¿Saben lo que es tenerlo tan cerca y querer que te tome sin más? ¿Saben lo mucho que negué por años el que no me generaba nada? ¿Saben lo que es tener que adentrar mis humedecidos dedos hacia mis labios vaginales y clítoris cada vez que terminábamos de haber tenido algún acercamiento que me dejaba muy caliente por fantasear por él? ¿Saben qué es ser un objeto de deseo y de rechazo al mismo tiempo? Déjenme presentarme...
Me llamo Marta -martita para la mayoría de mis conocidos- y soy una chica muy inestable -o algo así pienso de mí-. Rubia oscura, con menos de metro ochenta de estatura, esbelta, pero no con un cuerpo escultural... digamos que el cuerpo de chica promedio delgada, nada resaltante en sí, salvo mis senos que se hicieron de tamaño resaltable desde la secundaria, no exagerado, no obstante, es lo primero en ser percibido con cualquier persona que me habla.
No suelo vestir de manera provocativa, uso pocas faldas cortas, pero sí uso de esos jeans que resaltan la cola o la levantan -necesito mi cuota de egocentrismo con los chicos-. No soy carismática, pero puedo sacarte una que otra sonrisa y carcajada. Extrovertida hasta cierto punto porque me gusta ser reservada por protección propia... no quisiera que alguien supiera de mis inclinaciones -dirían más que perversiones, pero hablemos con calma.
Mis padres se divorciaron cuando tuve 10 años, no sé exactamente el motivo, pero... quizás pudo ser infidelidad por alguna parte... ellos mantuvieron como un pacto silencioso para que no sepa los verdaderos motivos para no arruinar mi crecimiento en la poca familia que quedaba de nosotros.
Los dos habían acordado en que mi madre fuera la que tuviera mi custodia, obvio que mi papá me visitaba tres días a la semana.
Priscilla y Mario eran sus respectivos nombres de mis padres, pero ahora cada nombre estaría acompañado de otro.
Mi padre conoció a Ximena en el edificio del Estado donde trabajaba. Era diez años menor que él y solía sacarme de quicio, pero no era de quitarme el cariño de mi padre, solo que nuestras formas de ver algunas cosas chocaban. Si nadie supiera mi vínculo con ella o mi padre, pensarían que es mi hermana/hija.
Y mi madre... aquí está el asunto. Ella conoció al hombre por el cual me siento como la peor persona del mundo y por el cual pienso que perderé mi salud mental. Su nombre es Oscar.
Mamá lo conoció desde antes porque él era un chico que trabajaba de limpieza en la escuela donde enseñaba, en ese tiempo no debía tener más de 20 años. Cuando se enredaron juntos, ya habían pasado unos dos años casi tres y él ya tenía 25 años.
Había trabajado de todo para pagar sus estudios de contabilidad y justo mamá lo conoció cuando él había decidido retomar su cuarto y penúltimo año de universidad.
Si hay algo que me fastidiaba de mis padres era el que se enrollaran con personas más jóvenes. Pareciera como si quisieran recuperar su juventud o algo por el estilo.
La convivencia con Oscar fue fastidiosa... no nos llevábamos para nada. Si con Ximena era casi imposible, con Oscar en ese tiempo era una montaña de emociones que iban desde lo comprensiva que tenía que ser por mi madre hasta lo ofuscada que me dejaba por su comportamiento que me dejaba sin pensar en algún día llevarme bien con él.
No voy a negar que Oscar era atractivo y carismático, pero vivir con él era distinto. Nuestras personalidades eran incompatibles. Eso sí, jamás acaparó a mi madre sin antes ver que yo tuviera su atención y cariño que me pertenecía, comprendía que para mi madre yo era más prioridad.
Camila y Josefina, mis mejores amigas, siempre me decían si no tenía miedo de enamorarme de él. Yo solo respondía que eso era imposible por cómo nos llevamos y como tenemos concepto de cada uno.
Cami y Josefa se lo comían cuando mi madre no estaba en casa y se quedaba solo Oscar conmigo. No me importaba siempre y cuando se contuvieran y no se metieran en problemas con mi vieja. Algunas vez escuché a Oscar decir: "Estas pendejitas conchacaliente de nuevo" -claro que sin malicia.
Mi problema con Oscar era que era más joven que mi madre, por lo menos mi padre le sacaba solo ocho años a Ximena. En reuniones familiares maternas... mis tías y tíos no dejaban de molestarme a mí más que nada, ni qué decir de mis primos y primas, solían halagarlo mucho solo por fastidiarme.
Ahora... creo que mi problema empezó a generarse una noche donde me levanté cerca de la una de la mañana. Unos alaridos me levantaron, pensé que alguien se había hecho daño afuera. Decidí ir a la sala para fijarme por la ventana. Mi sorpresa fue que esos alaridos venían del cuarto de mi madre.
La puerta estaba semicerrada y por eso pude apreciar lo que sucedía dentro, sinceramente como toda adolescente... tuve una curiosidad por el sexo.
Oscar le estaba comiendo las tetas a mi madre, mientras que una mano iba a su vagina para acariciarla y acabar en sumo placer.
Mi madre no era de un cuerpo escultural, pero tenía lo suyo que eran unas tetas pronunciadas, una cintura algo delgada, unas caderas de envidia y trasero firme para su edad y atractiva para los pendejitos de sus aulas, una cabellera rubia muy atrapante la cual heredé. Pero Oscar... ¡Oscar era un adonis! Su cuerpo era perfecto, para una pendejita adolescente era como un modelo de revista.
La manera en que auscultaba a mi madre con su dedo y le mordía el seno era morboso. Pero ver como mi madre se tomaba con ambas manos sus pechos mientras gemía por la comida de vagina que le daba Oscar genero algo en mí.
No me percaté en un inicio, pero ver aquel espectáculo de placer dejaba en mi vagina una humedad y cierto cosquilleo que no pudo evitar mi cuerpo y mando a mis manos a tratar de controlar.
-Esto quisieran hacer algunos alumnos tuyos, ¿verdad? -dijo el padrastro.
-Y no podrán, cielito -respondió mi madre sin abrir los ojos.
El morbo que le generaba a mi padrastro que su mujer fuera objeto de deseo por gente tan joven como él penetró en mí hasta que en la actualidad es lo que más direcciona mis actos sexuales.
La besó en los labios, el cuello y los senos por un rato más hasta que la puso en cuatro y realizó tales movimientos que hicieron rechinar la cama y gemir a mi madre como si fuera una vulgar zorra.
Actualmente, ambos están desde hace unos meses distanciados, no digo que se vayan a separar, pero... es difícil asimilar lo que sigue.
Mi último año en mi casa no fue grato con Oscar, nos habíamos tolerado bastante, sin embargo, no recuerdo que fue exactamente que decidí no hablarle y pedirle a mi madre que no le hablara de mí. Recuerdo estar extremadamente molesta.
Van dos años desde que fui de casa y volvía en puntuales ocasiones, más que nada por temas universitarios. Vivo en un edificio que alquila cuarto a personas solteras, queda a cuatro horas de la casa de mi madre y a dos de mi padre y a una hora de mi universidad.
Hace una semana vi que alguien se mudaba porque había personas metiendo cosas a un cuarto que estaba a mi lado, pero poca importancia le di porque tenía que verme con mi novio de nombre Juan.
El punto es que una noche de lluvia -para rematar- intentaba abrir la puerta principal del edificio para subir a mi cuarto piso y descansar de una larga velada de exposiciones y exámenes. Mi llave se había trabado o que sabría yo, pero cuando me iba a disponer a llamar a una vecina amiga para que me diera una ayuda... Alguien abrió la puerta.
-Descuida, yo también me percaté de esto, ya le avise al dueño para que... -no pudo continuar hablando el hombre.
-¡¿Oscar?!
-¡¿Martita?!
Ambos nos quedamos sorprendidos y mirándonos, pero yo agregué un rostro que tornaba al desagrado porque él sería la última persona que quisiera que me ayudara.
-Adiós.
Dije eso y subí con un rostro de molestia con dirección hacia mi piso y por ende a mi cuarto -mejor dicho mi monoambiente.
Lo que no noté es que Oscar quedó mirándome por debajo de mentón mientras me hablaba porque mi ropa estaba muy mojada y dejó que mis senos se hicieran muy visibles, aunque estuviera con sujetador.
24/06/25
Me llamo Marta -martita para la mayoría de mis conocidos- y soy una chica muy inestable -o algo así pienso de mí-. Rubia oscura, con menos de metro ochenta de estatura, esbelta, pero no con un cuerpo escultural... digamos que el cuerpo de chica promedio delgada, nada resaltante en sí, salvo mis senos que se hicieron de tamaño resaltable desde la secundaria, no exagerado, no obstante, es lo primero en ser percibido con cualquier persona que me habla.
No suelo vestir de manera provocativa, uso pocas faldas cortas, pero sí uso de esos jeans que resaltan la cola o la levantan -necesito mi cuota de egocentrismo con los chicos-. No soy carismática, pero puedo sacarte una que otra sonrisa y carcajada. Extrovertida hasta cierto punto porque me gusta ser reservada por protección propia... no quisiera que alguien supiera de mis inclinaciones -dirían más que perversiones, pero hablemos con calma.
Mis padres se divorciaron cuando tuve 10 años, no sé exactamente el motivo, pero... quizás pudo ser infidelidad por alguna parte... ellos mantuvieron como un pacto silencioso para que no sepa los verdaderos motivos para no arruinar mi crecimiento en la poca familia que quedaba de nosotros.
Los dos habían acordado en que mi madre fuera la que tuviera mi custodia, obvio que mi papá me visitaba tres días a la semana.
Priscilla y Mario eran sus respectivos nombres de mis padres, pero ahora cada nombre estaría acompañado de otro.
Mi padre conoció a Ximena en el edificio del Estado donde trabajaba. Era diez años menor que él y solía sacarme de quicio, pero no era de quitarme el cariño de mi padre, solo que nuestras formas de ver algunas cosas chocaban. Si nadie supiera mi vínculo con ella o mi padre, pensarían que es mi hermana/hija.
Y mi madre... aquí está el asunto. Ella conoció al hombre por el cual me siento como la peor persona del mundo y por el cual pienso que perderé mi salud mental. Su nombre es Oscar.
Mamá lo conoció desde antes porque él era un chico que trabajaba de limpieza en la escuela donde enseñaba, en ese tiempo no debía tener más de 20 años. Cuando se enredaron juntos, ya habían pasado unos dos años casi tres y él ya tenía 25 años.
Había trabajado de todo para pagar sus estudios de contabilidad y justo mamá lo conoció cuando él había decidido retomar su cuarto y penúltimo año de universidad.
Si hay algo que me fastidiaba de mis padres era el que se enrollaran con personas más jóvenes. Pareciera como si quisieran recuperar su juventud o algo por el estilo.
La convivencia con Oscar fue fastidiosa... no nos llevábamos para nada. Si con Ximena era casi imposible, con Oscar en ese tiempo era una montaña de emociones que iban desde lo comprensiva que tenía que ser por mi madre hasta lo ofuscada que me dejaba por su comportamiento que me dejaba sin pensar en algún día llevarme bien con él.
No voy a negar que Oscar era atractivo y carismático, pero vivir con él era distinto. Nuestras personalidades eran incompatibles. Eso sí, jamás acaparó a mi madre sin antes ver que yo tuviera su atención y cariño que me pertenecía, comprendía que para mi madre yo era más prioridad.
Camila y Josefina, mis mejores amigas, siempre me decían si no tenía miedo de enamorarme de él. Yo solo respondía que eso era imposible por cómo nos llevamos y como tenemos concepto de cada uno.
Cami y Josefa se lo comían cuando mi madre no estaba en casa y se quedaba solo Oscar conmigo. No me importaba siempre y cuando se contuvieran y no se metieran en problemas con mi vieja. Algunas vez escuché a Oscar decir: "Estas pendejitas conchacaliente de nuevo" -claro que sin malicia.
Mi problema con Oscar era que era más joven que mi madre, por lo menos mi padre le sacaba solo ocho años a Ximena. En reuniones familiares maternas... mis tías y tíos no dejaban de molestarme a mí más que nada, ni qué decir de mis primos y primas, solían halagarlo mucho solo por fastidiarme.
Ahora... creo que mi problema empezó a generarse una noche donde me levanté cerca de la una de la mañana. Unos alaridos me levantaron, pensé que alguien se había hecho daño afuera. Decidí ir a la sala para fijarme por la ventana. Mi sorpresa fue que esos alaridos venían del cuarto de mi madre.
La puerta estaba semicerrada y por eso pude apreciar lo que sucedía dentro, sinceramente como toda adolescente... tuve una curiosidad por el sexo.
Oscar le estaba comiendo las tetas a mi madre, mientras que una mano iba a su vagina para acariciarla y acabar en sumo placer.
Mi madre no era de un cuerpo escultural, pero tenía lo suyo que eran unas tetas pronunciadas, una cintura algo delgada, unas caderas de envidia y trasero firme para su edad y atractiva para los pendejitos de sus aulas, una cabellera rubia muy atrapante la cual heredé. Pero Oscar... ¡Oscar era un adonis! Su cuerpo era perfecto, para una pendejita adolescente era como un modelo de revista.
La manera en que auscultaba a mi madre con su dedo y le mordía el seno era morboso. Pero ver como mi madre se tomaba con ambas manos sus pechos mientras gemía por la comida de vagina que le daba Oscar genero algo en mí.
No me percaté en un inicio, pero ver aquel espectáculo de placer dejaba en mi vagina una humedad y cierto cosquilleo que no pudo evitar mi cuerpo y mando a mis manos a tratar de controlar.
-Esto quisieran hacer algunos alumnos tuyos, ¿verdad? -dijo el padrastro.
-Y no podrán, cielito -respondió mi madre sin abrir los ojos.
El morbo que le generaba a mi padrastro que su mujer fuera objeto de deseo por gente tan joven como él penetró en mí hasta que en la actualidad es lo que más direcciona mis actos sexuales.
La besó en los labios, el cuello y los senos por un rato más hasta que la puso en cuatro y realizó tales movimientos que hicieron rechinar la cama y gemir a mi madre como si fuera una vulgar zorra.
Actualmente, ambos están desde hace unos meses distanciados, no digo que se vayan a separar, pero... es difícil asimilar lo que sigue.
Mi último año en mi casa no fue grato con Oscar, nos habíamos tolerado bastante, sin embargo, no recuerdo que fue exactamente que decidí no hablarle y pedirle a mi madre que no le hablara de mí. Recuerdo estar extremadamente molesta.
Van dos años desde que fui de casa y volvía en puntuales ocasiones, más que nada por temas universitarios. Vivo en un edificio que alquila cuarto a personas solteras, queda a cuatro horas de la casa de mi madre y a dos de mi padre y a una hora de mi universidad.
Hace una semana vi que alguien se mudaba porque había personas metiendo cosas a un cuarto que estaba a mi lado, pero poca importancia le di porque tenía que verme con mi novio de nombre Juan.
El punto es que una noche de lluvia -para rematar- intentaba abrir la puerta principal del edificio para subir a mi cuarto piso y descansar de una larga velada de exposiciones y exámenes. Mi llave se había trabado o que sabría yo, pero cuando me iba a disponer a llamar a una vecina amiga para que me diera una ayuda... Alguien abrió la puerta.
-Descuida, yo también me percaté de esto, ya le avise al dueño para que... -no pudo continuar hablando el hombre.
-¡¿Oscar?!
-¡¿Martita?!
Ambos nos quedamos sorprendidos y mirándonos, pero yo agregué un rostro que tornaba al desagrado porque él sería la última persona que quisiera que me ayudara.
-Adiós.
Dije eso y subí con un rostro de molestia con dirección hacia mi piso y por ende a mi cuarto -mejor dicho mi monoambiente.
Lo que no noté es que Oscar quedó mirándome por debajo de mentón mientras me hablaba porque mi ropa estaba muy mojada y dejó que mis senos se hicieran muy visibles, aunque estuviera con sujetador.
24/06/25
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