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Mi vecina Mabel

Hola amigos de Poringa.

Les quiero contar lo que me pasó con mi vecina Mabel, una mujer de 56 años, separada, con dos hijas grandes que ya no viven con ella.

Vive sola en la casa de al lado, y yo siempre la jodía con que era mi “sugar vecina”.

Una tarde de calor estaba yo en la vereda, tomando una birra, cuando ella salió a regar las plantas. Shorts sueltos, musculosa, sin corpiño…

El movimiento de sus tetas maduras me tenía la cabeza a mil. Nos pusimos a charlar, me invitó a pasar porque “le sobraba un vino fresco en la heladera”. Obvio no le dije que no.

Adentro, la cosa se puso más picante. Mabel estaba suelta, me miraba con una mezcla de ternura y picardía, como diciendo “sé que sos más pendejo, pero me calientas”.

Me acerqué, la toqué del brazo y no se corrió. Al contrario, me sonrió. Ahí no dudé: la besé.

Se dejó llevar enseguida, y mientras me agarraba de la nuca, me murmuró:

—Hace años que no me tocan así, nene…

En segundos estábamos contra la mesa del comedor. Le bajé el short y me encontré con esa conchita madura, húmeda, con olor fuerte a hembra de verdad. La lamí despacio, mientras ella se agarraba de mi pelo y me pedía que no pare. Gemía fuerte, como si estuviera liberando años de abstinencia.

Después me subí encima y se lo metí con todo. Mabel gritaba, me arañaba la espalda, me decía “dame pendejo, haceme tuyo”. Yo me sentía un toro cogiendo a esa vecina que siempre había fantaseado.

La destrocé en la mesa, después en el sillón, y terminamos los dos transpirados en su cama, con las sábanas hechas un desastre. Al final, prendió un pucho y me dijo sonriendo:

—Sos un hijo de puta… ahora vas a tener que venir más seguido.

Y así fue jajaja

Gracias por mirar

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