No duermo más en la casa de mi amigo

Hola amigos de poringa

Bienvenidos a una nueva historia 😁



Me había quedado a dormir en lo de mi amigo, en esa habitación de invitados que apenas separaba una pared del cuarto de su hermana. La casa estaba en silencio, él roncaba a lo lejos… y yo intentaba dormir.
No sé qué me despertó, tal vez un murmullo. Abrí los ojos y vi la puerta entreabierta, apenas una línea de luz filtrándose. No pude evitar levantarme, curioso.
Me acerqué despacio.
Y ahí estaban.

Ella —la hermana— con ese aire angelical, en ropa íntima rosa y medias blancas, sentada en la cama como si el mundo fuera suyo.





Frente a ella, su amiga —más oscura, tatuada, con lencería negra—, jugando a provocarla con risas bajas, desafiándola con la mirada.






La escena era un contraste perfecto: inocencia y tentación enfrentadas, como dos polos que se atraen. Una mordía su labio tímidamente, la otra no paraba de acercarse, rozándola como si supiera que estaba ganando terreno.


Yo me quedé inmóvil en la penumbra, el corazón golpeándome el pecho. No podía entrar, no podía huir. Solo mirar.

Ellas reían, cómplices, como si estuvieran compartiendo un secreto prohibido. Y yo, detrás de esa rendija, entendí que me había convertido en parte de ese juego sin que nadie me lo pidiera.

El tiempo se detuvo.
La respiración se mezclaba con el silencio de la casa.

Y yo… atrapado entre el miedo de ser descubierto y la fascinación de ver cómo esas dos tentaciones se buscaban justo a unos pasos de mí.







La rendija me dejaba ver demasiado. Yo seguía quieto, pegado a la sombra, sintiendo el calor subirme a la cara.

La hermana —Camila— se reía nerviosa, tirando de las medias blancas como si buscara taparse, pero su amiga —Julieta— era un torbellino oscuro, segura de cada gesto. Con las uñas largas acariciaba el encaje rosa, deslizándolas por sus muslos con esa calma que eriza la piel.




Camila cerraba los ojos, se mordía el labio, como atrapada entre el pudor y la entrega. Julieta la miraba fijo, con esa sonrisa peligrosa que parecía decir “vos ya sos mía”.




Yo no podía respirar fuerte. Tenía miedo de que el más mínimo ruido me delatara.

Las risas se hicieron susurros. Julieta le acomodó el pelo detrás de la oreja y, sin pedir permiso, la tumbó despacio sobre la cama. El contraste era brutal: el blanco de las medias contra el negro de las suyas, la inocencia contra la experiencia.

Camila no se resistía. Jugaba a ser tímida, pero sus manos buscaban el contacto, inseguras y hambrientas al mismo tiempo.

Y ahí estaba yo, observando algo que no me pertenecía, que jamás debería haber visto. La mezcla perfecta de dos mundos chocando frente a mis ojos.

El corazón me martillaba en el pecho, las piernas me temblaban, y sin embargo… no podía apartar la vista.

Era su secreto.
Era su juego.
Y yo, un intruso invisible en medio de esa fantasía prohibida.


🔥 Gracias x mirar