Sergio y la hija de su amigo (+18) (BONUS)

Sábado almediodía.
Carlos y Sergio estaban sentados en el quincho, cerveza fría, asado a mediohacer, y esa confianza que solo los años de amistad permiten.
Lucía no estaba.
O al menos, no a la vista.
Carlos letiró un ojo a su amigo.
Le dio un codazo suave.
—Estásdistinto vos, eh.
No sé si bajaste de peso o qué… pero se te nota.
Estás como más… radiante.
Más pendejo.
Sergio serió con una mueca torcida.
—¿Sí? Puedeser.
Estoy… bien.
Muy bien.
No te voy a mentir.
Carlos lomiró con picardía.
—¿Aparecióalguien, no?
Sergio ledio un trago largo a la birra.
Se apoyó contra el respaldo de la silla.
Y no se escondió.
—Me estoycomiendo una pendeja, Carlitos.
El otroabrió los ojos, sonrió como nene.
—¡No jodás!¿Una pendeja?
—Sí.
De esas que sabés que te pueden arruinar…
pero que también te curan todo.
Me tiene loco, boludo.
Me entrega el cuerpo como si me lo estuviera rogando.
Hace cosas que nunca me hicieron.
Y me las pide… me las pide como si no tuviera fondo.
Carlos soltóuna carcajada.
—¡Hijo deputa! Con razón tenés esa cara de “recién cogido” todos los días.
Sergio se labancó sin pestañar.
Pero por dentro… el morbo lo quemaba.
Porque cada palabra, cada detalle que decía…
era sobre Lucía.
—No sabés,Carlitos.
Me deja la pija chorreando.
Se arrodilla apenas cierro la puerta.
Me despierta chupándomela.
Me dice “haceme lo que quieras, Sergio”.
Y yo se lo hago.
Por todos los agujeros.
Con la cara, con las manos, con la voz.
Me la entregó entera.
Y ahora es mía.
Carlos loescuchaba entre fascinado y muerto de risa.
—¿Y cuántosaños tiene la pendeja?
Sergio lomiró.
Le sostuvo la mirada.
—Veinticuatro.
Cuerpo de diosa.
Piel suave.
La concha más apretada que toqué en mi vida.
Y el culo…
el culo es una locura.
Se lo abrí hace unos días.
Y lloraba, pero me decía “seguí, no pares”.
Carlos lepegó un golpe en el hombro, entre risas.
—¡Pará! Me estás calentando a mí también.
¡Mostrámela aunque sea!
Sergio bajóla mirada, sonriendo.
Por dentro,pensaba:
“Si supieras que tu hija me está esperando ahora mismo, con el culo en pompa yla voz ronca de tanto gemir…”
—No, no.
Todavía no.
Esto…
es algo especial.
Una puta perfecta.
Pero solo mía.
Carlos sesirvió otra cerveza.
Levantó el vaso.
—Brindemosentonces, por vos.
Por tu pendeja anónima.
Y por esa sonrisa que hace años no te veía.
Sergio chocósu vaso.
Y brindó.
Por el morbo.
Por la calentura.
Y por seguir cogiendo a la hija de su mejor amigo, sin que él tenga idea.