Hoy desperté con el cuerpo inquieto, el calor era sofocante, pero no solo afuera… lo sentía dentro de mí, vibrando bajo la piel, latiendo entre las piernas, así que les contaré algo que acabo de hacer
Me levanté de la cama sin ropa interior, solo con ese blusón negro ajustado que a veces uso para dormir, me lo había puesto sin pensarlo, pero ahora me sentía como si fuera parte de un juego: el algodón pegado al cuerpo, marcando cada curva, cada bubi, era tan corto que si daba un paso largo, podía sentir el borde subir más de lo debido… y el aire fresco del pasillo me rozaba directamente entre las piernas, decidí salir ,solo unos minutos, me dije.
El parque estaba completamente vacío, bañado por el silencio y las luces tenues de los faroles, con cada movimiento del blusón me lo recordaba: no llevaba nada debajo, lo sentía subir con cada brisa, rozando mis caderas, mis muslos y lo peor… o lo mejor… es que ya estaba tan mojada, tan empapada, que podía sentir el calor húmedo bajando lentamente, escurriéndose entre mis piernas, me senté en una banca escondida, casi jadeando crucé las piernas con fuerza, presionando, intentando calmar esa presión deliciosa que me hacía arquear la espalda. Me sentía salvaje, expuesta, una putita silenciosa en medio de la noche, sin nadie alrededor, y aún así tan observada por el universo, me llevé la mano al muslo, solo un poco, y sentí mis dedos rozar la humedad, estaba chorreando, caliente, desesperada por un poco más de fricción, pero saboreando el momento, prolongando la tortura, no me masturbé del todo, no aún, solo me acaricié superficialmente, lo suficiente para sentirme al borde, el blusón ya tenía una pequeña mancha húmeda entre las piernas, delatándome y eso me calentó más.
Me quedé ahí unos minutos, respirando lento, con las piernas apretadas, el blusón apenas cubriéndome lo justo y la humedad bajando sin control Sentía el líquido cálido entre mis muslos, empapando el asiento bajo mí, y mi respiración cada vez más entrecortada, el aire me acariciaba, pero no bastaba, mi cuerpo pedía más.
Y entonces empecé a imaginar…
Me imaginé unas manos detrás de mí, fuertes, atrevidas, recorriéndome sin permiso, un cuerpo caliente presionándome contra el respaldo de la banca una escena prohibida, rápida, intensa, justo ahí, donde nadie me veía… pero cualquiera podría me mordí el labio al imaginar que me empujaban hacia adelante, que el blusón subía hasta mi cintura y me dejaban así, completamente expuesta, goteando, me sentía una putita deliciosa, ofrecida al aire, al deseo, a esa fantasía que me consumía por dentro, deslicé los dedos por el borde del blusón, jugando con la orilla, bajando apenas… y sintiendo cómo el líquido resbalaba más, tibio, incontrolable, mi piel ardía, mi mente no paraba, me incliné hacia adelante, con las piernas abiertas, y el blusón subió aún más, el aire me acarició directo, y solté un suspiro
Caminé de regreso a casa con el corazón latiendo fuerte y las piernas temblorosas, el blusón se pegaba a mi piel por el sudor, por mis propios jugos… iba chorreando, literalmente cada paso era una tortura deliciosa: la tela rozando mi piel húmeda, la brisa subiendo por debajo, y mi cuerpo clamando por algo que aún no me había dado, al cerrar la puerta de casa, ni siquiera encendí la luz me apoyé contra la pared, respirando agitada, y me subí el blusón de golpe. Estaba tan mojada que mis dedos se deslizaron sin esfuerzo, la humedad bajaba por mis muslos, tibia, descarada me sentía como una putita recién salida de su juego favorito, caliente, salvaje, hambrienta, me arrodillé en el suelo, en medio de la sala, y abrí bien las piernas mi blusón estaba tan arriba que ya no cubría nada, mis pezones se notaban duros, marcados, la tela los frotaba con cada movimiento me toqué sin pudor, sin miedo, cada caricia era un incendio resbalaba tanto entre mis propios fluidos, que no pude evitar gemir en voz baja, como si aún estuviera en el parque, al borde de ser descubierta, me imaginé otra vez en la banca, pero ahora con una boca entre mis piernas una lengua desesperada, lamiendo todo mi jugo me imaginé gritando de placer, sacando los senos al aire, tocándome toda, sintiéndome usada como la putita que había decidido ser esta noche y me corrí ahí mismo. Me quedé en el suelo, respirando hondo, temblando de placer, con el blusón aún subido, los dedos húmedos, y una sonrisa en los labios.
Me levanté de la cama sin ropa interior, solo con ese blusón negro ajustado que a veces uso para dormir, me lo había puesto sin pensarlo, pero ahora me sentía como si fuera parte de un juego: el algodón pegado al cuerpo, marcando cada curva, cada bubi, era tan corto que si daba un paso largo, podía sentir el borde subir más de lo debido… y el aire fresco del pasillo me rozaba directamente entre las piernas, decidí salir ,solo unos minutos, me dije.
El parque estaba completamente vacío, bañado por el silencio y las luces tenues de los faroles, con cada movimiento del blusón me lo recordaba: no llevaba nada debajo, lo sentía subir con cada brisa, rozando mis caderas, mis muslos y lo peor… o lo mejor… es que ya estaba tan mojada, tan empapada, que podía sentir el calor húmedo bajando lentamente, escurriéndose entre mis piernas, me senté en una banca escondida, casi jadeando crucé las piernas con fuerza, presionando, intentando calmar esa presión deliciosa que me hacía arquear la espalda. Me sentía salvaje, expuesta, una putita silenciosa en medio de la noche, sin nadie alrededor, y aún así tan observada por el universo, me llevé la mano al muslo, solo un poco, y sentí mis dedos rozar la humedad, estaba chorreando, caliente, desesperada por un poco más de fricción, pero saboreando el momento, prolongando la tortura, no me masturbé del todo, no aún, solo me acaricié superficialmente, lo suficiente para sentirme al borde, el blusón ya tenía una pequeña mancha húmeda entre las piernas, delatándome y eso me calentó más.
Me quedé ahí unos minutos, respirando lento, con las piernas apretadas, el blusón apenas cubriéndome lo justo y la humedad bajando sin control Sentía el líquido cálido entre mis muslos, empapando el asiento bajo mí, y mi respiración cada vez más entrecortada, el aire me acariciaba, pero no bastaba, mi cuerpo pedía más.
Y entonces empecé a imaginar…
Me imaginé unas manos detrás de mí, fuertes, atrevidas, recorriéndome sin permiso, un cuerpo caliente presionándome contra el respaldo de la banca una escena prohibida, rápida, intensa, justo ahí, donde nadie me veía… pero cualquiera podría me mordí el labio al imaginar que me empujaban hacia adelante, que el blusón subía hasta mi cintura y me dejaban así, completamente expuesta, goteando, me sentía una putita deliciosa, ofrecida al aire, al deseo, a esa fantasía que me consumía por dentro, deslicé los dedos por el borde del blusón, jugando con la orilla, bajando apenas… y sintiendo cómo el líquido resbalaba más, tibio, incontrolable, mi piel ardía, mi mente no paraba, me incliné hacia adelante, con las piernas abiertas, y el blusón subió aún más, el aire me acarició directo, y solté un suspiro
Caminé de regreso a casa con el corazón latiendo fuerte y las piernas temblorosas, el blusón se pegaba a mi piel por el sudor, por mis propios jugos… iba chorreando, literalmente cada paso era una tortura deliciosa: la tela rozando mi piel húmeda, la brisa subiendo por debajo, y mi cuerpo clamando por algo que aún no me había dado, al cerrar la puerta de casa, ni siquiera encendí la luz me apoyé contra la pared, respirando agitada, y me subí el blusón de golpe. Estaba tan mojada que mis dedos se deslizaron sin esfuerzo, la humedad bajaba por mis muslos, tibia, descarada me sentía como una putita recién salida de su juego favorito, caliente, salvaje, hambrienta, me arrodillé en el suelo, en medio de la sala, y abrí bien las piernas mi blusón estaba tan arriba que ya no cubría nada, mis pezones se notaban duros, marcados, la tela los frotaba con cada movimiento me toqué sin pudor, sin miedo, cada caricia era un incendio resbalaba tanto entre mis propios fluidos, que no pude evitar gemir en voz baja, como si aún estuviera en el parque, al borde de ser descubierta, me imaginé otra vez en la banca, pero ahora con una boca entre mis piernas una lengua desesperada, lamiendo todo mi jugo me imaginé gritando de placer, sacando los senos al aire, tocándome toda, sintiéndome usada como la putita que había decidido ser esta noche y me corrí ahí mismo. Me quedé en el suelo, respirando hondo, temblando de placer, con el blusón aún subido, los dedos húmedos, y una sonrisa en los labios.
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