Un día sábado me levanté con una mezcla rara de nervios y curiosidad recorriéndome el cuerpo. Bajé a desayunar y sentí un olor raro en el comedor, como si mi hermano hubiese estado haciendo cosas en la sala. Me dijo que me había preparado cereal con leche, así que acepté y me senté a comer. La leche olía medio rara, el olor me dio asco al principio y aunque le dije que tenía un aroma raro (medio desagradable pero provocaba una sensación rara en mí), no le hice mucho caso. Aguanté el sabor, amargo y espeso. Lo tragué sin quejarme, sintiendo cómo me raspaba la garganta y de alguna forma eso me calentó un poco.
Fui al baño a darme una ducha y me aseguré de que las bragas quedaran bien visibles, húmedas, pegadas entre sí, justo en la cima del montón. Sabía que las vería. Y que no se aguantaría. Cuando salí, lo vi entrar a los pocos segundos con la excusa de que “no aguantaba más”. Obvio que sabía para qué, pero no iba a ser tan obvia. Entré al baño fingiendo que había olvidado algo y lo pillé ahí, jalándose la verga con mis bragas.
—Eres un pervertido —le dije, haciéndome la enojada pero con una sonrisa que no pude ocultar—. Aunque, claro, no te puedo culpar, está súper natural.
No pude evitar acercarme y con ganas de molestar un poco, le agarré la verga de abajo hacia arriba, lento, sintiendo cómo temblaba bajo mis dedos. Al llegar a la punta, pasé los dedos por ese líquido tibio que empezaba a salir. Él se quedó un poco sorprendido, pero no dijo nada cuando me aparté, sin pensarlo, me metí los dedos a la boca, saboreando ese sabor y me fui dejándolo aún más caliente. Más tarde, cuando fui a buscar mis bragas, me di cuenta que estaban pegajosas y apestaban a semen, pero no dije nada.
Él se fue a la cama mucho antes que yo. Cuando finalmente me acosté, lo vi ahí, sin importarle nada, jalándose la verga con mis bragas. Me miró y me soltó un “buenas noches” sin apartar los ojos. Yo me tapé rápido, tratando de no sonrojarme, y empecé a tocarme también. Estábamos ahí, uno al lado del otro, totalmente expuestos sin decir ni una palabra.
Después se acercó y se corrió justo en mi cara. El chorro caliente y espeso, cayó en mis labios, y no pude evitar lamerlo. El resto se derramó por mi pecho. El olor era fuerte. —¡Atrevido de mierda! —le dije, medio molesta.
Me quitó la sábana sin decir nada, me apretó un pecho con una sonrisa descarada, y se fue a su cama riendo, como si no hubiese pasado nada.
Fui al baño a darme una ducha y me aseguré de que las bragas quedaran bien visibles, húmedas, pegadas entre sí, justo en la cima del montón. Sabía que las vería. Y que no se aguantaría. Cuando salí, lo vi entrar a los pocos segundos con la excusa de que “no aguantaba más”. Obvio que sabía para qué, pero no iba a ser tan obvia. Entré al baño fingiendo que había olvidado algo y lo pillé ahí, jalándose la verga con mis bragas.
—Eres un pervertido —le dije, haciéndome la enojada pero con una sonrisa que no pude ocultar—. Aunque, claro, no te puedo culpar, está súper natural.
No pude evitar acercarme y con ganas de molestar un poco, le agarré la verga de abajo hacia arriba, lento, sintiendo cómo temblaba bajo mis dedos. Al llegar a la punta, pasé los dedos por ese líquido tibio que empezaba a salir. Él se quedó un poco sorprendido, pero no dijo nada cuando me aparté, sin pensarlo, me metí los dedos a la boca, saboreando ese sabor y me fui dejándolo aún más caliente. Más tarde, cuando fui a buscar mis bragas, me di cuenta que estaban pegajosas y apestaban a semen, pero no dije nada.
Él se fue a la cama mucho antes que yo. Cuando finalmente me acosté, lo vi ahí, sin importarle nada, jalándose la verga con mis bragas. Me miró y me soltó un “buenas noches” sin apartar los ojos. Yo me tapé rápido, tratando de no sonrojarme, y empecé a tocarme también. Estábamos ahí, uno al lado del otro, totalmente expuestos sin decir ni una palabra.
Después se acercó y se corrió justo en mi cara. El chorro caliente y espeso, cayó en mis labios, y no pude evitar lamerlo. El resto se derramó por mi pecho. El olor era fuerte. —¡Atrevido de mierda! —le dije, medio molesta.
Me quitó la sábana sin decir nada, me apretó un pecho con una sonrisa descarada, y se fue a su cama riendo, como si no hubiese pasado nada.

6 comentarios - Pille a mi hermano masturbandose con mis bragas