Bueno en primer lugar, gracias a quienes pasaron a dejar puntos y comentarios en el post anterior. Para quienes no lo leyeron pueden encontrarlo acá Voy con intro cortita para los nuevos y nuevas... Me llamo Facu, al momento de estas historias rondaba los 22 años maso, y esto que voy a contar acá me pasó en el verano de 2011, un viernes a la noche en una casa que alquilábamos en Mendoza con mi novia, Cami. Cami como conté antes era un fuego: 19 años, flaquita, con una cintura finita que te deja loco, unas tetas normales pero firmes, redonditas como duraznos, y unos ojitos verdes que te hacen perder el norte.
Llevábamos varios meses noviando fuerte, y la experiencia con el ginecólogo había sido medio un momento bisagra en nuestra sexualidad. Ahora la notaba que se soltaba más en la cama, aunque nunca fue muy tímida... Pero habíamos empezado a indagar un poco más, a ver porno, calentarnos, mandarnos relatos, esas cosas. Muchas veces terminábamos pajeándonos en el sillón viendo gangbangs o tríos que era lo que más nos calentaba.Un verano que andábamos cortos de guita salió la oportunidad de cuidar por una semana una casa en Chacras. Para quienes no conocen, es una zona cheta de Mendoza, con casas grandes, parque, pileta...muy lindo. Los padres de un amigo se iban de vacaciones, mi amigo también y como nos conocemos desde pendejos me preguntaron si me pintaba cuidarla. Obvio mi amigo me pidió que por favor lo único que no hiciera era garcharle la cama a los padres...el reto todo permitido menos jodas grandes.
Le comenté a Cami que ni la dudó y se armó un bolsito con un par de bikinis, algo de ropa y no mucho más...la verdad es que era una semana y estábamos a 15 minutos de casa. El primer día metimos pileta de una, regamos el jardín, hicimos las compras y un par de boludeces de "caseros". No mucho más...a la noche Netflix y un garche divino y romántico para estrenar el sillón.
Al otro día nos esperaban 39 grados, así que desde la mañana Cami anduvo con la aprte de abajo de la bikini y arriba un topcito que no era más que una remera cortada que usaba para dormir y que le dejaba la mitad de las tetas asomando por abajo.
Ese día, obviamente por el calor no había planes... habíamos estado todo el día en la casa, jugueteando pero sin pasar a mayores. yo pasaba por atrás y la apoyaba a propósito, le besaba el cuello o le metía los dedos apenas por arriba del elástico de la bikini en la parte de adelante. Ella se hacía la tonta y asomaba un de más las tetas, o se estiraba para que se le levante de más la remerita. La calentura fue en increscendo y terminó en una noche que nos dejó a todos con la sangre hirviendo.... sí. A todos.
Estábamos en un lugar tranqui, el barrio no es cerrado, pero dentro de todo no pasa mucho, la casa tenía un jardincito al frente con una pileta tremenda que ese día habíamos usado muchísimo porque el día había lo ameritaba. Cami se la pasó tomando sol y yo en un momento casi atino a pudrirla en la pileta pero no sabíamos que onda con los vecinos. Así que desistimos y pasamos la tarde tirados en un sillón de esos que se amacan, a la sombra de un árbol, tomando mate y boludeando.
Estábamos calientes obviamente así que por ahí nos colgábamos con besos que se ponían cada vez más picantes. Yo, en short y sin remera, ella ahora con una musculosita blanca que le marcaba las tetas y un shortcito de jean que dejaba ver esa cola redonda y que s ehabía puesto después de salir de la pileta. Cami me seguía el juego y en un momento que nos vamos para adentro, mientras lavábamos los platos que habían quedado del almuerzo, la abracé por atrás, apretándole la cintura, y le di empecé a besar el cuello como si me lo estuviera tranzando. Ahí nomás le metí las manos por abajo de la musculosa y le apreté las tetas...tenía los pezones duros. “Pará... que me ponés nerviosa”, "se me van a caer los platos y te los van a querer cobrar..." dijo, riéndose, pero se apretó contra mí, rozándome la pija con la cola. "El que sabe esperar tiene recompensa" me largó...Así, todo sea por la sorpresa, desistí de nuevo y no pasamos a mayores, pero los roces, las miradas y las manitos por acá y por allá dejaron el aire cargado.
Me fui a pegar una ducha y con el hambre apretando, decidimos pedir unas pizzas por PedidosYa. “Me voy a bañar antes, Facu, buscate una peli mientras”, dijo Cami, con una sonrisa que me dejó pensando en lo que había pasado antes. Se metió al baño, y yo, en modo novio relajado, armé una mesa ratona en el living, tiré unos almohadones en el sillón y bajé las luces para un clima de cine, sin ninguna intención zarpada, solo quería que estuviéramos cómodos. Puse una peli de acción en Netflix, de esas con explosiones y poca trama, que sabemos que vamos a cambiar o dejar de mirar en 10 minutos y me tiré a esperar las pizzas. El calor seguía pesado, así que dejé la puerta del frente entreabierta, con el jardincito dando a la calle porque había una reja que la separaba de esta.
A las 11:50 sonó el timbre, y me levanté a recibir al pibe de PedidosYa. Busqué la billetera en la mesita, pero no la encontré. Abrí la puerta y me asomé. El repartidor, un flaco de unos 25 años, se bajaba de la moto. Era un pibe normal, ni galán ni desastre: jeans, remera negra algo ajustada, pelo corto, transpirado por el calor que no aflojaba a esa hora. “Pasá un segundo, loco, que no encuentro la billetera”, le dije, con confianza. Abrí la reja y el pibe arrimó la moto al jardincito para no dejarla en la calle (era casi medianoche, y aunque Mendoza es más tranqui que Buenos Aires, nadie se confía). Sacó las cajas de pizza y las latas de birra de la heladerita, y se asomó a la puerta, quedando medio adentro, medio afuera, esperando que le pase la plata.
Mientras revolvía la cocina buscando la billetera, escuché a Cami salir del baño. Pensé que iba a venir al living, pero no apareció de una. De repente, la veo pasar dando saltitos, como si estuviera re contenta, directo al sillón. IEl pelo atado bien tirante en una cola de caballo, un topcito negro que le apretaba las tetas, una tanga negra divina con dos tiritas cruzándole la cintura, y unas medias blancas normales, pero el conjunto general la hacía verse realmente porno.
Antes de que pudiera reaccionar, la escucho soltar, con una voz juguetona: “¿Y? ¿Vemos la peli o primero me pensás coger?”.
Mi corazón se paró. Miré hacia la puerta, y ahí estaba el pibe, con las pizzas en la mano, los ojos como platos, clavados en Cami, que se quedó congelada en el medio del living.
La cara de Cami se puso roja como un tomate cuando me vio en la cocina y se dio cuenta de que no me había hablado a mí si no al flaco que hacía malabares para tener las cajas de pizzas, las birras, no tirar la moto y mirarle las tetas a Cami y el espectáculo de verla con esa tanga.
Estaba paralizada, con las tetas marcadas en el top y la tanga dejando ver esa cola perfecta. El pelito medio mojado completaba la escena que a esas alturas parecía una porno barata, les juro que no fue intencional y que nunca lo imaginamos pero estos accidentes pasan y por lo menos para el deliver fue uno feliz…
A todo esto, yo, con la billetera en la mano, avancé rápido, pasando entre ella y el pibe, que estaba a dos metros. No se me ocurrió taparla, solo quería manejar la situación. “Acá tenés, loco”, le dije, dándole la plata, pero el flaco no reaccionaba. No me miraba a mí, tenía los ojos fijos en Cami, que seguía quieta, con las mejillas ardiendo y los ojitos verdes abiertos. “Eeeh, gracias..”, balbuceó el pibe, pero no se movía, como si estuviera en trance.
“Perdón, no sabía que había alguien…”, empezó a decir Cami, con la voz temblorosa, pero el pibe, que más tarde se presentó como Leo, la cortó: “Tranquila, no pasa nada, je, estás… en casa, normal”. Su voz sonaba nerviosa, pero había un brillo en sus ojos que no me gustaba del todo. Yo, tratando de mantener el control, dije: “Bueno, loco, gracias por pasar, ya te podés ir”. Pero Cami, para mi sorpresa, se rió bajito y dijo: “Facu!, cómo lo vas a echar así... qué vergüenza, perdón, no quería salir así”. Y se acercó un paso, como si quisiera suavizar el momento.
Leo, que no era ningún boludo, sonrió y dijo: “No hay drama, che, pasa en las mejores casas...y en las películas" Todos nos reímos, yo medio de compromiso, pero sus ojos seguían clavados en las piernas de Cami.
“Facu, no seas desubicado, decile que pase un segundo, está la puerta medio abierta y yo estoy medio en pelotas”, dijo Cami, medio en broma, medio en serio. Yo me quedé helado. ¿En serio quería que el pibe entrara? “¿Estás segura, amor?”, le pregunté, mirándola fijo. Pensé sinceramente que me iba a decir que salga… que salgamos los dos! era lo lógico. Ella asintió, todavía colorada, pero con un brillo en los ojos que me descolocó. “Sí, dale, que no se quede afuera, dale una de las cervezas al pobre por lo menos… ¡y cerrá la puerta!”.
Leo dijo: “Bueno, si no molesto, entro un toque. A parte te tengo que dar vuelto”. Dejó las pizzas y las birras en la mesita ratona del living y se quedó parado, sin saber bien qué hacer, pero sin sacarle los ojos de encima a Cami. Se empezó a meter la mano en el bolsillo, no sé si para buscar el vuelto o para otra cosa.
Abrí una de las birras y le ofrecí otra a Leo. “Tomá, loco, por las molestias, encima hace un calor de cagarse”, dije, tratando de mantener la cosa tranqui. Cami, que seguía en top y tanga, se sentó en el sillón, cruzando las piernas, pero la tanga se le marcaba tanto que era imposible no mirar. “¿Qué peli elegiste, Facu?”, preguntó, como si nada, pero su voz tenía un toque juguetón que no era normal en ella. “Una de acción, no sé, después vemos”, dije, sentándome al lado, en el brazo del sillón, tratando de no mirar al pibe, que estaba parado con la birra en la mano, claramente nervioso.
La situación estaba rara, pero el aire se iba cargando. Cami, que siempre era tímida, empezó a hablar más, como si la birra y el calor la estuvieran soltando. “Che, Leo, ¿siempre repartís tan tarde?”, preguntó, inclinándose un poco para agarrar una lata, lo que hizo que sus tetas se apretaran en el top. Leo tragó saliva y dijo: “Sí, hasta la una o dos, es un garrón, pero hoy… digamos que está bueno”. Se rió, nervioso, y yo sentí un nudo en el estómago, pero también noté que mi pija empezaba a despertarse. Después de la visita al ginecólogo que les conté digamos que nos pintaba un poco esto de jugar y de toque le saqué la ficha a Cami que se rió y dijo: “Ay, qué boludo, no digas eso que me da vergüenza”. Pero no se tapó, y cuando descruzó las piernas, las dejó un ratito abiertas dejando u conchita marcarse en la tanga negra por unos segundos.
“Bueno, loco, gracias por la pizza, pero…”, empecé a decir, queriendo cerrar, pero Cami me cortó de nuevo: “Facu, dejalo tomar la cerveza en paz, no seas mala onda que encima tiene que laburar hasta las dos”. Me miró con esos ojitos verdes, y supe que algo estaba pasando. Leo, sintiendo el clima, dijo: “Si quieren, me voy, no hay drama”.
Pero Cami, con una sonrisa que no le conocía, dijo: “No, tomate la cerveza tranqui, total la peli todavía no empezó”. Yo no sabía si seguirle la corriente o marcar territorio, pero la verdad es que la situación me estaba calentando, aunque no quería admitirlo.
Empezamos a charlar, los tres en el living, con las pizzas abiertas pero sin tocarlas. Cami seguía moviéndose en el sillón, como si no pudiera quedarse quieta, y cada movimiento hacía que la tanga se le clavara más en la cola. Leo no disimulaba, sus ojos iban de las tetas a la cola, y yo noté que el bulto en su jean era cada vez más evidente. “Che, Cami, ¿siempre recibís así a los deliverys?”, dijo Leo, medio en broma, pero con un tono que buscaba algo. Ella se rió, colorada, y dijo: “No, boludo, me acabo de bañar, no pensé que ibas a entrar”. Pero se acomodó en el sillón, abriendo un poco las piernas para agarrar una porción de pizza y de nuevo se quedó un ratito así.
La charla fue subiendo de tono. Cami, como al pasar, dijo: “Leo, ¿y vos, tenés novia o salís a esperar que t reciban las clientas entangadas? ¿Ss de los que van por ahí rompiendo corazones?”. Yo casi me atraganto, qué le pasaba que estaba tan extrovertida?... pero Leo se rió y dijo: “Nah, estoy solo, pero no me quejo, siempre aparece alguna oportunidad”. Me miró, como pidiéndome permiso, y yo, tratando de no quedar como un boludo, dije: “Bueno, loco, mientras no te creas que es esta todo bien, eh”. Los tres nos reímos, pero el aire estaba pesado, como si estuviéramos a un paso de algo.
Cami, en un momento, se levantó para buscar otra birra, y cuando pasó por al lado de Leo, rozó “sin querer” su pierna con la mano. El pibe se quedó duro, y yo vi cómo se ajustó el jean otra vez, con un bulto que no dejaba dudas. “Facu, ¿no te molesta que esté así, no?”, me dijo Cami, señalándose el top y la tanga. “Estás divina, amor, pero no sé si el pibe aguanta”, dije, medio en broma. Leo se rió y dijo: “Aguanto, aguanto, pero está complicado, eh”. Cami se rió, sentándose más cerca de mí, pero sin dejar de mirar a Leo.
La cosa estaba al límite. Cami, con una voz más suave, dijo: “Che, Facu, si no arrancamos la peli, me voy a dormir…”. Sus ojitos verdes brillaban, y yo sentí mi pija apretando contra el short.
Y ahí como que mi cabeza hico el click y dije que se cague todo... "Bueno, igual mucha peli no vamos a ver si generalmente terminamos garchando" le tiré. Creo que ella no se esperó esa reacción y se puso colorada, pero lejo de achicarse retrucó con "encima la pizza ya está fría...me voy a tener que comer otra cosa".
A todo esto Leo observaba todo como un partido de tenis, con los ojitos de un lado a otro viendo pregunta y respuesta. Cami se dio cuenta al toque, se pará y vino hasta donde estaba yo. Sus piernas tostaditas por el sol del día eran un espectáculo, el topcito le apretaba los justo las tetas y la cola enmarcada en la tanga negra era una bomba. Se puso justo en el medio de mis pierna, dándole la espalda al pibe y me estampo un beso. Yo no me quedé atrás y la agarré de la cintura y empezamos a chapar fuerte, Cami subió una pierna a la mía, apenas para acomodarse encima mío. Por unos segundos me olvidé por completo del chabón...
Cuando abro los ojos lo veo atrás de Cami relojeándole el orto, así que ahí el morbo me pudo más y le agarré bien los cachetes, se los masajeé fuerte y con las dos manos le abrí bien el culo, para que se vea la tanga bien clavada en su concha...
Ahí Cami reaccionó, se separó y me dijo con voz muy de puta... "Me voy a cambiar porque estoy muy mojadita".
Miré a Leo, y el bulto en su jean era imposible de ignorar. Estaba dos segundos de pelar la pija...
No cruzamos la línea, pero la calentura era insoportable.
“Leo, loco, gracias por la pizza, pero creo que nos vamos a poner con la peli”, dije, tratando de cerrar, aunque mi pija decía otra cosa. El chabón no lo podía creer...asintió, todavía con los ojos en Cami que se iba por el pasillo, y dijo: “Bueno, los dejo..mañana hago el mismo turno eh”. Cami, con una sonrisa pícara, le dijo: “Chau, Leo, volvé cuando quieras”. El pibe se fue y si no se clavó una paja a la salida no sé sinceramente como pasó la noche. osotros cerramos la
Yo cerré la puerta, pero la tensión seguía ahí.
Apenas Leo arrancó la moto, Cami vino corriendo de nuevo, me miró y dijo: “Facu, estoy re caliente, no sé qué me pasó”. Yo, todavía duro, le dije: “Yo también, gorda, ¿te calentó posta el pibe ese?”. Ella se puso colorada, pero asintió... " no sé si el pibe o la situación pero mirá cómo estoy..." y sin decir más, me agarró la mano y la llevó a su concha que desbordaba de flujo. Me desabrochó el short y sacó mi pija, que estaba a punto de explotar. "No, le dije...vení para acá”, sentándola en el sillón. Le corrí la tanga, que estaba empapada, y empecé a tocarle la conchita, pajeando su clítoris que ya estaba muy hinchado, bien despacito. Ella gemía bajito... "Tocame las tetas”, susurró, y yo le metí otro dedo y le apreté fuerte las tetas, sintiendo cómo se mojaba más.
Le levanté las piernas y le empecé a pasar la lengua por la cola, llendo y viniendo desde el culo hasta el clítoris y disfrutando de como se retorcía. Yo no daba más...me senté y mientras la seguía masturbando me agarró la pija y me empezó a pajear.
"Me encantó cuando me abriste el culo como a una puta" me dijo y no terminó de decir eso que empezó a acabar... La sola imagen de mostrarle absolutamente todo a ese extraño la había calentado a más no poder. Acabamos los dos en minutos, ella temblando contra mi mano y yo llenándole la panza con mi leche. Nos quedamos tirados en el sillón, riéndonos, con las pizzas frías y la peli sin empezar. Esa noche, después de comer, nos garchamos de nuevo como locos, con Cami más suelta que nunca, como si la mirada de Leo la hubiera despertado pensando que hubiera pasado con Leo si no hubiéramos frenado ahí.
Llevábamos varios meses noviando fuerte, y la experiencia con el ginecólogo había sido medio un momento bisagra en nuestra sexualidad. Ahora la notaba que se soltaba más en la cama, aunque nunca fue muy tímida... Pero habíamos empezado a indagar un poco más, a ver porno, calentarnos, mandarnos relatos, esas cosas. Muchas veces terminábamos pajeándonos en el sillón viendo gangbangs o tríos que era lo que más nos calentaba.Un verano que andábamos cortos de guita salió la oportunidad de cuidar por una semana una casa en Chacras. Para quienes no conocen, es una zona cheta de Mendoza, con casas grandes, parque, pileta...muy lindo. Los padres de un amigo se iban de vacaciones, mi amigo también y como nos conocemos desde pendejos me preguntaron si me pintaba cuidarla. Obvio mi amigo me pidió que por favor lo único que no hiciera era garcharle la cama a los padres...el reto todo permitido menos jodas grandes.
Le comenté a Cami que ni la dudó y se armó un bolsito con un par de bikinis, algo de ropa y no mucho más...la verdad es que era una semana y estábamos a 15 minutos de casa. El primer día metimos pileta de una, regamos el jardín, hicimos las compras y un par de boludeces de "caseros". No mucho más...a la noche Netflix y un garche divino y romántico para estrenar el sillón.
Al otro día nos esperaban 39 grados, así que desde la mañana Cami anduvo con la aprte de abajo de la bikini y arriba un topcito que no era más que una remera cortada que usaba para dormir y que le dejaba la mitad de las tetas asomando por abajo.
Ese día, obviamente por el calor no había planes... habíamos estado todo el día en la casa, jugueteando pero sin pasar a mayores. yo pasaba por atrás y la apoyaba a propósito, le besaba el cuello o le metía los dedos apenas por arriba del elástico de la bikini en la parte de adelante. Ella se hacía la tonta y asomaba un de más las tetas, o se estiraba para que se le levante de más la remerita. La calentura fue en increscendo y terminó en una noche que nos dejó a todos con la sangre hirviendo.... sí. A todos.
Estábamos en un lugar tranqui, el barrio no es cerrado, pero dentro de todo no pasa mucho, la casa tenía un jardincito al frente con una pileta tremenda que ese día habíamos usado muchísimo porque el día había lo ameritaba. Cami se la pasó tomando sol y yo en un momento casi atino a pudrirla en la pileta pero no sabíamos que onda con los vecinos. Así que desistimos y pasamos la tarde tirados en un sillón de esos que se amacan, a la sombra de un árbol, tomando mate y boludeando.
Estábamos calientes obviamente así que por ahí nos colgábamos con besos que se ponían cada vez más picantes. Yo, en short y sin remera, ella ahora con una musculosita blanca que le marcaba las tetas y un shortcito de jean que dejaba ver esa cola redonda y que s ehabía puesto después de salir de la pileta. Cami me seguía el juego y en un momento que nos vamos para adentro, mientras lavábamos los platos que habían quedado del almuerzo, la abracé por atrás, apretándole la cintura, y le di empecé a besar el cuello como si me lo estuviera tranzando. Ahí nomás le metí las manos por abajo de la musculosa y le apreté las tetas...tenía los pezones duros. “Pará... que me ponés nerviosa”, "se me van a caer los platos y te los van a querer cobrar..." dijo, riéndose, pero se apretó contra mí, rozándome la pija con la cola. "El que sabe esperar tiene recompensa" me largó...Así, todo sea por la sorpresa, desistí de nuevo y no pasamos a mayores, pero los roces, las miradas y las manitos por acá y por allá dejaron el aire cargado.
Me fui a pegar una ducha y con el hambre apretando, decidimos pedir unas pizzas por PedidosYa. “Me voy a bañar antes, Facu, buscate una peli mientras”, dijo Cami, con una sonrisa que me dejó pensando en lo que había pasado antes. Se metió al baño, y yo, en modo novio relajado, armé una mesa ratona en el living, tiré unos almohadones en el sillón y bajé las luces para un clima de cine, sin ninguna intención zarpada, solo quería que estuviéramos cómodos. Puse una peli de acción en Netflix, de esas con explosiones y poca trama, que sabemos que vamos a cambiar o dejar de mirar en 10 minutos y me tiré a esperar las pizzas. El calor seguía pesado, así que dejé la puerta del frente entreabierta, con el jardincito dando a la calle porque había una reja que la separaba de esta.
A las 11:50 sonó el timbre, y me levanté a recibir al pibe de PedidosYa. Busqué la billetera en la mesita, pero no la encontré. Abrí la puerta y me asomé. El repartidor, un flaco de unos 25 años, se bajaba de la moto. Era un pibe normal, ni galán ni desastre: jeans, remera negra algo ajustada, pelo corto, transpirado por el calor que no aflojaba a esa hora. “Pasá un segundo, loco, que no encuentro la billetera”, le dije, con confianza. Abrí la reja y el pibe arrimó la moto al jardincito para no dejarla en la calle (era casi medianoche, y aunque Mendoza es más tranqui que Buenos Aires, nadie se confía). Sacó las cajas de pizza y las latas de birra de la heladerita, y se asomó a la puerta, quedando medio adentro, medio afuera, esperando que le pase la plata.
Mientras revolvía la cocina buscando la billetera, escuché a Cami salir del baño. Pensé que iba a venir al living, pero no apareció de una. De repente, la veo pasar dando saltitos, como si estuviera re contenta, directo al sillón. IEl pelo atado bien tirante en una cola de caballo, un topcito negro que le apretaba las tetas, una tanga negra divina con dos tiritas cruzándole la cintura, y unas medias blancas normales, pero el conjunto general la hacía verse realmente porno.
Antes de que pudiera reaccionar, la escucho soltar, con una voz juguetona: “¿Y? ¿Vemos la peli o primero me pensás coger?”.
Mi corazón se paró. Miré hacia la puerta, y ahí estaba el pibe, con las pizzas en la mano, los ojos como platos, clavados en Cami, que se quedó congelada en el medio del living.
La cara de Cami se puso roja como un tomate cuando me vio en la cocina y se dio cuenta de que no me había hablado a mí si no al flaco que hacía malabares para tener las cajas de pizzas, las birras, no tirar la moto y mirarle las tetas a Cami y el espectáculo de verla con esa tanga.
Estaba paralizada, con las tetas marcadas en el top y la tanga dejando ver esa cola perfecta. El pelito medio mojado completaba la escena que a esas alturas parecía una porno barata, les juro que no fue intencional y que nunca lo imaginamos pero estos accidentes pasan y por lo menos para el deliver fue uno feliz…
A todo esto, yo, con la billetera en la mano, avancé rápido, pasando entre ella y el pibe, que estaba a dos metros. No se me ocurrió taparla, solo quería manejar la situación. “Acá tenés, loco”, le dije, dándole la plata, pero el flaco no reaccionaba. No me miraba a mí, tenía los ojos fijos en Cami, que seguía quieta, con las mejillas ardiendo y los ojitos verdes abiertos. “Eeeh, gracias..”, balbuceó el pibe, pero no se movía, como si estuviera en trance.
“Perdón, no sabía que había alguien…”, empezó a decir Cami, con la voz temblorosa, pero el pibe, que más tarde se presentó como Leo, la cortó: “Tranquila, no pasa nada, je, estás… en casa, normal”. Su voz sonaba nerviosa, pero había un brillo en sus ojos que no me gustaba del todo. Yo, tratando de mantener el control, dije: “Bueno, loco, gracias por pasar, ya te podés ir”. Pero Cami, para mi sorpresa, se rió bajito y dijo: “Facu!, cómo lo vas a echar así... qué vergüenza, perdón, no quería salir así”. Y se acercó un paso, como si quisiera suavizar el momento.
Leo, que no era ningún boludo, sonrió y dijo: “No hay drama, che, pasa en las mejores casas...y en las películas" Todos nos reímos, yo medio de compromiso, pero sus ojos seguían clavados en las piernas de Cami.
“Facu, no seas desubicado, decile que pase un segundo, está la puerta medio abierta y yo estoy medio en pelotas”, dijo Cami, medio en broma, medio en serio. Yo me quedé helado. ¿En serio quería que el pibe entrara? “¿Estás segura, amor?”, le pregunté, mirándola fijo. Pensé sinceramente que me iba a decir que salga… que salgamos los dos! era lo lógico. Ella asintió, todavía colorada, pero con un brillo en los ojos que me descolocó. “Sí, dale, que no se quede afuera, dale una de las cervezas al pobre por lo menos… ¡y cerrá la puerta!”.
Leo dijo: “Bueno, si no molesto, entro un toque. A parte te tengo que dar vuelto”. Dejó las pizzas y las birras en la mesita ratona del living y se quedó parado, sin saber bien qué hacer, pero sin sacarle los ojos de encima a Cami. Se empezó a meter la mano en el bolsillo, no sé si para buscar el vuelto o para otra cosa.
Abrí una de las birras y le ofrecí otra a Leo. “Tomá, loco, por las molestias, encima hace un calor de cagarse”, dije, tratando de mantener la cosa tranqui. Cami, que seguía en top y tanga, se sentó en el sillón, cruzando las piernas, pero la tanga se le marcaba tanto que era imposible no mirar. “¿Qué peli elegiste, Facu?”, preguntó, como si nada, pero su voz tenía un toque juguetón que no era normal en ella. “Una de acción, no sé, después vemos”, dije, sentándome al lado, en el brazo del sillón, tratando de no mirar al pibe, que estaba parado con la birra en la mano, claramente nervioso.
La situación estaba rara, pero el aire se iba cargando. Cami, que siempre era tímida, empezó a hablar más, como si la birra y el calor la estuvieran soltando. “Che, Leo, ¿siempre repartís tan tarde?”, preguntó, inclinándose un poco para agarrar una lata, lo que hizo que sus tetas se apretaran en el top. Leo tragó saliva y dijo: “Sí, hasta la una o dos, es un garrón, pero hoy… digamos que está bueno”. Se rió, nervioso, y yo sentí un nudo en el estómago, pero también noté que mi pija empezaba a despertarse. Después de la visita al ginecólogo que les conté digamos que nos pintaba un poco esto de jugar y de toque le saqué la ficha a Cami que se rió y dijo: “Ay, qué boludo, no digas eso que me da vergüenza”. Pero no se tapó, y cuando descruzó las piernas, las dejó un ratito abiertas dejando u conchita marcarse en la tanga negra por unos segundos.
“Bueno, loco, gracias por la pizza, pero…”, empecé a decir, queriendo cerrar, pero Cami me cortó de nuevo: “Facu, dejalo tomar la cerveza en paz, no seas mala onda que encima tiene que laburar hasta las dos”. Me miró con esos ojitos verdes, y supe que algo estaba pasando. Leo, sintiendo el clima, dijo: “Si quieren, me voy, no hay drama”.
Pero Cami, con una sonrisa que no le conocía, dijo: “No, tomate la cerveza tranqui, total la peli todavía no empezó”. Yo no sabía si seguirle la corriente o marcar territorio, pero la verdad es que la situación me estaba calentando, aunque no quería admitirlo.
Empezamos a charlar, los tres en el living, con las pizzas abiertas pero sin tocarlas. Cami seguía moviéndose en el sillón, como si no pudiera quedarse quieta, y cada movimiento hacía que la tanga se le clavara más en la cola. Leo no disimulaba, sus ojos iban de las tetas a la cola, y yo noté que el bulto en su jean era cada vez más evidente. “Che, Cami, ¿siempre recibís así a los deliverys?”, dijo Leo, medio en broma, pero con un tono que buscaba algo. Ella se rió, colorada, y dijo: “No, boludo, me acabo de bañar, no pensé que ibas a entrar”. Pero se acomodó en el sillón, abriendo un poco las piernas para agarrar una porción de pizza y de nuevo se quedó un ratito así.
La charla fue subiendo de tono. Cami, como al pasar, dijo: “Leo, ¿y vos, tenés novia o salís a esperar que t reciban las clientas entangadas? ¿Ss de los que van por ahí rompiendo corazones?”. Yo casi me atraganto, qué le pasaba que estaba tan extrovertida?... pero Leo se rió y dijo: “Nah, estoy solo, pero no me quejo, siempre aparece alguna oportunidad”. Me miró, como pidiéndome permiso, y yo, tratando de no quedar como un boludo, dije: “Bueno, loco, mientras no te creas que es esta todo bien, eh”. Los tres nos reímos, pero el aire estaba pesado, como si estuviéramos a un paso de algo.
Cami, en un momento, se levantó para buscar otra birra, y cuando pasó por al lado de Leo, rozó “sin querer” su pierna con la mano. El pibe se quedó duro, y yo vi cómo se ajustó el jean otra vez, con un bulto que no dejaba dudas. “Facu, ¿no te molesta que esté así, no?”, me dijo Cami, señalándose el top y la tanga. “Estás divina, amor, pero no sé si el pibe aguanta”, dije, medio en broma. Leo se rió y dijo: “Aguanto, aguanto, pero está complicado, eh”. Cami se rió, sentándose más cerca de mí, pero sin dejar de mirar a Leo.
La cosa estaba al límite. Cami, con una voz más suave, dijo: “Che, Facu, si no arrancamos la peli, me voy a dormir…”. Sus ojitos verdes brillaban, y yo sentí mi pija apretando contra el short.
Y ahí como que mi cabeza hico el click y dije que se cague todo... "Bueno, igual mucha peli no vamos a ver si generalmente terminamos garchando" le tiré. Creo que ella no se esperó esa reacción y se puso colorada, pero lejo de achicarse retrucó con "encima la pizza ya está fría...me voy a tener que comer otra cosa".
A todo esto Leo observaba todo como un partido de tenis, con los ojitos de un lado a otro viendo pregunta y respuesta. Cami se dio cuenta al toque, se pará y vino hasta donde estaba yo. Sus piernas tostaditas por el sol del día eran un espectáculo, el topcito le apretaba los justo las tetas y la cola enmarcada en la tanga negra era una bomba. Se puso justo en el medio de mis pierna, dándole la espalda al pibe y me estampo un beso. Yo no me quedé atrás y la agarré de la cintura y empezamos a chapar fuerte, Cami subió una pierna a la mía, apenas para acomodarse encima mío. Por unos segundos me olvidé por completo del chabón...
Cuando abro los ojos lo veo atrás de Cami relojeándole el orto, así que ahí el morbo me pudo más y le agarré bien los cachetes, se los masajeé fuerte y con las dos manos le abrí bien el culo, para que se vea la tanga bien clavada en su concha...
Ahí Cami reaccionó, se separó y me dijo con voz muy de puta... "Me voy a cambiar porque estoy muy mojadita".
Miré a Leo, y el bulto en su jean era imposible de ignorar. Estaba dos segundos de pelar la pija...
No cruzamos la línea, pero la calentura era insoportable.
“Leo, loco, gracias por la pizza, pero creo que nos vamos a poner con la peli”, dije, tratando de cerrar, aunque mi pija decía otra cosa. El chabón no lo podía creer...asintió, todavía con los ojos en Cami que se iba por el pasillo, y dijo: “Bueno, los dejo..mañana hago el mismo turno eh”. Cami, con una sonrisa pícara, le dijo: “Chau, Leo, volvé cuando quieras”. El pibe se fue y si no se clavó una paja a la salida no sé sinceramente como pasó la noche. osotros cerramos la
Yo cerré la puerta, pero la tensión seguía ahí.
Apenas Leo arrancó la moto, Cami vino corriendo de nuevo, me miró y dijo: “Facu, estoy re caliente, no sé qué me pasó”. Yo, todavía duro, le dije: “Yo también, gorda, ¿te calentó posta el pibe ese?”. Ella se puso colorada, pero asintió... " no sé si el pibe o la situación pero mirá cómo estoy..." y sin decir más, me agarró la mano y la llevó a su concha que desbordaba de flujo. Me desabrochó el short y sacó mi pija, que estaba a punto de explotar. "No, le dije...vení para acá”, sentándola en el sillón. Le corrí la tanga, que estaba empapada, y empecé a tocarle la conchita, pajeando su clítoris que ya estaba muy hinchado, bien despacito. Ella gemía bajito... "Tocame las tetas”, susurró, y yo le metí otro dedo y le apreté fuerte las tetas, sintiendo cómo se mojaba más.
Le levanté las piernas y le empecé a pasar la lengua por la cola, llendo y viniendo desde el culo hasta el clítoris y disfrutando de como se retorcía. Yo no daba más...me senté y mientras la seguía masturbando me agarró la pija y me empezó a pajear.
"Me encantó cuando me abriste el culo como a una puta" me dijo y no terminó de decir eso que empezó a acabar... La sola imagen de mostrarle absolutamente todo a ese extraño la había calentado a más no poder. Acabamos los dos en minutos, ella temblando contra mi mano y yo llenándole la panza con mi leche. Nos quedamos tirados en el sillón, riéndonos, con las pizzas frías y la peli sin empezar. Esa noche, después de comer, nos garchamos de nuevo como locos, con Cami más suelta que nunca, como si la mirada de Leo la hubiera despertado pensando que hubiera pasado con Leo si no hubiéramos frenado ahí.
5 comentarios - Noche de Pizzas
Ojalá sigan por ese camino