Imaginate, loco, una noche en Mondstadt, con este Venti, el bardito de pelo verde oscuro y trencitas, saltando por ahí con su lira y esa sonrisa de gil que se cree libre como el viento. Pero yo, el capo de la parada, lo vi con esa capita verde, el sombrerito y esos pantaloncitos cortos blancos, y dije ‘este putito no se me escapa’. Lo agarré pa’ una movida ficticia: nada de poesías ni brisas de Anemo, lo hice mi femboy personal, un juguete pa’ romperle el orto y hacerle cantar otra cosa
No le saqué toda la ropa esta vez, guacho, pa’ que siga siendo el Venti que conocemos. Le dejé la camisa blanca esa que lleva, pero desabrochada y subiéndole por la panza, con la capita verde colgando medio rota pa’ que se vea como trola despreocupada. Los pantaloncitos cortos se los bajé nomás a las rodillas, sin nada abajo, pa’ que ese culo blanquito quede al aire y el viento que tanto quiere le sople donde más le duele. El sombrerito con la pluma se lo dejé puesto, torcido, y le pinté los ojos de negro, bien oscuros, pa’ que esos ojitos verdes brillen como si me estuviera rogando. ‘Cantá ahora, gil, pero con la boca llena’, le tiré mientras le agarraba las trencitas.
Este Venti es un catador de verga que ni te cuento, guachos. Lo puse de rodillas en la plaza, con el viento de Mondstadt revolviéndole el pelo, y le dije ‘abrí, bardo, que te doy una flauta nueva’. Le metí la pija gorda de 20 cm hasta la garganta, y el guacho chupaba como si estuviera soplando una botella pa’ sacar una melodía. ‘Dale, trolito, tragá el ritmo’, le ordené, tirándole de las trencitas pa’ que no afloje, y el gil gemía como si el viento le estuviera llevando los jadeos, con la boca chorreando leche y la cara toda embarrada. ‘Esto es libertad, putito’, le tiré, y me miró con esa sonrisa de bardo pero ya roto.
Este Venti es un catador de verga que ni te cuento, guachos. Lo puse de rodillas en la plaza, con el viento de Mondstadt revolviéndole el pelo, y le dije ‘abrí, bardo, que te doy una flauta nueva’. Le metí la pija gorda de 20 cm hasta la garganta, y el guacho chupaba como si estuviera soplando una botella pa’ sacar una melodía. ‘Dale, trolito, tragá el ritmo’, le ordené, tirándole de las trencitas pa’ que no afloje, y el gil gemía como si el viento le estuviera llevando los jadeos, con la boca chorreando leche y la cara toda embarrada. ‘Esto es libertad, putito’, le tiré, y me miró con esa sonrisa de bardo pero ya roto.
Lo levanté del suelo, con la camisa blanca ya toda sucia de tierra y abierta, la capita verde colgándole como trapo viejo y los pantaloncitos cortos todavía en una pierna. ‘Parate, gil, que seguimos’, le dije, y el guacho se tambaleó, con las trencitas verdes desarmándose y los ojos negros pintados chorreando como si hubiera llorado una tormenta. Le tiré el sombrerito torcido pa’ un lado y lo llevé a un rincón de las murallas, donde el viento soplaba fuerte, pa’ que sienta quién manda de verdad.
Arrancamos con más mamadas, porque esa boca de bardo no descansa. Lo puse de rodillas otra vez, con las manos apoyadas en la piedra fría, y le dije ‘dale, putito, tocá esta flauta con ganas’. Le metí la pija gorda de 20 cm hasta el fondo, y el gil chupaba como si quisiera sacarle música, gimiendo entrecortado mientras el viento le revoloteaba el pelo. Agarré las trencitas y le hice pistón, duro y rápido, pa’ que se ahogue y me deje la verga brillando de baba. ‘Tragá todo, trolito, que sos mi catador estrella’, le grité, y terminé dándole un baño de leche que le cayó por la cara, el cuello y hasta la camisa abierta, mientras tarareaba como idiota con la boca llena.
El culo lo seguí rompiendo, guachos, pero con variedad pa’ que no se aburra. Primero lo puse boca arriba en el pasto, con las piernas flacas al aire y la capita verde de almohada, y le di una cojida profunda, lento pa’ que sienta cómo le abro el orto como si fuera un poema guarro. ‘Cantá, bardo, cantá’, le decía mientras le metía caña, y el gil jadeaba como si invocara a Anemo pero pa’ pedirme más. Después lo giré, lo puse en cuatro con el viento pegándole en la cara, y le di rápido, con palmadas en el culo pa’ que se ponga colorado como manzana de Mondstadt.
Pa’ cambiarla, lo subí a una caja vieja que había por ahí, sentado en mi palo como si fuera su trono de bardo, y le ordené ‘rebotá, forro, haceme feliz’. El guacho saltaba, con los pantaloncitos colgando y la camisa subiéndole por las costillas, mientras la jaulita le apretaba la pichita inútil esa de 10 cm. Y pa’ rematar, lo paré contra un árbol, con una pierna levantada como si fuera a trepar, y le metí un pistón de lado, fuerte y sin parar, pa’ que el culo le quede tan abierto que el viento pase silbando adentro.
Al final, este Venti quedó destrozado, loco: la camisa blanca hecha un trapo sucio, la capita verde arrugada en el suelo, los pantaloncitos cortos perdidos en el pasto, el sombrerito torcido y la cara embadurnada de leche, con los ojos negros llorosos y el culo rojo y palpitando como si hubiera cantado un huracán. ‘Sos mi bardita trola, gil, el rey de las vergas en Mondstadt’, le tiré mientras lo dejaba tirado otra vez, tarareando bajito con la voz rota y rogándome con la mirada pa’ que lo elija de nuevo. El viento le soplaba las trencitas, pero ya no era libre, era mío. ¿Qué dicen, guachos? ¿Lo dejamos así o lo hacemos cantar hasta que no pueda más?"
bueno eso fue poringa de que me gustaría cojer un putito afeminado ,devuelta foto pija
1 comentarios - Venti, el bardo putito que hice