Buenas noches comunidad.
Les dejo un relato por aquí, espero que lo disfruten. Se agradece la critica constructiva!
Digamos que mi nombre es Jorge. Tengo casi 40 y soy un tipo grande, mido 1.80, peso mis buenos 100 kilos, espalda ancha, siempre hice deporte de fuerza y el cuerpo lo recuerda.
En general soy un tipo robusto, con una buena barba y según dicen, ojos compradores. Me percibo como un tipo con el que es fácil hablar y considero que esa siempre ha sido una de mis grandes virtudes.
Como decía antes, en algún punto de las sesiones apareció el tema sexo. Muy poca gente lo sabe, pero yo siempre he sido practicante de BDSM. Y he tenido más de una relación de ese estilo.
No suelo comentarlo, pero ya fuera por la seguridad del secreto profesional o porque en realidad quería soltarlo, se lo terminé comentando.
Fue algo que enseguida encendió una chispa. O eso sentí yo en ese momento. Pasamos los últimos 20 minutos de la sesión charlando sobre eso. Recuerdo que ese día me fui feliz. Consideré que había sido una gran sesión.
No estaba en mi cabeza todo lo que esto iba a comenzar a desatar.
Las siguientes 3 sesiones fueron similares. Siempre terminábamos hablando del tema. Del qué, del cómo y del cuando. De que me gustaba. De por que me gustaba. Los roles. La ropa. Los trajes. Las 'implementos'.
La sesión previa habíamos hablado de esto durante casi 50 minutos. Prácticamente no hablábamos de otra cosa. Y yo comencé a notar una inquietud en Leticia. Como un brillo en los ojos cuando describía cosas de mis sesiones.
Era casi imperceptible. Pero mi cabeza me decía que las señales estaban ahí. Que ella estaba interesada. No se si en mi o en BDSM, pero lo estaba. Pero mi cerebro decía que era muy arriesgado.
Toda la semana previa a esta sesión fueron discusiones en mi cabeza.
Entre dar un paso o quedarme en el molde. Todo decantó cuando decidí ser fiel a mi mismo y me prometí hace mucho tiempo, es no quedarme con ganas de hacer las cosas.
Así que ahí estaba. Decidido a hacer lo que hubiera que hacer para sacarme las dudas cuando suena la cerradura y se abre la puerta.
Y ahí estaba, 1.6o metros de de mujer. Gordita. Pelo negro. Ojos miel. Una boca generosa. Una cola normal, pero unas piernas de otro mundo. Y los pechos. Se adivinaban hermosos y rebosantes aún aprisionados en el corpiño.
Llevaba una blusa negra ligeramente más escotada que de costumbre, una falda negra, corta y pegada al cuerpo y medias a juego, rematadas con unos tacos.
Ella siempre vestía bien, pero esto era otra cosa.
Las dudas se despejaron en el momento, ella se había vestido así para mi. Yo lo sabía, pero lo más importante, ella lo sabía.
Todo el cuerpo me gritaba que la comiera en ese momento. Quería comerle la boca como se merece un pedazo de mujer como ella. Quería arrancarle la blusa y el corpiño y sumergirme en ese paraíso.
Pero soy mejor que eso. Tenía que demostrárselo a ella. Yo soy dominante y las cosas se iban a hacer al ritmo que yo quisiera. Creo que ella pensó que no había entendido la indirecta.
La saludé y pasé al consultorio. No sin rozar como de casualidad con mi brazo esas hermosas tetas.
Pasé y me senté en mi lugar como si no hubiese pasado nada. Leticia se sentó en el suyo, a unos 2 metros de mi.
El ambiente estaba tenso. La energía era otra. Más densa. Como los días antes de la tormenta. Comenzamos a hablar como en todas las sesiones. 5 minutos después ya tocábamos el tópico que nos interesaba.
Me dediqué a contar con más detalles alguna de mis experiencias tratando de llevar la sesión hacia donde yo quería y lo iba logrando con éxito. Ya no parecía la charla de un paciente con su psicóloga.
Era casi una charla de amigos. Muy distendida. Había logrado crear el ambiente que quería. Estaba en el lugar que deseaba para hacer mi movimiento. Y lo solté:
Jorge: Al principio me costaba entender lo que mis parejas sienten.
Leticia: Y que sienten?
Jorge: Querés que te cuente, o querés probar...?
La cara de Leticia cambió. Esto la tomó por sorpresa. Creo que no se lo esperaba ya a esta altura. Yo había evadido sus indirectas y me había dedicado a hacer de esta una sesión más.
Me puedo imaginar su vergüenza al haberse vestido para mi y que yo ni lo notara. Haber sacrificado tal vez una parte de su integridad profesional por mi y que yo no me hubiera enterado.
El momento fue sublime. Su cara valió todo el tiempo invertido. Me paré, caminé con tranquilidad hasta su sillón. En sus ojos había una mezcla de sentimientos. Se podían leer como un libro abierto. Satisfacción, miedo, vergüenza, excitación.
Era delicioso solo verla, sentada ahí. Entregada a lo que iba a pasar. Se podía escuchar a su cuerpo suplicando que lo hiciera vibrar de placer.
Leticia no había dicho una palabra aún. En un segundo salió del shock y atinó a hablar.
Leticia: Que haces...?! - Me dijo con esa mezcla de sentimientos hermosos
Jorge: Lo que me estás pidiendo. - Contesté con mi voz más calmada.
Leticia: No, no. Pará, esto está mal... - Dijo mientras me apartaba la mirada.
No le di tiempo a nada más. No me iba a echar para atrás a esta altura. Y no iba a dejar que ella lo hiciera tampoco. Estábamos en la puerta. Solo faltaba dar ese paso y cruzar.
Me incliné, la tomé firme desde la base del cuello y la paré enfrente de mi.
Jorge: Yo quiero hacer esto. Se que vos querés esto. Todo está bien. Pero si me decís que no querés ahora se termina acá, pero no vas a tener otra chance. - Mi voz era imperativa. Era una orden.
Leticia se quedó en silencia y comenzó a ponerse colorada.
Esa interacción sentó todas las bases. Ella quería obedecer. Y yo quería jugar con ella. Miré el reloj, nos quedaban escasos 20 minutos. Apenas me iba a alcanzar para jugar un poco.
Jorge: Esto va a ser así. Yo ordeno, tu acatas. Se entiende?
Leticia: Si...
Jorge: Manos hacia adelante, muñecas pegadas. - Le ordené
Puso las manos en posición y comencé a desabrocharme el cinto.
Leticia: Pará, que vas a hacer? Nos quedan 15 minutos, a las 5 tengo otro paciente, no podemos ...
Jorge: Podemos lo que yo quiera. Ya te dije, yo ordeno. Tu acatas. Y nos quedan 20, no 15.
Leticia: Pero el tiempo...
Jorge: Mi trabajo cuidarte. No te voy a poner en riesgo. Tienes que confiar en mi en esta.
Leticia terminó de entregarse. Até sus muñecas con el cinto y estas al cuello. La imagen era hermosa. Mi psicóloga atada por mi, entregada a mis deseos.
La llevé al diván y la acosté. Subí la falda y separé las piernas con firmeza. Ella solo se dejó hacer. Descubrí una hermosa lencería de encaje negro. Ella estaba preparada. Lo había estado deseando.
Era momento de cumplirle su deseo. Quería simplemente realizar unos juegos con ella. Para que comenzara a familiarizarse con el ambiente y la dinámica. Y dejarla con ganas de más...
Jorge: Ahora no podes hablar, entendido?
Leticia: Si.
Detrás de su si, vino un chirlo a sus nalgas.
Leticia: Aaaauh. - Dijo mientras le brillaban los ojos
La nalgada había sido lo suficientemente fuerte para sentirla, pero no tanto como para que fuese incómoda. Me agradó haber acertado tan bien en la fuerza
Jorge: Vamos de nuevo. Ahora no podes hablar, entendiste?
Leticia asintió con la cabeza.
Jorge: Habías venido totalmente preparada. Y eso que intentaste resistirte. - Dije mientras le sacaba la ropa interior.
El olor de su sexo era delicioso e intenso. Desbordaba un rio de fluidos. La lencería estaba empapada.
Jorge: Y te quisiste hacer la santa. Yo me voy a encargar de mostrarte que es lo que sos.
Deslicé 2 dedos dentro de su concha, sin encontrar la mínima dificultad. Su concha ardía. Con suerte tenía 10 minutos. Decidí que lo mejor sería estimular su punto G, para sacarle el mejor orgasmo que pudiera de esta situación.
La ataqué sin piedad ella gemía de manera ahogada. Su concha se derramaba y se retorcía alrededor de mis dedos. Sus gemidos eran cada vez mejores. El orgasmo era inminente. En ese momento paré en seco.
Leticia me miró con sorpresa, suplica y odio en los ojos. La había privado de un placer inminente.
Mientras dejaba que su orgasmo des escalara un poco le dije:
Jorge: Ahora podes hablar, pero no te podes acabar sin permiso. Estamos claros?
Leticia: Si - Fue lo que pudo decir entre calentura y jadeos.
Retomé mi labor para consumar su orgasmo y cuando noté que no demoraba mucho me lancé con mi boca a su clítoris.
Me pidió permiso para acabar 3 veces y 3 veces se lo negué.
Estalló entre gemidos ahogados y un rio de fluidos.
2 sendas nalgadas más aterrizaron en ese culo firme.
Jorge: Te dije que no acabaras sin permiso. - Le dije con voz calmada
Leticia: Pero...
Otra nalgada fue la respuesta.
Jorge: No se dice pero. Se dice: "Perdón, amo" - Aún con mis dedos en su sexo,
Leticia lo entendió. Me miraba con ojos avariciosos de más. Estaba extasiada. Ahora yo daba las ordenes y ella acataba. Era lo que ella quería, pero no lo sabía hasta hoy.
Saque mis dedos de su sexo. Los saboree mientras ella me miraba ardiendo en deseo. Observé mi obra, su falda estaba mojada Sus piernas estaban mojadas. Hasta el comienzo de las medias. Había sido un buen orgasmo.
Miré el reloj. Faltaban 5 para las 5.
Jorge: Arréglate, que te quedan 5 minutos - Le dije mientras la desataba.
Eso la bajó a a tierra nuevamente. Acomodó su blusa comenzó a acomodar la falda ya buscar su ropa interior.
Leticia: Me das mi ropa interior?
La miré fijo.
Leticia: Por favor, amo? - Se apresuro a agregar
Jorge: Me la llevo yo. Ahora me pertenece. Vas a tener que atender a tus pacientes así. Para que aprendas a comportarte y seguir las indicaciones. - Le dije con tranquilidad
Sus ojos suplicaban que no. Pero yo sabía que lo iba a disfrutar.
Me puse el cinto. Ella se terminó de arreglar. Nos acercamos a la puerta. Me di cuenta que aún no la había besado. Cuando puso la llave en la cerradura le dije:
Jorge: A partir de ahora, me voy a despedir de vos con un beso.
Leticia: Muy bien - dijo, mientras yo le asestaba una nueva nalgada.
Jorge: Se dice "si, amo". - Contesté.
Leticia: Si amo. - dijo mientras cerraba los ojos y me cedía su boca.
Me agaché, levanté su falda y di un dedicado beso a su sexo. Ella no lo esperaba y le sacó un lindo gemido.
Creo que no voy a tener que pagar por la próxima sesión, le dije mientras salía y ella cerraba la puerta.
Me paré frente al ascensor. La verga me explotaba y volaba de la calentura. Pero había logrado mi objetivo. "Una inversión a futuro, Jorge" me dije a mi mismo.
Las puertas se abrieron. Dentro del ascensor venía un muchacho flaco y desgarbado. Cabizbajo. Salió del ascensor sin levantar la vista.
Entre al ascensor al tiempo que sentía al muchacho golpear en la puerta de Leticia.
Me dijo luego que sus pacientes de esa tarde le habían comentado que sintieron un olor particular dentro del consultorio.
No puede haberme quedado más a gusto con esa información.
Les dejo un relato por aquí, espero que lo disfruten. Se agradece la critica constructiva!
Digamos que mi nombre es Jorge. Tengo casi 40 y soy un tipo grande, mido 1.80, peso mis buenos 100 kilos, espalda ancha, siempre hice deporte de fuerza y el cuerpo lo recuerda.
En general soy un tipo robusto, con una buena barba y según dicen, ojos compradores. Me percibo como un tipo con el que es fácil hablar y considero que esa siempre ha sido una de mis grandes virtudes.
Como decía antes, en algún punto de las sesiones apareció el tema sexo. Muy poca gente lo sabe, pero yo siempre he sido practicante de BDSM. Y he tenido más de una relación de ese estilo.
No suelo comentarlo, pero ya fuera por la seguridad del secreto profesional o porque en realidad quería soltarlo, se lo terminé comentando.
Fue algo que enseguida encendió una chispa. O eso sentí yo en ese momento. Pasamos los últimos 20 minutos de la sesión charlando sobre eso. Recuerdo que ese día me fui feliz. Consideré que había sido una gran sesión.
No estaba en mi cabeza todo lo que esto iba a comenzar a desatar.
Las siguientes 3 sesiones fueron similares. Siempre terminábamos hablando del tema. Del qué, del cómo y del cuando. De que me gustaba. De por que me gustaba. Los roles. La ropa. Los trajes. Las 'implementos'.
La sesión previa habíamos hablado de esto durante casi 50 minutos. Prácticamente no hablábamos de otra cosa. Y yo comencé a notar una inquietud en Leticia. Como un brillo en los ojos cuando describía cosas de mis sesiones.
Era casi imperceptible. Pero mi cabeza me decía que las señales estaban ahí. Que ella estaba interesada. No se si en mi o en BDSM, pero lo estaba. Pero mi cerebro decía que era muy arriesgado.
Toda la semana previa a esta sesión fueron discusiones en mi cabeza.
Entre dar un paso o quedarme en el molde. Todo decantó cuando decidí ser fiel a mi mismo y me prometí hace mucho tiempo, es no quedarme con ganas de hacer las cosas.
Así que ahí estaba. Decidido a hacer lo que hubiera que hacer para sacarme las dudas cuando suena la cerradura y se abre la puerta.
Y ahí estaba, 1.6o metros de de mujer. Gordita. Pelo negro. Ojos miel. Una boca generosa. Una cola normal, pero unas piernas de otro mundo. Y los pechos. Se adivinaban hermosos y rebosantes aún aprisionados en el corpiño.
Llevaba una blusa negra ligeramente más escotada que de costumbre, una falda negra, corta y pegada al cuerpo y medias a juego, rematadas con unos tacos.
Ella siempre vestía bien, pero esto era otra cosa.
Las dudas se despejaron en el momento, ella se había vestido así para mi. Yo lo sabía, pero lo más importante, ella lo sabía.
Todo el cuerpo me gritaba que la comiera en ese momento. Quería comerle la boca como se merece un pedazo de mujer como ella. Quería arrancarle la blusa y el corpiño y sumergirme en ese paraíso.
Pero soy mejor que eso. Tenía que demostrárselo a ella. Yo soy dominante y las cosas se iban a hacer al ritmo que yo quisiera. Creo que ella pensó que no había entendido la indirecta.
La saludé y pasé al consultorio. No sin rozar como de casualidad con mi brazo esas hermosas tetas.
Pasé y me senté en mi lugar como si no hubiese pasado nada. Leticia se sentó en el suyo, a unos 2 metros de mi.
El ambiente estaba tenso. La energía era otra. Más densa. Como los días antes de la tormenta. Comenzamos a hablar como en todas las sesiones. 5 minutos después ya tocábamos el tópico que nos interesaba.
Me dediqué a contar con más detalles alguna de mis experiencias tratando de llevar la sesión hacia donde yo quería y lo iba logrando con éxito. Ya no parecía la charla de un paciente con su psicóloga.
Era casi una charla de amigos. Muy distendida. Había logrado crear el ambiente que quería. Estaba en el lugar que deseaba para hacer mi movimiento. Y lo solté:
Jorge: Al principio me costaba entender lo que mis parejas sienten.
Leticia: Y que sienten?
Jorge: Querés que te cuente, o querés probar...?
La cara de Leticia cambió. Esto la tomó por sorpresa. Creo que no se lo esperaba ya a esta altura. Yo había evadido sus indirectas y me había dedicado a hacer de esta una sesión más.
Me puedo imaginar su vergüenza al haberse vestido para mi y que yo ni lo notara. Haber sacrificado tal vez una parte de su integridad profesional por mi y que yo no me hubiera enterado.
El momento fue sublime. Su cara valió todo el tiempo invertido. Me paré, caminé con tranquilidad hasta su sillón. En sus ojos había una mezcla de sentimientos. Se podían leer como un libro abierto. Satisfacción, miedo, vergüenza, excitación.
Era delicioso solo verla, sentada ahí. Entregada a lo que iba a pasar. Se podía escuchar a su cuerpo suplicando que lo hiciera vibrar de placer.
Leticia no había dicho una palabra aún. En un segundo salió del shock y atinó a hablar.
Leticia: Que haces...?! - Me dijo con esa mezcla de sentimientos hermosos
Jorge: Lo que me estás pidiendo. - Contesté con mi voz más calmada.
Leticia: No, no. Pará, esto está mal... - Dijo mientras me apartaba la mirada.
No le di tiempo a nada más. No me iba a echar para atrás a esta altura. Y no iba a dejar que ella lo hiciera tampoco. Estábamos en la puerta. Solo faltaba dar ese paso y cruzar.
Me incliné, la tomé firme desde la base del cuello y la paré enfrente de mi.
Jorge: Yo quiero hacer esto. Se que vos querés esto. Todo está bien. Pero si me decís que no querés ahora se termina acá, pero no vas a tener otra chance. - Mi voz era imperativa. Era una orden.
Leticia se quedó en silencia y comenzó a ponerse colorada.
Esa interacción sentó todas las bases. Ella quería obedecer. Y yo quería jugar con ella. Miré el reloj, nos quedaban escasos 20 minutos. Apenas me iba a alcanzar para jugar un poco.
Jorge: Esto va a ser así. Yo ordeno, tu acatas. Se entiende?
Leticia: Si...
Jorge: Manos hacia adelante, muñecas pegadas. - Le ordené
Puso las manos en posición y comencé a desabrocharme el cinto.
Leticia: Pará, que vas a hacer? Nos quedan 15 minutos, a las 5 tengo otro paciente, no podemos ...
Jorge: Podemos lo que yo quiera. Ya te dije, yo ordeno. Tu acatas. Y nos quedan 20, no 15.
Leticia: Pero el tiempo...
Jorge: Mi trabajo cuidarte. No te voy a poner en riesgo. Tienes que confiar en mi en esta.
Leticia terminó de entregarse. Até sus muñecas con el cinto y estas al cuello. La imagen era hermosa. Mi psicóloga atada por mi, entregada a mis deseos.
La llevé al diván y la acosté. Subí la falda y separé las piernas con firmeza. Ella solo se dejó hacer. Descubrí una hermosa lencería de encaje negro. Ella estaba preparada. Lo había estado deseando.
Era momento de cumplirle su deseo. Quería simplemente realizar unos juegos con ella. Para que comenzara a familiarizarse con el ambiente y la dinámica. Y dejarla con ganas de más...
Jorge: Ahora no podes hablar, entendido?
Leticia: Si.
Detrás de su si, vino un chirlo a sus nalgas.
Leticia: Aaaauh. - Dijo mientras le brillaban los ojos
La nalgada había sido lo suficientemente fuerte para sentirla, pero no tanto como para que fuese incómoda. Me agradó haber acertado tan bien en la fuerza
Jorge: Vamos de nuevo. Ahora no podes hablar, entendiste?
Leticia asintió con la cabeza.
Jorge: Habías venido totalmente preparada. Y eso que intentaste resistirte. - Dije mientras le sacaba la ropa interior.
El olor de su sexo era delicioso e intenso. Desbordaba un rio de fluidos. La lencería estaba empapada.
Jorge: Y te quisiste hacer la santa. Yo me voy a encargar de mostrarte que es lo que sos.
Deslicé 2 dedos dentro de su concha, sin encontrar la mínima dificultad. Su concha ardía. Con suerte tenía 10 minutos. Decidí que lo mejor sería estimular su punto G, para sacarle el mejor orgasmo que pudiera de esta situación.
La ataqué sin piedad ella gemía de manera ahogada. Su concha se derramaba y se retorcía alrededor de mis dedos. Sus gemidos eran cada vez mejores. El orgasmo era inminente. En ese momento paré en seco.
Leticia me miró con sorpresa, suplica y odio en los ojos. La había privado de un placer inminente.
Mientras dejaba que su orgasmo des escalara un poco le dije:
Jorge: Ahora podes hablar, pero no te podes acabar sin permiso. Estamos claros?
Leticia: Si - Fue lo que pudo decir entre calentura y jadeos.
Retomé mi labor para consumar su orgasmo y cuando noté que no demoraba mucho me lancé con mi boca a su clítoris.
Me pidió permiso para acabar 3 veces y 3 veces se lo negué.
Estalló entre gemidos ahogados y un rio de fluidos.
2 sendas nalgadas más aterrizaron en ese culo firme.
Jorge: Te dije que no acabaras sin permiso. - Le dije con voz calmada
Leticia: Pero...
Otra nalgada fue la respuesta.
Jorge: No se dice pero. Se dice: "Perdón, amo" - Aún con mis dedos en su sexo,
Leticia lo entendió. Me miraba con ojos avariciosos de más. Estaba extasiada. Ahora yo daba las ordenes y ella acataba. Era lo que ella quería, pero no lo sabía hasta hoy.
Saque mis dedos de su sexo. Los saboree mientras ella me miraba ardiendo en deseo. Observé mi obra, su falda estaba mojada Sus piernas estaban mojadas. Hasta el comienzo de las medias. Había sido un buen orgasmo.
Miré el reloj. Faltaban 5 para las 5.
Jorge: Arréglate, que te quedan 5 minutos - Le dije mientras la desataba.
Eso la bajó a a tierra nuevamente. Acomodó su blusa comenzó a acomodar la falda ya buscar su ropa interior.
Leticia: Me das mi ropa interior?
La miré fijo.
Leticia: Por favor, amo? - Se apresuro a agregar
Jorge: Me la llevo yo. Ahora me pertenece. Vas a tener que atender a tus pacientes así. Para que aprendas a comportarte y seguir las indicaciones. - Le dije con tranquilidad
Sus ojos suplicaban que no. Pero yo sabía que lo iba a disfrutar.
Me puse el cinto. Ella se terminó de arreglar. Nos acercamos a la puerta. Me di cuenta que aún no la había besado. Cuando puso la llave en la cerradura le dije:
Jorge: A partir de ahora, me voy a despedir de vos con un beso.
Leticia: Muy bien - dijo, mientras yo le asestaba una nueva nalgada.
Jorge: Se dice "si, amo". - Contesté.
Leticia: Si amo. - dijo mientras cerraba los ojos y me cedía su boca.
Me agaché, levanté su falda y di un dedicado beso a su sexo. Ella no lo esperaba y le sacó un lindo gemido.
Creo que no voy a tener que pagar por la próxima sesión, le dije mientras salía y ella cerraba la puerta.
Me paré frente al ascensor. La verga me explotaba y volaba de la calentura. Pero había logrado mi objetivo. "Una inversión a futuro, Jorge" me dije a mi mismo.
Las puertas se abrieron. Dentro del ascensor venía un muchacho flaco y desgarbado. Cabizbajo. Salió del ascensor sin levantar la vista.
Entre al ascensor al tiempo que sentía al muchacho golpear en la puerta de Leticia.
Me dijo luego que sus pacientes de esa tarde le habían comentado que sintieron un olor particular dentro del consultorio.
No puede haberme quedado más a gusto con esa información.
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