedos con saliva antes de frotarlos sobre la tela,justo donde empezaba a notarse un pequeño manchón de humedad—. Ya hastame lo estás pidiendo…
—¡No soy así!— protestó ella,pero su cadera se elevó instintivamente buscando ese roce.
Benjamín no perdió tiempo. Learrancó los shorts y las bragas de un tirón, dejando al descubierto su sexolampiño, hinchado y brillante.
Damn… Nunca me habían dadouna virgen— respiró, excitado, pasando el pulgar por sus labios menores,separándolos con crudeza—. Vas a gritar, baby. Pero te va a encantar.
Fátima sintió el pánico cuandodos dedos callosos se enterraron en ella sin ceremonia, estirando su interiornunca antes penetrado.
—¡Duele!— gritó, las uñasclavándose en el cuero del asiento.
Shhh… solo es el principio—masculló él, moviendo los dedos con saña, buscando ese punto que la haríaderretirse—. Cuando estés en mi cama en Texas, te voy a hacer estotodas las noches… hasta que aprendas a venirte como una buena putita.
Ella lloriqueó, pero su cuerpotraicionero comenzó a empujar contra esa invasión, un fuego extraño creciendoen su vientre. Benjamín lo notó. Con un gruñido, se desabrochó el cinturón,liberando una polla gruesa y veteadas de venas, el glande ya brillante de líquidopre seminal.
Mira lo que me hiciste hacer—le escupió, frotando la cabeza contra su clítoris, embadurnándola de sulubricante—. Voy a reventarte, Fátima. Y vas a agradecérmelo.
Con un empujón brutal, lacoronó.
Fátima gritó, las lágrimasbrotando cuando su himen cedió, la carne desgarrándose bajo el avanceimplacable de ese miembro que parecía no tener fin. Benjamín gruñó, sudando,sintiendo cómo su virginidad lo estrangulaba con una presión celestial.
Coño… así aprietan lasjovencitas… —barbotó, clavándose hasta el pubis—. Toma, puta.Toma tu regalo.
Y comenzó a follar.
Duro.
Sin compasión.
Cada embestida la levantabacontra el asiento, sus gemidos ahogándose entre los suyos. Fátima, entre eldolor y una plétora de sensaciones nuevas, sintió cómo algo se enrollaba en subajo vientre, cómo el roce de su pelvis contra su clítoris la llevaba hacia unabismo desconocido.
You’re gonna come… —leescupió Benjamín, mordiendo su hombro—. Come on my cock like a goodgirl…
Y entonces explotó.
Un orgasmo violento la sacudió,su virginidad entregada con convulsiones que apretaron como un puño la polla deBenjamín. Él maldijo en español, los huevos ya palpitando.
Te lo… te lo voy a dejar todoadentro— jadeó, pistoneando con furia—. Pa’ que no haya duda… pa’que me des un hijo…
Con un rugido, reventó.
Ríos de semen caliente inundaronsu matriz, chorreando entre sus empaladas. Benjamín no se detuvo—siguióempujando, como si quisiera asegurarse de que cada gota llegara hasta lo másprofundo.
Mine— gruñó, colapsandosobre ella.
Fátima, exhausta, manchada desangre y semen, miró hacia la ventana.
El mar seguía rompiendo contralas rocas.
Y su vida, para bien o paramal, ya nunca sería la misma.
El olor a sexo y sudor aúnimpregnaba la cabina de la Silverado cuando Benjamín despertó, su polla ya duraotra vez contra el muslo tembloroso de Fátima. Ella dormitaba, agotada, laspiernas manchadas de sangre seca y semen.
Wake up, baby— lesusurró, mordiendo su oreja mientras su mano descendía hacia su trasero virgen.—Time for round two…
Fátima abrió los ojos,confundida, hasta que sintió sus dedos aceitosos (había usado el lubricante dela guantera) rozando ese hoyito apretado que nadie había tocado antes.
—¡Ahí no…! —gritó, tratando deescabullirse, pero Benjamín la inmovilizó boca abajo contra el asiento.
Shhh… Todos losculitos bonitos acaban así en el Norte, por la aduana no puede pasar un culotan bonito siendo virgen…— respiró, escupiendo en sus dedos antes de presionarcontra el músculo tenso. —Relájate… o te va a doler más.
Ella lloró cuando el primernudillo entró, la quemazón insoportable. Benjamín no se detuvo. Con una mano leabrió las nalgas y con la otra guió su verga hinchada hacia ese portal rosa quese resistía.
Take it, bitch— gruñó,embistiendo con un solo empujón brutal.
Fátima gritó, las uñas arañandoel vidrio empañado de la ventana. Él no esperó a que se acostumbrara—comenzó abombear, cada embestida sacudiendo su cuerpo pequeño.
Mírate… —le escupió,jalando su cabello para obligarla a ver cómo su polla desaparecía en sutrasero—. Así es como te van a coger en la frontera si te vas sola…Pero conmigo, vas a ser solo mía.
Ella sollozó, pero su cuerpo,traicionero, comenzó a responder. El dolor se mezcló con un placer retorcido, ycuando Benjamín le rozó el clítoris con el pulgar, un orgasmo sucio la sacudió.
That’s it… Squeeze my cockwith that tight ass— jadeó él, sintiendo cómo su recto palpitaba alrededorde su miembro.
Cuando acabó, le llenó el ano conotra carga espesa, riéndose al ver cómo le goteaba por los muslos.
Antes del amanecer, cuando losprimeros pájaros comenzaron a cantar, Benjamín la volteó de nuevo.
Last one… Make it count—le ordenó, empujándola de rodillas sobre el asiento.
Fátima, adolorida peroextrañamente obediente, asintió. Esta vez fue más lento, casi cruel en sudeliberación. La penetró por delante otra vez, saboreando cada gemido, cadacontracción de su vagina ya violada pero aún apretada.
You like that? —lepreguntó, clavándose hasta el fondo y retorciéndose—. Tell me you’remine.
—¡Suy-tuya…! —gimió ella, perdidaen la sensación.
Benjamín la folló hasta que elsol asomó, hasta que sus caderas estaban rojas de los golpes contra ella.Cuando por fin eyaculó, fue directamente en su vientre, marcándola comopropiedad.
Mientras conducían de vuelta alpueblo, Benjamín no perdió tiempo.
Open your mouth— leordenó, desabrochándose el cinturón.
Fátima, ahora dócil, obedeció. Seinclinó sobre la consola y tomó su verga semierecta entre sus labios, chupandocon torpeza pero entusiasmo. Benjamín gruñó, guiando su cabeza con rudeza.
Deeper… Hasta que te ahogues
Ella tosió cuando llegó hasta lagarganta, las lágrimas corriendo por su rostro, pero no se detuvo. Benjamín lausó sin piedad, hasta que con un gruñido, le llenó la boca de semen.
Swallow it all… Every drop
Fátima lo hizo, tragando condificultad, el sabor salado y amargo quemándole la garganta.
Al llegar a su casa, Fátima entrócorriendo, emocionada.
Solo unas horas… —lehabía dicho Benjamín—. Empaca lo necesario. Nos vamos al Norte.
Sin decir nada a sus padres,comenzó a lanzar cosas en una mochila: fotos, algo de ropa, el pequeño ahorroque tenía escondido bajo el colchón. Su futuro.
A la 1:00 p.m., salió, buscandoansiosamente la Silverado. No estaba.
—¿Dónde está mi tío? —preguntó alos vecinos.
Nadie supo.
Finalmente, su padre, con losojos inyectados de resaca, le escupió la verdad:
¿Benjamín? Esecabrón ya se fue. Vino a pedirle dinero a tu madre… Le hipotecó la casa. Dijoque en Estados Unidos le iba mal. Hasta la camioneta era prestada. —Escupió alsuelo—. Pinche viejo mentiroso.
Fátima palideció.
—Pero… pero yo…
Su padre ni siquiera la miró.
Y tú, ¿qué? ¿Tambiénte chingó?
Ella no respondió.
El viento llevó el olor asalitre, mezclado con el semen que aún le secaba entre las piernas.
El sueño americano se habíaesfumado.
Y lo único que le quedaba era elrecuerdo de unas manos callosas, promesas vacías y algo creciente en su vientreque no sería rebelado sino con el pasar de los meses...



Welcome Back Paisano


(Fin).
 

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