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El problema de los seis cuerpos (3)

Capítulo 1 y Capítulo 2

Daniela se había convertido en un joven, uno que me miraba aterrorizado mientras cerraba el grifo. Reconocí en él los mismos ojos verdes de mi amiga, y el tono moreno de su pelo, que él llevaba a lo crop. Tan delgado como Daniela, y completamente depilado. Incluído su pubis, en el que fue imposible no fijarme.

“Ya has visto mi secreto… por favor, deja que me vaya, no volveré a molestarte”, pidió. Si me tenía miedo, se había metido él solo en la boca del lobo, la puerta de mi casa estaba en la punta opuesta.

“Espera”, le dije. “Creo que me debes una explicación. Una muy grande”

“Lo sé… no vas a hacerme nada, ¿verdad?”, murmuró. Diablos, era imposible no ver a Daniela en él. Si le hubiera visto por la calle hubiera dicho que era su gemelo.

“Sécate”, le dije, intentando procesar lo que estaba viendo. Abrí el armarito y le tendí una toalla. Murmuró un gracias mientras se secaba. “Antes de empezar… ¿cómo debo llamarte?”

“Daniel”, respondió. “Lo de Daniela no fue la elección más original… perdona, no es momento para reírnos”

“La verdad es que no”, dije. Una vez se secó, salimos del baño y me senté en el borde de la cama. Él se sentó también, en posición de yoga, pero tan lejos de mí que podría caerse del colchón en cualquier momento. “¿Entonces?”

“¿Crees en las maldiciones, JP?”, me preguntó, intentando aparentar calma.

“Creo en lo que veo. Y, o estoy drogado y no lo recuerdo, o te he visto convertirte en tío”, respondí. “Había escuchado hablar de una tontería así. Gilipolleces que me salen en TikTok. No pensé que sería algo real…”

“Yo pensaba lo mismo hace seis meses, cuando empezó”, me respondió. “No te mentí en todo. A ver, cómo empiezo…”, suspiró. “Lo de mi ex novia es verdad. Ha sido la única persona con la que he follado, y estuvimos juntos 7 años, hasta que rompimos el verano pasado, porque me puso los cuernos con otro”, me narró. “Pero hace seis meses, no sé por qué… me desperté como tú me conociste. Como Daniela. No entendí por qué, simplemente amanecí en ese cuerpo de chica. Fue rarísimo, y menos mal que no estaban mis padres en casa… me dio un ataque de pánico. Cuando me recuperé, empecé a buscar por internet. Se suponía que con agua caliente, volvería a la normalidad. Y así fue. Volví a ser yo”

“Vale, de momento te puedo creer. Lo he visto con mis propios ojos”, respondí.

“El problema es que… con el agua fría, me vuelvo a convertir en chica. Me ocurrió en una piscina… y menos mal que estaba solo, porque solo llevaba puesto el bañador de tío. Te puedes imaginar”, dijo. Yo asentí. “Decidí evitar la natación. Busqué más por internet. Encontré a una bruja… no me mires con esa cara”

“Estoy intentando asimilar la magia”, le expliqué. “Tiene sentido que hablaras con ella, pero me cuesta creerlo”

“Ya, yo tampoco creía. Ni me creo la mitad de las tonterías que me dijo sobre la maldición. Lo que sí me dijo era que, de momento, no había forma de prevenirlo. O sea, hay alguna pócima pero parece que al final pierde su efecto. Me recomendó tener precaución. De vez en cuando le pregunto, pero no tiene novedades. Al parecer tiene a varios clientes que también necesitan la cura…”

“Vale. Acepto todo eso. Más o menos. Ahora, lo de anoche”, le pedí. Ahora sí que se cayó del colchón, intentando alejarse un poco más de mi. “Idiota… ni que te hubiera intentado hacer algo”

“Perdona. Es que eres el primero al que me descubro… No sé qué decirte, la verdad. Es decir… intenté evitar mi cuerpo de chica, pero… bueno. Empecé pensando, ¿cuántas veces tendría la ocasión de sentirme mujer? O sea, empecé muy poco a poco. Una tarde a solas. Acariciándome. Probando qué tal me sentía cuando me tocaba. Mis tetas, mi coño… joder, la primera vez que me masturbé así fue increíble”, reconoció, mientras se ponía colorado. “Y me ponía mucho verme en el espejo. Me gustaba hacerme fotos y videos, y luego cuando volvía a ser un chico… me hacía pajas con ellos. Dios, me muero de la vergüenza…”

“Tranquilo”, respondí. “Sigue contándome”

“El caso es que mi lado femenino… bueno, voy a llamarla Daniela, se sentía muy bien. Pero claro. A mi siempre me han gustado las chicas, pero como Daniela… tenía dudas. Una cosa era masturbarme, y otra era… joder, no puedo…”, suspiró. Yo le di la mano.

“Dilo”

“¿Es necesario?”, preguntó. Yo asentí. “Una cosa era meterme los dedos. Y otra era fantasear con pollas”, soltó. Suspiró. “Y me daba miedo convertirme en Daniela, porque solo en ese cuerpo me ocurría, ¿sabes? Y al final, decidí probarlo. Pero, como te dije, no salió como yo pensaba”

“¿A qué te refieres?”

“¿No me has visto? Yo quería probarlo, y demostrarme que no me gustaba. Pero… Dios. Daniela se volvía loca con tu polla. Por eso me tuve que ir esta mañana. Tenía que pensar en lo ocurrido. Y, mi conclusión, no era la mejor. Y menos contigo, que te has portado así de bien”

“¿Por qué lo dices?”

“Porque cuando llegué a casa, y me quedé así, como Daniel, no me dio por pensar en ti. Asumí que lo de anoche fue cosa de la novedad, porque yo no me excitaba ni nada. Pero decidí probar a convertirme otra vez en Daniela y… mi cuerpo te necesitaba. En eso fui sincero cuando vine esta tarde. Quería darme ese capricho como mujer. Probar más cosas contigo. Y ha sido maravilloso. No mereces que te haya utilizado así…”

Me acerqué a él. Y, después de todo lo que habíamos visto, no se me hizo raro rodearle con un brazo estando los dos desnudos.

“Me sigues ayudando…”

“A ver, yo aún estoy flipando con todo esto. Pero no voy a negar que me lo pasé muy bien contigo. O bueno, con ella… ¿cómo debería decirlo?”

“Como quieras, no voy a ofenderme”

“Pues eso. Daniela ha sido una compañera de cama de la hostia. Se me hace raro ofrecerte esto, pero si vuelves a tener ganas, a mi me gustaría repetir. Sin ocultarme nada más, por favor”

“¿Crees que puedo tener más secretos?”, bromeó. “En fin. Será mejor que me vaya”

“¿Por qué? Es tardísimo. Y ya te quedaste a dormir anoche”, le ofrecí.

“Ya, pero anoche era tía”

“Precisamente. No es que haya muchas cosas normales en esta historia”, le dije. Me levanté y saqué dos boxer limpios, uno para él y otro para mi.

“Eres la hostia. Ojalá hubiera tenido un amigo como tú antes de todo esto”, dijo. Se puso en pie, y se dio la vuelta para ponerse el boxer. Antes de tapárselo, me di cuenta de que tenía el mismo culo delicioso que Daniela… pero en qué estaba pensando.

“¿Por qué lo dices?”

“Porque te hubiera contado esto de otra manera. Más sincero, más directo. Pensando que quizá me ayudarías”

“Hubiera estado bien, pero al final la vida decide por nosotros”, respondí. “¿Pretender dormir en el sofá? Sigue manchado”

“¿Dos tíos durmiendo en gayumbos en la misma cama?”, preguntó. “A Daniela le gustas, pero yo soy hetero…”

“Y yo también, por eso sé que no va a pasar nada”

Así que nos tumbamos para dormir. Le noté incómodo cuando se tumbaba, y de hecho, se echó de costado, dándome la espalda. Yo cerré los ojos, y procuré dormir, pero le escuché hablarme antes.

Gracias por todo…”, susurró.

Por la mañana, Daniel estaba más animado. Me desperté cuando le noté salir de la cama para ir al baño. Cuando volvió, yo ya estaba sentado en la cama, mirando el teléfono.

“¿Has ganado la apuesta?”, me preguntó.

“Creo que sí. Valentina no me ha escrito en toda la noche, así que debe haber pasado la noche con alguien. ¿A dónde vas?”, pregunté, mientras Dani se acercaba a la cocina.

“¿Qué sueles desayunar?”

“¿Yo? Pues café, y zumo, y tostadas”

“Genial. Pues… bueno, puede ser muy raro, pero deja que te lo prepare, ¿vale? Es lo menos que te debo”

“No me debes nada…”

“Te lo debo todo”, me corrigió. “Si no te incomoda que te enrede en la cocina”

“No hay mucho que enredar. Pero gracias”, dije, y acepté la invitación. Mientras me tostaba el pan, Dani me trajo un vaso con café y otro con zumo. Le recordé que se podía servir también si quería, y terminamos desayunando en la cama.

Daniela era una chica tímida con ganas de probar el sexo con otro hombre. Daniel era un chico majo. Empezó a granjearse mi amistad. Me habló un poco de su vida al margen de la maldición que le hacía convertirse en mujer por culpa del agua. Se dedicaba al desarrollo de apps freelance, al parecer, pero no ganaba mucho últimamente. Casi todo el dinero, además, lo invirtió durante años en su ex… todo aquello me lo contó mientras me acompañaba al sótano, donde teníamos las lavadoras, donde me ayudó con la limpieza de la funda del sofá.

“Bueno. Ya vuelves a tener sofá”, bromeó cuando pusimos la funda, tras acabar en la secadora.

“Mereció la pena”, aseguré. “Oye, entiendo que no eres exactamente igual cuando eres chico que chica, pero veo mucho de ella en tí cuando te sonrojas”

“Tonto”, protestó, aunque no estaba enfadado de veras. “¿Y tú, JP? ¿Nunca has tenido ganas de probar con algún chico?”

“¿Es una propuesta?”, pregunté. Dani negó con la cabeza, asustado. “Tranquilo. Bueno, reconozco que en la universidad algo ocurrió. Pero lo que pasa en el campus, se queda en el campus”

“Tú también eres una cajita de sorpresas entonces”, bromeó. “Oye, me fijé que había un asador en la calle de al lado. Y no tienes mucho en la nevera. Te invito, ¿vale? Vengo ahora”

“Acepto la invitación”, respondí.

No mucho después, estábamos comiendo. Ese rato, aprovechó para hacerme más preguntas sobre Valentina (la cual me llamó mientras Dani no estaba, y como yo imaginaba, gané la apuesta). Incluso le propuse que algún día podíamos quedar los tres. Aquello pareció darle vergüenza, de modo que no volví a sacar el tema.

“Bueno. Si no te importa, yo voy a echarme en la cama”, le dije. “Puedes echarte también si quieres, o quedarte en el sofá dormido, o verte una peli… tengo todas las plataformas”, le dije.

“Me quedo en el sofá”, respondió. “Debería volver a casa, pero… no sé. Me apetece quedarme luego contigo, que mañana será lunes”

“Bueno. Yo trabajo desde casa. Puedes venir a verme”

“¿Como Daniel? ¿O como Daniela?”

“Me lo paso bien con los dos”, respondí.

Dani me sonrió, y luego me fui a la cama. Escuché que mi amigo encendía el televisor, bajando el volumen para no molestarme. Yo cerré los ojos, intentando dormirme.

Aún no lo había conseguido cuando noté algo sobre mi boxer. Una mano. Mantuve los ojos cerrados, intentando procesar lo que ocurría. Dani me estaba tocando. Abrí los ojos, solo un poco, pensando que se habría vuelto a convertir en chica. Pero no. Seguía siendo él. Se sentó en la cama, pensando probablemente que yo estaba dormido. Debí hacer algo, pero… joder, no me importaba en ese momento.

Mi picha se puso dura. Sentí las manos de Dani bajándome el boxer por completo, y su mano aferrándose a mí polla. Intenté que no se me notase que estaba despierto. Yo no era un gran actor, pero mi amigo parecía demasiado ocupado en mi picha como para darse cuenta. Empezó a hacerme una paja. Con la otra mano empezó a masajearme los huevos. Se sentía bien. Noté su pulgar acariciando mi glande. Estaba húmedo. ¿Se lo habría ensalivado? Abrí un poco más los ojos. Dani estaba desnudo.

Perdóname, JP”, susurró. Me asusté. Sí pensaba follarme… pero antes de desvelar que estaba despierto, me la empezó a chupar. Dios. Reconocía esa boquita a la perfección. Era igual que cuando me la mamaba siendo Daniela. “Slurp… aaaah… Dios… qué rica…”

Su lengua recorrió todo mi falo, desde mis testículos hasta la punta, varias veces. Arriba, abajo, arriba, abajo, y otra vez a la boca. Sentía el calor húmedo cubriendo mi picha cuando se la introducía. No era capaz de metérsela entera, pero me encantaba. Volví a mirar. Estaba en cuatro sobre el colchón. Y aunque su cabeza me tapaba la vista, se estaba masturbando mientras mantenía mi polla en su boca.

“No pares ahora”, dije cuando se detuvo, y noté que me iba a subir el boxer.

“¡Joder, qué susto!” protestó. Me incorporé y le sujeté a tiempo para que no se cayera del colchón. “¿Te has enterado… de todo?”, preguntó avergonzado.

“Desde el primer momento. Pensé que las pollas le gustaban a Daniela, no a tí…”

“Supongo que es imposible separarme del todo de ella…”, murmuró. “Qué vergüenza… chupando pollas a escondidas…”

“Pues nada de hacerlo en secreto”, le dije. “Termina lo que has empezado. Por favor. Me gustaba mucho”

“¿Era una buena mamada?”, preguntó. Yo asentí. “Pero… soy un chico”

“Lo sé”, respondí. Y me acerqué a él y le di un beso. Como los que me había dado como Daniela. Sujetando sus mejillas. Asegurándome de que nuestras lenguas se frotaban. “Por favor… chúpamela…”

Daniel asintió. Nos acomodamos en el colchón y desató su boca. Acompañó sus labios con su mano, una deliciosa paja mamada. Me miró a los ojos. Nos sonreímos. Se puso de costado, de modo que me la podía chupar sin aplastar su picha contra el colchón y empezó a hacerse una paja. Era extraño. Me ponía ver cómo mi polla se introducía en su boca. Pero los ojos se desviaban al movimiento de su mano masturbándose.

“Espera un segundo…”, le dije. Aparté su mano, y casi se atragantó con mi polla cuando empecé a hacerle yo la paja.

“Tío… eso es muy…”

“¿Gay? ¿Más que tener mi polla en tu boca?”, bromeé. “Sigue, por favor. Yo me ocupo de tí”

Dani me acercó un poco más su pelvis, permitiéndome pajearle más fácilmente, y volvió a chupármela mientras jugaba con mis huevos. Luego cambió, metiéndose mis testículos en la boca y masajeándolos con su lengua mientras me hacía una paja con energía.

Casi por inercia, le acaricié el pelo. Él se detuvo. Mierda. ¿A que se había enfadado? Pero no. Atrapó mi dedo índice con la boca y lo succionó despacio. Menuda imagen, yo haciéndole una paja mientras él me la hacía a mí y me chupaba el dedo. Suavemente tiré de mi mano hacia atrás y él volvió con ganas a mi picha.

Le escuché gemir. Y de pronto, noté algo caliente sobre mi brazo. Se había corrido. Bueno, qué más daba, si yo…

“Dani, me corro”, le avisé. Y me la mamó con más ganas hasta que solté mi lefa en su boca. Se le derramó por la comisura de los labios mientras me corría. Finalmente me la soltó, y me miró con una sonrisa y los labios manchados de semen. “Madre mía, cómo te he dejado”

“Glub… Dios, te has corrido mucho”, dijo. “¿Puedo ir a mirarme al espejo?”

“Claro”

Se levantó y fue al servicio. Yo le seguí, y le miré desde la puerta. Parecía fascinado por su propia imagen manchada en semen. Y cuando abrió el grifo, me adelanté a cerrarlo. Me miró sin entender. Y entonces le besé.

“¿Por qué?”, preguntó con la voz ronca cuando rompimos el beso.

“No es la primera vez que lo hago”

“¿Valentina?”

Asentí.

“Te lo debes pasar muy bien con ella…”

“Y contigo”, dije. Se puso colorado. Y su polla rozó la mía, en un pequeño estímulo de excitación que tuvo. “Qué tenemos por aquí…”, comenté. Me junté a él, de modo que nuestras pichas quedaron en contacto y empecé a hacernos una paja al mismo tiempo.

“Ohhhh… se siente tan caliente…”, suspiró Dani. “Me encanta tu polla contra la mía…”

A mi me gustaba tener nuestros falos juntos mientras los pajeaba. Dani me pidió otro beso, y se lo di, mientras seguíamos en mi baño. Esta vez su lengua no intentó dominarme, y la mía entró por completo en su boca. Le sometí en el beso, y entonces sentí su mano, sobre la mía, y apartándola para ocuparse él de pajearnos a los dos.

“Es muy grande, JP…”

“Pero si es igual que la tuya”

“Por eso”, dijo, y nos reímos. Y en ese momento, le sujeté por la cintura, le atraje un poco más hacia mi, y empecé a restregarle las manos en el culo.

“Quiero follarte, Daniel. Quiero que este culo sea mío”, le solté. Él parecía asustado, pero no se apartó y siguió con la paja.

“Nunca tuve anal con mi ex, ¿sabes? Ella decía que no le gustaba, que le dolía mucho… y cuando la pillé con su amante, adivina…”

“Se la estaba metiendo por el culo”

“Sí… Pero creo que si me lo haces a mi, puede estar bien”, suspiró. Yo le estiré un poco más las nalgas. “Porque si me duele tú paras, ¿a que sí?”, preguntó, y me comió la boca.

“Por supuesto”

Me sujetó por la muñeca y volvimos a mi cama. Me pidió sentarme, y fue a buscar un preservativo en mi mesilla. Pero de pronto, le vi con la botellita de lubricante en la mano.

“Podemos usar solo esto, ¿verdad?”, me preguntó.

“¿Quieres hacerlo sin condón?”, me sorprendí.

“Pues claro que quiero. Si te parece bien…”

Le pedí la botellita de lubricante y empecé a hacerme una paja, extendiendo bien el producto. Y mientras, le pedí ponerse en cuatro. Me lubriqué un dedo y empecé a dilatar su culo. Muy poco a poco, pero entre gemido y gemido fue cediendo. Cuando le entraba por completo, le avisé.

“Creo que estás listo… ¿lo quieres?”

Vino a por mi, y se fue a sentar a horcajadas sobre mis piernas. Despacio, guió mi picha a su culo mientras yo le separaba las nalgas. Sentí mi polla en contacto con su agujerito, y suavemente se empezó a mover. Arriba, y abajo, hundiéndose un poco más dentro de él. Y otra vez. Otro movimiento, le había metido la mitad. Y con un poco de esfuerzo, terminó de introducírsela por completo.

“Joder…”

“¿Estás bien?”, pregunté.

“Esto es la hostia”, susurró. “Vamos… hazme tuyo…”

Nos empezamos a mover en el colchón, a un ritmo lento. Podía sentir su picha dura entre su vientre y el mío, restregándose con cada movimiento. Él pareció darse cuenta, pero le pedí que la dejara así mientras yo seguía disfrutando de su culito apretado. Lo acaricié y lo estrujé como quise mientras Dani se movía encima de mi. Nuestros movimientos se habían encontrado a la perfección, y poco a poco empezó a rebotar sobre mi.

De pronto noté algo viscoso entre nosotros. Daniel se había corrido, y solo podía seguir gimiendo una y otra vez mientras yo le follaba. De modo que me eché hacia adelante, sujetándole por la cadera, y cuando estuve sobre él pude follarle con más ganas. Él se dejó hacer, solo intentando mantener el culo lo más abierto posible para mi. “Más, más, más…”, me pedía, y yo se lo daba, hasta que empecé a correrme dentro de él. “Aaaaah… Dios, sí…”, gimió. “Qué ricooo…”

“Ahhhh… ahhhh… ¿te gusta que me corra en tu culo?”, pregunté.

“Sí, ha sido genial…”, suspiró Daniel. “Oye, sé que se hace tarde y que mañana es lunes, pero… aún puedo quedarme un rato más. Y tengo que volver convertido en Daniela, que no me puedo poner las bragas mientras tengo picha”

“¿Qué me estás ofreciendo?”, pregunté.

Daniel se levantó despacio, mientras se recuperaba de la follada de culo que le había dado, y fue al baño. Escuché la ducha, y cuando regresó, volvía a ser Daniela.

“¿Quien quiere follarme el culo mientras me pone en cuatro?”

“¡Yo!”

Sonreímos y volvió a la cama conmigo. Repetí la operación de dilatarle el culo mientras ella estaba en cuatro, pero esta vez me ayudó un poco más a abrirlo. Joder, lo de la maldición respetaba cada cuerpo de forma individual. Con lo bien que había dejado el de Daniel, y ahora el de Daniela lo tenía que dilatar desde el principio.

“Creo que ya estoy lista, JP. ¡Dame por el culo!”, imploró.

Me puse tras ella de rodillas y se la empecé a meter. Guau. Era más fácil incluso que como chico. No necesité muchas acometidas lentas para tenerla por completo dentro de su culo. Empecé a moverme, y qué maravilla. Daniela tenía el ritmo de cuando la había puesto otras veces en perrito, y sabía acompañar a mi cuerpo mientras se la metía. Delicioso. Vi que se apoyaba en el colchón, y metía una mano entre sus piernas.

“¿No te gusta por el culo?”, pregunté, pensando si debíamos parar.

“Mucho… pero quiero más placer”, respondió ella, con la voz derretida. “Aaaah… sigue… mi culo se aaaaah siente muy bien”

Y le di caña a su culo, dentro, fuera, dentro, fuera, bien sujeto a sus caderas. Sus nalgas chocaban contra mis piernas con cada acometida. Aumenté un poco más el ritmo y me corrí por primera vez en su culo de nena. Impresionante lo que pude eyacular. Ella misma empezó a chorrear con su orgasmo. Y yo, cuando se la saqué, tuve que mirar el resultado. Su culito lleno de mi lefa. Súper erótico.

Ella se dio la vuelta, y me miró, sonriendo.

“JP… solo hay una cosa sobre esta maldición que no te he contado”, dijo, mientras separaba las piernas y se llevaba las manos a la nuca.

“¿El qué?”

“A causa de los cambios de cuerpo… no me puedo quedar embarazada cuando soy chica”

“¿No te puedes embarazar?”, me sorprendí. Ella negó con la cabeza y una sonrisa de puta. “Espera… ¿quieres que…?”, Daniela empezó a asentir y a acariciarse el coño.

La idea de poder correrme dentro de ella me estimuló la polla por última vez. Me apresuré a ponerme encima de ella, quien me sonreía con lujuria. Se la metí suavemente, sintiendo el calor y la humedad de su chochito.

“Aaaaaah aaaahsí se siente mejor”, suspiró Daniela. “¿Te gusta, JP?”, preguntó mientras yo empezaba a embestirla. “¿Te gusta mi coño?”

“Es delicioso”, respondí mientras se la metía. “Voy a follarte hasta que acabe, ¿vale?”

“Eso es lo que quiero”, dijo mi amiga y empezó a gemir y a jadear con mis embestidas.

Joder, aquello era lo mejor. Su coño parecía adaptarse mejor a mi cuando no me ponía la gomita. Me puse en una posición que me permitía metérsela con más ganas, y ella simplemente se dejó llevar. Me eché sobre ella y nos besamos mientras mi falo penetraba repetidamente dentro de ella, cada vez más deprisa. Invadí su boca con mi lengua, ella enredó sus dedos con los míos, y finalmente, me corrí. La sentí gemir de placer contra mi boca mientras eyaculaba. Conseguí no caer sobre ella, y me eché hacia atrás. Ella se incorporó. Nos miramos, desnudos, con las piernas separadas sobre la cama, mi polla a medio erguir, y me lefa resbalando por su coñito.

“Gracias por este fin de semana, JP”, dijo Daniela cuando ya se iba. Se había dado una ducha con agua fría, y se había vestido para marcharse.

“¿Por qué lo dices como si fuera una despedida?”

“¿No lo es?”

“Yo quiero volver a verte”, le dije. “Quiero que me des tu número y tu dirección. Y que hablemos. Y yo por las mañanas tengo mucho trabajo en remoto, pero puedes venir si te apetece tener compañía”

“Eres un sol”, dijo. Y me dio su número y dirección. “Tomaré en cuenta tu propuesta. No te vas a librar de mi fácilmente”, bromeó.

“Eso espero”

Nos besamos de nuevo, y ella se marchó.

CONTINUARÁ

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