Capítulo 7: Día de Playa en Casa
Erica comenzó a notar el sentimiento de su hijo hacia ella, una atracción sexual que la confundía y la inquietaba. Intentaba mantener la calma, pero no quería seguir invitando a su hijo a esa atracción. Sin embargo, el destino tenía otros planes. La pandemia llegó, obligándolos a encerrarse en su casa, y la situación se volvió aún más complicada para Erica y más propicia para los deseos de Miguel.
Después de casi una semana de encierro, Miguel propuso a su madre tener un día de playa en casa para liberar la mente. "Mamá, ¿qué dices si tenemos un día de playa aquí? Podemos salir al balcón, tomar sol en traje de baño, tomar algunos cócteles, bañarnos juntos y ponernos bronceador. ¿Qué dices?" preguntó Miguel, con una mezcla de esperanza y nerviosismo.
Erica lo miró con seriedad, pero al ver la desesperación en los ojos de su hijo, decidió acceder. "Por qué no. Vamos a hacerlo," respondió, tratando de sonar despreocupada. "Pobre mi hijo, este encierro lo debe tener mal," pensó, mientras se preparaba para el día especial.
Llegó el día, y Erica salió con un bikini muy sexy y pequeño, el único que tenía. Miguel, por su parte, salió con una pantaloneta de baño, sus ojos fijos en su madre. "Mamá, te ves... increíble," dijo, intentando ocultar su erección.
Se sentaron en el balcón, y Miguel le ofreció un cóctel que había preparado. Hablaron de todo un poco, riendo y disfrutando de la compañía del otro. Erica notaba las miradas de su hijo y sus erecciones, pero decidió no darle importancia. "Será que me estoy acostumbrando?" se preguntó, mientras se relajaba bajo el sol.
Más tarde, decidieron aplicar bronceador. "Hijo, tú me lo aplicas a mí y yo a ti, así se hace en la playa," dijo Erica, riendo. Miguel asintió, y Erica se acostó, dejando a la vista de su hijo un cuerpo perfecto y sexy. Miguel comenzó por sus hombros, su cuello, y su espalda, sus manos moviéndose con delicadeza. Erica se relajó, disfrutando de la sensación de las manos de su hijo sobre su piel.
Cuando Miguel llegó a su cola, grande y sexy, el bikini se le metió entre las nalgas, y él tuvo que ser muy delicado para aplicar el bronceador. Su erección amenazaba con romperse, pero logró controlarse. Continuó con sus piernas, sus manos recorriendo cada centímetro de su piel.
Erica, muy tranquila y relajada, dejó que su hijo la tocara, disfrutando de la sensación. Luego, fue su turno de aplicar bronceador a Miguel. Sus manos se movieron con la misma delicadeza y paciencia, y Miguel casi sintió un orgasmo, pero logró aguantar.
Pasaron una tarde muy linda, riendo y disfrutando de la compañía del otro. Erica se preguntó si se estaba dejando llevar o si Miguel la estaba guiando a otro nivel. La tensión sexual entre ellos era palpable, y ambos sabían que algo estaba cambiando, algo que ninguno de los dos podía controlar.
Erica comenzó a notar el sentimiento de su hijo hacia ella, una atracción sexual que la confundía y la inquietaba. Intentaba mantener la calma, pero no quería seguir invitando a su hijo a esa atracción. Sin embargo, el destino tenía otros planes. La pandemia llegó, obligándolos a encerrarse en su casa, y la situación se volvió aún más complicada para Erica y más propicia para los deseos de Miguel.
Después de casi una semana de encierro, Miguel propuso a su madre tener un día de playa en casa para liberar la mente. "Mamá, ¿qué dices si tenemos un día de playa aquí? Podemos salir al balcón, tomar sol en traje de baño, tomar algunos cócteles, bañarnos juntos y ponernos bronceador. ¿Qué dices?" preguntó Miguel, con una mezcla de esperanza y nerviosismo.
Erica lo miró con seriedad, pero al ver la desesperación en los ojos de su hijo, decidió acceder. "Por qué no. Vamos a hacerlo," respondió, tratando de sonar despreocupada. "Pobre mi hijo, este encierro lo debe tener mal," pensó, mientras se preparaba para el día especial.
Llegó el día, y Erica salió con un bikini muy sexy y pequeño, el único que tenía. Miguel, por su parte, salió con una pantaloneta de baño, sus ojos fijos en su madre. "Mamá, te ves... increíble," dijo, intentando ocultar su erección.
Se sentaron en el balcón, y Miguel le ofreció un cóctel que había preparado. Hablaron de todo un poco, riendo y disfrutando de la compañía del otro. Erica notaba las miradas de su hijo y sus erecciones, pero decidió no darle importancia. "Será que me estoy acostumbrando?" se preguntó, mientras se relajaba bajo el sol.
Más tarde, decidieron aplicar bronceador. "Hijo, tú me lo aplicas a mí y yo a ti, así se hace en la playa," dijo Erica, riendo. Miguel asintió, y Erica se acostó, dejando a la vista de su hijo un cuerpo perfecto y sexy. Miguel comenzó por sus hombros, su cuello, y su espalda, sus manos moviéndose con delicadeza. Erica se relajó, disfrutando de la sensación de las manos de su hijo sobre su piel.
Cuando Miguel llegó a su cola, grande y sexy, el bikini se le metió entre las nalgas, y él tuvo que ser muy delicado para aplicar el bronceador. Su erección amenazaba con romperse, pero logró controlarse. Continuó con sus piernas, sus manos recorriendo cada centímetro de su piel.
Erica, muy tranquila y relajada, dejó que su hijo la tocara, disfrutando de la sensación. Luego, fue su turno de aplicar bronceador a Miguel. Sus manos se movieron con la misma delicadeza y paciencia, y Miguel casi sintió un orgasmo, pero logró aguantar.
Pasaron una tarde muy linda, riendo y disfrutando de la compañía del otro. Erica se preguntó si se estaba dejando llevar o si Miguel la estaba guiando a otro nivel. La tensión sexual entre ellos era palpable, y ambos sabían que algo estaba cambiando, algo que ninguno de los dos podía controlar.
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