Era un día aburrido en la oficina, de esos en que no entra ni un alma. Encima no tenía ninguna inspección ni trámites que hacer, como para salir un rato, por lo que estaba atornillada en mi silla, distrayéndome con los comentarios que dejan en mis relatos. Sepan que aunque no contesto, por cuestión de tiempo, siempre los leo, igual que los mensajes que mandan por privado. Y justo estaba en eso, disfrutando algunas fotos (¡que pijazos!) cuando lo veo entrar.
Como dije, no había nadie, solo estábamos las chicas de atención al socio y yo, por lo que, resultaba por demás evidente que alguien entraba, por más que mi oficina esté al fondo del local.
Me costó reconocerlo, porque ya es un hombre mayor, un anciano de casi ochenta, con el pelo y la barba totalmente blancos, pero aún así, pese a la edad, todavía conserva ese atractivo y galantería que caracterizó toda su carrera.
Se acerca a una de las chicas, con una sonrisa y le pregunta algo. La chica, una jovencita de veintitantos, que seguramente no lo reconoce, le dice que enseguida lo atiende, ya que está respondiendo un llamado.
Aprovecho el momento y me acerco. Le digo que yo puedo atenderlo. Me agradece con esa sonrisa seductora que resulta inconfundible.
Vamos a mí oficina y allí me dice que quiere cambiar el seguro de su auto, que está comparando precios.
-No busques más...- le digo -Acá te ofrecemos la mejor cobertura y el mejor precio, no vas a encontrar nada mejor en el mercado-
-Eso mismo me dijeron en las otras compañías y terminan ofreciéndome un seguro que no cubre prácticamente nada... Sin ofender- repone con esa simpatía que lo caracteriza.
-No me ofendo, pero mejor vamos a ver el auto, así te digo que cobertura puedo ofrecerte-
Salimos de la oficina y vamos hasta el garage en dónde dejó el coche. Apenas lo veo me doy cuenta que es un modelo que ya tiene unos años, con bastante kilometraje encima, por lo que no puede tener una cobertura muy amplia, pero se trata de él, no puedo ofrecerle solo un plan de responsabilidad civil, que es lo que correspondería.
-Mirá, te ofrezco un seguro contra terceros completo...- le digo al terminar de hacer las fotos.
-¿Segura?- se sorprende.
-Lo menos que puedo hacer por mi amor platónico de la adolescencia...- le digo.
-¡Jajaja...¡ ¡Me reconociste!- se sorprende -La verdad es que ya estoy acostumbrado a pasar desapercibido-
Bueno, para mí no, lo que me habré tocado con ese hombre en mente cuando era pendeja, la de pajas que le habré dedicado. Creo que junto con mi tío Carlos, fueron los que moldearon mi gusto por los hombres mayores, ya que andaría por los cincuenta en esa época.
Le pido de sacarnos una foto y volvemos a la oficina. Le hago la póliza, que tiene el precio de una Responsabilidad Civil aunque con la cobertura de un Terceros completo.
-Sé que me estás ofreciendo más de lo que correspondería, así que dejame que te invite al teatro, a ver la obra que estoy haciendo...-
-Te lo agradezco, me gustaría mucho ir a verte, mi marido también es un gran admirador tuyo...-
Traga saliva.
-Están invitados los dos...-
Me pide los nombres, para hacer la reserva en la boletería, y entonces se despide, agradeciéndome una vez más la atención brindada.
La obra que está haciendo se presenta solo una vez por semana, los domingos a la noche, así que voy sola a verlo, aunque a mi marido le digo que voy con unas amigas.
Cuando termina la obra, y salen los intérpretes a saludar, me reconoce entre el público. Me hace una seña para encontrarnos tras bambalinas, así que hacia allí me dirijo.
-Gracias por venir, espero que te haya gustado la obra- me dice, todavía con la caracterización de Don juan encima.
-¡Me encantó! Todos estuvieron geniales, pero vos te robaste la obra- le digo como elogio, lo cuál es absolutamente cierto.
-Gracias, ¿y tú marido? Quisiera conocerlo...- repone, mirando por detrás mío.
-No pudo venir, pero te agradece la invitación- le digo, y en un susurro, para que no escuchen los demás, agrego -La verdad es que no le gusta mucho el teatro...-
Al escucharme, como que le brillan los ojos. El galán se transforma en lobo feroz, oliendo ya la sangre de su presa.
-Mirá, sé que me ofreciste un seguro que está muy por encima de lo que me ofrecería cualquier otra Compañía, así que, como agradecimiento, permitime que te invite a cenar- me propone.
-Ok, acepto la invitación- asiento, sin pensarlo demasiado.
-Me cambio, y estoy con vos-
-Dale, te espero-
Al rato veo que se despide de sus compañeros de elenco y viene a mi encuentro. Salimos del Centro Cultural, y mientras caminamos por Corrientes, como buscando algún lugar para cenar, me sugiere:
-Mirá, no creo que consigamos mesa en un buen lugar a ésta hora, ¿qué te parece si vamos a mí casa y pedimos algo?-
-Mmm... no sé... Tendría que mentirle a mi marido, y decirle que me voy a lo de una amiga y no a la casa de un galán seductor e irresistible, aunque no sería la primera vez...- le digo con una sonrisa de complicidad.
-¿Qué no sería la primera vez? ¿Que le mentís o que vas a la casa de un galán seductor e irresistible?-
-Eso lo dejo a tu imaginación-
El auto, ése mismo que aseguró conmigo, está en una cochera a la vuelta. De ahí vamos directo a su casa. En el trayecto le envio un audio a mi marido, avisándole que me voy a cenar con las chicas, las supuestas amigas con las que fui al teatro.
El eterno Don Juan me mira de reojo y se sonríe, cómplice.
-Debo decir que sos una muy buena actriz, hasta me di vuelta para ver si estaban tus amigas acá, con nosotros...-
No le digo que de joven, mi fantasía era ser actriz porno.
Cuando llegamos a su casa, baja del auto y me abre la puerta como todo buen caballero.
-Bienvenida a mi humilde morada...- me dice, como si estuviera recitando el texto de alguna obra de teatro.
En un living amplio y bohemio, que una imaginaría como el ambiente de un artista, me invita a sentarme, mientras pone música clásica y sirve un par de tragos.
-¿Pido algo para comer?- me pregunta, dándome uno de los vasos y sentándose a mi lado.
-No tengo hambre, quizás después...- le respondo, bebiendo un sorbo y mirándolo en una forma que intenta agregar algo más.
-¿Después de qué?- se interesa, bebiendo también de su vaso.
-No sé, de lo que salga... de esto- añado, haciendo un gesto que nos abarca a ambos.
Nos sonreímos con picardía, intuyendo muy bien lo que habría de salir.
-Por que salga algo bueno...- repone, chocando su vaso con el mío, a modo de brindis.
-Sabés que siempre me dió curiosidad lo de los besos en las novelas- le pregunto entonces -¿Se besan en serio?-
Carraspea y poniéndose en modo didáctico, me contesta:
-En realidad hay una técnica para que un beso parezca verdadero, te lo enseñan en las primeras clases de teatro-
-¿Ah sí?- me sorprendo.
-Si querés, puedo enseñarte- propone.
-A ver, dale...- le digo con entusiasmo.
Deja el vaso a un costado, se levanta e impostando una pose actoral, me invita a que me levante también. Pone las manos en mi cintura, una de cada lado, me atrae hacia él y me besa... Pero no es un beso falso, fingido, teatralizado, sino uno real.
-¿Y...?- pregunta al separar sus labios de los míos.
-¡Mmmm...! Muy... auténtico- le digo, relamiéndome con evidente gusto -¿Puedo probar ahora yo?-
Me dice que sí, que adelante, que la práctica hace al maestro. Así que ahora soy yo la que se acerca, y poniendo mis manos en sus hombros, lo beso con la boca abierta, mi lengua enredándose con la suya...
Es un beso más largo que el anterior, con mucha lengua y saliva de por medio.
-Aprendés rápido...- me elogia al separarnos, mi saliva brillando en sus labios.
-Aprendo del mejor...- alego.
Y ahora sí, dejando de lado cualquier improvisación, nos besamos, ya sin freno, abrazándonos, disfrutando del roce de nuestros cuerpos además del de los labios.
Sin decir nada, tampoco hace falta, me toma de la mano y me lleva a su dormitorio. Nos desvestimos, y en ropa interior caemos sobre la cama, enredados, frotándonos el uno contra el otro.
Como llevada por una fuerza invisible, mi mano se desliza hacia su entrepierna, y metiéndose dentro del calzoncillo, le captura la pija, a la que presiona y amasa con entusiasmo.
Aunque la tiene gomosa, en ese estado en que no está del todo armada, pero tampoco floja, se la pajeo, pero no levanta.
-A esta edad necesito un ayudín, ¿no te molesta, no?- me dice con cierta resignación.
Obvio que no...
Se toma un viagra y mientras esperamos que la pastilla mágica haga efecto, nos besamos y acariciamos, ayudando a que el tiempo de reacción sea menor. Cuando se le empieza a parar, ya se la estoy chupando, sintiendo como se le va poniendo dura dentro de mi boca.
Para cuando termina ya de armarse, ostentando una erección importante, ideal para una propaganda contra la impotencia, me está chupando él a mí.
Dejándome la concha en un total estado de ebullición, se pone un preservativo, y me penetra, no con un empujón, sino lentamente, disfrutando el momento, resbalando seguro y confiado hacia mi más profundo interior.
Es una cogida suave, delicada, la forma en que seguro voy a coger cuando sea una octogenaria, pero ahora quiero más, necesito mucho más...
Levanto las piernas y enlazándolas en torno a su cintura, presiono su cuerpo contra el mío, y le pido que me coja más fuerte.
-¡Dale... hacemela sentir... toda... toda adentro... siiiiiiiii... así... ahhhhhhhhh... siiiiiiiiiii...!-
Me complace lo mejor que puede, moviéndose con más entusiasmo, con más ímpetu, con una energía impensada para su edad.
El Viagra, por supuesto, colabora con la dureza, pero él pone el resto, desafiando a sus 80 pirulos. Pero claro, la edad es insalvable, y ya se hacía evidente que se estaba quedando sin fuerzas.
Hago que se ponga de espalda, me siento encima suyo, de cuclillas, y apoyándome en sus manos, nuestros dedos entrelazados, me voy clavando en la pija de a poco, sonriéndole y esbozando gestos de placer, mientras se la envuelvo con mi concha. Cuando ya la tengo toda adentro, me quedo tan solo un momento ahí, quietita, suspirando, disfrutando las sensaciones, tras lo cual me empiezo a mover, arriba y abajo, metiéndomela toda, rebotando una y otra vez sobre sus piernas.
Cabalgándolo ya a buen ritmo, los gemidos de ambos se mezclan, intensos y emotivos.
De repente, en el momento más álgido, cuando solo quiero acelerar y acelerar, me sorprende el orgasmo, y digo me sorprende, porque no lo esperaba... Por lo menos, no todavía...
Un latigazo, violento, imprevisto, fulminante, que me sacude hasta la médula...
El eterno Don Juan me suelta las manos y me agarra las tetas, sobándomelas con entusiasmo, mientras yo, con toda su virilidad adentro, arqueo la espalda y echando la cabeza hacia atrás, estallo en unos suspiros y jadeos que reflejan fielmente la intensidad de ese momento.
En llamas me derrumbo sobre su cuerpo, y lo beso con ansia, con frenesí, con desespero...
Aprovechando que todavía estoy sensibilizada por los resabios de ese primer polvo, el eterno Don Juan desliza las manos por mi cuerpo, y agarrándome de la cola, me sigue cogiendo, ahora con sus propias embestidas, firmes, rápidas, profundas.
Empiezo a gemir de nuevo, componiendo con los sonidos de la penetración... (un rítmico y fragoroso PLAS PLAS PLAS) una melodía impregnada de morbo y excitación.
-¡Sí... cogeme... así... que rico... dale... no pares... no sabés cuanto me imaginé esto de pendeja...!- le digo, disfrutando cada una de sus metidas y sacadas.
Cuando cogía con mi tío, me imaginaba estar haciéndolo con otros hombres, todos maduros, mucho más grandes que yo, y el eterno Don Juan era uno de los que más se repetía en mis fantasías. Por eso estaba cumpliendo un sueño, no solo conocerlo, sino también echarme un polvo con él.
Acabamos juntos, nuestros cuerpos atravesados por un mismo placer, intenso, sublime, ensoñador...
-Es la primera vez que me alegro de que a alguien no le guste el teatro...- me dice en obvia alusión a mi marido, mientras me amasa la cola, apretándomela bien contra su vientre.
-En realidad no le dije que también estaba invitado, solo que iba con unas amigas al teatro...- le confieso, bajándome de su montura, y recostándome a su lado.
Me mira sorprendido...
-Te dije que eras mi amor platónico...- le recuerdo.
-Si, aunque cuando mencionaste a tu marido, creí que estabas poniendo un límite, como diciendo, amor platónico, solo eso...- me dice mientras se sienta en la cama y se saca el preservativo.
-Ya desde ese momento sabía que íbamos a terminar cogiendo...- le confío.
Se levanta y va al baño, a deshacerse del látex y a echarse un meo. Cuando vuelve, todavía está a media asta. No me resisto a darle una chupadita.
-¿Te quedás a pasar la noche?- me pregunta, entre los suspiros que mi mamada le provocan.
-Eso depende...- le digo, sacándomela de la boca para darle besos y lamidas por los lados.
-¿De qué?-
-De si va a haber mañanero...-
Nos sonreímos, obvio que sí...


Como dije, no había nadie, solo estábamos las chicas de atención al socio y yo, por lo que, resultaba por demás evidente que alguien entraba, por más que mi oficina esté al fondo del local.
Me costó reconocerlo, porque ya es un hombre mayor, un anciano de casi ochenta, con el pelo y la barba totalmente blancos, pero aún así, pese a la edad, todavía conserva ese atractivo y galantería que caracterizó toda su carrera.
Se acerca a una de las chicas, con una sonrisa y le pregunta algo. La chica, una jovencita de veintitantos, que seguramente no lo reconoce, le dice que enseguida lo atiende, ya que está respondiendo un llamado.
Aprovecho el momento y me acerco. Le digo que yo puedo atenderlo. Me agradece con esa sonrisa seductora que resulta inconfundible.
Vamos a mí oficina y allí me dice que quiere cambiar el seguro de su auto, que está comparando precios.
-No busques más...- le digo -Acá te ofrecemos la mejor cobertura y el mejor precio, no vas a encontrar nada mejor en el mercado-
-Eso mismo me dijeron en las otras compañías y terminan ofreciéndome un seguro que no cubre prácticamente nada... Sin ofender- repone con esa simpatía que lo caracteriza.
-No me ofendo, pero mejor vamos a ver el auto, así te digo que cobertura puedo ofrecerte-
Salimos de la oficina y vamos hasta el garage en dónde dejó el coche. Apenas lo veo me doy cuenta que es un modelo que ya tiene unos años, con bastante kilometraje encima, por lo que no puede tener una cobertura muy amplia, pero se trata de él, no puedo ofrecerle solo un plan de responsabilidad civil, que es lo que correspondería.
-Mirá, te ofrezco un seguro contra terceros completo...- le digo al terminar de hacer las fotos.
-¿Segura?- se sorprende.
-Lo menos que puedo hacer por mi amor platónico de la adolescencia...- le digo.
-¡Jajaja...¡ ¡Me reconociste!- se sorprende -La verdad es que ya estoy acostumbrado a pasar desapercibido-
Bueno, para mí no, lo que me habré tocado con ese hombre en mente cuando era pendeja, la de pajas que le habré dedicado. Creo que junto con mi tío Carlos, fueron los que moldearon mi gusto por los hombres mayores, ya que andaría por los cincuenta en esa época.
Le pido de sacarnos una foto y volvemos a la oficina. Le hago la póliza, que tiene el precio de una Responsabilidad Civil aunque con la cobertura de un Terceros completo.
-Sé que me estás ofreciendo más de lo que correspondería, así que dejame que te invite al teatro, a ver la obra que estoy haciendo...-
-Te lo agradezco, me gustaría mucho ir a verte, mi marido también es un gran admirador tuyo...-
Traga saliva.
-Están invitados los dos...-
Me pide los nombres, para hacer la reserva en la boletería, y entonces se despide, agradeciéndome una vez más la atención brindada.
La obra que está haciendo se presenta solo una vez por semana, los domingos a la noche, así que voy sola a verlo, aunque a mi marido le digo que voy con unas amigas.
Cuando termina la obra, y salen los intérpretes a saludar, me reconoce entre el público. Me hace una seña para encontrarnos tras bambalinas, así que hacia allí me dirijo.
-Gracias por venir, espero que te haya gustado la obra- me dice, todavía con la caracterización de Don juan encima.
-¡Me encantó! Todos estuvieron geniales, pero vos te robaste la obra- le digo como elogio, lo cuál es absolutamente cierto.
-Gracias, ¿y tú marido? Quisiera conocerlo...- repone, mirando por detrás mío.
-No pudo venir, pero te agradece la invitación- le digo, y en un susurro, para que no escuchen los demás, agrego -La verdad es que no le gusta mucho el teatro...-
Al escucharme, como que le brillan los ojos. El galán se transforma en lobo feroz, oliendo ya la sangre de su presa.
-Mirá, sé que me ofreciste un seguro que está muy por encima de lo que me ofrecería cualquier otra Compañía, así que, como agradecimiento, permitime que te invite a cenar- me propone.
-Ok, acepto la invitación- asiento, sin pensarlo demasiado.
-Me cambio, y estoy con vos-
-Dale, te espero-
Al rato veo que se despide de sus compañeros de elenco y viene a mi encuentro. Salimos del Centro Cultural, y mientras caminamos por Corrientes, como buscando algún lugar para cenar, me sugiere:
-Mirá, no creo que consigamos mesa en un buen lugar a ésta hora, ¿qué te parece si vamos a mí casa y pedimos algo?-
-Mmm... no sé... Tendría que mentirle a mi marido, y decirle que me voy a lo de una amiga y no a la casa de un galán seductor e irresistible, aunque no sería la primera vez...- le digo con una sonrisa de complicidad.
-¿Qué no sería la primera vez? ¿Que le mentís o que vas a la casa de un galán seductor e irresistible?-
-Eso lo dejo a tu imaginación-
El auto, ése mismo que aseguró conmigo, está en una cochera a la vuelta. De ahí vamos directo a su casa. En el trayecto le envio un audio a mi marido, avisándole que me voy a cenar con las chicas, las supuestas amigas con las que fui al teatro.
El eterno Don Juan me mira de reojo y se sonríe, cómplice.
-Debo decir que sos una muy buena actriz, hasta me di vuelta para ver si estaban tus amigas acá, con nosotros...-
No le digo que de joven, mi fantasía era ser actriz porno.
Cuando llegamos a su casa, baja del auto y me abre la puerta como todo buen caballero.
-Bienvenida a mi humilde morada...- me dice, como si estuviera recitando el texto de alguna obra de teatro.
En un living amplio y bohemio, que una imaginaría como el ambiente de un artista, me invita a sentarme, mientras pone música clásica y sirve un par de tragos.
-¿Pido algo para comer?- me pregunta, dándome uno de los vasos y sentándose a mi lado.
-No tengo hambre, quizás después...- le respondo, bebiendo un sorbo y mirándolo en una forma que intenta agregar algo más.
-¿Después de qué?- se interesa, bebiendo también de su vaso.
-No sé, de lo que salga... de esto- añado, haciendo un gesto que nos abarca a ambos.
Nos sonreímos con picardía, intuyendo muy bien lo que habría de salir.
-Por que salga algo bueno...- repone, chocando su vaso con el mío, a modo de brindis.
-Sabés que siempre me dió curiosidad lo de los besos en las novelas- le pregunto entonces -¿Se besan en serio?-
Carraspea y poniéndose en modo didáctico, me contesta:
-En realidad hay una técnica para que un beso parezca verdadero, te lo enseñan en las primeras clases de teatro-
-¿Ah sí?- me sorprendo.
-Si querés, puedo enseñarte- propone.
-A ver, dale...- le digo con entusiasmo.
Deja el vaso a un costado, se levanta e impostando una pose actoral, me invita a que me levante también. Pone las manos en mi cintura, una de cada lado, me atrae hacia él y me besa... Pero no es un beso falso, fingido, teatralizado, sino uno real.
-¿Y...?- pregunta al separar sus labios de los míos.
-¡Mmmm...! Muy... auténtico- le digo, relamiéndome con evidente gusto -¿Puedo probar ahora yo?-
Me dice que sí, que adelante, que la práctica hace al maestro. Así que ahora soy yo la que se acerca, y poniendo mis manos en sus hombros, lo beso con la boca abierta, mi lengua enredándose con la suya...
Es un beso más largo que el anterior, con mucha lengua y saliva de por medio.
-Aprendés rápido...- me elogia al separarnos, mi saliva brillando en sus labios.
-Aprendo del mejor...- alego.
Y ahora sí, dejando de lado cualquier improvisación, nos besamos, ya sin freno, abrazándonos, disfrutando del roce de nuestros cuerpos además del de los labios.
Sin decir nada, tampoco hace falta, me toma de la mano y me lleva a su dormitorio. Nos desvestimos, y en ropa interior caemos sobre la cama, enredados, frotándonos el uno contra el otro.
Como llevada por una fuerza invisible, mi mano se desliza hacia su entrepierna, y metiéndose dentro del calzoncillo, le captura la pija, a la que presiona y amasa con entusiasmo.
Aunque la tiene gomosa, en ese estado en que no está del todo armada, pero tampoco floja, se la pajeo, pero no levanta.
-A esta edad necesito un ayudín, ¿no te molesta, no?- me dice con cierta resignación.
Obvio que no...
Se toma un viagra y mientras esperamos que la pastilla mágica haga efecto, nos besamos y acariciamos, ayudando a que el tiempo de reacción sea menor. Cuando se le empieza a parar, ya se la estoy chupando, sintiendo como se le va poniendo dura dentro de mi boca.
Para cuando termina ya de armarse, ostentando una erección importante, ideal para una propaganda contra la impotencia, me está chupando él a mí.
Dejándome la concha en un total estado de ebullición, se pone un preservativo, y me penetra, no con un empujón, sino lentamente, disfrutando el momento, resbalando seguro y confiado hacia mi más profundo interior.
Es una cogida suave, delicada, la forma en que seguro voy a coger cuando sea una octogenaria, pero ahora quiero más, necesito mucho más...
Levanto las piernas y enlazándolas en torno a su cintura, presiono su cuerpo contra el mío, y le pido que me coja más fuerte.
-¡Dale... hacemela sentir... toda... toda adentro... siiiiiiiii... así... ahhhhhhhhh... siiiiiiiiiii...!-
Me complace lo mejor que puede, moviéndose con más entusiasmo, con más ímpetu, con una energía impensada para su edad.
El Viagra, por supuesto, colabora con la dureza, pero él pone el resto, desafiando a sus 80 pirulos. Pero claro, la edad es insalvable, y ya se hacía evidente que se estaba quedando sin fuerzas.
Hago que se ponga de espalda, me siento encima suyo, de cuclillas, y apoyándome en sus manos, nuestros dedos entrelazados, me voy clavando en la pija de a poco, sonriéndole y esbozando gestos de placer, mientras se la envuelvo con mi concha. Cuando ya la tengo toda adentro, me quedo tan solo un momento ahí, quietita, suspirando, disfrutando las sensaciones, tras lo cual me empiezo a mover, arriba y abajo, metiéndomela toda, rebotando una y otra vez sobre sus piernas.
Cabalgándolo ya a buen ritmo, los gemidos de ambos se mezclan, intensos y emotivos.
De repente, en el momento más álgido, cuando solo quiero acelerar y acelerar, me sorprende el orgasmo, y digo me sorprende, porque no lo esperaba... Por lo menos, no todavía...
Un latigazo, violento, imprevisto, fulminante, que me sacude hasta la médula...
El eterno Don Juan me suelta las manos y me agarra las tetas, sobándomelas con entusiasmo, mientras yo, con toda su virilidad adentro, arqueo la espalda y echando la cabeza hacia atrás, estallo en unos suspiros y jadeos que reflejan fielmente la intensidad de ese momento.
En llamas me derrumbo sobre su cuerpo, y lo beso con ansia, con frenesí, con desespero...
Aprovechando que todavía estoy sensibilizada por los resabios de ese primer polvo, el eterno Don Juan desliza las manos por mi cuerpo, y agarrándome de la cola, me sigue cogiendo, ahora con sus propias embestidas, firmes, rápidas, profundas.
Empiezo a gemir de nuevo, componiendo con los sonidos de la penetración... (un rítmico y fragoroso PLAS PLAS PLAS) una melodía impregnada de morbo y excitación.
-¡Sí... cogeme... así... que rico... dale... no pares... no sabés cuanto me imaginé esto de pendeja...!- le digo, disfrutando cada una de sus metidas y sacadas.
Cuando cogía con mi tío, me imaginaba estar haciéndolo con otros hombres, todos maduros, mucho más grandes que yo, y el eterno Don Juan era uno de los que más se repetía en mis fantasías. Por eso estaba cumpliendo un sueño, no solo conocerlo, sino también echarme un polvo con él.
Acabamos juntos, nuestros cuerpos atravesados por un mismo placer, intenso, sublime, ensoñador...
-Es la primera vez que me alegro de que a alguien no le guste el teatro...- me dice en obvia alusión a mi marido, mientras me amasa la cola, apretándomela bien contra su vientre.
-En realidad no le dije que también estaba invitado, solo que iba con unas amigas al teatro...- le confieso, bajándome de su montura, y recostándome a su lado.
Me mira sorprendido...
-Te dije que eras mi amor platónico...- le recuerdo.
-Si, aunque cuando mencionaste a tu marido, creí que estabas poniendo un límite, como diciendo, amor platónico, solo eso...- me dice mientras se sienta en la cama y se saca el preservativo.
-Ya desde ese momento sabía que íbamos a terminar cogiendo...- le confío.
Se levanta y va al baño, a deshacerse del látex y a echarse un meo. Cuando vuelve, todavía está a media asta. No me resisto a darle una chupadita.
-¿Te quedás a pasar la noche?- me pregunta, entre los suspiros que mi mamada le provocan.
-Eso depende...- le digo, sacándomela de la boca para darle besos y lamidas por los lados.
-¿De qué?-
-De si va a haber mañanero...-
Nos sonreímos, obvio que sí...



12 comentarios - El eterno Don Juan...
De solo leerlo se me para la pija.
Que hermosas fotos, que lindo par de tetas.
Sos mi fantasía, que ganas de sentir tu piel