You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Verga negra

Verga negra

La Tentación Irresistible de Patricia

Patricia, una mujer de 45 años criada en un pueblo polvoriento, tenía un cuerpo que parecía diseñado para el pecado. Sus tetas eran gigantes, más grandes que las de Norma, y su culo era un espectáculo: redondo, prominente y tan nalgón que hacía babear a cualquiera. Casada con Braulio, un comerciante
Patricia llegó a la ciudad con una maleta llena de ropa recatada y un cuerpo que gritaba pecado. Sus tetas, enormes y pesadas, apenas cabían en su blusa, y su culo, redondo y nalgón, hacía que los jeans se estiraran hasta el límite. A sus 45 años, era una hembra de pueblo que no pasaba desapercibida. Casada con Braulio, un comerciante de ganado con una pinga tan pequeña que parecía un dedal y una impotencia que la dejaba con el coño seco, Patricia vivía frustrada. En el colegio de monjas donde creció junto a Norma, le enseñaron que el sexo era pecado, pero su cuerpo no entendía de sermones. Cada noche, se tocaba pensando en algo más grande, más duro, algo que la llenara de verdad.
Cuando Norma la invitó a pasar unos días en la ciudad, Patricia vio la oportunidad de escapar de su rutina. "¡Ay, Normita, qué alegría verte!" exclamó al llegar, con su voz dulce y casi infantil, abrazando a su amiga. Benito, con su caminar amanerado y una sonrisa traviesa, también la recibió. "¡Patri, qué guapa estás, mami!" dijo, mirándole el culo con descaro.
Esa noche, en el salón de Norma, con el vino corriendo como agua, la conversación se puso caliente. Norma, con una risita sucia, empezó a soltar la lengua. "Patri, aquí en la ciudad no nos andamos con rodeos. Aquí se folla, y se folla bien. ¿Verdad, Benito?"
"¡Siii, mami!" chilló Benito, batiendo las pestañas. "Hemos probado unas pingas que te hacen ver las estrellas. Mutombo, por ejemplo, tiene una verga tan gorda que me dejó el culo en carne viva."
Patricia se atragantó con el vino. "¡Normita, qué cosas dices! ¡Y tú, Benito, por Dios!" exclamó, roja como tomate, pero con un cosquilleo en el chocho que no podía ignorar.
"Es la pura verdad, amiga," siguió Norma, sin piedad. "Mutombo me metió su polla hasta el fondo, y grité como puta en celo. Y luego está Samil, su primo, con una pinga aún más grande. ¡Me destrozó el coño y el culo!"
"Y Leo, ay, Leo," añadió Benito, relamiéndose. "No tiene la verga más grande, pero sabe cómo usarla. Me hace chillar como perrita."
Patricia estaba en shock. Nunca había oído hablar así, ni siquiera en sus fantasías más sucias. Su educación de monjas le gritaba que eso era pecado mortal, pero su coño empapado tenía otros planes. "Pero... ¿y tu marido, Normita? ¿Y Braulio?" balbuceó, tratando de aferrarse a su moral.
"Braulio no se entera, y su pichita no sirve para nada," dijo Norma, riendo. "Tú también deberías probar, Patri. Ese culo y esas tetas merecen una buena pinga."
Patricia no respondió, pero esa noche, en la cama de invitados, no pudo dormir. Se tocó el coño, imaginando una verga enorme partiéndola en dos. "¡Ay, Virgencita, perdóname, pero quiero una polla de verdad!" gemía bajito, mientras sus dedos se hundían en su chocho mojado.
La Mentira a Braulio
Al día siguiente, Patricia llamó a Braulio. "Amorcito, lo siento, pero Normita está muy malita. Tengo que quedarme unos días más para cuidarla," mintió, con su voz dulce. Braulio, confiado, le dijo que no se preocupara, que él estaría bien en el pueblo.
Pero Patricia no estaba pensando en Braulio. Su mente estaba llena de imágenes de pingas gigantes, nada que ver con la minúscula pichita de su marido. "Quiero una verga que me llene, que me haga gritar," pensaba, mientras se mordía los labios.
Mutombo Entra en Escena
Mutombo se enteró de la llegada de Patricia por Benito, quien no pudo resistirse a contarle sobre la nueva hembra en la ciudad. Cuando Mutombo la vio, sus ojos se clavaron en esas tetas descomunales, más grandes que las de Norma, y ese culo nalgón que parecía pedir a gritos una buena follada. "Joder, qué zorra," pensó, sintiendo su verga endurecerse.
Decidió actuar rápido. Una tarde, mientras Norma y Benito estaban fuera, Mutombo fue a la casa. "Hola, Patricia, ¿cómo estás, reina?" dijo, con su voz profunda y una sonrisa que prometía problemas.
"Bien, gracias, Mutomito," respondió Patricia, nerviosa, usando su tono infantil.
"Sé que Norma y Benito te han contado cosas... sobre mi pinga," dijo Mutombo, acercándose hasta que su aliento le rozó la cara.
Patricia se puso roja. "Ay, sí, algo me han dicho," balbuceó, mirando al suelo.
"¿Quieres verla, putita?" preguntó Mutombo, sin rodeos.
Patricia tembló. "No sé... estoy casada, Mutomito. No está bien."
"Pero tu marido no te da lo que necesitas, ¿verdad? Mira esto," dijo Mutombo, bajándose los pantalones. Su verga saltó libre, enorme, gruesa, con venas palpitantes. Era un monstruo de carne que hizo que Patricia jadeara.
"¡Madre mía, es gigantesca!" exclamó, con los ojos como platos.
"Chúpamela, zorra," ordenó Mutombo, agarrándola del pelo.
Patricia, como hipnotizada, se arrodilló. Su boca apenas podía con el tamaño, pero chupó con hambre, gimiendo: "¡Mmm, qué rica pinga, Mutomito!" La saliva le chorreaba por la barbilla mientras lamía y mamaba.
Mutombo la levantó y la puso en cuatro sobre el sofá. Le arrancó la falda, dejando al descubierto ese culo nalgón. "Joder, qué culazo," gruñó, dándole una nalgada que resonó como un trueno. Luego, le metió la verga en el coño de un solo golpe.
Patricia chilló: "¡Ay, Mutomito, me estás partiendo el chocho, pero no pares, por favor!" Su cuerpo temblaba de placer mientras Mutombo la taladraba sin piedad, sus bolas golpeando contra sus nalgas.
"Te gusta mi pinga, ¿verdad, puta?" gruñó Mutombo, apretándole las tetas.
"¡Siii, amo tu verga, revienta mi coño, hazme tu zorra!" gritaba Patricia, perdida en el éxtasis.
Mutombo se corrió dentro de ella, llenándola de leche caliente. Patricia, exhausta, se desplomó, con el maquillaje corrido y el cuerpo temblando. "Ay, Virgencita, qué rico," susurró, pero la culpa empezó a carcomerla.
El Conflicto Moral de Patricia
Esa noche, sola en su habitación, Patricia se miró al espejo. "Soy una pecadora," pensó, recordando las lecciones de las monjas. "Braulio es mi marido, juré amarlo." Pero cada vez que cerraba los ojos, veía la verga de Mutombo, sentía cómo la había llenado. Su coño palpitaba, pidiendo más. "Solo una vez más," se dijo, justificándose. "Braulio nunca lo sabrá."
Al día siguiente, Mutombo la llamó. "Patricia, eres una puta de primera. Mi primo Samil tiene que conocerte. Le encantan los culos gordos como el tuyo."
Patricia se sonrojó, pero la idea de otra pinga aún más grande la excitó. "Ay, Mutomito, no sé si debería," dijo, pero su chocho ya estaba mojado.
Benito y Leo: Más Morbosidad
Mientras tanto, Benito y Leo seguían con sus citas, cada vez más subidas de tono. Una noche, en la trastienda de la tienda de Leo, exploraron nuevas fantasías. Leo ató a Benito a la cama, le vendó los ojos y le metió un consolador en el culo mientras le chupaba la polla. Benito chillaba: "¡Ay, papito, rómpeme el culito, mmm!"
Leo, entre embestidas, le preguntó: "¿Y qué tal esa tal Patricia? Benito me dijo que tiene unas tetas y un culo de infarto."
"Siii, mami, es una hembra," respondió Benito, jadeando. "Mutombo ya se la folló, pero yo sé que tú también quieres meterle la verga."
Leo sonrió. "Esa zorra no sabe lo que le espera," pensó, planeando cómo seducirla.
Mutombo Planea con Samil
Mutombo, satisfecho con su conquista, llamó a Samil. "Primo, tienes que venir a la ciudad. Hay una hembra nueva, Patricia, con unas tetas más grandes que las de Norma y un culo que te va a volver loco."
Samil, desde su mansión, se rió. "Joder, primo, suena como mi tipo. Guarda ese culazo para mí."
Mutombo sabía que Samil, con su verga aún más grande, sería el golpe final para tener a Patricia y Norma comiendo de su mano.
La Adicción de Patricia
Patricia, atrapada entre la culpa y el deseo, no podía dejar de pensar en Mutombo. Cada día, encontraba excusas para quedarse en la ciudad, mintiendo a Braulio con más historias sobre la salud de Norma. Pero su mente estaba en esas pingas enormes, en el placer que nunca había sentido con su marido.
Una tarde, Mutombo la invitó a su apartamento. Allí, la folló de nuevo, esta vez por el culo. Patricia gritaba: "¡Ay, Mutomito, me estás destrozando el ojete, pero me encanta!" mientras él le apretaba las tetas y le escupía en la cara.
El Plan de Leo
Leo, al enterarse de que Mutombo había conquistado a Patricia, decidió actuar. Invitó a Norma y Benito a la tienda y les propuso un trío. Mientras los follaba, les habló de Patricia. "Esa zorra necesita una pinga de verdad, no solo la de Mutombo," dijo, metiéndosela a Norma hasta el fondo.
Norma, jadeando, respondió: "Tienes razón, papi. Patri necesita probarte."
Benito, con el culo lleno de la verga de Leo, añadió: "Siii, mami, llevémosla contigo."
Leo sonrió. Sabía que Patricia sería suya, y planeaba una noche para mostrarle que su polla, aunque no la más grande, sabía cómo hacerla gritar.
Conclusión
Patricia, atrapada en su lujuria, decidió quedarse en la ciudad, incapaz de volver a la vida vacía con Braulio. Su coño y su culo pedían más, y la promesa de la llegada de Samil la mantenía en un estado de excitación constante. Benito y Leo, mientras tanto, seguían explorando sus deseos, con Leo decidido a conquistar a Patricia. La ciudad se había convertido en un campo de batalla de pingas y pasiones, y nadie sabía quién ganaría.

1 comentarios - Verga negra

nukissy2426
🍓Аquí puedes desnudar a cuaІquier chiса у verla desnudа) Рor favor, valora ➤ https://okebio.com/nua