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El oscuro secreto de un casado parte 1.

Julián siempre fue “el amigo de la familia”. Casado, padre de dos hijos, el hombre serio, decente, con sonrisa de ocasión y consejos correctos. Pero yo siempre sentí lo que se escondía bajo esa máscara. Sus miradas fugaces, rápidas, que se clavaban en mi cuerpo aunque fingiera que no.
Nunca fue un hombre atractivo en el sentido común, tenía barriga de padre de familia, los hombros algo caídos, la piel curtida por el sol, y esa forma de caminar lenta de quien carga años encima. Sus brazos no eran musculosos, sino pesados, con venas marcadas y manos ásperas de hombre trabajador. Su cara estaba marcada por arrugas, el pelo con canas desordenadas y un bigote que siempre olía a tabaco. Sudaba fácil, y ese sudor tenía un olor fuerte, masculino, que se pegaba a la piel como algo sucio.
Y yo… yo apenas había cumplido los 18, con un cuerpo fresco, de piel morena, cálida y suave, todavía marcado por la juventud. El contraste me excitaba tanto como lo prohibido.
Subí una foto con intención de llamar su atención. El cabello oscuro cayendo suelto por mis hombros, los labios apenas entreabiertos, el top ajustado marcándome el poco pecho, la falda corta que se alzaba más de lo que debía. Mi piel brillaba bajo la luz de la habitación, mostrando lo justo para que cualquiera se fijara… pero en el fondo era solo para él.

El oscuro secreto de un casado parte 1.

No pasó mucho tiempo, unos pocos minutos hasta que vi su nombre en la lista de quienes miraron la historia y una reacción con corazón de su parte. Me sonreí. Había picado el anzuelo.

El chat empezó lento, casi como un tanteo.
Julián: “Linda foto… aunque esa falda casi no tapa nada.”
Yo: “¿De verdad? Ni me fijé tanto…”
Julián: “Deberías fijarte. Hay muchos ojos sobre ti.”
Yo: “¿Y los tuyos? También miraron.”
Julián: “No deberías provocarme, Alessandra.”
Yo: “¿Provocarte? Yo solo muestro lo que soy.”
Julián: “…Eras una niña hasta hace nada.”
Yo: “Ya no lo soy.”
Julián: “No sabes lo que dices.”
Yo: “Sé que tu esposa nunca verá la parte de ti que yo quiero ver.”
El silencio de la pantalla me hizo temblar. Podía imaginarlo debatiéndose, con la frente fruncida, el labio mordido, la respiración agitada. Hasta que al fin llegó el mensaje que lo cambió todo:
Julián: “¿Estás sola?”
Yo: “Completamente sola... y la puerta principal está sin seguro.”
Julián: “Voy para allá. Espérame lista…"
Mi cuerpo ardía solo de leerlo. Corrí a mi habitación, encendí la luz tenue y abrí el cajón de mis secretos. Saqué un plug anal lo observé un segundo, nerviosa y excitada, antes de levantar la falda y deslizarlo en mi palpitante ano. La sensación fue inmediata, grotesca y deliciosa, el primer empuje me arrancó un gemido fuerte, desesperado. Sentía cómo mi cuerpo lo tragaba, cómo se abría grotescamente, cómo cada movimiento me hacía sentir que cagaba hacia adentro. El placer era sucio, brutal, imposible de ocultar.
Me tumbé boca abajo en la cama, el rostro hundido en la almohada, moviendo el plug dentro de mí, empapando las sábanas con mi humedad. Fantaseaba con él, con Julián, con su pene reemplazando al juguete, sometiéndome como siempre imaginé, la tensión me partía en dos: no solo el juguete, sino la espera y el conflicto en mi mente de que estaba demasiado mal lo que pensaba y lo que podría pasar mientras jugaba con el plug, sacándolo un poco, volviéndolo a hundir, respirando entrecortada, esperaba sus pasos, la puerta, ese momento en el que todo cambiaría, cada jadeo era más alto, más obsceno, mis caderas temblaban con cada embestida del juguete. Me mordí los labios imaginando lo que él diría al verme así: “Eso quería, que se preparara sola, que se abriera para mí como una perra desesperada.”
Pasado un rato escuché como un carro se detuvo afuera de mi casa,  el corazón me golpeó fuerte, pero no me moví, seguía estática, obsesionada con el plug entrando en mi ano.
La puerta se abrió. Pasos. Silencio. El aire cambió. Yo lo sabía: estaba ahí, mirándome tendida con la falda alzada, el plug brillando en mi culo. Me lo imaginaba mordiéndose el labio, pensando: “Así la quería, abierta, lista, esperándome.”
—Así me esperabas… perra —dijo al fin, con la voz grave y rota.
El colchón se hundió bajo su peso. Su mano áspera me agarró la cintura. Un tirón brusco y el plug salió de mí, dejándome un vacío ardiente. Apenas tuve tiempo de gemir antes de que su pene duro y caliente se hundiera en mi culo de un solo golpe.
Grité contra la almohada. El dolor y el placer me atravesaron al mismo tiempo. Mi cuerpo se abrió, resistiendo y cediendo, soltando un pedo húmedo y grotesco que él celebró con un gruñido satisfecho.
—Eso, puta… —murmuró con la voz ronca—. Que tu culo me reciba como debe.
Sus caderas golpeaban con fuerza contra mis nalgas, haciéndome temblar con cada choque. Yo lo sentía jadeando detrás de mí, resoplando como toro, con su panza rebotando contra mí en cada embestida. Era grotesco, sucio, pero esa suciedad era lo que me volvía loca, el choque de su pelvis contra mis nalgas sonaba obsceno, animal.
—Dime qué eres… —me gruñó con la voz ronca.
Cada embestida me hacía arquearme, gritar, llorar de placer mientras yo lo imaginaba pensando: “Con mi esposa jamás... nunca la haré gritar así. Pero tú… tú naciste para que te abra el culo y lo reviente hasta que no quede nada de ti más que mi marca.”
—Soy tu… perra anal… —jadeé entre lágrimas.
—¡¡Más fuerte puta madre!!- dijo con un tono agresivo mientras me sometía de forma brusca
—¡Soy tu perra anal! - dije con una voz áspera y agitada, mientras sentía como se me iba el aire por momentos.
Me partía en dos con cada empuje. El sonido húmedo y grotesco llenaba la habitación, junto a mis gemidos y los pedos involuntarios que escapaban de mi ano abierto, sus embestidas se alargaban, más profundas, cada vez más brutales. El choque de su pelvis contra mis nalgas me hacía temblar, sentirme usada, rota y llena. Cada empuje era como un castigo, como si me marcara por dentro. El placer era tan violento que me rompía en orgasmos uno tras otro.
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—No aguanto más… —supliqué entre jadeos.
—Sí aguantas, puta. —me embistió más fuerte—. Vas a aguantar todo lo que yo quiera.
Su primer eyaculada me dejó temblando. Llegó una segunda, un tercera, y aún seguía empujando. Mi cuerpo ya no era mío, solo suyo, reducido a gemidos, sudor y temblores. Cada golpe contra mí me hacía sentir que defecaba hacia adentro,Lo imaginaba mirándome con esa cara sudorosa, pensando: “Así me gusta, que le dé asco de placer, que sepa que nadie más la va a usar como yo. Ella sola me llamó, ella sola subió esa foto, porque quería esto. Y ahora va a tragárselo todo.”
Cuando al fin se derramó por cuarta vez en mi interior, pensé que terminaría. Pero no: siguió. Una y otra vez, más crudo, más obsceno, hasta dejarme exhausta, con el culo palpitando, las nalgas ardiendo, y mi cuerpo reducido a su juguete.
Su barriga se aplastaba contra mi espalda cada vez que entraba hasta el fondo, su respiración fuerte se mezclaba con mis gemidos, y su pene me abría con un ritmo que parecía no tener fin. Mis orgasmos se encadenaban uno tras otro, el cuerpo roto, la garganta seca de tanto gritar.
Cuando al fin explotó dentro de mí otra vez, pensé que pararía. Pero siguió, jadeando, gruñendo, usando mi culo hasta que ya no podía más. Yo lo imaginaba en silencio, con esa mirada oscura, pensando: “Esto no se lo haré jamás a mi mujer, porque ella es madre. Pero tú no: tú eres solo mi perra, mi secreto sucio"
Al final, saco su pene de mi culo, completamente batido con el semen y el sudor interior de mi sucio ano, dejándome sentir un vacío, me giró bruscamente. Su pene, aún húmedo de semen y de mí, golpeó mis labios.
—Límpialo puta- expresó en un tono muy autoritario.
Lo miré temblando, los ojos enrojecidos. Abrí la boca y lo recibí, lamiendo, tragando, obedeciendo. Julián sostenía mi cabeza, marcando el ritmo, y yo imaginaba su pensamiento mientras su pelvis se azotaba contra mi cara mientras su pene se hundía en mi garganta y sus huevos golpeaban mi barbilla: “Con mi mujer nunca haría esto… pero tú, Alessandra, naciste para esto.”
anal

Yo apenas respiraba y lo miraba a los ojos, mientras mi boca era usada casi a la fuerza —Eso… —jadeó, mirándome con desprecio lujurioso—. Chúpalo bien, que tu lengua se aprenda cada rincón de mi verga-
Lo lamí como ordenaba, limpiándolo hasta el último rastro, mientras él reía suavemente y vaseaba su última carga de semen en lo más profundo de mi garganta virgen.
Tragué todo hasta dejarlo limpio. Él gruñó satisfecho.
—Eso… mi perra anal- dijo mientras se guardaba el pene, relusiente por la rigurosa limpiada que le había dado mi boca entera —Lo que nunca tendré con mi esposa lo tengo contigo.- dijo justo mientras se marchaba satisfecho, como cuando alguien por fin cumplí su meta después de tanto tiempo.
Y ahí, con el semen bajando por mi garganta, lo que ya había sabido desde aquella primera mirada furtiva, cuando era apenas una niña que descubría su deseo: estaba destinada a ser su secreto, su confesión sucia, su vergüenza y su placer. Estaba destinada a ser, desde siempre, su perra anal.

ESPERO LES HAYA GUSTADO ESTE RELATO, POR FAVOR DEJEN SU PUNTUACIÓN PARA LA CONTINUIDAD DE ESTA HISTORIA, GRACIAS.

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