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Carla y su familia (su hna Mariana y su tía Antonieta)

Una vez fui a tocar en una iglesia y conocí a una chica. Flaquita, rubia, muy bonita, tocaba teclado y bailaba; se llamaba Carla. Me gustó, y yo también le gusté a ella, pero como yo era muy lento, mi primo fue más rápido y la besó. Ahí empezó la complicación, porque mi primo consiguió que yo me quedara con su hermana menor, Mariana. Era más alta y más rellenita que Carla: gordibuena, con buen culo y buenas tetas, aunque de cara no era tan agraciada.


Carla y su familia (su hna Mariana y su tía Antonieta)


Yo creo que salimos unas tres o cuatro veces los cuatro, y yo pude avanzar bastante con Mariana, llegando a tocarle el culo y las tetas, mientras mi primo no logró mucho con Carla, a veces ni siquiera besarla. Al final se cansó y ya no quiso ir. Un día Carla me llama y me dice que quería estar conmigo y no con mi primo. Le pregunté por Mariana y ella me contó un montón de cosas: que en realidad yo no le gustaba a su hermana, quién había estado hace poco con un ex de ella y que además todavía no tenía permiso para tener cortejo, así que no le iba a importar. En fin, como yo ya tenía ganas de probar con Carla, le dije que sí y ella fue a mi colegio a encontrarme. Desde ese primer encuentro nos prendimos. No me olvido que nos estábamos besando en la placita de afuera del cole y nos pilló una profe, que me dio una tremenda reprimenda.

novia



Carla y Mariana eran chicas muy caseras, muy vigiladas por su papá, solo salían cuando escapaban y al volver recibían una buena reprimenda. Ellas vivían en la iglesia dónde sus abuelos y papás eran pastores. Eran tan presas que no estaban yendo al colegio. Eran chicas bonitas y habían sufrido acoso, algo así. De hecho fui yo quien en el futuro convencí a su mamá para que ellas terminaran en un curso acelerado. 

Cuando Mariana se enteró se encabronó, pero al fin y al cabo lo nuestro había sido apenas un ligue, y encima la que me había jugado sucio había sido ella. No supo que fue Carla quien me contó lo de su traición; pensó que había sido mi primo, porque justo se había hecho amigo de otro tipo. En cambio, yo le caí muy bien a su abuela y a su mamá, y como Carla ya tenía permiso, arrancamos de novios.

Paralelamente empecé a enseñar guitarra en la iglesia, y las dos eran mis alumnas. El problema era que Carla era muy celosa, sobre todo con Mariana. No quería que me quedara a solas con ella, ni que le hablara fuera de la clase, y siempre andaba quejándose por sus falditas y escotes. Como ellas eran nietas del pastor principal de la denominación a nivel nacional, nuestra relación empezó llena de reglas: prácticamente nunca podíamos estar solos. ¿Y quién era la que quedaba encargada de vigilarnos la mayoría de las veces? Pues Mariana.



Tenía que quedarse en la sala haciendo de vela cuando estábamos de novios, y ni modo, nos veía besándonos, pero no le contaba nada a su madre. A pesar de sus roces de hermanas, nos encubría, seguramente a cambio de que Carla también la cubriera más adelante.

Pero la cosa entre Carla y yo fue avanzando y, en los raros momentos en que quedábamos solos, empecé a tocarle el coño y las tetas. Mariana nos pilló en pleno acto un par de veces, sin contar que tenía que vernos comiéndonos a besos a cada instante.

Pero en los ratos en que Carla salía, ya fuera para ir al baño o hacerle algún mandado a su madre, Mariana y yo nos poníamos a charlar. Yo le preguntaba qué tal le iba con sus rollos y me decía que nada, porque ligaba cuando salía con Carla; una le hacía de tapadera a la otra. Pero ahora que Carla se pasaba todo el tiempo posible conmigo, se había quedado sin compañía para las fechorías.

Hasta que un día fui a almorzar a la casa de ellas. Carla había salido al súper con su abuelo y se tardó en volver, así que su mamá —que había dejado unos platos cocinándose en una sala con horno, en la parte de adelante de la iglesia— nos dijo a Mariana y a mí que fuéramos a buscarlos. En esa sala tuvimos que esperar un rato porque la comida aún no estaba lista, y ahí me acerqué con ganas de besarla. Ella también estaba con ganas, se le notaba, aunque al principio se resistió un poco, todavía molesta porque la había dejado por Carla. Pero al rato, más por bronca y venganza contra su hermana que por otra cosa, se dejó. La cosa se calentó rápido por nuestro pasado. Esta vez fue más lejos y le chupé las tetas. Mientras que Carla las tenía medianas, las de Mariana eran grandes y ricas. También llegué a meter la mano dentro de su pantalón hasta su coño sobre el calzón. Así fue como empezamos a joder a escondidas.

En otra ocasión escapé con Carla, durante la escuela dominical, a la parte de arriba de la iglesia que estaba en construcción. Mariana debió quedarse vigilando abajo. Ese día fue la primera vez que Carla me chupó la verga, yo la estaba enseñando cómo hacerlo porque era su primera vez, y cuando vi en la dirección de la escalera, Mariana nos estaba viendo, y no estaba sola, Joyce, otra amiga de ellas, también estaba. Las dos susurraban y sonreían. Les hice señal de que se callaran y no le dije nada a Carla, quien continuó chupando mientras yo les sonreía a ellas. Cuando me vine en su boca, Carla se levantó y las vió. Bajó las escaleras con la boca llena de semen, porque el baño quedaba lejos, con ellas a su lado. Ese día se quedó encabronada con Mariana, pero no pasó a más.

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Antonieta

Entonces vino la navidad y yo les voy a contar como fue lo de su tía. Se llamaba Antonieta y era gorda y bajita, rubia teñida, bonita de cara y con tetas enormes. En la fiesta de navidad estaba de faldita y con mucho escote. Yo no la conocía aún. Lo primero que me dijo es que le diga tía. Ella estaba con su novio en la fiestita, pero él se fue temprano porque tenía que pasar cenar con su familia. Nos pusimos a bailar. Yo con mi novia y Antonieta con Mariana. Yo me quedé con la verga parada por el roce con Carla, quien estaba muy linda aquella noche. Entonces de la nada su tía me agarró para bailar (forró) y sintió mi verga dura. Hasta hoy recuerdo su cara de sorpresa. Pero seguimos bailando y noté como ella buscaba sentir mi verga y me miraba, mientras yo estaba preocupado.

Se me hizo tarde porque yo también tenía que ir con mi familia y tenía que coger el último bus. Me fui, pero Antonieta me pidió que la acompañe a agarrar el taxi, y peor, que la acompañe a casa por seguridad. Yo no podía, pero no me quedó de otra. Me dijo que me iba a dar un regalo de navidad y puso una mano en mi pierna. Ese rato la sangre se me congeló. Ella no dejó muy claras sus intenciones, pero mi mente voló. Yo aún no había estado con una mujer mucho mayor que yo, y eso que ella no era tan mayor, solo me llevaba 13 años, pero era la tía de mi novia. Yo trataba de convencerme que no era lo que yo estaba pensando, pero la verga se me puso dura como fierro.

Llegando en el destino, me hizo subir a su departamento y me preguntó qué regalo quería. Ella quería que yo le dijera, que yo tomase la iniciativa pero yo estaba un poco nervioso y con miedo de cagarla, así que ella tuvo que hacerlo. Apagó la luz de la sala, dejando apenas las lucecitas de navidad y se bajó la blusa. Me dijo que me había visto mirando sus tetas durante la cena. Me preguntó si me gustaban. Yo solo atiné a decir que sí, pero en cinco minutos las estaba comiendo como loco y poco a poco fui tomando la iniciativa hasta el punto en que cuando empecé a quitarle el calzón ella me miró asustada y me preguntó si no quería parar. -No, le dije, y así estuve hasta las 6 de la mañana cogiéndola. Perdí la cuenta de cuántas fueran. Me acuerdo de tener sus pies a la altura de mi rostro, con ella toda doblada chillando, mientras yo la taladraba incansablemente. Bendita juventud. Desde ese día me empezaron a gustar las gorditas. 


cristiana


Yo no la volví a ver en un buen tiempo, pero resulta que la muy pelotuda le contó a su mamá, la pastora Julia, y sin querer fue la que abrió la puerta para todo lo que sucedió después. Tenían esa maña de contarse las cosas, medio arrepentidas y como pedido de oración, siempre lo hacían.

Una tarde, a principios de enero yo llego a la iglesia para visitar a mi corteja y la pastora Julia me llama para que vaya a su oficina. Ella vivía en el segundo piso, en la casa al lado de la de Carla. Su oficina era abajo y la ventana siempre estaba cerrada. Ella fue directa, me dijo que sabía lo que había pasado con Antonieta. Me quedé en shock sin saber que decir y sin escuchar mucho lo que ella decía, pero cuando desperté lo que escuché me sorprendió. La pastora no me estaba tratando, me estaba defendiendo.

Y es que para ella había sido un abuso por parte de su hija, quien ya hace mucho andaba desviada de los caminos de Dios y haciendo burreras, pero que ahora se había pasado de la raya. Entonces yo entendí la situación, que era por el tema de la diferencia de edad, pero yo empecé a defender a Antonieta, diciendo que yo había querido también. La pastora dió todo un sermón de dos horas, y yo lo único que yo quería saber era cómo iba a quedar el tema de mi relación con su nieta. Solo al final me dijo que no me iba a poner en disciplina, que yo solo tenía que orar y ayunar para purificarme, pero lo mejor fue que me dijo que no iba a terminar mi relacionamiento con su nieta, porque no había sido mi culpa, y que yo era un buen chico, enfin, pero que me iba a vigilar de cerca.

Cuando recuerdo esa charla, hasta hoy me parece muy rara. O sea, la pastora supo que yo había cogido a su hija y me dejó continuar con su nieta. Pero más allá de esa incongruencia, fue una charla bastante normal entre una pastora y una oveja, incluso con un tono maternal, cuando recuerdo no puedo creer que tan solo un mes después la estaría cogiendo duro por el culo en el piso de una de las salitas de la iglesia. 


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