Madre ingenua capitulo 5

Capítulo 5: Revelaciones y Deseos

Erica comenzó a sospechar de la atracción que su hijo le tenía. No podía dejar de pensar en el vestido que Miguel le había regalado y en cómo él la miraba. Se preguntó si acaso su hijo la veía de una manera que iba más allá de lo filial. Sin saber lo que iba a causar, decidió cambiar su forma de vestir en casa, optando por ropa más ajustada y sexy que resaltaba su figura.

Miguel notó el cambio de hábitos de su madre y se sintió aún más atraído por ella. Su mente se llenaba de fantasías eróticas cada vez que la veía, y su deseo crecía con cada día que pasaba. Se masturbaba más seguido, imaginando a su madre en situaciones cada vez más explícitas. A menudo, esperaba a que Erica se bañara para poder verla y oler su ropa interior, aunque sabía que no era algo sensual, lo hacía de todas maneras.

Una tarde, mientras Erica estaba en la cocina, Miguel decidió llevar a cabo su plan. Dejó una revista de ropa interior muy sexy y pequeña sobre la mesa, esperando que su madre la encontrara. Erica, al ver la revista, la tomó con recelo, pero al hojearla, se sorprendió al ver los conjuntos tan pequeños y atrevidos. "Miguel, ¿qué hace esta revista aquí?" preguntó, curiosa. Miguel, intentando sonar casual, respondió: "Mamá, me la dieron en la calle. Si te gusta algo, yo te lo compro," y se rió, como para evitar sonar raro.

Erica se sorprendió con lo que escuchaba y se puso seria, pero le quedó la espinita de pedir ropa así de sexy. Sin saber que había caído en el plan de su hijo, decidió pedir unos conjuntos muy lindos y atrevidos. Miguel, al ver su reacción, se sintió triunfante, imaginando cómo se vería su madre con esa ropa interior.

En otra ocasión, mientras Erica se cambiaba de ropa, Miguel se asomó por la puerta entreabierta. Su madre, ajena a su presencia, se quitó la blusa y el sujetador, revelando sus senos firmes y perfectos. Miguel contuvo la respiración, sus ojos fijos en las curvas de su madre. Observó cómo se desabrochaba la falda, dejándola caer al suelo, y luego se quitó la ropa interior, mostrando su vagina y su culo redondo y perfecto.

Erica se movió hacia el espejo, y Miguel pudo ver su reflejo. Su cuerpo desnudo, iluminado por la luz suave de la habitación, era una visión que lo dejaba sin aliento. Se imaginó acariciando cada curva, besando su piel, y sintiendo su calor. Su excitación crecía con cada segundo, y su mente se llenaba de fantasías eróticas.

Mientras tanto, Erica seguía con su vida, ajena a los deseos de su hijo. A veces, notaba a Miguel mirándola de una manera que la incomodaba, pero lo atribuía a la adolescencia y a las hormonas descontroladas. Nunca se le pasó por la mente que su hijo pudiera desearla de la manera en que lo hacía. Para ella, Miguel era su pequeño, su protector, y nunca imaginó que sus pensamientos pudieran ser tan oscuros y eróticos.

Con el tiempo, Erica comenzó a usar la ropa interior que había pedido, ajena a las intenciones de su hijo. Miguel, al verla, se sentía cada vez más excitado, imaginando cómo sería tocarla, besarla, y hacerla suya. Su deseo crecía con cada día, y su mente se llenaba de fantasías eróticas que lo consumían por completo.