You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

“Lo que encontré en el celular de mi cuñadita”

Hace ya ocho años que Melina(37 Años) y yo(38 años) nos vinimos a vivir a Chubut desde Buenos Aires. El cambio fue radical, pero lo necesitábamos: trabajo más estable, aire más limpio y una vida más tranquila. Yo trabajo en programación, dando soporte a los sistemas operativos de una petrolera, y Melina se dedica a la atención al cliente, así que pasamos prácticamente todo el día en casa, entre mates, auriculares y teclados. Nuestra relación es excelente, con espacio, comunicación y hasta un poco de picardía.
Esta semana, Melina me contó que una de sus hermanas, Kiara, venía de visita. Tenía 25 años y ganas de empezar una nueva vida en el sur. Iba a quedarse unos días con nosotros, aprovechar para conocer la zona y buscar oportunidades. 

El viernes, como Melina no podía salir del trabajo, fui a buscarla al aeropuerto. La ubiqué en una cafetería cerca de la terminal, y cuando la vi, Kiara tenía una energía distinta. Una mirada viva, cuerpo trabajado, curvas marcadas y una confianza que se notaba desde lejos. Charlamos tranquilos todo el camino de vuelta, muy buena onda, cero tensión.

La tarde pasó entre mates, presentaciones, y risas. Melina le mostró la habitación donde se quedaría, y nosotros seguimos con nuestras rutinas laborales. A la noche, decidimos recibirla como corresponde: cena casera, música tranqui y vino tinto. Las copas empezaron a vaciarse y el ambiente se fue aflojando. Melina, ya algo mareada, se fue a dormir primero. Yo subí un rato después para ver si estaba bien, me aseguró que sí… y volvió a quedarse dormida como una piedra.
Bajé de nuevo, con la intención de terminar el vino y jugar un rato a la Play. Kiara seguía en el sillón, pero me dijo que se iba a quedar ahí y que la despertara si me iba a dormir, para que subiera a su cuarto. Le dije que no había drama.

Decidí mirar videos de YouTube, y no jugar a mi PS5 como un virgo, y me acomodé en el otro sillón. Después de unos 20 minutos, ella se incorporó de golpe. Me preguntó si podía ayudarla con su celular, que tenía problemas con una app de WhatsApp Business que usaba para su emprendimiento desbloquear su móvil y me lo dio, confiada. Me puse a revisar, como buen técnico. Solucioné el tema limpiando caché y reinstalando todo.

Pero en cuanto se activó de nuevo… los mensajes que empezaron a llegar no eran sobre productos de cosmética. Eran mensajes… mucho más directos. Y las notificaciones… bueno, hablaban de otro tipo de servicio. Me quedé paralizado. Empezaron a caer fotos en la galería. No sabía si había sido por error, pero lo que vi… era de otro nivel. Kiara no solo sabía posar: sabía provocar. Esa seguridad, esas fotos… eran de una mujer que sabía exactamente lo que generaba.
No lo planeé, pero algo en mí necesitaba volver a ver esas fotos. Abrí el historial de actividad rápida del teléfono, que aún estaba desbloqueado, y revisé las imágenes recientes. Las volví a ver: cuerpo torneado, poses sugerentes, lencería mínima, ojos que atravesaban la pantalla. Me temblaban las manos. Revisé si podía enviarme alguna. Un impulso más fuerte que la razón me guio los dedos. Seleccioné tres fotos. Nada explícito, pero lo justo para alimentar un incendio. Me las mandé por Telegram, eliminando luego todo rastro: actividad reciente, notificaciones, el chat. Todo. Volví a dejar el celular donde ella me lo había pedido, como si nada.

“Lo que encontré en el celular de mi cuñadita”


HistoriasReales


MorboArgentino

Abrí la galería, las fotos.
Kiara, en una pose de espaldas, con una tanga negra 
que no dejaba lugar a la imaginación. Otra de frente, topless, cubriéndose apenas con los brazos. Y la tercera, la más intensa: acostada boca abajo, con esa mirada felina clavada directo a cámara.

No podía pensar en otra cosa. Mi mente se disparó. Empecé a imaginar cómo habría sido esa sesión, si alguien se las había sacado o si era ella misma, frente al espejo. Cada foto era una invitación al deseo, al juego prohibido, al morbo puro. No era sólo una cuestión de lujuria. Era la energía, la seguridad, el fuego que transmitía con el cuerpo.

Fantasias


Esa noche no fue una más.
Mientras la casa se sumía en el silencio patagónico, solo interrumpido por el leve zumbido del viento sureño contra las ventanas, yo me perdía entre imágenes robadas y pensamientos prohibidos. El cuerpo de Kiara se había tatuado en mi mente como una obsesión que no iba a desaparecer con el amanecer. Todo había cambiado. Y lo que venía, lo sabía, iba a ser aún más intenso.
Porque en esta casa, donde todo parecía tranquilo, algo se había encendido. Y ese fuego... recién empieza.




Link del video de esta putita: https://drive.google.com/file/d/1Np5niEQMaQcgtsqgq58qaAZ5Z4vtZ_AB/view?usp=drive_link

1 comentarios - “Lo que encontré en el celular de mi cuñadita”

Metalsk890 +1
muy rica tu cuñadita amigo
snanks01
Gracias bro, es un camion la nena...😋😋