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✨ Relato – “La Sissy del Sótano” (parte 1) ✨

Tatiana permanecía de rodillas, desnuda, en el centro del sótano iluminado apenas por una lámpara colgante. El aire estaba impregnado de olor a cuero, sudor y metal oxidado. Sus muñecas estaban atadas a la espalda, y en su cuello brillaba un collar grueso con una argolla al frente.


Frente a ella, tres hombres observaban con sonrisas cargadas de morbo. Uno de ellos, el Maestro, fue quien habló primero:
—Mírenla… ni siquiera merece que la llamemos hombre. Es apenas una sissy obediente, un agujero dispuesto.


El corazón de Tatiana latía fuerte, sus mejillas rojas y sus muslos temblaban. No sabía si por miedo o por la excitación insoportable que le generaban esas palabras.


El Maestro dio una palmada seca. El sonido resonó en todo el sótano. De inmediato, uno de los hombres se adelantó y tomó un puñado de su cabello, inclinando su cabeza hacia atrás para que abriera la boca.


—Aquí no tienes derecho a pedir. Solo tragas. Solo obedeces.


Tatiana gimió suavemente cuando la gruesa polla del desconocido empujó contra sus labios. La sensación de ser usada, de no tener control, la hizo estremecerse. El miembro entró con fuerza, chocando contra su garganta mientras los otros dos hombres se reían con un tono cruel.


El Maestro se acercó por detrás. Con un movimiento firme, empujó dos dedos en su culo ya lubricado, haciéndola jadear alrededor del miembro que la ahogaba.


—Escúchala… —dijo con una sonrisa perversa—.


 Este agujero nació para servir. Y hoy lo vamos a dejar bien claro.


El hombre al que Tatiana mamaba gruñó, empujando con más fuerza hasta hacerla toser y soltar lágrimas que corrían por sus mejillas. No había compasión, no había pausa, solo el acto brutal de usarla como carne obediente.


Detrás, el Maestro retiró los dedos y, sin perder tiempo, colocó la punta de su polla contra la entrada del ano de la sissy. El empuje fue lento al principio, pero profundo, hasta hundirse por completo. Tatiana gimió fuerte, vibrando entre el dolor y la excitación mientras sentía ambas cavidades ocupadas a la vez.


—Eso es… —susurró el Maestro al oído de la sissy—. Aprende que tu cuerpo no te pertenece. Eres nuestro juguete.


Su visión se nublaba por las lágrimas, su garganta llena, su culo penetrado con rudeza… y aun así, en su interior, un fuego intenso la consumía. Sabía que estaba donde pertenecía.

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