No fue como otras veces. No fue él el que insistió. No fue un mensaje suyo el que me dejó mojada. Esta vez fui yo la que le escribió primero.
"¿Vas a venir a hacer lo que dijiste?"
Eso le puse. Directa. Sin vueltas. Con ese fuego que me venía quemando desde hacía días.
Lucas tardó nada en responder. Un simple “Obvio. Preparate”.
Y eso hice. Me preparé.
No me maquillé ni nada. Me gusta cómo me veo así, natural. Me puse esa remera suelta que me marca las tetas sin mostrar todo, y una bombachita negra mínima. No más. La idea era provocarlo sin parecer desesperada. Aunque lo estaba. Estaba caliente, con ganas de que me agarre fuerte, de que me diga todas esas cosas sucias que me dice solo él. Quería sentirlo otra vez, adentro, haciéndome suya como sabe.
Esperé en el living, sin prender luces más que las del pasillo. Me puse perfume, suave, algo que se note si está cerca. Y cuando escuché el golpe leve en la puerta, mi cuerpo ya estaba en modo perra.
Le abrí. Tenía esa sonrisa de siempre, como si supiera exactamente lo que iba a pasar. Yo también lo sabía.
—¿Estás sola? —me preguntó.
Asentí y me mordí el labio. Ya me tenía.
Charlamos un poco, boludeces. Nos sentamos en el sillón, cerca. Yo me crucé de piernas, él me miraba.
—Hoy me provocás vos, ¿eh? —dijo.
—Y sí, me tenías con ganas —le respondí sin rodeos. Me apoyé un poco más cerca, y rocé su pierna con la mía.
No sé en qué momento nos empezamos a besar. Fue natural, como si el aire entre nosotros nos empujara. Su boca en la mía, sus manos ya tocándome por debajo de la remera. No usaba sostén, así que cuando sus dedos me rozaron los pezones, gemí bajito.
—Estás blandita… te hacía con más control —me susurró.
—Hoy no quiero tener control… —le dije, sin abrir los ojos.
Subimos a mi pieza, aunque ya sabíamos cómo iba a terminar todo eso.
Apenas cerré la puerta, Lucas se acercó por detrás y me agarró de la cintura.
—Mostrame qué tan mojada estás —me dijo al oído.
Me bajé la bombacha hasta los muslos y se la puse en la mano. No dijo nada. Solo sonrió.
La ropa fue desapareciendo y en segundos estábamos en la cama. Primero me puse encima, quería jugar un rato. Lo besé, le bajé el pantalón, y me tomé mi tiempo. Me encanta sentir cómo se endurece en mi boca. Lo miraba mientras lo hacía. Él me acariciaba la cabeza y me decía cosas.
—Qué bien la usás… parecés hecha para esto.
—¿Te gusta? —le pregunté con la lengua apenas apoyada en la punta.
—Me encanta. Pero ahora es mi turno.
Me puso boca arriba, me abrió las piernas y me empezó a lamer. Yo ya estaba entregada, me retorcía entre gemidos. Cuando me hizo acabar, me temblaron las piernas.
Después, nos dimos vuelta. Él encima, me agarraba del cuello con una mano mientras con la otra me tenía la pierna arriba. El ritmo iba cambiando, a veces lento, otras rápido.
—Sos mía —decía.
—Sí… sí, tuya —contestaba, sin pensar.
En algún momento, él sacó el celular y me miró.
—¿Te animás otra vez?
—¿A grabar?
—Sí. Quiero verte después, cuando me pida verte.
Asentí. Me encantaba la idea.
Grabó. Me puso en 4, me tiró el vestido encima de la espalda, y me cogió fuerte mientras yo decía cosas que no pensé que podía decir.
—Decime quién te hace esto.
—Vos, solo vos.
—¿Y tu novio?
—No existe ahora… solo vos, Lucas…
Terminamos enredados, sudados, satisfechos.
Se quedó un rato conmigo. Hablamos de cualquier cosa.
Antes de irse, me dio un beso en el cuello y me dijo bajito:
—Ahora sí… sos toda mía, cuando yo quiera.
Y yo, con la voz todavía ronca, le respondí:
—Cuando vos quieras… y como vos quieras.

Dejen puntos y comentennn que les pareció?? Me encanta lo que me ponen en los comentarios... Quieren más fotos?
"¿Vas a venir a hacer lo que dijiste?"
Eso le puse. Directa. Sin vueltas. Con ese fuego que me venía quemando desde hacía días.
Lucas tardó nada en responder. Un simple “Obvio. Preparate”.
Y eso hice. Me preparé.
No me maquillé ni nada. Me gusta cómo me veo así, natural. Me puse esa remera suelta que me marca las tetas sin mostrar todo, y una bombachita negra mínima. No más. La idea era provocarlo sin parecer desesperada. Aunque lo estaba. Estaba caliente, con ganas de que me agarre fuerte, de que me diga todas esas cosas sucias que me dice solo él. Quería sentirlo otra vez, adentro, haciéndome suya como sabe.
Esperé en el living, sin prender luces más que las del pasillo. Me puse perfume, suave, algo que se note si está cerca. Y cuando escuché el golpe leve en la puerta, mi cuerpo ya estaba en modo perra.
Le abrí. Tenía esa sonrisa de siempre, como si supiera exactamente lo que iba a pasar. Yo también lo sabía.
—¿Estás sola? —me preguntó.
Asentí y me mordí el labio. Ya me tenía.
Charlamos un poco, boludeces. Nos sentamos en el sillón, cerca. Yo me crucé de piernas, él me miraba.
—Hoy me provocás vos, ¿eh? —dijo.
—Y sí, me tenías con ganas —le respondí sin rodeos. Me apoyé un poco más cerca, y rocé su pierna con la mía.
No sé en qué momento nos empezamos a besar. Fue natural, como si el aire entre nosotros nos empujara. Su boca en la mía, sus manos ya tocándome por debajo de la remera. No usaba sostén, así que cuando sus dedos me rozaron los pezones, gemí bajito.
—Estás blandita… te hacía con más control —me susurró.
—Hoy no quiero tener control… —le dije, sin abrir los ojos.
Subimos a mi pieza, aunque ya sabíamos cómo iba a terminar todo eso.
Apenas cerré la puerta, Lucas se acercó por detrás y me agarró de la cintura.
—Mostrame qué tan mojada estás —me dijo al oído.
Me bajé la bombacha hasta los muslos y se la puse en la mano. No dijo nada. Solo sonrió.
La ropa fue desapareciendo y en segundos estábamos en la cama. Primero me puse encima, quería jugar un rato. Lo besé, le bajé el pantalón, y me tomé mi tiempo. Me encanta sentir cómo se endurece en mi boca. Lo miraba mientras lo hacía. Él me acariciaba la cabeza y me decía cosas.
—Qué bien la usás… parecés hecha para esto.
—¿Te gusta? —le pregunté con la lengua apenas apoyada en la punta.
—Me encanta. Pero ahora es mi turno.
Me puso boca arriba, me abrió las piernas y me empezó a lamer. Yo ya estaba entregada, me retorcía entre gemidos. Cuando me hizo acabar, me temblaron las piernas.
Después, nos dimos vuelta. Él encima, me agarraba del cuello con una mano mientras con la otra me tenía la pierna arriba. El ritmo iba cambiando, a veces lento, otras rápido.
—Sos mía —decía.
—Sí… sí, tuya —contestaba, sin pensar.
En algún momento, él sacó el celular y me miró.
—¿Te animás otra vez?
—¿A grabar?
—Sí. Quiero verte después, cuando me pida verte.
Asentí. Me encantaba la idea.
Grabó. Me puso en 4, me tiró el vestido encima de la espalda, y me cogió fuerte mientras yo decía cosas que no pensé que podía decir.
—Decime quién te hace esto.
—Vos, solo vos.
—¿Y tu novio?
—No existe ahora… solo vos, Lucas…
Terminamos enredados, sudados, satisfechos.
Se quedó un rato conmigo. Hablamos de cualquier cosa.
Antes de irse, me dio un beso en el cuello y me dijo bajito:
—Ahora sí… sos toda mía, cuando yo quiera.
Y yo, con la voz todavía ronca, le respondí:
—Cuando vos quieras… y como vos quieras.

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8 comentarios - Está vez lo busque yo