En primer lugar gracias a los que pasaron a dejar puntos, seguir y mandaron mensajes! Estas historias son todas de hace varios años, la idea es ir haciendo el caminito de a poco para que vean también que no es todo ir a coger de una. Las cosas se van dando y uno no sabe en qué terminan.
Cami quería dejarles esta historia de la que yo casi no me acordaba... Disfruten!
El calor de Mendoza ese domingo era una locura, de esos que te pegan en la cara como si abrieras el horno. Facu y yo habíamos pasado la mañana tirados en casa con el ventilador al palo, boludeando, tomando mate y haciendo zapping en Netflix. Desde temprano, yo estaba con un humor juguetón. Facu, en short y remera, no paraba de tocarme: me abrazaba por la cintura mientras hacíamos unos sanguchitos al mediodía, me daba besos en el cuello que me hacían cosquillas, o me rozaba “sin querer” con la mano cuando pasaba por al lado. Yo, ese día andaba con una musculosita blanca y un shortcito de jean, le seguía el juego, apretándome contra él o dejándole un beso rápido en la boca. “Pará, gordo, que me calentás y no quiero empezar algo ahora”, le dije, riéndome, pero la verdad es que sus manos en mi cintura y el olor de su piel, mezclado con el desodorante que siempre usa, me tenían la cabeza revuelta. No terminamos garchando solo porque hacía demasiado calor mayores, pero el aire entre nosotros estaba cargado, como si supiéramos que el día iba a terminar bien...
Para la tarde, con el sol pegando fuerte, le dije: “Quiero ir al Parque San Martín a tomar sol, ¿te pinta?”. Él, que estaba medio vago, dijo: “Dale, amor, pero no me hagas correr, que este calor me mata”. Agarré un bikini negro, de esos con elástico ancho pero bien chiquitos atrás, que me marcaba bien la cola y la parte de arriba haciendo juego y apretando bien las lolas, una toalla, protector solar y una botella de agua helada, y nos fuimos en bondi porque éramos pobres en esa época jajaja.
El parque estaba lleno de gente: familias con chicos, pibes jugando al fútbol, parejas tiradas en el pasto no daba para ponerme en bolas en ningún lado, por más que fuera en bikini. Caminamos un rato y fuimos a un lugar tranqui en el que muchas veces terminamos yéndonos al pasto, literlamente y figurativamente. Había muchos árboles, pero pastito para tirar la toalla. y entre los árboles algunos claritos por donde entraba el sol ideales para lo que yo buscaba. Encontramos un lugar tranqui, bajo unos árboles en frente del lago, hacia la punta, pero más bien metido, pasando la primera línea de árboles que es donde generalmente se queda la gente... con el césped suave y el olor a tierra húmeda mezclado con el dulzón de las flores que crecían cerca.
Extendí la toalla, me saqué la musculosita y pero no me daba todavía para sacarme el short, del otro lado de los árboles se escuchaban las familias jugando y tomando mate, Me quedé con la parte de arriba del bikini, sintiendo el sol quemándome la piel y la brisa tibia que me rozaba las piernas. Facu, sentado al lado, me miró con esa cara de “sos una diosa” y dijo: “Gorda,te vas a quemar mal, como siempre...ponete el protector”...y sacate el short que después te va a quedar un bóxer blanco marcado si te bronceás así. Me reí, y le tiré un poco de agua de la botella. “Callate, boludo, que me da vergüenza”, dije, pero la verdad es que me encantaba que me mirara así.
Me tiré boca abajo en la toalla, con la cara apoyada en los brazos, y le pedí a Facu que me pusiera protector. Sus manos, ásperas pero cálidas, me recorrieron la espalda, apretándome justo donde la cintura se curva. El olor del protector solar, ese aroma dulzón y pegajoso, se mezclaba con el calor de su piel, y cuando me desató el nudo de la bikini para “cubrir bien”, sentí un cosquilleo que me bajó por la panza. “Pará que está lleno de gente!" le dije riéndome, pero él siguió, rozándome los costados de las tetas con los dedos. “Tranqui gorda, solo te cuido la piel” "a parte están del otro lado y nos tapan los árboles, nunca viene nadie para acá", dijo, con una voz que era puro morbo.
Me dio un chirlo suave, y me dijo...dale, sacate esto. Allá habían un par de minas tomando sol también". El sonido del chirlo hizo que un par de pibes que pasaban cerca, más allá de los árboles miraran. Me puse colorada, pero no me tapé; algo en mí quería que me vieran.
Estuvimos un rato así, tirados de panza...Facu cada tanto me tocaba la espalda, bajaba un poco y me apretaba el culo que por el bronceador estaba como aceitadito. Y si hay algo que me vuelve loca es que me manoseen la cola...Yo me dejé hacer.
Al principio era más disimulado, un jugueteo... pero al ratito el calor y el boludeo de la mañana empezaron a hacer efecto. Facu me corrió la parte de la tanga de la bikini y empezó a jugar con mi cola. Entre el calor y la crema estaba bastante húmeda y no hizo falta mucho para que me mojara más. Me empezó a meter mano y a tocar la conchita desde atrás. Lo miré de reojo y ví cómo se acomodaba la pija que ya a esas alturas se notaba bien parada.
En eso, escuchamos unos ruidos de alguien que caminaba y Facu me sacó la mano y me acomodó la bikini como si no hubiera pasado nada. Nos cortaron el mambo y por las dudas paramos un poco...
Al ratito, mientras seguíamos tomando sol, apareció un flaco vendiendo helados, un tipo como de unos 25 años, flaco pero fibroso, con una remera sin mangas que dejaba ver los brazos bronceados y un short que le marcaba las piernas. Tenía el pelo corto, medio desprolijo, y una sonrisa que era pura buena onda. “¡Hay palito bombón, helado! Helados, helados, de frutilla, crema, dulce de leche!”, gritaba, mientras empujaba un carrito con una sombrilla medio hecha bosta. Facu, que estaba tirado al lado mío, dijo: “Gorda, ¿querés uno?”. Asentí, y él le hizo señas al flaco... no había mucha gente donde estábamos así que ya me pareció raro verlo de ese lado de los árboles.
El pibe, que dijo después que se llamaba Lucas, se acercó con la bici y el carrito, y cuando me vio en bikini, su sonrisa se puso más grande. “Lindo día para tomar sol, ¿no?”, dijo, mirándome de arriba abajo. Yo, todavía boca abajo, levanté la cabeza y le sonreí. “Sí, pero el calor es criminal”, dije, sintiendo cómo sus ojos se clavaban en mi cola, apenas tapada por la bikini.
Facu le pidió dos helados de frutilla, de esos de palito, y mientras Lucas los sacaba del carrito, me senté en la toalla, con las tetas apretadas por el bikini, re contra transpirada y el pelo suelto cayéndome por los hombros. El olor a frutilla del helado me pegó en la nariz, dulce y fresco, y cuando tomé el palito, mis dedos rozaron los de Lucas, que estaban fríos por el hielo. “Cuidado que se derrite rápido con este calor”, dijo, con un tono que sonaba casual pero tenía algo más. Yo, con la lengua, lamí el helado despacio, sabiendo que Facu y Lucas me estaban mirando. El helado me chorreó un poco por la comisura de la boca, y cuando me lo limpié con el dedo, vi que Lucas no me sacaba los ojos de encima. “¿Qué mirás tanto?”¿Nunca viste una mina comiendo helado?, le dije, riéndome, y él, sin achicarse, dijo: “Naa, por lo menos no que le quede bien”. Facu se rió, medio incómodo y me miró, pero noté que se ajustó el short, y supe que estaba tan caliente como yo. El finde después de lo del delivery habíamos hablado y garchado mucho...
¿Cómo hacés para laburar con este calor hermano! Le tiró Facu como para arrancar una conversación... Lucas se quedó charlando un rato, apoyado en el carrito, con el sol pegándole en la cara y el sudor brillándole en la frente. “ Y, hay que ganarse el mango hermano... ustedes ¿Vienen seguido a esta parte del parque?”, "Es media jodida..." tiró, y yo, sintiéndome más valiente, dije: “Primera vez, pero si todos tenemos heladeros tan copados como vos, entonces hay que volver”.
"Si, pero tengan cuidado" dijo..." la verdad es que me acerqué porque vi un chabón entre los árboles medio sospechoso hace 5 minutos... Cuando me acerqué los estaba relojeando a ustedes. Y acá, si te dormís te afanan de toque"
Facu me miró, con una mezcla de sorpresa y morbo, y dijo: “Vamos a tener que andar con más cuidado... esta es medio peligrosa y andaba mostrando el culo encima”. Lucas se rió y dijo: “No lo dudo, con ese bikini está rompiendo todo”. Yo sentí las mejillas arder, pero también un calor que me bajaba por la panza, y la bikini se me marcaba en la conchita, que empezaba a mojarme.
El loco se quedó ahí, la charla siguió, y el aire se fue poniendo más pesado. Facu, que ya sabía cómo me ponía cuando jugábamos fuerte, me dijo al oído: “Amor, estás calentando al pibe, ¿querés seguir?”. Yo, con el corazón a mil, asentí, y decidí subir la apuesta.
“Lucas, ¿vos siempre sos tan buena onda cuidando a la gente o solo con las minas en bikini?”, le dije, lamiendo otro helado más despacio, dejando que una gotita me cayera por el mentón. Él tragó saliva, y vi que se ajustó el short, con un bulto que no dejaba dudas. “Solo con las que valen la pena, como vos”, dijo, y Facu, en lugar de ponerse celoso, se rió y dijo: “No habrás sido vos el que andaba atrás de los árboles no?”. Los tres nos reímos, pero yo sentía la conchita palpitándome bajo la bikini, y la tela húmeda se me pegaba a la piel.
Lucas, viendo que el clima estaba subiendo, dijo: “Che, si quieren, me quedo un rato, total el carrito no se va a mover solo”. Yo miré a Facu, con los ojitos verdes brillando, y él, con una sonrisa pícara, dijo: “Dale, loco, pero no te emociones demasiado”. Lucas se sentó en el césped, cerca de la toalla, y empezamos a charlar, con el olor a frutilla del helado mezclándose con el sudor y el césped calentado por el sol. Yo, sintiéndome más valiente, me tiré boca arriba, dejando que el bikini se me subiera un poco, mostrando más de la cola. “Este sol está matador, pero me encanta”, dije, estirándome, y sentí las miradas de Facu y Lucas clavadas en mis tetas, que se apretaban contra la tela. El calor me quemaba la piel, pero el verdadero fuego estaba en cómo me miraban.
La cosa se puso más intensa cuando Facu, juguetón, me tiró un poco de agua helada de la botella. “Para que te refresques, amor”, dijo, riéndose, pero el agua me chorreó por el pecho, haciendo que los pezones se me marcaran como piedritas bajo el bikini. Lucas soltó un “Ah listo!, se mojaba la nena” bajito, y yo, en lugar de taparme, me reí y dije: “Ay, boludo, mirá cómo me dejaste”.
Me limpié el agua con la mano, rozándome las tetas a propósito, y vi que Lucas se ajustó el short otra vez. “Son un peligro ustedes pendejos, ¿sabían?”, dijo, y Facu, con la voz más ronca, dijo: “Y eso que no las has visto con los deliverys."
Bueno...si comentan y dejan unos puntos seguimos con la segunda parte porque la hice re larga! Perdón, no soy de escribir mucho. Avisen si les gustó hasta acá!
Cami quería dejarles esta historia de la que yo casi no me acordaba... Disfruten!
El calor de Mendoza ese domingo era una locura, de esos que te pegan en la cara como si abrieras el horno. Facu y yo habíamos pasado la mañana tirados en casa con el ventilador al palo, boludeando, tomando mate y haciendo zapping en Netflix. Desde temprano, yo estaba con un humor juguetón. Facu, en short y remera, no paraba de tocarme: me abrazaba por la cintura mientras hacíamos unos sanguchitos al mediodía, me daba besos en el cuello que me hacían cosquillas, o me rozaba “sin querer” con la mano cuando pasaba por al lado. Yo, ese día andaba con una musculosita blanca y un shortcito de jean, le seguía el juego, apretándome contra él o dejándole un beso rápido en la boca. “Pará, gordo, que me calentás y no quiero empezar algo ahora”, le dije, riéndome, pero la verdad es que sus manos en mi cintura y el olor de su piel, mezclado con el desodorante que siempre usa, me tenían la cabeza revuelta. No terminamos garchando solo porque hacía demasiado calor mayores, pero el aire entre nosotros estaba cargado, como si supiéramos que el día iba a terminar bien...
Para la tarde, con el sol pegando fuerte, le dije: “Quiero ir al Parque San Martín a tomar sol, ¿te pinta?”. Él, que estaba medio vago, dijo: “Dale, amor, pero no me hagas correr, que este calor me mata”. Agarré un bikini negro, de esos con elástico ancho pero bien chiquitos atrás, que me marcaba bien la cola y la parte de arriba haciendo juego y apretando bien las lolas, una toalla, protector solar y una botella de agua helada, y nos fuimos en bondi porque éramos pobres en esa época jajaja.
El parque estaba lleno de gente: familias con chicos, pibes jugando al fútbol, parejas tiradas en el pasto no daba para ponerme en bolas en ningún lado, por más que fuera en bikini. Caminamos un rato y fuimos a un lugar tranqui en el que muchas veces terminamos yéndonos al pasto, literlamente y figurativamente. Había muchos árboles, pero pastito para tirar la toalla. y entre los árboles algunos claritos por donde entraba el sol ideales para lo que yo buscaba. Encontramos un lugar tranqui, bajo unos árboles en frente del lago, hacia la punta, pero más bien metido, pasando la primera línea de árboles que es donde generalmente se queda la gente... con el césped suave y el olor a tierra húmeda mezclado con el dulzón de las flores que crecían cerca.
Extendí la toalla, me saqué la musculosita y pero no me daba todavía para sacarme el short, del otro lado de los árboles se escuchaban las familias jugando y tomando mate, Me quedé con la parte de arriba del bikini, sintiendo el sol quemándome la piel y la brisa tibia que me rozaba las piernas. Facu, sentado al lado, me miró con esa cara de “sos una diosa” y dijo: “Gorda,te vas a quemar mal, como siempre...ponete el protector”...y sacate el short que después te va a quedar un bóxer blanco marcado si te bronceás así. Me reí, y le tiré un poco de agua de la botella. “Callate, boludo, que me da vergüenza”, dije, pero la verdad es que me encantaba que me mirara así.
Me tiré boca abajo en la toalla, con la cara apoyada en los brazos, y le pedí a Facu que me pusiera protector. Sus manos, ásperas pero cálidas, me recorrieron la espalda, apretándome justo donde la cintura se curva. El olor del protector solar, ese aroma dulzón y pegajoso, se mezclaba con el calor de su piel, y cuando me desató el nudo de la bikini para “cubrir bien”, sentí un cosquilleo que me bajó por la panza. “Pará que está lleno de gente!" le dije riéndome, pero él siguió, rozándome los costados de las tetas con los dedos. “Tranqui gorda, solo te cuido la piel” "a parte están del otro lado y nos tapan los árboles, nunca viene nadie para acá", dijo, con una voz que era puro morbo.
Me dio un chirlo suave, y me dijo...dale, sacate esto. Allá habían un par de minas tomando sol también". El sonido del chirlo hizo que un par de pibes que pasaban cerca, más allá de los árboles miraran. Me puse colorada, pero no me tapé; algo en mí quería que me vieran.
Estuvimos un rato así, tirados de panza...Facu cada tanto me tocaba la espalda, bajaba un poco y me apretaba el culo que por el bronceador estaba como aceitadito. Y si hay algo que me vuelve loca es que me manoseen la cola...Yo me dejé hacer.
Al principio era más disimulado, un jugueteo... pero al ratito el calor y el boludeo de la mañana empezaron a hacer efecto. Facu me corrió la parte de la tanga de la bikini y empezó a jugar con mi cola. Entre el calor y la crema estaba bastante húmeda y no hizo falta mucho para que me mojara más. Me empezó a meter mano y a tocar la conchita desde atrás. Lo miré de reojo y ví cómo se acomodaba la pija que ya a esas alturas se notaba bien parada.
En eso, escuchamos unos ruidos de alguien que caminaba y Facu me sacó la mano y me acomodó la bikini como si no hubiera pasado nada. Nos cortaron el mambo y por las dudas paramos un poco...
Al ratito, mientras seguíamos tomando sol, apareció un flaco vendiendo helados, un tipo como de unos 25 años, flaco pero fibroso, con una remera sin mangas que dejaba ver los brazos bronceados y un short que le marcaba las piernas. Tenía el pelo corto, medio desprolijo, y una sonrisa que era pura buena onda. “¡Hay palito bombón, helado! Helados, helados, de frutilla, crema, dulce de leche!”, gritaba, mientras empujaba un carrito con una sombrilla medio hecha bosta. Facu, que estaba tirado al lado mío, dijo: “Gorda, ¿querés uno?”. Asentí, y él le hizo señas al flaco... no había mucha gente donde estábamos así que ya me pareció raro verlo de ese lado de los árboles.
El pibe, que dijo después que se llamaba Lucas, se acercó con la bici y el carrito, y cuando me vio en bikini, su sonrisa se puso más grande. “Lindo día para tomar sol, ¿no?”, dijo, mirándome de arriba abajo. Yo, todavía boca abajo, levanté la cabeza y le sonreí. “Sí, pero el calor es criminal”, dije, sintiendo cómo sus ojos se clavaban en mi cola, apenas tapada por la bikini.
Facu le pidió dos helados de frutilla, de esos de palito, y mientras Lucas los sacaba del carrito, me senté en la toalla, con las tetas apretadas por el bikini, re contra transpirada y el pelo suelto cayéndome por los hombros. El olor a frutilla del helado me pegó en la nariz, dulce y fresco, y cuando tomé el palito, mis dedos rozaron los de Lucas, que estaban fríos por el hielo. “Cuidado que se derrite rápido con este calor”, dijo, con un tono que sonaba casual pero tenía algo más. Yo, con la lengua, lamí el helado despacio, sabiendo que Facu y Lucas me estaban mirando. El helado me chorreó un poco por la comisura de la boca, y cuando me lo limpié con el dedo, vi que Lucas no me sacaba los ojos de encima. “¿Qué mirás tanto?”¿Nunca viste una mina comiendo helado?, le dije, riéndome, y él, sin achicarse, dijo: “Naa, por lo menos no que le quede bien”. Facu se rió, medio incómodo y me miró, pero noté que se ajustó el short, y supe que estaba tan caliente como yo. El finde después de lo del delivery habíamos hablado y garchado mucho...
¿Cómo hacés para laburar con este calor hermano! Le tiró Facu como para arrancar una conversación... Lucas se quedó charlando un rato, apoyado en el carrito, con el sol pegándole en la cara y el sudor brillándole en la frente. “ Y, hay que ganarse el mango hermano... ustedes ¿Vienen seguido a esta parte del parque?”, "Es media jodida..." tiró, y yo, sintiéndome más valiente, dije: “Primera vez, pero si todos tenemos heladeros tan copados como vos, entonces hay que volver”.
"Si, pero tengan cuidado" dijo..." la verdad es que me acerqué porque vi un chabón entre los árboles medio sospechoso hace 5 minutos... Cuando me acerqué los estaba relojeando a ustedes. Y acá, si te dormís te afanan de toque"
Facu me miró, con una mezcla de sorpresa y morbo, y dijo: “Vamos a tener que andar con más cuidado... esta es medio peligrosa y andaba mostrando el culo encima”. Lucas se rió y dijo: “No lo dudo, con ese bikini está rompiendo todo”. Yo sentí las mejillas arder, pero también un calor que me bajaba por la panza, y la bikini se me marcaba en la conchita, que empezaba a mojarme.
El loco se quedó ahí, la charla siguió, y el aire se fue poniendo más pesado. Facu, que ya sabía cómo me ponía cuando jugábamos fuerte, me dijo al oído: “Amor, estás calentando al pibe, ¿querés seguir?”. Yo, con el corazón a mil, asentí, y decidí subir la apuesta.
“Lucas, ¿vos siempre sos tan buena onda cuidando a la gente o solo con las minas en bikini?”, le dije, lamiendo otro helado más despacio, dejando que una gotita me cayera por el mentón. Él tragó saliva, y vi que se ajustó el short, con un bulto que no dejaba dudas. “Solo con las que valen la pena, como vos”, dijo, y Facu, en lugar de ponerse celoso, se rió y dijo: “No habrás sido vos el que andaba atrás de los árboles no?”. Los tres nos reímos, pero yo sentía la conchita palpitándome bajo la bikini, y la tela húmeda se me pegaba a la piel.
Lucas, viendo que el clima estaba subiendo, dijo: “Che, si quieren, me quedo un rato, total el carrito no se va a mover solo”. Yo miré a Facu, con los ojitos verdes brillando, y él, con una sonrisa pícara, dijo: “Dale, loco, pero no te emociones demasiado”. Lucas se sentó en el césped, cerca de la toalla, y empezamos a charlar, con el olor a frutilla del helado mezclándose con el sudor y el césped calentado por el sol. Yo, sintiéndome más valiente, me tiré boca arriba, dejando que el bikini se me subiera un poco, mostrando más de la cola. “Este sol está matador, pero me encanta”, dije, estirándome, y sentí las miradas de Facu y Lucas clavadas en mis tetas, que se apretaban contra la tela. El calor me quemaba la piel, pero el verdadero fuego estaba en cómo me miraban.
La cosa se puso más intensa cuando Facu, juguetón, me tiró un poco de agua helada de la botella. “Para que te refresques, amor”, dijo, riéndose, pero el agua me chorreó por el pecho, haciendo que los pezones se me marcaran como piedritas bajo el bikini. Lucas soltó un “Ah listo!, se mojaba la nena” bajito, y yo, en lugar de taparme, me reí y dije: “Ay, boludo, mirá cómo me dejaste”.
Me limpié el agua con la mano, rozándome las tetas a propósito, y vi que Lucas se ajustó el short otra vez. “Son un peligro ustedes pendejos, ¿sabían?”, dijo, y Facu, con la voz más ronca, dijo: “Y eso que no las has visto con los deliverys."
Bueno...si comentan y dejan unos puntos seguimos con la segunda parte porque la hice re larga! Perdón, no soy de escribir mucho. Avisen si les gustó hasta acá!
1 comentarios - Cuando le encremaron la cola a Cami